lunes, 1 de marzo de 2010

El caso Anabel Segura: entre los errores policiales y los videntes de la CIA (Primera Parte)

El Inspector-Jefe Jaime B. ostenta con orgullo el record de haber resuelto todos los casos de desaparición que le han encomendado. Todos, menos uno. Y como veterano policía que es, cuenta con una dilatadísima experiencia en el trato con videntes, augures y adivinos de toda índole. De hecho, probablemente sea el policía español que ha tenido más trato con supuestos sensitivos. Y por ello el más escéptico. De su mano podría conocer la esencia del como y porque, de las relaciones entre los videntes y la policía española.

La primera noticia que tuve del Inspector se produjo tras la fuga de Luis Roldán, ex-director General de la Guardia Civil, cuyos turbios negocios fueron destapados por Jose Luis C., un oficial de la Guardia Civil, ex–funcionario del CESID, a cuya ayuda debo algunas de las pistas más importantes para lo obtención de los “expedientes secretos” que componen este librito.

Inmediatamente después de que la Juez responsable del caso dictase la orden de busca y captura, el periódico El Mundo publicaba una extraordinaria exclusiva. Los periodistas Antonio Rubio y Manuel Cerdán, con quienes he coincidido en varios momentos de nuestra respectiva investigación sobre el CESID, conseguían localizar a Roldán en Francia. Y en un hotel de París conseguían mantener una entrevista con el fugitivo, al que toda la policía española seguía la pista inútilmente.

“Roldán nos había prometido una entrevista antes de irse de España –me explicaría Manuel Cerdán cuando me reuní con él en la redacción de El Mundo- y aunque no estaba por la labor, y nos llevó algún tiempo convencerle, a través del contacto (Fernando Paesa) que teníamos con él, por fin accedió”.

La entrevista que publicaba El Mundo, estaba ilustrada con una fotografía de Luis Roldán, tras el cual aparecía un cuadro con motivos esotéricos, basado en una litografía del Bosco. “La verdad es que nos costó mucho que se dejase fotografiar delante del cuadro –me explica Manuel Cerdán mientras tomo notas en mi cuaderno-. El quería que lo fotografiásemos delante de una pared blanca, pero al final conseguimos hacerle ver que esa foto sería muy impersonal, y accedió a posar delante del famoso cuadro...”.

Ese cuadro trajo en jaque al grupo del Inspector-Jefe Jaime B., ya que Cerdán y Rubio, acogiéndose al secreto profesional, lógicamente se habían negado a revelar el lugar de la entrevista con Roldán. Así que, intentando seguir la pista que suponía el cuadro, el policía se dirigió a José Antonio Campoy, ex–director de la revista Más Allá de la Ciencia y viejo amigo del inspector. Efectivamente, el cuadro pertenecía a un pintor especializado en temas esotéricos. Se localizó al autor, que no pudo aportar ninguna pista, ya que había vendido cientos de cuadros, y siempre a través de marchantes de arte. Para cuando fue identificado el puñetero lienzo y el hotel donde se había efectuado la entrevista, Roldán ya no se encontraba en Francia. Campoy, conocedor de mi interés por los aspectos policiales y criminológicos de lo paranormal, me comentó ya entonces aquella anécdota.

Manuel Cerdán no conocía estos detalles de la investigación policial que desató su famosa entrevista con Roldán. Y cuando dejé la redacción de El Mundo, no podía suponer que tendría que volver a charlar con Cerdán en poco tiempo, al cruzarse nuestras respectivas investigaciones sobre las escuchas ilegales del CESID o sobre los secuestros de mendigos para la experimentación de nuevas drogas a utilizadar en la lucha de los GAL contra ETA...

Mientras me servía un café, el Inspector-Jefe Jaime B. sonreía al recordar aquella historia. Pero yo no había viajado en aquella ocasión 600 kilómetros para hablar de Roldán, sino de Anabel Segura y de los videntes que habían acudido a aquella comisaría en centenares de ocasiones. Especialmente de un equipo de cuatro “detectives psíquicos” yankis, dirigidos por el ex–general del Comando de Inteligencia y Seguridad del Ejercito Norteamericano, Albert Stubblebine, que visitaron España para intentar localizar a Anabel Segura, y a otros desaparecidos...

