jueves, 8 de marzo de 2007

- Suicidas por la fe: los mártires del misterio

Criminología

Aquella era la mágica noche señalada para el "viaje". Hacía varias semanas que el joven soldado venia sufriendo extrañas experiencias psíquicas durante sus guardias nocturnas. En la pequeña garita del cuartel extremeño habia recibido "telepáticamente" sensuales voces que le transmitían supuestos mensajes desde otro mundo.

El recluta, como otros muchos jóvenes soldados, había invertido muchas horas de las monótonas guardias, imaginarias o arrestos, en charlar sobre misterios, hacer sesiones de oui-ja o practicar la psicografía con sus compañeros de cuartel. Sin embargo, sólo él podía ver a la hermosa "dama blanca" y escuchar sus mensajes.

Entre dichos mensajes y otras experiencias psíquicas, el joven, que aún cumplía su servicio militar, fue reestructurando su percepción de la realidad y su concepción del universo hasta tomar la fatal decisión. Había decidido, como comentó previamente a algunos de sus compañeros, seguir las indicaciones de la "dama blanca" para viajar a su mundo astral. Pero para tan largo viaje, había de desprenderse de su cuerpo físico. El sabía que el cuerpo astral vive aprisionado por el físico, encadenado a la materia por un cordón de plata. Sabía, por estos "mensajes telepáticos", que el cuerpo físico posee una "vibración energética" incompatible con la del mundo astral, así que tendría que dejar el físico. Y sin pensarlo un segundo, aquella noche se voló la tapa de los sesos con su fusil...

Afortunadamente este tipo de dramáticos desenlaces no son habituales; sin embargo, ocurren en un número más elevado de lo que desearíamos. Y además, suponen un excelente ejemplo de hasta qué extremo puede llevar la creencia irracional en el esoterismo. Y es que pocas cosas pueden alentar tanto las patologías y las psicosis subyacentes en nuestro inconsciente como los abstractos, anárquicos y escurridizos fenómenos paranormales.

Naturalmente, los defensores de la creencia en ángeles, seres superiores, guías espirituales, hermanos extraterrestres y demás entidades benévolas asociadas a supuestos fenómenos paranormales, argumentan que este tipo de casos se deben a la interferencia de "malos espíritus", demonios, o entidades negativas. Es posible, sin embargo, que el efecto real de tales experiencias se produzca en, y a través del cerebro del sujeto. Y ése será el principal objeto a tratar para intentar comprender tan dramáticos sucesos. Es posible que existan todas esas entidades y que ellas sean las responsables de tan dramáticos suicidios, pero mientras no surjan pruebas que confirmen esa hipótesis, nos veremos inclinados a considerar estos casos como la manifestación de patologías originadas o estimuladas por practicas esotéricas.

El proceso del suicidio es lento y elaborado. A medida que el sujeto, en general un individuo solitario, depresivo e introvertido, se sumerge en el mundo del esoterismo, va estructurando una nueva visión de la realidad. El contexto en que se desarrolle esa psicosis puede ser igualmente el ufológico, el espiritista, el satánico, el místico o el ocultista.

Recientemente, por citar un ejemplo, se ponía en contacto con nosotros el inspector-jefe de policía y abogado Santiago Delgado. Conocedor de nuestro trabajo en el estudio del satanismo, Delgado solicitó nuestra colaboración en un caso que, en principio, aparentaba tener relación con una de las logias satánicas afincadas en Vigo. Como buen policía, el inspector-jefe Delgado había decidido sopesar todas las posibilidades antes de emitir un juicio.

El protagonista de este dramático caso era Francisco Javier Moreno, nacido en 12 de abril de 1970 en Pontevedra y que contaba apenas 20 años en el momento de morir. Este joven gallego, muy aficionado al deporte (Cinturón negro de kárate, culturista, etc), se ahorcó en el pequeño gimnasio que había montado en su casa, con su propia cuerda de entrenamiento. El cadáver fue encontrado por su propia madre, que aún sufría lo indecible cuando yo le planteaba mis --a veces demasiado insensibles-- preguntas.

