Publicado en EOC nº 79.
El auge del terrorismo islamista, el aumento de
sacrificios humanos de albinos en Africa, y el incremento de criminalidad
esotérica en todo el planeta han despertado el interés de psiquiatras y
criminólogos, convirtiendo las creencias en un factor criminógeno ¿Qué mecanismos psicológicos convierten una superstición o una
creencia sobrenatural, en la justificación de los crímenes más atroces?
Reconozco que
sentí sorpresa al estrechar su mano. Alto, más delgado que en las fotos que se
habían publicado en los periódicos, con un mechón de su pelo rizado cayéndole sobre
la frente, sobre unos ojos que denotaban una gran inteligencia… Sonrió con
agradecimiento al saludarnos.
Durante un
instante miré su mano al apretar la mía. Aquella mano había empuñado el cuchillo
que se llevó la vida de Carlos Moreno, el 30 de abril de 1994, asestándole 19
puñaladas.
Javier Rosado
Calvo no me pareció gran cosa. Casi ningún asesino lo es. Pero en su caso es
probable que de no haber contado con la colaboración de su amigo Félix Martínez
Reséndiz, no habría tenido la capacidad física para ejecutar el crimen con el
que había fantaseado durante tantas noches de soledad en su habitación.
Me encontré con
Javier Rosado hacia 2001 en la prisión de Soto del Real. Todavía no había sido
trasladado a Valdemoro, donde recibiría la libertad en marzo de 2008. Yo colaboraba con una ONG liderada por la
cantante Cristina del Valle (Amistades Peligrosas), que entre otras cosas
visitaba las prisiones españolas para impartir charlas a los reclusos sobre
diferentes temas. Cristina, una mujer excepcional, se movía con total soltura y
confianza entre los reclusos. Era la única mujer que nos acompañaba en aquella
visita. Fue ella la que nos lo dijo: “Ese es Javier Rosado, el del Crimen del
Rol…”.
He conocido
muchos asesinos, pero Javier Rosado nos obsequió a los investigadores con algo
especial. Durante el registro a su domicilio la policía descubrió un
escalofriante diario. La crónica macabra de una mente perversa.
No todos los
asesinos dejan por escrito la evolución de su pensamiento antes y después del
crimen, y en ese sentido, el “obsequio” que Rosado legó a policías, psiquiatras
forenses y criminólogos, es de un valor incuestionable. Por qué, sin duda, es una de esas confesiones que nos
ayudan a meternos en la piel del asesino. Un joven, por aquel entonces, tan
fascinado por las ciencias ocultas como por los juegos de rol.
Aquellas
páginas, definitivas en el juicio, permitieron a policías, psiquiatras y
criminólogos, conocer los pensamientos más íntimos de uno de los asesinos más
mediáticos de la moderna historia criminal española:
“Salimos a la 1.30. Habíamos estado afilando
cuchillos, preparándonos los guantes y cambiándonos. Elegimos el lugar con
precisión. Yo memoricé el nombre de varias calles por si teníamos que salir
corriendo y en la huida teníamos que separamos. Quedamos en que yo me
abalanzaría por detrás mientras él le debilitaba con el cuchillo de grandes
dimensiones. Se suponía que yo era quien debía cortarle el cuello. Yo sería
quien matara a la primera víctima. Era preferible atrapar a una mujer, joven y
bonita (aunque esto último no era imprescindible, pero sí saludable), a un
viejo o a un niño. Llegamos al parque en el que se debía cometer el crimen, no
había absolutamente nadie. Sólo pasaron tres chicos, me pareció demasiado
peligroso empezar por ellos. Decidimos hacer una ronda buscando a nuevas
posibles víctimas. En la calle Cuevas de Almanzora vimos a una morena que podía
haber sido nuestra primera víctima. Pero se metió enseguida en un coche. Nos
lamentamos mucho de no cogerla. Nos dejó con el agua en la boca.
“La segunda víctima era una
jovencita de muy buen ver, pero su novio la acompañaba en un repugnante coche y
la dejó allí. Fuimos tras ella, pero se metió en un callejón, se cerró la
puerta tras su nuca. Después me pasó un tío a 10 centímetros. Si hubiese sido
una mujer, ya estaría muerta. Pero a la hora que era la víctima sólo podía ser
una mujer. Después fuimos a beber agua a una fuente de la calle de Becares. En
la parada de autobús vimos a un hombre sentado. Era una víctima casi perfecta.