A estas alturas presentar el caso de Anabel Segura es redundante. No obstante es de recibo refrescar minimamente las memorias, en torno al drama que conmovió España durante casi 900 días.

Ana Isabel Segura Foles salió de casa, aquel lunes 12 de abril de 1993, con la intención de hacer un poco de ejercicio. Sus estudios de Ciencias Empresariales Europeas, en la Universidad privada de Icade no le dejaban demasiado tiempo libre para el deporte. Pero aquel día, en mala hora, se calzó una zapatillas blancas, se puso unas mallas negras, una camiseta y se anudó un jersey de chandal al cuello. Después introdujo una cinta de Whitney Houston en el walkman, se encasquetó los auriculares, y echó a correr por las calles de la urbanización Intergolf, en la zona residencial de La Moraleja (Madrid). Sus padres no volverían a verla jamás.

A las 14:00 Anabel correteaba por una de las zonas menos transitadas de La Moraleja, cuando una furgoneta de color blanco se situó a su lado. Del interior salieron dos individuos que tomaron a la muchacha en volandas y la introdujeron en el interior del vehículo. En el forcejeo arrancaron a la muchacha su walkman, su jersey y hasta la camiseta. Las melodías de Whitney Houston no pudieron ahogar sus gritos. A cierta distancia un único testigo, Antonio B., jardinero del Colegio Escandinavo, pudo presenciar el secuestro. Pero sus 62 años no le permitieron llegar al lugar de la agresión más que para recoger las ropas y el walkman de Anabel, y ver como la furgoneta se perdía a lo lejos. Ojalá, como cantaba la Houston, Anabel hubiese tenido un buen “guardaespaldas” en aquel momento.

Comienza el infierno para la familia Segura. Su padre, José Segura Nájera, era el adinerado director de la empresa Lurgi Española S.A., una compañía dedicada al estudio, investigación, desarrollo y aplicación de procesos de ingeniería y a la construcción de plantas industriales, que contaba con un capital empresarial de 120 millones de pesetas. En ningún momento dudaron que el móvil del secuestro era el dinero. Y efectivamente, durante todo el tiempo que duró el rapto se recibieron 13 llamadas telefónicas exigiendo un rescate a cambio de la vida de Anabel.

El 16 de abril reciben la segunda de las llamadas telefónicas, en la que los secuestradores solicitan un rescate de 150 millones. Aun así la policía contempla la teoría de que una trama de espionaje industrial esté detrás del secuestro. Durante cuatro días se baraja la hipótesis de que los secuestradores sean delincuentes comunes, sin desechar la teoría del espionaje, que dirige las investigaciones de la policía ¡hasta Alemania!.

El 24 de abril D. Rafael Escudero, abogado de la familia Segura, anuncia que tiene preparado el rescate, pero la entrega –que se había establecido en un lugar de España que jamás trascendió a la prensa- no llega a producirse. El 11 de mayo los secuestradores aseguran telefonicamente que darán pruebas de que Anabel está viva y en buen estado.

Por fin, el 22 de junio de 1993 los secuestradores realizan su última llamada telefónica a la familia Segura. Anuncian en esa llamada –según consta en el sumario del caso- que en breve enviarán una cinta magnetofónica con un mensaje de Anabel para su familia, que llegaría unos días después. Parte del contenido de esa cinta ha trascendido a toda España a través de las emisoras de radio y televisión que la hicieron pública más tarde. Pero en dicha grabación, además de la presunta voz de Anabel, se incluye un agresivo mensaje de los secuestradores al padre de la muchacha. Transcribo aquí la mayor parte de esa grabación según consta en el sumario del caso, compuesto por 22 tomos:

“(voz femenina): Hola padres, estamos a 22 de junio de 1992. Quiero deciros que estoy bien dentro de lo que cabe. Esta gente no me cuida mal, pero me gustaría estar en casa con vosotros, porque ya llevo bastante tiempo aquí y tengo muchas ganas de veros a todos vosotros, así que a ver si todo esto se termina pronto. Hasta luego papá. Adiós mamá. hermana, te quiero mucho. Adiós”.

