Redes de informadores al servicio de la corona española, coordinados por hábiles expertos en inteligencia; intrépidos agentes infiltrados tras las líneas bonapartistas o árabes, ocultos por una identidad fictícia; hombres y mujeres de acción, dispuestos a arriesgar su vida por obtener información útil para el Reino de España… No, no son personajes de ficción ni recursos de un guión cinematográfico. La discreta historia del espionaje español nos ha obsequiado con personajes, y operaciones de inteligencia, que nada tienen que envidiar a las novelas de Ian Fleming. Una apasionante historia, la de los servicios secretos españoles, que se remonta muy atrás en el tiempo.
Antes de su reconversión en el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el anterior Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) exponía en su página web oficial una breve historia del espionaje español, que se iniciaba en fecha tan tardía como 1935:
“El primer intento de creación de un Servicio de Inteligencia en España se remonta a 1935, cuando el gobierno de la Segunda República se planteó la conveniencia de articular un Servicio de Información dependiente del entonces Ministerio de la Guerra. La vida de este Servicio fue, sin embargo, muy corta y su actividad prácticamente nula. El estallido de la Guerra Civil, con el consiguiente colapso de la maquinaria burocrática estatal, puso punto final a esta primera experiencia, que no llegaría a desarrollarse plenamente. Durante la contienda (1936-1939), cada uno de los bandos enfrentados intentó recomponer sus respectivos sistemas informativos, volcados entonces en el devenir de la guerra. Este hecho, unido a la improvisación y descoordinación que imponían las circunstancias, llevó a cada uno de los contendientes a crear multitud de órganos de información que intentaban cumplir sus misiones de modo independiente”.
Según continuaba afirmando el CESID en su página web oficial. Tras la Guerra Civil, y sigo citando textualmente:
“...llegaron a contabilizarse en España hasta ocho servicios de información diferentes con una preocupante indefinición de sus respectivos ámbitos de competencia, que provocó frecuentes duplicidades. Teóricamente, al menos, sus actividades venían justificadas por su especialización inicial; pero al no existir ninguna disposición que ordenara el conjunto, ni autoridad superior que se encargara de su coordinación, hubo de hecho una tendencia general de todos a abarcar la totalidad del panorama informativo. Algunos de dichos servicios, mayoritariamente volcados en la información interior, fueron:
“- Servicio de Información del Movimiento. Se ocupaba de la información política en todo el territorio del Estado y estaba encuadrada en ls Secretaría General del Movimiento Nacional.
“- Servicio de Información de la Dirección General de Seguridad. Se ocupaba de la investigación de los entonces denominados político-sociales, en colaboración con el Servicio de Información de la Guardia Civil.
“- Servicios de Información del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire. Se denominaron también Segunda bis y estaban adscritos a las Segundas Secciones (Inteligencia) de los respectivos Cuarteles Generales.
“-Servicios de Inteligencia Exterior y Contrainteligencia. Dependientes de la Tercera Sección (Operaciones) del Alto Estado Mayor.
“Este panorama se modificó a finales de los años 60 como consecuencia de una solicitud del Ministerio de Educación al Alto Estado Mayor para que se diseñase una operación destina a controlar la actividad estudiantil conflictiva . Tal iniciativa dio origen, en 1968, a la Organización Contrasubversiva Nacional que se institucionalizó vinculada a Presidencia del Gobierno en 1972 mediante del Servicio Central de Documentación (SECED)”
Sin embargo, y como ocurre frecuentemente en el campo del espionaje, analistas independientes, historiadores y periodistas, difieren de la “versión oficial” emitida por los órganos de inteligencia, y sitúan el origen del espionaje español mucho antes de la guerra civil.
Protohistoria del espionaje español
En su voluminoso ensayo “Servicios Secretos” (Plaza y Janés, 2000), Cernuda, Barnavio y Jauregui situan la protohistoria del espionaje español en la Guerra de la Independencia (1808-1814), en algunos intentos de utilizar la inteligencia, de la resistencia española contra las tropas de Napoleón. “La Junta Suprema Gubernativa del Reino, con residencia en Cádiz, sintió la necesidad de crear unos canales inormativos con una doble vertiente: conocer de alguna manera los planes y movimientos del enemigo y coordinar juntas provinciales, núcleos del ejército regular incomunicados entre si. Para ello fue comisionado Eusebio Bardaxi, superintendente general de Correos y Postas de España e Indias, quien tejió una red de “delegados de zona” en territorio ocupado por los bonapartistas. Un elevado número de ellos trabajaba de alguma manera para el servicio de Correos y Postas y así podían interceptar envíos de correspondencia e informarse de las intenciones y operaciones enemigas”.
