Ha pasado más de un siglo y todavía perdura el misterio. Cinco crímenes perpetuados en Whitechapel hacia 1888, que hoy, por el escaso número de víctimas hubiesen ocupado pocas líneas en los diarios, en su momento revolucionaron Londres y el mundo entero.Durante cien años, investigadores, detectives, policías y muchos aficionados han tratado de establecer un perfil psicológico que ayudase a determinar la personalidad o el nombre del asesino, pero hasta ahora solo se han podido identificar los nombres de unos posibles sospechosos. Tal vez por ese motivo Jack el Destripador se ha convertido en el asesino en serie más conocido de la historia. Su nombre nos evoca una silueta entre la niebla del Londres Victoriano, una sombra con capa y sombrero negros que ataca a sus víctimas y desaparece para siempre de la escena del crimen... no en vano se han escrito sobre él cientos de libros, canciones, óperas y películas. Es la perfecta historia de suspense, el gran misterio sin resolver.
LAS VÍCTIMAS
En el año 1888, Whitechapel era uno de los peores distritos de todo Londres. En las calles, hombres, mujeres y niños arrastraban una vida de pobreza y delincuencia en la que muchas veces el único alivio era el que podía ofrecerles una botella de alcohol barato. Los callejones oscuros desembocaban en bares mugrientos y burdeles miserables en los que algunas mujeres se ganaban la vida prostituyendo sus cuerpos por unos pocos peniques. Fue precisamente aquí, en el East End londinense, donde tuvo lugar el breve reinado de terror del temido descuartizador que firmaba sus crímenes como "Jack el Destripador".
Su primer crimen oficial, por así decirlo, el que reconocen todas las crónicas, tuvo lugar el 31 de agosto, aunque en su día se sospechó que por lo menos dos asesinatos anteriores menos publicitados habrían sido también obra suya.
Ese día estaba amaneciendo muy lentamente. Las calles todavía estaban oscuras, y a pesar del frío algún que otro paseante comenzaba a circular por el barrio. Uno de ellos distingue a lo lejos el cuerpo de una mujer tendido en el suelo que a primera vista parecía desmayada, pero cuando se acerca para tratar de ayudarla, ve que unas terribles heridas la habían casi decapitado. Horrorizado, no deja pasar un minuto y avisa al primer policía que hacía su ronda por el barrio, quién acompañado de un médico distingue bajo la luz de una linterna que la muerte le había sido provocada por dos golpes con arma blanca que le habían seccionado la tráquea y el esófago. El cuerpo, todavía caliente en partes, indicaba que el momento del crimen no debía de haber sido de más de media hora antes de haber encontrado el cuerpo. Tras un examen más detallado en la sala de autopsias, descubren además que había sido brutalmente golpeada en la mandíbula inferior izquierda (posiblemente por una persona zurda), y que su abdomen había sido mutilado.Por lo demás, el asesino no había dejado otras pistas tras de sí, ni testigos, ni el arma homicida. Ninguno de los vecinos oyó nada.La identificación de la víctima no fue tarea fácil, aunque unos días después su padre y su ex marido identifican el cuerpo de una mujer de 42 años, prostituta, llamada Anne Mare Nichols y conocida como Polly.
Polly había estado casada y tenía cinco niños, pero su adicción al alcohol había hecho que su matrimonio se rompiera. Desde entonces, sola, había vivido de sus pobres ingresos de prostituta.
El lunes 6 de agosto, varias semanas antes del primer crimen oficial del Destripador, Marta Tabram, una prostituta de 39 años, había sido hallada muerta con 39 puñaladas; y algunos meses antes, Emma Smith, una prostituta 45 años, había sido agredida salvajemente en la cabeza y le habían introducido un objeto en la vagina. Seguramente estos dos crímenes no tenían nada que ver con nuestro asesino, más que nada porque la firma del Destripador era más ritualista que los simples golpes y puñaladas, pero aún así, el terror ya se había apoderado de las almas de los habitantes del distrito londinense.
Annie Chapman era una mujer sin hogar propio que vivía en pensiones comunes cuando disponía de dinero para el alojamiento de una noche, y cuando no era así, se dedicaba a vagar por las calles en busca de clientes que le proporcionasen alguna moneda para bebida, refugio y alimento. No siempre había sido así, unos años antes estaba casada y con tres niños, pero todos murieron, unos por enfermedad y otros por accidente. Fue un golpe muy duro, nunca se repuso. Así, en estado de depresión permanente comenzó a beber para sobrellevar su soledad. Su cuerpo fue hallado mutilado en la calle del Mercado de Spitalfields a las 6 de la mañana, y nadie había ido testigo de los hechos. Su intestino estaba en el suelo entre un gran charco de sangre y una profunda incisión cruzaba su cuello de lado a lado.