Tenía cara de idiota, apariencia feliz y unas orejas tapadas por un walkman. Pero era un tío. Nos
sentamos junto a él. Aquí la historia se tornó casi irreal. El tío comenzó a
hablar con nosotros alegremente. Nos contó su vida. Nosotros le respondimos con
paridas de andar por casa. Mi compañero me miró interrogativamente, pero yo me
negué a matarle. Llegó un búho y el tío se fue en él. [ ... ].
“Una viejecita que salió a sacar la
basura se nos escapó por un minuto, y dos parejitas de novios (¡maldita manía
de acompañar a las mujeres a sus casas!).”Serían las cuatro y cuarto, a esa
hora se abría la veda de los hombres. Mi compañero propuso coger un taxi,
atracarle y degollarle. Rehusé el plan. [ ... ]. Vi a un tío andar hacia la
parada de autobuses. Era gordito y mayor, con cara de tonto. Se sentó en la
parada.
“[ ...]. El plan era que sacaríamos
los cuchillos al llegar a la parada, le atracaríamos y le pediríamos que nos
ofreciera el cuello (no tan directamente, claro). En ese momento, yo le metería
el cuchillo en la garganta y mi compañero en el costado. La víctima llevaba
zapatos cutres, y unos calcetines ridículos. Era gordito, rechoncho, con una
cara de alucinado que apetecía golpearla, y una papeleta imaginaria que decía:
‘Quiero morir’. Si hubiese sido a la 1.30, no le habría pasado nada, pero ¡así
es la vida! Nos plantamos ante él, sacamos los cuchillos. Él se asustó mirando
el impresionante cuchillo de mi compañero. Mi compañero le miraba y de vez en
cuando le sonreía (je, je, je). Le dijimos que le íbamos a registrar. “¿Le
importa poner las manos en la espalda?”, le dije yo. Él dudó, pero mi compañero
le cogió las manos y se las puso atrás. Yo comencé a enfadarme porque no le
podía ver bien el cuello.
“Me agaché para cachearle en una
pésima actuación de chorizo vulgar. Entonces le dije que levantara la cabeza,
lo hizo y le clavé el cuchillo en el cuello…”
A pesar de lo
delirante del relato Javier Rosado no es ningún imbécil. En la cárcel terminó
sus licenciaturas en química, matemáticas e ingeniería técnica en informática.
Félix Moreno, el
compañero al que alude en su diario, tenía solo 17 años en el momento del
crimen. Condenado a doce años de reclusión menor, en un centro de menores,
salió a los cuatro. Javier, sin embargo, fue condenado a cuarenta y dos años de
prisión. Aunque solo cumplió catorce. En 2008 volvió a la calle.
Seguí su pista
hasta su domicilio familiar. Era previsible. Sus padres lo apoyaron en todo
momento y no se perdieron ninguna de las visitas a su hijo en prisión, así que
no iban a echarlo de casa cuando pretendía rehacer su vida. Carlos Moreno ya no
tendrá nunca esa oportunidad…
En varios
estados de EEUU, y en otros países del mundo, Javier Rosado habría terminado en
el corredor de la muerte. Los psiquiatras forenses que le examinaron antes del
juicio lo diagnosticaron como psicópata. Y la psicopatía no se cura.
Psicópatas esotéricos
Javier Rosado
creó un mundo ficticio en su mente, reforzado por sus amigos más cercanos, y
terminó por no diferenciar la ficción de la realidad. Durante el registro en su
domicilio, el Grupo Quinto de la Brigada de Homicidios de Madrid, que por
entonces lideraba un viejo amigo, el Inspector Jefe Emeraldo Rapino (hoy
Comisario), descubrió varias armas blancas, y libros de ocultismo, brujería y
juegos de Rol. Su falta de empatía con las víctimas, característica de la
psicopatía, azuzada por ese pensamiento mágico, lo convirtió en un asesino
frío y calculador.