A continuación se escucha la voz, presumiblemente, de uno de los secuestradores. Respeto la trascripción que consta en el sumario ya que creo que la sintaxis y capacidad de expresión del presunto secuestrador es muy elocuente:

“(voz masculina): Ahora escúchenme con atención. Han escuchado la voz de Anabel. Si no se cumplen todas nuestras peticiones en la entrega del dinero, dentro de treinta días después de recibir nuestra cinta, la ejecutaremos...
“...Y repito, y perdóneme mi, digamos, oportunismo, o digamos mejor dicho, que sea tan reiteradamente un poco pesado, esta situación se está complicando mucho, está poniendo en peligro nuestra pequeña organización de delincuencia organizada...”
“...Y el señor portavoz de la policía, don Manuel Jiménez, que se cree que todo lo sabe y para mi humilde opinión sabe menos que los pimientos colorados...”
“...Investigar que investiguen por donde quieran. No van a encontrar nada, nada de nada. Y errores, como comprenderá, hemos cometido creo, no vamos a decir ninguno, pero muy poquitos o ninguno...”


Cerraban el monólogo unas canciones de Mecano, ya que los secuestradores habían grabado el mensaje sobre una cinta del LP “Aidalai”. Naturalmente la cinta es sometida a todo tipo de análisis filológicos y lingüísticos, en un intento por localizar un marco geográfico en base a los giros del lenguaje del presunto secuestrador. Incluso se sometió a un sofisticado análisis el ADN incluido en los residuos de saliva, contenidos en el reverso de los sellos del sobre donde enviaron la cinta. Puedo añadir que, cuando trascendió a la prensa la existencia de ese mensaje acudí, como tantas veces, a la grafóloga Clara Tahoces, pidiéndole que redactase un informe grafológico en base a la mínima muestra caligráfica incluida en el sobre donde los secuestradores de Anabel habían escrito la dirección:

NOTAS GRAFOLOGICAS SOBRE LA LETRA DE LOS SUPUESTOS
SECUESTRADORES DE ANABEL SEGURA
Clara Tahoces (Diplomada en Grafopsicología y Especialidades por la S.E.G.)

Sobre la supuesta escritura de los secuestradores podemos apuntar:

1º: Puede tratarse de la escritura de un niño, ya que se aprecia bajísima edad gráfica y mala ejecución de los trazos. En este caso, los rasgos no podrían ser tenidos en cuenta –nos referimos a las conclusiones que a continuación vamos a dar-, porque en los niños se produce el efecto mimético de copiar los rasgos de las personas que influyen sobre ellos, es decir, padres, tutores, profesiones o personajes que admiren. ESTE PUNTO DEBE QUEDAR MUY CLARO, así como que únicamente contamos con muy poco material gráfico para juzgar.

2º: En caso de no tratarse de un niño, y pertenecer a un adulto, podemos valorar lo siguiente: (Siempre con la prudencia que exigen estos casos)
-Bajísima edad gráfica e incluso retraso intelectual
-Inclinación ambivalente: Inconstancia y poco control de las emociones.
-Escritura en arcada: ocultación y reserva
-Presión pesada no exenta de fuertes empastes: Es la escritura clásica de la fatiga física o mental (agotamiento nervioso temporal o pasajero. Ausencia o fallos en el autocontrol. (Esto sería lo más positivo). Lo negativo; debilidad nerviosa. Fantasía morbosa de tipo erótico. Desonestidad y libertinaje. Dejadez. Agresividad, violencia, ira. Agotamiento físico o mental por excesos: intoxicaciones, alcoholismo, gula, lujuria... Grosería y depresión. Puede indicar también alguna forma de histeria, retraso mental e incluso enfermedades mentales.

-La “g” terminada en punta nos habla de asperezas en plano sexual, pero sólo con una, no podemos valorar..."