Sólo cinco meses después de la muerte de Francisco Javier se encontró, de forma totalmente casual, una nota de despedida en el bolsillo de una vieja cazadora. En la nota, cuyo original conservo en mi archivo, el muchacho se despedía de sus familiares. Extraigo un esclarecedor párrafo de esa carta póstuma, por otro lado enigmáticamente redactada, que decía:

"Mi abueliña que no sufra por mi, que yo, a donde voy, estaré muy bien, pues ya me enteré por unos medios que vosotros no conocéis..."

Sólo después de interrogar a algunos amigos y familiares del joven suicida, pude averiguar que esos medios para conocer el lugar al que iría Francisco tras su muerte, no eran sino contactos a través de la OUI-JA. Esa era una práctica habitual y casi obsesiva para este joven que combinaba su pasión por el deporte con su pasión por el ocultismo.
En su momento, encargué a una clínica psicológica de Vigo un estudio grafológico de Francisco Javier a través de los cuadernos escolares que me facilitó su madre. El resultado del estudio fué el siguiente:

- Personalidad inmadura, con una acusada huida de la realidad.
- Exagerado autocontrol en todos sus actos, con dificuldad de adaptación interpersonal y de intercambios sociales.
- Grafopatológicamente, podríamos definir a Francisco Javier como un individuo fronterizo con la psicosis.
- Acentuado síndrome esquizoide.
- Signos de angustia y ansiedad, quizá manifestados por una conducta "ritualizada", con fobias o manías (necesidad de que las cosas estén en un determinado orden), etc.
- Necesidad de acercamiento a lo espiritual, crisis de identidad personal y teológica.
-Timidez, sentimiento de inferioridad y búsqueda de la protección materna, con fase objetal no superada.
- Sensibilidad y eidetismo
- Influenciabilidad muy acentuada, sugestionabilidad.
- Aptitudes artísticas y musicales.
- Necesidad de apoyo en su conducta, de refuerzos constantes.

El perfil psicológico de Francisco Javier resulta sumamente elocuente. La conclusión de esta triste historia es obvia. Al parecer, el joven Francisco Javier era un suicida potencial y fueron sus prácticas con la OUI-JA las que desataron esa tendencia agazapada en su inconsciente. Los mensajes recibidos a través de la vasografía, probablemente originados en la propia mente del muchacho, construyeron una fantasía "post-morten" basada en sus lecturas esotéricas. Una racha depresiva y su firme creencia en un esperanzador lugar más allá de la muerte desataron la tragedia.

Si la triste historia de Francisco Javier Fernández resulta espeluznante, más dramática aún resulta la que narraré a continuación. Por desgracia, yo he tenido la oportunidad de conocer e investigar varios casos de suicidios debidos a practicas esotéricas, pero de todos, probablemente el que más me haya impresionado fuera el denominado "Caso de los suicidas de Tarrasa". Tal vez me impresionó especialmente por el hecho de ser dos los suicidas y no uno; quizá por la forma de morir elegida --la decapitación-- o puede que por la intensidad y casi implicación personal con que viví el estudio de este suceso. Fueron más de seis meses de intensa investigación en Tarrasa, Barcelona, Madrid, Zaragoza, Tivissa (Castellón), etc.

Los protagonistas de este triste caso eran dos personas absolutamente normales. Podrían haber sido vecinos, familiares, amigos o compañeros de nuestro entorno. Nada, en apariencia, los diferenciaba de cualesquiera otros ciudadanos españoles. Sin embargo, sus firmes creencias esotéricas les llevaron a dar la vida por su fe.
Este caso conmocionó a la opinión pública española de principios de los años 70 y avergonzó a ufólogos y parapsicólogos de la época. Desde entonces, ha supuesto una asignatura pendiente en la historia de la ufología española, especialmente en lo referente a los "contactados con extraterrestres". Los protagonistas de tan patética historia fueron dos personas que, aparentemente, no tenían nada en común... salvo su fascinación por el fenómeno OVNI.