Poco antes había
tenido la oportunidad de reunirme en Valencia, entre otros, con Robert Ressler,
el perfilador del FBI más famoso de la historia, y con el Dr. Robert Hare,
probablemente la mayor eminencia sobre psicópatas homicidas y asesinos en
serie. El director de la revista del Cuerpo Nacional de Policía, Salvador
Cantero, me había pedido que les entrevistase para la publicación del cuerpo. Y
recuerdo que entregué a Ressler un voluminoso dossier sobre los principales
asesinos en serie españoles. *
Charlamos sobre
algunos de nuestros serial killers
pátrios, como Rodríguez Vega, García Escalero, Ferrándiz Ventura, etc, y me
sorprendió que, para algunos de los expertos norteamericanos reunidos en aquel
congreso sobre psicópatas y asesinos en serie, como Ressler, Hare, Egger, etc,
el dilema legal, en países como España, sin pena de muerte ni cadena perpetua,
se encontraba en el hecho de que la psicopatía diagnosticada a asesinos como Rosado,
Rodríguez Vega, García Escalero o Ferrándiz, no tiene cura. Es decir, que cuando cumplen sus penas, y
vuelven a las calles, continúan siendo psicópatas. Aunque eso no implica que
vuelvan a matar.
“En EEUU -bromeó
Ressler, con macabra ironía, refiriéndose a la cadena perpetua y la pena de
muerte- no tenemos que enfrentarnos a ese dilema…”.
Por eso, porque
la psicopatía no tiene cura, y porque en los países en que no existe pena de
muerte ni cadena perpetua, los asesinos tarde o temprano vuelven a convivir con
nosotros, es vital, urgente y de trascendental importancia avanzar en el
conocimiento de su mente.
Sabemos cuando,
como y a quien matan, pero todavía no hemos terminado de comprender los
porqués.
El
Dr. Steven A. Egger acuñó el término less-dead
(menos muertos) para referirse al perfil de víctima preferido por los
asesinos en serie. Prostitutas, vagabundos, inmigrantes… personas sin vínculos
familiares sólidos que ejerzan presión social sobre los investigadores para
obtener resultados cuando es un padre, un hijo, un hermano o un amigo quien ha
caído víctima de un psicópata.
Y
es real, estadísticamente hablando, que un altísimo porcentaje de las victimas
de psicópatas homicidas son less-dead.
Como las prostitutas de Ferrándiz o los mendigos de García Escalero. Pero Carlos Moreno no lo era. Era un
trabajador, como usted y yo. Con familia, como usted y yo. Maldito por la
providencia a estar en el lugar menos oportuno en el momento equivocado. Como
podría ocurrirle a usted o a mí.
Javier Rosado
escribió en su diario: “Se me ocurrió una
idea espantosa que jamás volveré a hacer y que saqué de la película Hellraiser, cuando los cenobitas de la película
deseaban que alguien no gritara le metían los dedos en la boca. Gloriosa idea
para ellos, pero qué pena, porque me mordió el pulgar. Cuando me mordió (tengo
la cicatriz) le metí el dedo en el ojo. [ ... ]. Seguía vivo, sangraba por
todos los sitios. Aquello no me importó lo más mínimo. Es espantoso lo que
tarda en morir un idiota. [...]. Vi una porquería blanquecina saliendo del
abdomen, y me dije: “Cómo me paso”. [ ...]. Le dije a mi compañero que le
cortara la cabeza, lo hizo y escuché un ‘ñiqui, ñiqui’ [ ...]. A la luz de la
luna contemplamos a nuestra primera víctima. Sonreímos y nos dimos la mano [
... ]. A mitad de camino recordé que en el forcejeo se me había caído el reloj.
Volvimos a la escena del crimen (el animal siempre vuelve), pero no lo
encontramos. Llegamos a casa a las cinco y cuarto, nos lavamos y tiramos la
ropa. Me daba la sensación de haber cumplido con un deber, con una necesidad
elemental [...]. Eso me daba esperanza para cometer nuevos crímenes. Al día
siguiente reparé en las posibilidades de que nos pillase la policía. El reloj,
el trozo de guante, estaban en contra. Mi punto débil era también que él me
había dejado lleno de heridas. Le conté todo a un futuro ayudante de ideales
parecidos, pero con menos sangre fría que yo. No salió información en los
noticiarios, pero sí en la prensa, El País, concretamente. Decía que le habían dado seis puñaladas entre el
cuello y el estómago (je, je, je). Decía también que era el segundo cadáver que
se encontraba en la zona y que tenía 70 puñaladas (¡qué bestia es la gente!).