Pero el tiempo continuaba pasando y la investigación no avanzaba, pese a utilizarse cualquier tipo de herramienta o pista al alcance de la policía. Por ejemplo, la hipnosis.

La hipnosis, aunque no admitida como prueba judicial casi nunca, ha sido utilizada como herramienta de investigación por los policías de todo el mundo. El FBI posee incluso un departamento de hipnosis en San Antonio, usado con frecuencia por los federales. Y hasta agentes como Robert Ressler han utilizado la hipnosis a la hora de interrogar a testigos, en casos de Serial Killers.

En España la policía tiene menos tradición en las técnicas de interrogatorio con hipnosis, sin embargo el inspector-jefe Jaime B. había accedido a intentarlo con el jardinero Antonio B., único testigo del secuestro de Anabel. Antonio fue sometido a dos sesiones de hipnosis regresiva por parte del veterano Joaquín Grau, con la esperanza de que la matrícula de la furgoneta blanca hubiese quedado archivada en el subconsciente de Antonio. Lamentablemente no fue así.

A medida que transcurrían los meses, y las pistas se acababan, la desesperación iba oprimiendo el corazón de la familia Segura, asfixiando sus esperanzas de volver a ver a Anabel. Y en esos casos, con todo el derecho del mundo, uno se agarra a un clavo ardiendo. Cientos de videntes, más de mil, telefonearon a la familia Segura pretendiendo poseer información sobre al paradero de la joven. Desgraciadamente todas las pistas eran falsas, tan falsas como las que llegaron a través de otros confidentes sin relación con el mundo de lo paranormal. Ni mas ni menos. Y en ese momento José Antonio Campoy decidió embarcarse en una gran aventura, poniendo a disposición del Inspector-Jefe Jaime B. y su Brigada, a algunos de los “detectives psíquicos” más importantes de Estados Unidos... o eso pretendían ellos.

Según me comentaría posteriormente Campoy, a él le unía una estrecha relación personal con parte de la familia Segura desde años atrás, por eso se implicó emocionalmente en este secuestro de forma especial. Como director de la revista sobre fenómenos paranormales más importante de España, Mas Allá de la Ciencia, estaba familiarizado con el concepto de “detectives psíquicos” y decidió embarcarse en una odisea tan temeraria como costosa. Aunque tengo la impresión de que a Campoy nunca le han atemorizado los retos audaces.

En el verano de 1993 la redacción de Mas Allá contactó con la empresa privada PSI-TECH, un grupo de ex-funcionarios de las Fuerzas Armadas norteamericanas, que habían formado parte de los programas de “visión remota”, esto es, la utilización de videntes y sensitivos con fines de espionaje. Algo de lo que me ocuparé en profundidad un poco más tarde, y sobre lo que me habló con detalle el agente de la CIA que me presentó Perote. PSI-TECH está presidido por Albert Stubblebine, General retirado del Comando de Inteligencia y Seguridad del Ejército norteamericano (INSCOM), y cuenta como director ejecutivo con Ed Dames, mayor retirado del mismo Ejército. En torno a ellos un grupo de ex-funcionarios de Defensa y civiles, con supuestos poderes psíquicos. Los fundadores de PSI-TECH crearon esta empresa privada tras la cancelación de los presupuestos de Defensa para el programa PSI del ejército norteamericano. Sin embargo, alguno de los principales responsables de ese proyecto, como Ingo Swann, optaron por desmarcarse de esa iniciativa comercial. Y es que como los negocios son los negocios, el PSI-TECH, que pretende ser una asesoría parapsíquica para la búsqueda de desaparecidos y similares, no resistió incólume mucho tiempo. Pronto Lynn Buchanan, que había tomado el relevo de Swann como entrador de los “espías psíquicos” del ejército americano, se separa del PSI-TECH y funda su propia asesoría paranormal; P.S.I. (Problemas, Soluciones, Innovaciones).