Los contactados suicidas
Era la enésima vez que llamábamos a la puerta. Con cierto desánimo, decidimos continuar la vigilancia desde el modesto bar de la esquina. Después de seis cafés, la mujer que esperábamos apareció en escena. Pequeña, canosa y de expresión triste, aún recordaba vivamente la muerte de su hijo Juan, ocurrida dieciocho años antes. Tras la puerta, como escondiéndose, doña Francisca insistía una y otra vez: "A mi hijo lo mataron..." Estas palabras fueron el detonante de una tan apasionante como dramática investigación que se prolongaría a lo largo de siete meses. La puerta de doña Francisca se cerró, dejando tras de sí una de esas historias.

"Los extraterrestres nos llaman...". Así rezaban los titulares de la prensa matutina el 20 de junio de 1972, refiriéndose al hallazgo de los cadáveres de José Rodríguez Montero, de 47 años y Juan Turú Valles, de 21, ufólogos afincados en Tarrasa (Barcelona), que habían puesto fin a sus vidas arrojándose a la via férrea.


La noticia conmocionó en su época el medio ufológico. Investigadores de todas partes se sintieron responsables hasta cierto punto de la suerte de estos dos personajes. Sin embargo, en lugar de llevar a cabo las investigaciones de rigor, especularon con diversas hipótesis, entre las que destacaba la del asesinato, acaso ocultando cierta beligerancia a la hora de enfrentarse a tan incómodo suceso. Esto es comprensible en un época donde coexistían, junto con la investigación OVNI, otros aspectos más especulativos tales como los HOMBRES DE NEGRO, supuestos censores del estudio de los OVNIs, hoy constituidos en verdaderos mitos, pero entonces creencias fuertemente arraigadas en las mentes de los investigadores. Cuando dieciocho años después, y gracias a la colaboración de ufólogos como Javier Sierra, Enrique de Vicente o Vicente Perez, hemos conseguido acceder a la correspondencia privada de aquellos estudiosos, pudimos enfocar nuestra investigación desde una dimensión diferente.


A unos treinta metros del lugar del incidente, se halla la vetusta casa de don José Fernandez , ex-guardagujas de RENFE. El y su esposa nos dieron el primer dato sorprendente: "aquí no vino nadie a preguntar nunca nada; ni policías, ni periodistas, ni nadie".


Nos desconcertó que el primer testigo potencial no hubiera sido interrogado nunca. Ante la sorpresa, optamos por encaminar nuestros pasos a los organismos oficiales. Los medios de comunicación y los investigadores habían hecho infinidad de conjeturas sobre la posición de los cuerpos, tratando así de hallar una explicación relacionada con algún crimen ritual.


El Comisario Jefe de la Policia Nacional, señor Valdivieso, nos facilitó un croquis de la posición de los cuerpos que era radicalmente distinta a la ofrecida por los periódicos de la época. Necesitábamos con urgencia acceder al sumario de la causa y así tener la certeza de los datos obtenidos. Creímos erróneamente que los años transcurridos facilitarían nuestra incursión en el aparato burocrático de la justicia. Fueron necesarios tres intentos, el asesoramiento jurídico de amigos letrados y una buena dosis de insistencia para conseguir tener en nuestras manos el sumario 42/72 que contiene las diligencias del denominado "Caso Tarrasa".

"En la ciudad de Tarrasa, a 20 de Junio de 1972 -leíamos en el expediente- siendo las 6 h y 45 minutos, el señor Juez instructor numero dos en funciones de guardia, con mi asistencia y la del médico forense, nos hemos constituido en el lugar de los hechos, via férrea de la RENFE, proximidades de la estación de Torrebonica... "

Nuestra vista se paseaba veloz, pero segura, por el pliego de folios mientras una profunda emoción recorría nuestro cuerpo: "Debo hacer constar -señala el sumario- que en posesión de cada uno de los cadáveres ha sido hallada una nota escrita en papel cuadriculado y bolígrafo que dice: LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN".

El sumario contenía, además, un dibujo de un platillo volante, la narración de una experiencia en Júpiter, una poesía y otras diligencias referentes a las declaraciones de los padres, así como cartas póstumas que más adelante revelaremos. Sin embargo, había algo que nos interesaba en sobremanera: el informe de la autopsia practicada por el forense Don Manuel Baselga.