El crimen había sido sobre la una (¡sopla!, a esa hora estaba yo jugando con un
amigo al ordenador. Es mi coartada perfecta). ¡Pobre hombre!, no merecía lo que
le pasó. Fue una desgracia, ya que buscábamos adolescentes y no pobres obreros
trabajadores. En fin, la vida es muy ruin. Calculo que hay un 30% de
posibilidades de que la policía me atrape. Si no es así, la próxima vez le
tocará a una chica y lo haremos mucho mejor…”.
San Ignacio
decía que conocer –y comprender- al Diablo es destruir su poder. Por eso es tan
importante conocer y comprender la mente criminal. Y a veces la única forma de
conseguirlo es poniéndose en la piel del asesino.
El entonces
director de la Revista Policía, Salvador Cantero, me pidió que preguntase a
Ressler durante nuestra entrevista, su opinión sobre el terrorismo de ETA. Y
confieso que me sorprendió su respuesta. En opinión de Ressler muchos
terroristas eran auténticos psicópatas que habían encontrado en el terrorismo
una justificación para desarrollar sus impulsos homicidas libremente. Es
posible, decía el ex agentes especial del FBI, que de no haber ingresado en un
grupo terrorista, como ETA, se hubiesen convertido en asesinos en serie
solitarios, o no. Pero el acceso a las armas y la creencia compartida de que
una ideología justifica los secuestros, violaciones, torturas o asesinatos, les
dan alas.
Si Ressler tiene
razón, en la actualidad los yihadistas de Boko Haram o el ISIS, o las matanzas
de albinos en Africa, posiblemente esconden auténticos psicópatas, que han
encontrado en una justificación religiosa o sobrenatural, la excusa para
manifestar su tendencia natural: el asesinato.
Cada vez más
analistas sugieren que en organizaciones terroristas como Al Qaeda o el ISIS se
encuentran auténticos psicópatas. En Africa el problema de los crímenes
rituales ha alcanzado tales dimensiones que
el gobierno de Tanzania ha cambiado el código penal, en enero de 2015,
para prohibir ciertas prácticas a los curanderos, como ultimo intento por
atajar la oleada de asesinatos que vive el país. Solo el año pasado, más 500 muertes violentas asociadas a
la brujería, según datos del Legal and Humans Rights Center (LHRC).
Matar a un
infiel, matar a un brujo, matar a un poseído por el demonio… cualquier excusa
vale en la insensible mente de un sociópata. Una tendencia que se manifiesta,
desde la más tierna infancia…
El placer de matar
Cuando el
Inspector Santiago D. me telefoneó, para pedirme que me reuniese urgentemente
con él, en la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, no entró en detalles.
Sólo me dijo que dos inspectores de la brigada de homicidios se habían
desplazado desde Cádiz a Galicia en relación con uno de los casos más
dramáticos de la moderna historia criminal española, y querían reunirse
conmigo. Así que cogí el coche y acudí a la comisaría lo más pronto posible.
Recuerdo que
al llegar a la comisaría me crucé con el también inspector Feliciano González,
buen amigo, y actualmente Comisario en la misma provincia. “Es una historia muy
oscura, Manuel, más que las que hemos visto aquí…”.
En aquel
mismo despacho, y por desgracia, había tenido la triste oportunidad de examinar
atestados, expedientes e informes sobre otros asesinatos y suicidios ocurridos
en el contexto de las creencias mágicas o esotéricas. Pero Feliciano tenía
razón. Lo que aquellos dos policías gaditanos me presentaban ahora era mucho
más espeluznante que ningún otro caso anterior. Y no sólo porque la víctima
fuese una joven, de 16 años, totalmente inocente. Sino porque las autoras del
crimen eran dos intimas amigas de la víctima, de 16 y 17 años respectivamente,
compañeras en el Instituto Isla de León. Aunque lo más siniestro de este caso
era el móvil del crimen… querían saber que se experimenta al matar.
Santiago hizo las presentaciones. Los inspectores de homicidios llegados desde
Cádiz se mantuvieron serios y taciturnos en todo momento… Pero el carácter
arisco y la antipatía que les presupuse inicialmente, se diluyeron de mi mente
en cuanto abrieron ante mis ojos una carpeta con algunas de las evidencias que
querían que examinase. Su contagiosa tristeza estaba más que justificada.