Sin embargo otros autores tan prestigiosos como Domenec Pastor Petit, el espiólogo más importante de Europa y autor de más de 60 libros sobre la historia del espionaje, han encontrado ejemplos de espías españoles, anteriores incluso a la invasión napoleónica. De hecho Pastor Petit es concluyente al afirmar para EL ARCHIVO DEL CRIMEN : “El mejor espía español de todos los tiempos es muy anterior al servicio de información de Bardaxi. Fue Domingo Badía, alias Ali Bey”.
Domingo Badía fue una especie de 007 al servicio de su Majestad Carlos IV, que se infiltra en los países árabes, bajo la identidad de un falso príncipe abasí, hasta llegar a convertirse en el primer occidental que viaja a la Meca y presenta un informe detallado sobre la ciudad santa del Islam. Domingo Badía forma parte de una serie de superespias españoles del siglo XIX, como el agente Van Halen, Aviraneta o Ramón Carranza, cuyas aventuras nada tienen que envidiar al ficticio James Bond.
Sin embargo, y como bien matizaba el CESID en su página web oficial, la historia de un servicio secreto español, organizado y estructurado como un servicio de espionaje convencional, no se inicia hasta bien entrado el siglo XX. Y había dos buenas razones históricas para que España se despabilase en la organización de su servicio de información: la guerra civil española, y la Segunda Guerra Mundial.
SECED, el precursor de La Casa tiene su más remoto origen, posiblemente, en el General Carlos Masquelet Lacaci, al mando de la Sección del Servicio Espacial (SSE) creado en 1932 tras la reforma del Estado Mayor Central del Ejército, para intentar adecuar la inteligencia española a los organismos europeos similares. El SSE tendrá un desarrollo importante en Marruecos, donde llega a constituir cuatro oficinas en Tanger, Larache, Ceuta y Melilla. Y como ocurriría posteriormente con el Circulo 30, o el SIMP, el espionaje español de la guerra de Marruecos, la guerra civil, o la Segunda Guerra Mundial, conocería las misiones secretas de nuevos agentes como la seductora Margarita Ruiz de Lihory, o el intrépido Garbo, que merecen por méritos propios un lugar destacado en la historia del espionaje.
Tras la Segunda Guerra Mundial el incipiente espionaje español estaría muy influenciado por sus alianzas con el Tercer Reich, no en vano España se convirtió en uno de los receptores de nazis huidos tras la derrota o en el intermediario de su fuga a América Latina. Y personajes como Angel Alcazar de Velasco, a quien EL ARCHIVO DEL CRIMEN también pudo entrevistar antes de su fallecimiento, escribieron también algunas páginas importantes sobre la historia de los servicios de inteligencia en España.
Después llegaron las influencias extranjeras, y la CIA primero, y el Mosad después, dejaron una huella importante en la formación y adiestramiento de los espías españoles. Pero hay que esperar a los años 70 para ver constituido el primer servicio secreto español oficial e independiente. Con la formación del Servicio Central de Documentación (SECED) fundado por el Almirante Luis Carrero Blanco, y dirigido por el Comandante José Ignacio San Martín –que ya en 1968 había recibido el encargo de crear un Servicio de Inteligencia contando con una red de más de 300 antenas, y que posteriormente sería condenado por su participación en el 23-F-, se inicia la época moderna del espionaje español.
Según explicaría posteriormente el mismo San Martín, en su fundamental libro “Servicio Especial” (Planeta, 1983) los objetivos e intereses del servicio secreto español de finales de los sesenta y principios de los setenta tenía prioridades muy diferentes a los servicios anteriores al SECED. Y sin duda la unidad de contraterrorismo seria ya entonces, como lo es ahora, el caballo de batalla mas importante del espionaje español.