La autopsia revelaba la muerte por decapitación de ambos ufólogos. Pero había dos datos que llamaban poderosamente la atención: el hallazgo en la mano derecha de José Rodríguez de algodón limpio que no fue analizado, y el hecho de que éste había permanecido en ayuno mientras que su compañero de viaje, Juan Turú, tenía en su estómago restos alimenticios. En realidad dudábamos que el algodón hubiera servido para taponar los oidos, tal y como apuntaba un periódico sensacionalista. Nos inclinábamos a pensar que éste, impregnado de alguna substancia estupefaciente, tuviera como misión suavizar la "partida a Júpiter"... Pero no adelantemos acontecimientos.

Fueron muchas las pistas que seguimos sobre el caso, llevándonos una de ellas al affaire UMMO. Tal y como nos diría el Padre Enrique López Guerrero, conocido investigador sevillano del tema UMMO en los años 60 y 70, "todo contactado español debía estar relacionado con el asunto UMMO", notablemente divulgado en aquella época en la que aún no existían en España otros grupos como Fraternidad Cósmica o Misión Rama. Si además tenemos en cuenta que existía una total afinidad entre la filosofía de J. Rodríguez y Fernando Sesma, además de su probable amistad personal, no es de sorprender esa relación. Pero, por si ésto no fuese bastante, recientemente, y gracias al investigador y abogado José Juan Montejo, localizamos un documento de la asociación ERIDANI, receptora de la información de UMMO, en el que se vincula directamente a Rodríguez con los "ummitas". Esto no nos sorprende, ya que él viajaba constantemente debido a su profesión y estaba en contacto con multitud de investigadores españoles. Incluso había estado relacionado con otros fenómenos extraños como, por ejemplo, las apariciones del Palmar de Troya, en las que llegó a asistir al propio Clemente Domínguez, el "Papa" del Palmar, en alguno de sus trances.


Sin embargo, todos estos hechos fueron ignorados por la policía en su día. Cuando nos entrevistamos con Angel Hernández, hoy Jefe de la Policía Municipal de Tarrasa, y en su día oficial al cargo de la investigación del caso, él mismo nos confesó que la investigación había sido relativamente escueta. Unas entrevistas a familiares e interrogatorios a algunos vecinos y compañeros de trabajo dictaminaron la resolución del caso "Al fin y al cabo estaba muy claro que eran dos simples chalados por los OVNIs...". Pero nosotros no opinábamos que fuesen "simples", y menos teniendo en cuenta que la relación de José Rodríguez y Juan Turú no se remontaba a años, ni siquiera a meses, en contra de lo que todo el mundo pudiese imaginar. Juan conoció a éste apenas unas semanas antes del suicidio de ambos. A este respecto, pudimos consultar a Jordi M., amigo íntimo de J.Turu y compañero en su afición ufológica:
"Yo conocí a José Rodríguez porque Juan me lo presentó 15 dias antes de morir. El era la segunda vez que lo veía. Se habían conocido poco antes por un anuncio en Algo".


Esto fué confirmado por Emilio Sáchez Montero, primo de José Rodríguez Montero y quien, de no haber existido Juan Turú, quizás habría sido el compañero de "viaje a Júpiter" de su primo. Emilio, que era psicólogo, hombre equilibrado y de formación racional, nos habló de su pariente como un hombre culto y de un carisma arrasador.
"Mi primo tenía una gran personalidad, pero además de eso llevaba toda su vida estudiando, e incluso desarrollando lo que ustedes llaman capacidades parapsicológicas. Practicó yoga, meditación y, aunque parezca increíble, llegó a desarrollar esas facultades. Recuerdo que un día, poco antes de su muerte, me presentó a Juan Turú. El me contó, visiblemente emocionado, que José no podía ser una persona normal. Me dijo que lo había visto levitar a cuatro metros del suelo y cosas más increíbles. Yo no lo vi hacer nada semejante, pero en varias ocasiones mi primo me demostró que tenía poderes de clarividencia y otros. Incluso después de su muerte, viví una serie de fenómenos que no puedo explicar...".