A medida que
pasaban las páginas de los informes y las fotografías, yo mismo me infecté de
su horror. Las evidencias incautadas en
el domicilio de las jóvenes asesinas no dejaban lugar a dudas sobre su insana
fascinación por el ocultismo, la brujería y el más allá.
En la
inspección ocular, realizada en el domicilio de las asesinas de San Fernando,
los policías habían descubierto abundante bibliografía sobre ocultismo y
brujería. Libros como “OUIJA, contacto con el más allá”, “Posesión”, o
“Vivencias extracorpóreas del espíritu”, compartían estanterías con fetiches y
amuletos mágicos.
Entre los
objetos personales de las homicidas encontraron también una colección de relatos
manuscritos en los que se fabulaban todo tipo de crímenes y sacrificios
sangrientos. No muy diferentes a los redactados por Javier Rosado…
En diciembre
de 1999 Iria, una de las asesinas, había escrito a Raquel, su cómplice:
“¿Quieres matar? Lo haremos, sólo dime a
quien…”. En abril del año 2000 José Rabadán, otro joven de 16 años, aficionado
al ocultismo, asesinó a toda su familia con una espada samurái. El “Asesino de
la Katana”, que llevó a telefonear a un vidente canario pocas horas antes de cometer
sus crímenes, se convirtió en un icono para las “brujas de San Fernando” que,
según me confirmaron los policías, habían escrito varias cartas al joven, y
tenían incluso el teléfono de la prisión donde se encontraba recluido. Fue el
detonante para ejecutar su fantasía homicida. Si el pudo hacerlo, nosotras
también... Y lo hicieron.
Según me
explicaron los inspectores, las jóvenes practicaban habitualmente la OUIJA y
otras técnicas de contactismo, llegando a identificar a una serie de “demonios
protectores”, que les servían de guías: Demon, Markus, Oced…
En uno de
esos textos, probablemente psicográfico, escrito a Demon, su “demonio de la
guarda”, una de las acusadas escribía: “Me he sentido muy alegre de saber que
tengo a alguien que me protege. Al llegar a casa tuve que salir a comprar a la
tienda, era como si alguien me abrazara en ese momento. Me siento acogida por
algo. En el cuarto hay algo o alguien, no está vacío y me reconforta”. La autora
de esas palabras era Iria Suarez González (nacida 11 agosto 1982).
Como Javier
Rosado, Iria y Raquel salieron de caza. Querían saber que se sentía al
matar. En el Centro Comercial “Bahía Sur” de San Fernando hicieron su
primera tentativa. Acechando a una mujer que, asustada por su comportamiento,
alertó a los vigilantes jurados del Centro. Su primer intento de matar fue
abortado. Pero, como Rosado y Moreno, no tiraron la toalla. Su intención era
firme.
Apasionada
por el ocultismo y la brujería, Iria y su amiga Raquel Carlés Torrejón (nacida 11 agosto
1982), habían recreado
con las cartas del tarot, el crimen que iban a cometer aquel 26 de mayo del año
2000, en el descampado del Barrero. En su casa la policía encontró la carta que
representa a la doncella, desplomada bajo la carta de la luna, junto la carta
de la torre…
Como una
burda dramatización esotérica del brutal asesinato de Clara García Casado (nacida 30
diciembre 1983), que murió
a la luz de la luna, y a la sombra de la torre del cuartel de infantería de San
Fernando, porque dos amigas adolescentes querían saber que se sentía al matar…
Le asestaron 32 puñaladas para averiguarlo.
Los inspectores de homicidios querían cerciorarse, siguiendo la pista gallega,
de que aquel crimen incomprensible no tuviese ninguna conexión, a través de
Iria, con alguna secta o culto satánico gallego que pudiese estar conectado con
aquel asesinato absurdo.
No es
casualidad. Iria y Raquel fueron de las primeras en beneficiarse de la nueva
Ley del Menor. Antes de esa reforma habrían sido condenadas a 25 años de
cárcel. Pero no cumplieron ni cinco.
La
sentencia del juicio, a la que ha tenido acceso EOC, es un documento estremecedor que detalla sin cortapisas la
brutalidad del crimen. Y mientras Raquel fue internada en el Centro de Menores
de El Madroño, en el madrileño barrio de Carabanchel Iria, la más inteligente,
fue enviada al Centro Monteledo (Orense) primero, y al Avelino Montero
(Pontevedra), después. Según uno de sus
compañeros en el Centro de Menores Avelino Montero: “Ningún menor sospechaba
porque (Iria) estaba en el Centro. Era muy educada, siempre estudiando. Muy
prepotente, se creía la mejor. Era la menor que disponía de mas beneficios.