La revista Más Allá tuvo conocimiento del PSI-TECH a través de Dannion Brinkley, un ex–marine que había pasado por la experiencia de la muerte clínica tras ser alcanzado por un rayo y que visitó España en 1992. Coincidí con él en un par de ocasiones, y como yo muchos investigadores intentaron poner aprueba las supuestas capacidades paranormales que afirmaba haber adquirido tras su regreso de la “muerte”. Alguien le preguntó si podría utilizar sus dotes psíquicas para localizar a personas desaparecidas, respondiendo este que sí. Entonces se le planteó el caso de Juan Pedro Martínez Gómez, el niño desaparecido en Somosierra el 25 de junio de 1986, tras sufrir un accidente el camión en que viajaba con sus padres. El ex–marine cerró los ojos unos instantes en aparente concentración, y después dijo: “Veo a tres personas, un hombre y dos mujeres mayores, vestidas de negro. Viajan en un vehículo. Se detienen en el lugar del accidente y recogen al niño. Toman la primera salida a la derecha y siguen por una carretera secundaria que desciende serpenteando hasta el primer pueblo, que se halla a unos kilómetros. Allí lo introducen en una casa y lo retienen. Mas tarde, asustados por el eco que alcanza la noticia, le visten con ropas de niña. El chico no se encuentra en buenas condiciones, pero sus captores temen llamar a un médico. Finalmente muere y es enterrado no lejos de allí. Si estuviera en el lugar de los hechos, no tendría ninguna dificultad en identificar la casa donde estuvo retenido...”.

Naturalmente Dannion Brinkley tenía un programa de actos demasiado apretado en esa visita a España. Debía impartir una serie de conferencias sobre el amor, la Nueva Era y la espiritualidad. Esa espiritualidad “new age” de la que Brinkley es un excelente ejemplo. Y lógicamente, no tenía tiempo para invertirlo en desplazarse hasta Somosierra, desde Madrid, y localizar al pequeño Juan Pedro, cuya desaparición ha llevado a sus abuelos al borde de la muerte por angustia, por la inenarrable aflicción, la tormentosa congoja, y la infinita desesperación en que se vieron sumidos. Sin duda los abuelos de Juan Pedro deberían haber asistido a alguno de los cursillos de Brinckley sobre evolución espiritual y nueva conciencia, para poder así limpiar sus chakras, purificar su aura, y entrar pletóricos de amor y armonía cósmica en la Nueva Era, sonrientes, dichosos y felices...

Dannión Brinkley impartió sus conferencias “espirituales”, y regresó a los Estados Unidos prometiendo volver para investigar la desaparición de Juan Pedro Martínez en cuando sus compromisos “espirituales” se lo permitiesen. Hasta el día de hoy el “apostolado new age” de Brinkley no le ha permitido ayudar a la familia Martínez. No obstante, vía telefónica, tuvo la “amabilidad” de derivar esta responsabilidad al grupo PSI-TECH, sugiriendo a José Antonio Campoy que acudiese a estos “detectives psíquicos”, recomendados expresamente por él. Según el ex-marine “resucitado”, PSI-TECH había realizado trabajos para el Pentágono como buscar submarinos soviéticos o leer la mente de Sadam Hussein... (?)

En aquellos días se había producido además el secuestro de Mª Angels Feliú “la farmacéutica de Olot”, y este nuevo drama, unido a la creciente desesperación de la familia de Anabel Segura, impulsó a José Antonio Campoy a tomar la decisión de contratar los servicios de PSI-TECH. De esta forma, a finales de julio de 1993, un equipo de cuatro miembros de PSI-TECH viajaban a España con la intención de buscar psíquicamente a Anabel Segura, e intentar de paso localizar a otros desaparecidos como Mª Angels Feliú Bassols. Más Allá, según me confirmaría Campoy, asumió el gasto de más de un millón de pesetas, que costó el viaje, servicios y estancia, de los 4 “detectives psíquicos” en España durante seis días. Ese fue el periodo de tiempo que el General Stubblebine estipuló que necesitarían sus “detectives” para realizar prospecciones psíquicas sobre el terreno. Este punto parecía, no obstante, un poco contradictorio con el habitual protocolo de servicio del PSI-TECH, que a primera vista parece muy razonable. Según consta en dicho protocolo de actuación, el PSI-TECH tiene “agentes” en todo EEUU que desarrollan su vida normal, con empleos y familias normales, hasta recibir una llamada de este servicio. Cada uno de esos agentes psíquicos tiene un nombre en clave. Y cuando se contratan los servicios de la empresa, se le envía a cada uno de ellos tan solo el nombre del desaparecido y la fecha de la desaparición. Jamás se realizan prospecciones sobre el terreno para evitar condicionar las visiones. Cada agente redacta un informe con sus percepciones, que es remitido a la junta directiva, donde el General Stubblebine y otros analistas redactan un extenso informe final evaluando las visiones de todos los psíquicos. Dicho informe es entregado al cliente y después será él quien decidirá si pone dichos datos en conocimiento de la policía o no.