Otras personas tuvieron oportunidad de vivir experiencias insólitas con José Rodríguez, entre ellos un conocido político catalán, el cual nos pidió que no hiciéramos público su nombre. Por no hablar de las cuatro fotografias de supuestos OVNIs en Tarrasa, que hemos encontrado vinculadas con el caso.
Todo ésto ha hecho suponer a los "Adoradores de los OVNIs" que quizás Rodríguez, conocido en el mundillo ufológico como el "Venusino" por su extraña personalidad, fuese en realidad lo que decía, y que sus viajes a Júpiter y sus casi mil páginas de mensajes revelados por "ellos" resultasen auténticos. Sin embargo, pagar un billete a Júpiter con la vida nos parece demasiado caro para un joven de 21 años que estaba a punto de comenzar una nueva vida con la que iba a ser su esposa.
La entrevista a decenas de vecinos, familiares, ufólogos y autoridades; los viajes a Madrid, Zaragoza, Tivissa y Terrassa, así como la consulta de archivos ufológicos y policiales, hemerotecas y bibliotecas, nos ha servido para reconstruir la historia de este gran "tabú" apestado de la ufología española, pero no para alcanzar a comprender qué pudo llevar a un hombre como J. Rodríguez a elegir una muerte tan horrible y a inducir a un joven inteligente como J.Turú a acompañarle. Tampoco a comprender cómo los fervientes "discípulos" de Rodríguez pudieron presenciar el suicidio y colocar, como nos hizo deducir M. Rodellar (el funcionario de juzgado que realizó el levantamiento de los cadáveres), el cartel de "los extraterrestres nos llaman" en los cuerpos recién decapitados. Quizás todo formase parte de un experimento de control mental. Quizás fueran "silenciados" por una agencia de inteligencia extranjera, o quizás han viajado a Júpiter del brazo de algún alienígena. Pero mientras nadie demuestre lo contrario, el suicidio de ambos es el resultado de un delirio místico producido por el excesivo amor al cosmos y a los extraterrestres. Y es que, a veces, la hermosa luz de las estrellas nos deslumbra tanto que nos ciega, impidiéndonos ver lo que tenemos a nuestro alrededor y la realidad que, en definitiva, nos ha tocado vivir en nuestro mundo. Quizás antes de buscar "muletas extraterrestres" debamos aprender a caminar por nosotros mismos...


El día del viaje



El sol de la mañana se filtraba por las persianas del altillo donde José Rodríguez terminaba de enfundar su cansada máquina de escribir. Concluía la redacción de varias cartas que adquirían el caracter de póstumas. Como si de un ritual macábro se tratase, distribuyó los mensajes que anunciaban su viaje de partida a Júpiter: la ONU, M. Lleget, sus amigos de Zaragoza y sus propios familiares serían los destinatarios de la decisión irrevocable que ambos habían tomado. Después de enviar las cartas, José acudió puntualmente a la cita de sus camaradas de RASDI & AMIEX. No había desayunado, ni tampoco almorzó. Fiel a sus ideas, veía en el ayuno parte de su preparación espiritual para su anhelada partida. Visiblemente inquieto, el joven Juan Turú recapacitaba sobre su reciente ruptura con Maria, quien había de ser su esposa de no haber sido obligado a elegir entre el amor en la Tierra o su amor "espiritual".


A primera hora de la tarde, y en el habitual punto de encuentro, calle Virgen del Mar, 82, el grupo consulta, quizá por última vez, a sus "hermanos del cosmos". El lugar y la hora de su partida hacia Júpiter habían sido fijadas.
Aproximadamente sobre las siete, según nuestra reconstrucción, tomaron el tren en dirección a la vecina localidad de Sabadell, donde el veterano ufólogo Marius Lleget ofrecía una conferencia en el local de la Agrupació Astronómica de Sabadell.