Empezó a salir de permiso muy pronto. Y los menores, por lo general, echábamos
un tercio de la medida sin disfrutar de permisos. Pero ella, nada más llegar de
Monteledo, empezó a salir, buscar trabajo y todo eso… “.
Debió
gustarle Galicia, porque aquí se quedó. Se licenció en Psicología, paradojas de
la vida, y actualmente pasa consulta en una importante ciudad gallega.
En
San Fernando, a pocos metros del lugar donde cometieron el atroz crimen, en el
mismo parque del Barrero, se erigió un
monumento en la memoria de Clara García. Apasionada por la mitología, como sus
amigas y asesinas, le encantaban los
unicornios. Los dibujaba con frecuencia en sus cuadernos escolares. Por eso se
escogió esa imagen para recordar su memoria. En el Barrero, no muy lejos de la
puerta trasera del Observatorio de la Marina, se erigió un monumento compuesto
por la imagen de un unicornio alado, y un monolito con una emotiva poesía de
José Adolfo, para recordar la memoria de Klara… como a ella le gustaba escribir
su nombre.
Las víctimas
como Klara o Carlos Moreno, no eran less-dead. Eran ciudadanos completamente ingrados en su comunidad,
como usted y yo. Como los periodistas de Charlie Hedbo o los clientes del
supermercado kosher asesinados el pasado enero. O como las niñas secuestradas
por Boko Haram o los albinos asesinados en Tanzania. Todos podemos ser víctimas
de la explosión violenta de un psicópata, cuando una superstición, una creencia
religiosa, o un mito esotérico se convierte en justificación para el crimen. No
es necesario otro móvil.
Manuel Carballal
Notas:
*La entrevista
se publicó en el número 143 de la Revista Policía.
**www.manuelcarballal.blogspot.com
RECUADRO ANEXO
2014 un año de crímenes esotéricos
El Archivo del Crimen (www.manuelcarballal.blogspot.com) compila todos los casos de crímenes, homicidios y
sucesos en los que las creencias esotéricas o religiosas se convierten en
factor criminógeno. Una vez concluido el año, resulta escalofriante comprobar
que durante 2014 todos los meses, todos, se han producido una o varias noticias
relacionadas con crímenes justificados con creencias sobrenaturales. Y lo peor
es que el fenómeno se repite todos los años…
Enero
La joven Ranju
Devi, recién establecida con su esposo y sus tres hijos en Sonari (India),
acudió a un “vidente” a causa de la pesadillas recurrentes que sufría. El
“santón” le dijo que sufría una maldición y que los dos pequeños morirían (la
niña tenía tres años de edad y los dos gemelos unos meses) si no escogía
sacrificar a uno de ellos. Mientras el resto de la familia dormía Ranju escogío
y sacrificó, quemándolo vivo, a uno de los bebés.
El 21 de enero
de ese mismo mes se iniciaba el juicio en Meyland (EEUU) contra Zakieya Latrice Avery,
de 28 años; y Monifa Denise Sanford, de 21, que asesinaron a sus dos hijos
durante el transcurso de un “exosrcismo”.
Febrero
Carlos amarillo
telefoneo al 911, el teléfono de emergencias, en Queens, New York, para
confesar que acababa de asesinar, con un martillo, a Lina Castañeda (25 años), su prometida, y a
la madre de esta, Estrella Castañeda (56 años), porque eran brujas y le habían
hechizado…
Ese mismo mes
los titulares de todo el mundo reproducían las declaraciones de la joven
Miranda Barbour (19 años), detenida por
el asesinato de Troy LaFerrara (42 años), en coautoría con su marido Elyette
Barbour (22 años). Lo escalofriante del caso es que en una entrevista concedida
a un periodista local, Miranda reconoció haber cometido más de 22 asesinatos
anteriores al de LaFerrara, como parte de su pertenencia a un culto satánico…
Marzo
Se inicia el
juicio contra Timothy Jay Vafeades (54 años) acusado de agresión a varias
mujeres, utilizando una dentadura falsa que simulaba la mordedura de un
vampiro. Vafeades estaba obsesionado con la literatura vampírica y había
decidido llevar a la realidad sus fantasías…
Abril
Nuevo Crimen de
Honor en India. El asesinato tuvo lugar en Guntur, localidad del Estado de
Andhra Pradesh. La víctima, una joven de 26 años, fue estrangulada por sus
propios padres tras descubrir que se había comprometido en matrimonio con un
joven perteneciente a otra casta. En el hinduismo tradicional más radical la
mezcla de las castas se considera una falta grave a los dioses…
A miles de kilometros, en Dobsonville (Soweto), se iniciaba el juicio contra dos jóvenes africanos, tras confesar que haber asesinado a sus amigas Thadenka Mogantesi (15 años) y Chwayita Rathazayo (16 años), en la dramatización de un ritual satánico. Sólo en la comarca de Johannesburgo la Unidad de Prácticas Religiosas Perjudicales de la Policía investiga hasta 48 crímenes relacionados con el ocultismo en los últimos tres meses...