Grapo, Comandos Autónomos, Terra Lliure o ETA se conviertieron pronto en los objetivos más importantes de nuestro servicios secretos. Y no es para menos. Los terroristas habían declarado la guerra al estado español y, por supuesto, a sus servicios de información. Tanto es así que el 20 de diciembre de 1973 el mismo fundador del SECED, el Almirante Carrero Blanco, muere en un atentado de ETA: la operación Ogro. Este magnicidio probablemente fue la operación terrorista de ETA más influyente en toda su historia. Aunque no fue la primera ni la última vez que lo intentaban, si fue la única ocasión en que los terroristas vascos conseguían acabar con un jefe de Estado español. Y el interés del SECED de San Martín por el terrorismo continuó con los sucesivos directores del Servicio Central de Documentación: Juan Valverde con el gobierno de Arias Navarro, y Andrés Cassinello, con Adolfo Suárez.
CESID, CNI y la comunidad de inteligencia
La lucha antiterrorista ayudó a formar, humana y tecnológicamente, al servicio secreto español, que en 1977 da un nuevo salto histórico. El SECED deja paso al Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), el primer servicio secreto de la nueva España democrática. Donde termina el monopolio de los militares, y policías e incluso civiles, pueden entrar en las filas del espionaje español. el 4 de julio de 1977, según consta en el Boletín Oficial del Estado de esa fecha, nace el nuevo Servicio Secreto español. El 4 de noviembre de ese año, de nuevo el Boletín Oficial del Estado aporta nuevas informaciones sobre el ámbito de actuación de nuestro Servicio Secreto. Dice así:
“Uno: El Centro Superior de Información de la Defensa será el órgano encargado de obtener, evaluar, interpretar y facilitar al titular del Departamento cuanta información sea necesaria o interese a la Defensa Nacional, atendiendo prioritariamente a las necesidades de la Junta de Jefes del Estado Mayor. Dos: Su titular será un oficial general con categoría de director general y dependerá directamente del ministro.Tres: El Centro Superior de Información de la Defensa se articulará en la forma que establezca por orden específica. Cuatro: Quedan excluidas de las competencias a que se refiere el punto uno de este artículo las actividades informativas específicas que corresponden a la Junta de Jefes del Estado Mayor y Estados Mayores de los Ejércitos, asumiendo las restantes, así como aquellas que , siendo propias de la Defensa, venían siendo ejercidas por el Servicio Central de Documentación de la Presidencia del Gobierno.”
Y con objeto de cumplir con las atribuciones que enuncia en BOE, el CESID, que es ya un servicio secreto adulto y maduro, tiene la potestad de utilizar todos los recursos contemplados por la Ley. Para ello, además de los funcionarios fijos en nómina –que según Francisco Medina, autor de “Las Sombras del Poder” (Espasa Calpe, 1995) oscila entre las 2000 y 3000 personas-, el CESID utiliza toda una larga lista de colaboradores tanto puntuales como habituales. Esos colaboradores se nutrirían de los 1.400 millones de pesetas destinados a los polémicos “Fondos Reservados”, extraídos de los 5.669.074.000 pesetas que destinarían los Presupuestos Generales del Estado (cifras de 1994 según Medina), al CESID. Entre esos colaboradores, habituales o esporádicos, se encuentran, como apunta Pilar Urbano en “Yo entré en el CESID” (Plaza y Janés, 1997): “confidentes, informadores ocasionales, agentes dobles, antenas destacadas en el extranjero, sensores activos en puestos de interés: la azafata de tierra de ciertas aerolíneas; el chofer de un importante banquero capaz de pagar el precio que sea por una información altamente comprometedora; la mujer que limpia la sala de cifra de una embajada; un vendedor de agua y conservas en la carretera de Bagdad a Amán, durante la guerra del Golfo; la pinche de cocina en un batxoki cerca de Ermua; el jordano amigo que asiste a la mezquita de Francos Rodríguez con asiduidad de “beato” fundamentalista, y allí se entera bien de que nuevos comandos terroristas palestinos llegarán mañana y pasado mañana en barco, de Orán a Alicante; la pintora de rincones típicos que, desde el observatorio privilegiado de su lienzo y su caballete, controla cuándo entran o sales de tales puntos de reunión ciertos vendedores de armas, o ciertos narcos; el camarero de restaurante de cinco estrellas que atiende las mesas de los comedorcitos reservados, y no pierde ripio de algunos almuerzos de negocios en los que se sustancian blanqueos de dinero. La portera. La encargada del un catering de cócteles y cenas frías a domicilio. Las jóvenes universitarias contratadas como doncellas ocasionales por ese catering de cócteles y cenas frías a domicilio. Los electricistas, fontaneros, cerrajeros, persianeros y demás reparadores de averías domésticas en festivos y fines de semana, llámenos: iremos al instante... Hasta esos cartoneros de la noche, que van de portal en portal con su camión desvencijado recogiendo cajas y papel de desecho de algunas oficinas, han sido y siguen siendo informadores del CESID”. En definitiva, cualquiera que pueda aportar información, puede ser útil.