No obstante, y saltándose los mecanismos habituales de actuación, el General Stubblebine sugirió la conveniencia de viajar una semana a España con de 3 compañeros –a cuenta de Más Allá- para realizar sus pesquisas in situ. Y así fue. Formaban ese equipo de “detectives psíquicos”: el General Stubblebine, militar retirado de sesenta y tres años de edad, que afirmaba haber descubierto –entre otros- el paradero del General Dozier secuestrado en Italia por las Brigadas Rojas (oficialmente el paradero de Dozier se descubrió gracias a un soplo de la Mafia norteamericana); Dawn Evans, jefa de producción de una empresa de seguimiento de satélites, de 37 años, y ex-analista de la Inteligencia Militar; Lynn Buchanan, sargento retirado del Servicio de Inteligencia Militar de 54 años y experto en ordenadores, elegido por Stubblebine para el grupo en 1984; y Rima Laibow, psiquiatra conocida por sus trabajos sobre personas que han pasado por Experiencias Cercanas a la Muerte (E.C.CM.) y abduccidos por OVNIs.

Una vez en Madrid los 4 “detectives psíquicos” son acomodados en un lujoso hotel; Evans y Buchannan en sendas habitaciones individuales, y el General y la psiquiatra en una suite. No quiero ser cotilla, pero este es un dato para quien sepa leer entre líneas.

Los psíquicos habían solicitado un coche con chofer e interprete, y numerosos planos y mapas. Y así comenzaron sus pesquisas por La Moraleja. La verdad es que el lugar donde fue secuestrada Anabel no coincide con las visiones que habían tenido en USA cuando se les encargó el caso. Por ejemplo, Evans había “visionado” una cortada en el terreno, y Buchanan un aparcamiento con varios coches y un muro de piedra... Pero eso no amedranta a los “psíquicos militares” que van de un lado a otro intentando percibir vibraciones. Y las perciben. Comienzan a “ver”, como fue el secuestro de Anabel, y donde pudo ser trasladada. En los días sucesivos piden ser desplazados a Navarredonda y otros puntos de Madrid donde creen haber localizado a Anabel Segura. Aunque, según dicen, también podría estar en Barcelona, o hasta en Marsella. Incluso llegan a deducir que entre los empleados de El Retiro podía estar la cúpula de la banda que secuestró a la joven. (?)

Reproduciría gustoso el informe integro que, ya de regreso en EEUU, los “psíquicos del Pentágono” redactaron una vez concluida sus visiones, pero es demasiado extenso. Realmente, y con la perspectiva del tiempo, no es que los psíquicos del ejército norteamericano atinasen excesivamente en sus predicciones. Salvo, claro está, por el hecho de que, cuando toda España creía que Anabel aún se encontraba con vida, ellos afirmaron enérgicamente que estaba muerta. Es de justicia reconocer que en este dato acertaron plenamente. Sin embargo eso no ayudó demasiado al policía encargado de este caso. El, sin duda, podría darme una perspectiva profesional sobre estos personajes.