Mayo
El 28 de este
mes cinco adultos y un menor de 14 años, miembros de una secta cristiana
fundamentalista en China golpearon hasta la muerte a una mujer, en un
restaurante McDonald´s de la
ciudad de Zhaoyuan, provincia de
Shandong,
porque se negó a aceptar su invitación para sumarse a su culto. Para los
sectarios eso la identificaba “Wu”, demonio, y por tanto merecía la muerte…
Junio
Gregory Scott
Hale (37 años), que se confesaba admirador del asesino en serie satánico
Richard Ramirez, fue detenido tras
asesinar, descuartizar y devorar a su amante Lisa Marie Hyder (36 años). Scott
Hale estaba obsesionado con la brujería, el satanismo y las ciencias ocultas.
Julio
El brote de Ebola que se inicia en varios países africanos dispara el número de ataques a albinos, que son secuestrados, asesinados y desmembrados para utilizar sus brazos, piernas u otros órganos, en rituales de brujería.
Agosto
Un informe de la ONG HRW documenta de forma escalofriante el maltrato, humillaciones, torturas e incluso homicidios que sufren en India las castas mas pobres, especialmente los intocables, en base a las creencias radicales de los hinduistas más tradicionales.
Septiembre
Otro “vampiro”
llega a los juzgados en Massachusetts (EEUU). Caius Veiovis, y sus “hermanos de sangre” Adam Lee Hall y David Chalue, es condenado
por el secuestro, asesinato y desmembramiento de David Vlasser, Edward Frampton
y Robert Chadwell, cuyos restos fueron encontrados en su finca de Becket.
Veiovis se creía un vampiro y se confesaba satanista. Y al escuchar el
veredicto del jurado dijo: “Veré en el Infierno a cada jodido de ustedes… Los
veré a todos en el Infierno”.
Este mismo mes arranca
en Africa la campaña: “Yo no soy bruja”. Un intento desesperado por frenar los
crímenes y agresiones que sufren miles de niños en el continente, tras ser
acusados de brujería. Solo en la región de Kara (Togo), casi mil niños fueron
acusados en 2013 de ser brujos, sufriendo la violencia irracional por ello.
Octubre
La campaña “Yo
no soy bruja” no termina de cuajar… Siete personas son quemadas vivas en
Murufiti (Tanzania) acusadas de brujería. La mayoría mayores de 60 años, que
habían sido señalados por un curandero recientemente establecido en el pueblo,
como responsables de los problemas de sus vecinos.
Noviembre
La joven de
origen magrebí Ikram B., residente en Zaragoza (España), es detenida y acusada
de asfixiar a dos de sus bebes y haberlo intentado con su tercera hija,
supuestamente poseídas por jinas (los génios de El Corán). Ikram creía que su
casa estaba embrujada y tras la sospechosa muerte de dos de sus hijas y el
ingreso de la superviviente en urgencias, fue acusada de ser la autora.
Diciembre
El místico gurú
hindú Sant Rampal es detenido tras descubrirse en su asram cuatro cadáveres. A
pesar de que una multitud de devotos y seguidores impidieron el paso de la
policía, que sitió el asram hasta conseguir acceder al gurú, este mes Rampal
recibirá el año nuevo en prisión. La fiscalía lo acusa de haber cometido, por
lo menos, cuatro crímenes rituales en el interior del centro espiritual, y se
investigan varias desapariciones denunciadas por las familias de otros devotos…