Todo parecía indicar que había sido asesinada en ese mismo sitio. No había señales de defensa por parte de la víctima, y lo curioso es que cerca de su cadáver se encontraron un pequeño pañuelo, un peine y un cepillo de dientes, que parecían haber sido colocados en un orden concreto por el asesino.Según el médico forense que vio el cadáver, el asesino había agarrado a Annie por la barbilla y la había degollado por la espalda de izquierda a derecha, y por la fuerza empleada, posiblemente con la tentativa de decapitarla. Eso le había causado la muerte. Las otras heridas infligidas y las mutilaciones abdominales habían sido realizadas post mortem: el abdomen había sido abierto para extraer la vagina, el útero y la vejiga, que no fueron hallados. Las incisiones eran limpias, como si se tratase del trabajo de un experto en anatomía, o por lo menos el de alguien con los conocimientos anatómicos y la habilidad suficiente para poder abrir el cuerpo y extraer los órganos con mucho cuidado de no dañar otras partes internas. El instrumento utilizado parecía ser un cuchillo estrecho con lámina fina y muy afilada, la clase de cuchillo que utilizaban los cirujanos y los carniceros.
Una señora de nombre Elizabeth Long que se dirigía al mercado esa mañana, pudo aportar un testimonio valioso: a las cinco y media de la madrugada había visto a un hombre conversando con una prostituta que identificó como Annie Chapman. Lamentablemente el hombre estaba de espaldas y no pudo ver su rostro, pero sí distinguió la silueta de un hombre de unos 40 años, elegante, que portaba un sombrero y un abrigo oscuros. La hora de la muerte se estimó entonces entre las cinco y media y las seis de la mañana, hora en la que fue descubierto el cadáver, lo que significaba que el asesino actuaba rápidamente y con gran precisión.
La falta de indicios hacía que la investigación avanzase lentamente. Todo el mundo había relacionado las muertes entre ellas, y a pesar de que la policía se mantenía en el más absoluto de los silencios, los periódicos no dejaban de alimentar cada rumor escuchado, lo que servía para aumentar la cólera y el miedo de los vecinos. Desde Scotland Yard se llegó a ofrecer una gratificación para quien aportase algún dato válido sobre la identidad del asesino, pero lo único que consiguieron fue que los vecinos aprovechasen sus diferencias y se denunciasen entre ellos, deteniendo simplemente a algunos falsos culpables, excéntricos o alcohólicos que aseguraba ser el descuartizador de prostitutas, aunque tras numerosas investigaciones y por el hecho de que todos carecían de habilidades médicas o que tenían coartadas, no tardaban en recuperar la libertad.
El 25 de septiembre, la Agencia Estatal de Noticias recibió una nota en tinta roja firmada por el propio Jack el Destripador cuyo contenido era: "Querido Jefe, desde hace días oigo que la policía me ha cogido, pero en realidad todavía no me han pescado. No soporto a cierto tipo de mujeres y no dejaré de destriparlas hasta que haya terminado con ellas. El último es un magnífico trabajo, a la dama en cuestión no le dio tiempo a chillar. Me gusta mi trabajo y estoy ansioso de empezar de nuevo, pronto tendrá noticias mías y de mi gracioso jueguecito... Firmado: Jack el Destripador, desde el Infierno".
A partir de entonces seguiría escribiendo cartas y poemas destinados al jefe de la policía londinense jactándose de su habilidad para escabullirse en la oscuridad de las calles y evitar ser atrapado por la multitud que le perseguía, o haciendo alarde de la perfección de sus crímenes y anticipando otros nuevos ataques, siempre seguro de sí.
El domingo 30 de septiembre, se descubría otro cadáver en la calle Berner sobre la una de la mañana. Tras pedir ayuda a la policía, vieron que se trataba de una mujer, cuyas faldas habían sido levantadas por encima de sus rodillas. Un forense llegó a la escena del crimen con su ayudante un cuarto de hora más tarde. Entre los dos detallaron sus conclusiones de la exploración:"La difunta yace sobre su lado izquierdo, su cara mira hacia la pared derecha. Sus piernas han sido separadas, y algunos miembros están todavía calientes. La mano derecha está abierta sobre el pecho y cubierta de sangre, y la izquierda está parcialmente cerrada sobre el suelo. El aspecto de la cara era bastante apacible, la boca ligeramente abierta. En el cuello hay una larga incisión que comienza sobre el lado izquierdo, 2 ½ pulgadas por debajo del ángulo de la mandíbula casi en línea recta, seccionando la tráquea completamente en dos, y terminándose sobre el lado contrario... "El asesino no se había ensañado tanto esta vez como en las anteriores. Posiblemente había sido interrumpido mientras la degollaba y hubiese huido antes de completar su ritual.La joven prostituta fue identificada como Elizabeth Stride, de origen sueco, que había venido a Inglaterra para ganarse la vida tras el fallecimiento de su marido y sus dos hijos en un accidente marítimo.