Confidentes, oportunistas y videntes en la comisaría
El Inspector-Jefe Jaime B. no ocultaba su cabreo: “¡Coño!, estos venían tan bien recomendados, con tanta pompa yanki y con esos currículuns militares que, ¡jodér! por un momento pensamos que podían ayudarnos a encontrarla...”

Comprendo la acritud del policía. Cuando uno está atorado en una investigación, y cree haber encontrado una buena pista, resulta muy decepcionante descubrir que no es tal. Sin embargo siempre se aprende de los errores, y está claro que en el complejo y escurridizo mundo de lo paranormal, la impresionante hoja de servicios de un general norteamericano no garantiza resultados.

El inspector tomó un sorbo de café, y por un momento su rostro reflejó la tensión que sin duda lo envolvió durante los 899 días que duró la desaparición de Anabel Segura. Creo que adiviné sus pensamientos cuando musitó “Ojalá esos militares yankis hubiesen dado con ella...”. El inspector negó con la cabeza sin abandonar su expresión reflexiva. Y de pronto volvió al presente. Porque ni los videntes yankis dieron con Anabel. Ni con Anabel, ni con “el niño de Somosierra”, ni con “la farmacéutica de Olot”, ni con “las niñas de Alcàsser”... El inspector endureció la mirada, y me dijo:

- Mira, Manuel, si a mi me viene un vidente a Comisaría y me dice que sabe donde está Anabel Segura, y si yo la encuentro donde me ha dicho, lo primero que hago es detenerlo a él. Y luego me va a explicar muy despacito como sabía donde estaba. Porque lo primero le voy a meter en una celda por encubrimiento, detención ilegal y todo lo que pueda... Ahora, si es capaz de demostrarle al juez que un ente o un poder sobrenatural le da esa información, y lo convence, saldrá libre. Pero yo, como policía, me baso en los hechos tangibles. Y si alguien sabe donde esta una persona secuestrada yo tengo que suponer que es un cómplice de los secuestradores.

No pude evitar que una sonrisa se me escapase de los labios. El Inspector-Jefe Jaime B. estaba expresando todo el desencanto y la frustración que produce una investigación a fondo en el mundo de los videntes. El policía había descubierto en sus propias carnes la abundante picaresca que prolifera entre los mánticos, adivinos y augures españoles. Y es que por su despacho han desfilado cientos de supuestos sensitivos...

- Este grupo dedicado a secuestros y yo, -me explica el policía- hemos trabajado con muchísimos videntes, pero siempre contra nuestra voluntad. ¿Por qué trabajamos con videntes? Muy sencillo. Porque, cuando un secuestro se prolonga mucho la familia se agarra a un clavo ardiendo. Te pongo el ejemplo de la famosa cinta con la supuesta voz de Anabel Segura que los secuestradores mandaron a la familia. Cuando la familia escuchó la cinta el primer día el padre nos dijo que esa no era Anabel, la madre nos dijo que esa no era su hija, Sandi nos dijo que esa no era su hermana, y el novio nos dijo que esa no era la voz de Anabel. Yo como policía me creo entonces que esa no es la voz de Anabel. A la semana el padre me pide la cinta otra vez, y me dice que la cosa es que a su mujer le parece la voz de la chica. A los diez días ya toda la familia estaba convencida de que esa era la voz de Anabel. Pero es que es lógico, ¡coño!. Ellos no son tontos y si el secuestrador les dijo en una llamada que iba a mandarles la voz de Anabel para que comprobasen que estaba viva, pues está claro. Si me mandan la cinta con la supuesta voz de mi hija, y esta no es la voz de mi hija, significa que mi hija está muerta. Así que no tenían mas remedio que aceptar que era la voz de Anabel para poder seguir manteniendo la esperanza. Bueno, pues lo mismo pasa con los videntes. Digamos que había dos tipos de videntes, el listo, que le decía a la familia que Anabel estaba viva, y a ese le invitaban a comer, o le daban 25.000 pesetas y tan ricamente. Había uno de Salamanca que venía casi todas las semanas. Y luego estaba el burro, que les decía que estaba muerta, y de esos no querían saber nada. El padre de Anabel ha tenido muy malas experiencias y no traga a los videntes, pero se agarraban a cualquiera que les diese un poco de esperanzas.