Toda esa basta pléyade de colaboradores se clasifica, según plantea Fernando Rueda en “La Casa” (Temas de Hoy, 1993) en cuatro tipos: “el asesor, que proporciona conocimientos técnicos sobre campos de la información como economía, la electrónica, la resistencia de materiales y los idiomas; el técnico, que desempeña un papel activo en acciones operativas concretas; el influyente, que utiliza su posición en relación con acontecimientos que puedan interesar al servicio, y que son aristócratas, embajadores, directores de empresa o dueños de conocidas discotecas que prestan su colaboración por las ayudas que puedan recibir como compensación; y el gestor, que proporciona alguna cosa para una operación concreta, por ejemplo un domicilio para una base de escuchas o el acceso a un local privado”. Es el CESID de Juan Alberto Perote, de Javier Calderón, de Emilio Alonso Manglano, del General Mariñas, etc… Y el CESID del aperturismo y transparencia, aparente, que llegó a organizar cursos de verano en la Universidad Complutense, invitando a responsables de otros servicios secretos del mundo. Algo insólito en la historia del espionaje español.
Las cosas no han cambiado mucho en el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI), heredero del anterior CESID. Un “Organismo público responsable de facilitar al Presidente del Gobierno y al Gobierno de la Nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones”, según el dice el artículo 1 de la Ley 11/2002. Y que agrupa actividades que en otros países están separadas en dos o más Servicios de Inteligencia. Esto permite que la coordinación e intercambio de inteligencia entre ámbitos complementarios sea ágil y completa, a la vez que se optimizan los recursos. En este sentido, el CNI funciona bajo el principio de coordinación con otros servicios de información del Estado. Y, aunque todavía se mantienen ciertas suspicacias profesionales, probablemente presta mas atención que ninguno de sus predecesores a los otros servicios de información policiales o militares, intentando construir una “comunidad de inteligencia” mas ágil y efectiva que nunca antes en la historia.
La comunidad de inteligencia
El servicio secreto y el espionaje, que en casi todos los países del mundo está bajo el control del Ministerio de Defensa, no es el único servicio de información en un país. España no es una excepción. El Decreto de Ley 11/2002 establece que la Comunidad de Inteligencia española se puede dividir en tres bloques:
- El CNI donde se incluye la Oficina Nacional de Seguridad y el Centro Criptológico Nacional.
- Inteligencia Interior, coordinadas por un mando unificado y en materia antiterrorista por el CNCA
- Inteligencia Militar: el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas integrado en el Estado Mayor de la Defensa y las divisiones de inteligencia de lo ejércitos de mar, tierra y aire.
A los departamentos de información militar hay que añadir los servicios de información del Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil, el Servicio de Vigilancia Aduanera y de las policías autonómicas: Ertzantza, Policía Foral de Navarra y Mossos d`Escuadra, especialmente activos en materia antiterrorista en los últimos años.
Estructura de la inteligencia en España
Presidencia del Gobierno
Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia (CDGAI)
Ministerio del Interior
Centro Nacional de Coordinación Antiterrorista (CNCA)
Comité Ejecutivo para el Mando Unificado de las FCSE (CEMU)
Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado (CICO)
Cuerpo Nacional de Policía
Comisaría General de Información (CGI)
Comisaría General de Policía Judicial (CGPJ)
Guardia Civil
Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC)
Unidad Central Operativa UCO
Coordinación de Seguridad Penitenciaria (CSP)
Ministerio de Defensa
Centro Nacional de Inteligencia (CNI)
Centro Criptológico Nacional (CCN)
Oficina Nacional de Seguridad (ONS)
Oficina Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia (ONIC)
Estado Mayor de la Defensa
Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (CIFAS)
Centro de Inteligencia y Seguridad del Ejército de Tierra
Estado Mayor Operativo de la Armada
Sección de Inteligencia
Estado Mayor del Ejército del Aire
División de Información
Policías Autonómicas
Mossos d'Esquadra
División de Información
Ertzaintza
Unidad de Información y Análisis (UIA)
Policía Foral de Navarra
División de Información
Agencia Tributaria
Servicio de Vigilancia Aduanera