Esta vez, varios testigos declararon haberla visto momentos antes de su muerte acompañada por un hombre de unos treinta años con pelo y bigote negros, vestido con un abrigo negro y un sombrero alto, que portaba un bulto, como un maletín. Mientras la policía se enfrentaba al hallazgo de este nuevo cadáver, a pocas calles allí un guarda nocturno descubría el cuerpo de otra víctima degollada. Su abdomen había sido abierto y los intestinos se encontraban en el suelo, además tenía varias heridas por todo el cuerpo. Los miembros estaban todavía calientes, la data de la muerte no debía ser de más de media hora desde el descubrimiento del cadáver.No había otros indicios más que un escrito con tiza blanca sobre una pared que decía: "No hay porque culpar a los judíos", supuestamente obra del asesino. Antes de que la inscripción pudiese ser fotografiada, el Comisario de la Policía londinense Charles Warren ordenó que fuese borrada, según él porque se trataba de una falsa pista del criminal tratando de culpabilizar a la comunidad judía, y si algún londinense lo leía, podía provocar una revuelta contra ellos.La víctima era Kate Eddowes, quien como las demás, tenía por oficio el de la prostitución y como afición, la bebida. Sus padres habían muerto cuando ella era joven y a los 16 años se fue a vivir con un hombre, con quién tendría tres hijos. Los malos tratos por parte de éste obligaron a que se fuera de casa, y su adicción al alcohol la obligó a alquilar su cuerpo en las calles.Como en las muertes de Polly Nichols y Annie Chapman, la garganta de Kate había sido degollada de izquierda a derecha, le habían seccionado el vientre y extraído algunos órganos, entre ellos uno de los riñones.
Después de esto, las cosas parecieron volver a la normalidad en Whitechapel. No hubo ningún otro asesinato durante un mes y las prostitutas regresaron a las calles más tranquilas. Desgraciadamente, la paz duró poco, pues el 9 de noviembre, otra mujer apareció salvajemente asesinada.Se trataba de Mary Kelly, una atractiva joven de 21 años que se dedicaba a la prostitución para poder mantenerse a ella misma y a su pareja, que se encontraba sin trabajo. Esa mañana, el locatario subió a la habitación de Mary para cobrar el alquiler mensual, pero nadie contestó a su llamada. Decidió abrir la puerta él mismo, horrorizándose por lo que descubrió...
Sin duda era el crimen más violento de Jack el Destripador. El cadáver estaba tumbado sobre la cama con múltiples heridas de arma blanca, completamente mutilado y con la arteria carótida seccionada. La ferocidad de este asesinato asombró a los cirujanos veteranos de policía. El médico forense necesitó varias páginas para redactar el informe de las lesiones y órganos extraídos.
Este asesinato creó el pánico absoluto en el barrio, haciendo estallar episodios esporádicos de violencia en la muchedumbre. La actividad policial era frenética, cada rincón fue registrado, cada sospechoso detenido e interrogado a fondo, pero no por eso la policía dejaba de ser duramente criticada. Nunca más se volvió a saber del asesino. No hubo más cartas ni más crímenes, parecía que Jack el Destripador hubiese abandonado la escena del crimen para siempre, y finalmente el caso fue cerrado en 1892, el mismo año en que el Inspector encargado del caso se retiró.
SOSPECHOSOS
Como era de esperar ante un caso de tal trascendencia, en el que Scotland Yard mantenía silencio absoluto, se fundaron todo tipo de suposiciones: desde que Jack el Destripador era una mujer obsesionada por las prostitutas porque una de ellas había contagiado una enfermedad a su hijo, un puritano furioso por el vicio de la capital, un agente secreto ruso que quería dejar en ridículo a la policía inglesa... y así, una larga lista de sospechosos con las motivaciones más variopintas.
Uno de los nombres que más se mencionó fue el de Montague John Druitt, un abogado de 40 años hijo de un cirujano de muy buena familia, que desapareció justo tras el crimen de Mary Kelly y cuyo cuerpo fue hallado un mes después flotando sin vida en el Támesis.Al parecer, su madre había sido ingresada en un psiquiátrico poco antes de que él se suicidara, y en su familia había otros antecedentes de enfermos mentales. En la nota de suicidio que encontró su hermano, decía que sentía como poco a poco padecería lo mismo que su madre y que lo mejor para no seguir ensuciando el renombre de la familia era morir.