Recuerdo que, en una entrevista concedida por José Segura Nájera a la periodista y criminóloga Margarita Landi, esta le preguntaba, para concluir dicha conversación, ¿quién te he hecho mas daño durante la desaparición de Anabel?. A lo que respondió sin un ápice de duda: Los videntes.

- A casa de la familia Segura –prosigue el Inspector- fueron muchos videntes. Algunos auténticos sinvergüenzas, que veían la debilidad que había en la familia por la desaparición de la hija, y la explotaban. Y claro, el padre me llamaba y me decía: es que hay aquí uno que dice que sabe donde esta, que ha tenido una visión... ¿Y que le vas a decir a este hombre desesperado? A mi cuando me decía que era un vidente, ya no le hacía ni caso, pero claro, al cabo de tres días me volvía a llamar para preguntarme si habíamos comprobado lo que le había dicho el vidente, y naturalmente se te encogía el corazón. Y te veías en la obligación de darle una respuesta así que teníamos, moralmente, que comprobar algunas de las informaciones de videntes, no por creer en ellos, sino por respeto a la familia de Anabel. Incluso llegó a decirme que si no lo investigábamos nosotros contrataría a detectives, y no nos parecía correcto que siguiese tirando el dinero. Además hay que añadir las presiones políticas. Tanto el padre de Anabel, como Escudero, el portavoz de la familia, tienen muchas conexiones políticas, y por ahí me obligaron a trabajar con videntes también...

El Inspector-Jefe Jaime B. había puesto de nuevo el dedo en la llaga. Y es que la clase política, como los delincuentes, suele ser muy supersticiosa. Y como tal, influenciable por los supuestos videntes, brujos y adivinos. De hecho creo que políticos y delincuentes, como los videntes salvando excepciones, tienen muchas más cosas en común...

Yo no lo sabía todavía, pero unos meses después la famosa periodista, y biógrafa de la Reina de España, Pilar Urbano, me daría algunas claves para comprender la utilización de los videntes en el mundo del espionaje a través de los políticos...

- La mayoría de los videntes que iban a la familia –continúa el policía- les querían sacar dinero, y yo a eso me negué en redondo. Por lo menos los americanos, que vinieron a través de Campoy, no se atrevieron a pasarle la factura a la familia. Ni siquiera hablaron con ella. Campoy me los trajo a mi directamente porque todos coincidían en una cosa. Eso si debo reconocérselo. Todos coincidían en que Anabel estaba muerta. En lo demás cada uno dice una cosa. Yo me leí el informe y vi que estaba escrito con mentalidad americana. Hablaban de fincas valladas como las granjas americanas, y cosas así. ¡Bah! Nada. Vinieron a España, tuvieron unas vacaciones pagadas y se fueron tan contentos. Mira, yo he visto dos mil dibujos hechos por videntes. Con que uno me hubiese dibujado esto, yo le habría creído...
El Inspector toma un lápiz y una hoja de su escritorio y me dibuja una gran chimenea cilíndrica. Y es que todo el drama de Anabel Segura concluyó precisamente ahí. Bajo una gran chimenea cilíndrica. Porque, mientras los 4 videntes del PSI-TECH recorrían la provincia de Madrid siguiendo sus impulsos psíquicos, los analistas de la policía continuaban cerrando el cerco a los secuestradores.

(Continúa)

Manuel Carballal
(Fragmento del libro "Los Expedientes Secretos: El CESID, el control de las creencias y los fenómenos inexplicados". Planeta, 2001)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

q interesante historia, no conocia tantos detalles, gracias manuel

Lectora dijo...

Qué curiosa la forma de hablar del secuestrador, encima pretende quedar bien, es el colmo.
"La ejecutaremos", choca esa expresión.

Sergio dijo...

Interesante artículo.
Enhorabuena por la forma magistral de expresarte, con un toque irónico, lo justo para que no pecar de cínico ni te cómico.
Un saludo

zulay dijo...

Y que más paso ? No dice el final