El mismo Lleget nos comentaba, poco antes de su muerte, que recordaba cómo Juan Turu, durante el coloquio, se dirigió a el con una pregunta que quizá trataba de reafirmar su fatal decisión. Una vez terminada la charla, alrededor de las 11 de la noche, el grupo integrado por cinco personas, siempre dirigidos por "El Venusino", tomó el último tren en dirección a Tarrassa para acudir a su cita con los extraterrestres. El lugar elegido fue el apeadero de Torrebonica. Mientras el tren se alejaba, el pequeño grupo se encaminaba al punto exacto del contacto... junto a la via.


Faltaban aún cuatro horas para su partida hacía Júpiter. Durante ese tiempo, y como tantas otras veces, José Rodríguez se erigía en protagonista, haciendo gala de sus grandes conocimientos astronómicos y señalando en la bóveda celeste el lugar al que se encaminaban. De vez en cuando, algún tren rasgaba el silencio de la noche rescatando al joven Turú de sus cavilaciones metafísicas y devolviéndo por un instante a la cruda realidad.


José Rodríguez se levantó e indicó que era el momento. Juan le aseguraba que no estaba preparado. Haciendo gala de sus notables facultades sugestivas, José trató de convencerlo una vez más. El joven alternaba dos estados de conciencia: la "iluminación" y la razón. Y como casi siempre, el corazón venció a la lógica. Ambos, bajo la atenta mirada de sus silenciosos compañeros, apoyaron sus nucas en el frio rail; su mirada, perdida entre las estrellas, buscaba su nuevo hogar.

- "Juan, ¿dudas?
- Si, maestro.
- Ten fe en nosotros. Cierra tus ojos y respira profundamente".

Y José Rodríguez aplicó hábilmente el algodón impregnado de éter en la nariz y la boca de Turú. Este se adormeció obediente. Por fin, el foco del tren viola la noche. Alguien dice: "El tren se acerca".
Las ruedas ganaban metros a la via. El tronar de la locomotora llega a sus oídos. La respiración se acelera, el corazón late más deprisa, la saliva se seca en la garganta. Y, por fin, las ruedas, frias guillotinas, destrozan sus cabezas.


Silencio. Sus compañeros, atónitos, depositan obedientemente el mensaje sobre sus cuerpos mutilados: "LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN. WKTS 88".

Hasta aquí la reproducción del artículo de Josep Guijarro y un servidor en el que resumimos muy sucintamente algunas de las investigaciones que nos permitieron, con una considerable seguridad, reconstruir el último día de los suicidas. Por supuesto, quedan pesquisas por completar. De hecho, la publicación de este artículo motivó a algunas personas vinculadas con el caso a ponerse en contacto con nosotros, pero esa ya es otra historia. Lo importante del "caso Tarrasa" es mostrar hasta qué punto la creencia irracional en redentores alienígenas puede encerrar serios peligros. Estos son aún mayores cuando el protagonista de esa seducción espacial es un adolescente o un niño. Veamos un desafortunado ejemplo.

Suicidas infantiles
El diario "Observaciones" de Ciudad de Méjico publicaba el 18 de marzo de 1977 una triste noticia bajo el siguiente titular: "Se suicidó un niño por mandato extraterrestre". La noticia decía así:

"Un niño de 13 años decidió suicidarse esta mañana por certero balazo en el corazón, luego de que redactó una carta en la cual decía que unos extraterrestres le pedían que les acompañase en un largo viaje. En la carta destinada a su madre, el jovencito manifestó que seres de otros planetas habían tenido contacto telepático con él. "Seres como nosotros -escribió- me piden que me vaya con ellos".


Asímismo, pidió que sus padres y demás parientes "no sufran con mi partida, pues seré féliz con estos seres". Inmediatamente después de firmar su carta, tomó la pistola de su padre y se pegó un tiro".
Con el paso del tiempo conseguí hacerme con una copia de la carta que el joven Sergio Bayardi dejó a su madre antes de suicidarse. El texto de la misma es suficientemente elocuente:

"Mamá, no pienses que he muerto, no, porque volveré a nacer en otro planeta. No creas que es mi imaginación o que me he vuelto loco. No, mamacita; ya me ha venido a avisar una pequeña nube y me ha dicho que me necesitan urgentemente en el planeta Sonolcuclo, que queda a tres siglos desde esta galaxia. La nubecita, al decirme que me necesitan en el planeta Sonolcuclo, no me dicho "Te necesitan en el planeta Sonolcuclo", sino que hizo una señal de arriba. Entonces yo, abajo, le pregunté que si en ese planeta la comunicación era hablarse por sonidos, así como los que usamos nosotros, pero le pregunté que si me lo podía decir en nuesto idioma, y me fué dictado letra por letra, pero me pidió que te dijera que por nada de este mundo vayas a divulgar este secreto que descubrí sobre la vida y la muerte, pues si lo divulgas, la gente perdería su religión, la fe en si misma, y empezarían a matarse todos y a pensar que así iban a corregir todos sus errores, porque al entrar inmediatamente, se borra todo lo que vivieron en este maldito planeta, y sólo quedarán pequeñas chispas de memoria, como las que yo he tenido. Mama, ahora sé buena con Juan y Veronica, trátalos con cariño y no juzgues por las apariencias nunca, como a mi siempre me juzgabas; o no siempre, pero sí hubo muchas veces que me juzgaste así como te dije. Compréndelos y comprende sus gustos o necesidades de niño para que no los tengan que llamar tan pronto a otro planeta como a mi. Quema esta carta después de haberla leido.

Te quiere: Sergio B. P."

¿Qué se puede añadir ante tan espeluznante testimonio?. ¿Por qué razón un niño de 13 años se pega un tiro en el corazon para viajar a otro planeta? Lo cierto es que suicidios similares se han dado en otros paises por otras causas. Aún está fresco en la memoria el tragico caso de Jackie Johnson, una niña de seis años que, en junio de 1993, se arrojó a las vias del tren en Florida para convertirse en ángel. Similar fue el caso del cadáver encontrado en avanzado estado de descomposición en la mágica montaña de Monserrat (Barcelona). Dicho cuerpo, del enésimo suicida, portaba una elocuente carta póstuma:

"Quiero ir a hablar con el padre de todos nosotros, que está en el universo, para que me escuche por favor, como un padre que escucha a su hijo, y nos salve de esto que hemos hecho los terrícolas: disfrazar la verdad y la justicia de medias verdades, por culpa del dinero..."

Naturalmente, la historia de las religiones esta repleta de casos similares de fundamentalismo extremista que desemboca en suicidio. Por otro lado, y en diferentes circustancias, todos conocemos episodios del contexto religioso en el que creyentes de tal o cual fe dan su vida por sus creencias. A éstos los llamamos mártires, y a los suicidas esotéricos, fanáticos, ¿Acaso no es lo mismo?.


Dice el primer mandamiento del dogma cristiano: "Amarás a Dios sobre todas las cosas". En el razonamiento del creyente, la salvación eterna está muy por encima de la vida terrenal. Si por una circunstancia, sea cual fuere, llega al convencimiento de que su muerte en virtud supone la salvación, y la vida en pecado la condenación eterna, no dudará ni un momento a la hora de sacrificar su vida por su fe.


Solemos pecar de subjetivos al juzgar que el suicidio de un contactado OVNI o un adicto a la OUI-JA es un acto de fanatismo, mientras que a los cristianos ejecutados en los circos romanos los llamamos santos mártires. Y este juicio partidista se debe a que quien ésto opina acepta como propios los credos de los que llamamos mártires, considerando las creencias de contactados o espiritistas como falsedades o simples psicosis. Pero si fueramos realmente objetivos, deberíamos reconocer que tan absurdo, a la vez que admirable, resulta el suicidio por Cristo que por los extraterrestres. La patología autodestructiva es la misma.

Manuel Carballal

Vicepresidentes 2º de CIAC

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quiero conseguir un contacto telepatico, con un policía local de Carlet, para que me pegue al culo con la mano.
Decirle, que, las últimas pruebas, demuestran que el cancer ha desaparecido.
Que me gustaría hablar con el, cuando vaya a recoger mi nuevo DNI