La sospecha hacia John Druitt parte de unas investigaciones realizadas años después de que el caso fuese cerrado por el jefe de policía de Scotland Yard, Sir Macnagthen. No hay evidencia sobre porqué Macnaghten lo consideró un sospechoso serio porque el expediente del caso sigue cerrado a día de hoy, y sus únicas declaraciones públicas habían sido que no sólo él sospechaba de la culpabilidad de Druitt porque era "sexualmente insano", sino que además su propia familia creía que él había sido al asesino.
A parte de Macnaghten, pocas personas más creían que Druitt era el Destripador (aunque casualmente, las iniciales J. D., sean las mismas en ambos). Él no vivió, ni frecuentaba el barrio de los muelles en Londres, y no había ningún servicio de tren entre su alojamiento en Blackheath y Londres que le permitiese cometer los asesinatos y volver a casa sin levantar sospechas. Además, contaba con una buena coartada el día de la muerte de Annie Chapman, que recordamos se había estimado sobre las 5:30 de la mañana. Habría sido muy improbable que Druitt hubiese cometido el crimen, se hubiese cambiado la ropa ensangrentada y hubiese regresado a Blackheath para jugar un partido de cricket a las 11:30 de la mañana, según las investigaciones realizadas.
Otro de los sospechosos de Macnaghten fue Aarón Kominski, un judío polaco residente en Whitechapel que sentía un odio más patológico que visceral hacia las mujeres y que fue ingresado en un hospital psiquiátrico en marzo de 1889 por sus tendencias homicidas.
El Doctor Houchin, quién certificó la locura de Kosminski, describió su comportamiento: "… declara que es dirigido y que sus movimientos son controlados por un instinto que informa su mente; dice que conoce las actividades de toda la humanidad y rechaza casi todos los alimentos porque su instinto le dice que no lo haga…" En los registros del hospital sólo se ha encontrado una mención de comportamiento agresivo por parte de Kosminski, si bien su estado mental parecía deteriorarse con el tiempo: "… incoherente; de vez en cuando excitado y violento. Hace unos días se subió una silla, e intentó golpear al asistente…" Durante el tiempo que permaneció recluido, había sido diagnosticado como "… enfermo crónico inofensivo, de vez en cuando molesto, pero no violento, que se recluye cada vez más en su propio mundo hasta el punto de no saber su edad o cuanto tiempo ha estado interno…"
Por los síntomas, alucinaciones de vista y oído, se puede pensar que este hombre padecía una esquizofrenia paranoide, y analizando su personalidad, es poco probable que Kosminski fuese nuestro Destripador. Jack podía tener una mente enferma, pero en tal caso, esa mente estaría más cerca de la psicopatía que de la esquizofrenia. Aunque sus crímenes y mutilaciones sean propios de un asesino en serie desorganizado, hay cierta organización en cada uno, o por lo menos, premeditación.
Michael Ostrog era un médico ruso que además se dedicaba a la estafa, por lo que pasó una gran parte de su vida en la cárcel. No era un delincuente ordinario, era muy inteligente, tenía buena educación, y en algunas ocasiones durante los juicios por sus delitos, su astucia le había llevado a simular que sufría un trastorno mental, lo que le había salvado de la cárcel en más de una ocasión. No se sabe a ciencia cierta porqué figura entre la lista de los sospechosos del Destripador, pues no hay indicios de que haya asaltado a ninguna mujer, y con sesenta y pico años que debía tener en 1888, parecen demasiados para encajar en las descripciones del asesino.
En 1992 surgió una nueva teoría que causó sensación por lo evidente que parecía. Michael Barrett, un distribuidor de chatarra de Liverpool, presentó un diario escrito por un hombre llamado James Maybrick en 1889, que confiesa ser el mismo Jack el Destripador. James Maybrick era un comerciante de algodón que comenzó su negocio en Londres, viajó a los Estados Unidos para abrir una oficina en Virginia y volvió varios años más tarde. Había contraído la malaria en EE UU y tomaba una combinación de arsénico y estricnina para poder llevar sin dolor la enfermedad. La medicación era adictiva y él siguió tomando arsénico hasta que falleció, en 1989.
Nunca sospecharon de él hasta la aparición del diario, en el que Maybrick se autodenominaba Jack, y daba a entender que era el asesino de las prostitutas con hechos concretos: contando con detalle cada uno de los crímenes, hablando del placer que le producía el haberlos cometido, e incluso se burlaba de los esfuerzos vanos de la policía por encontrarlo. La caligrafía del texto ha sido sometida al análisis de diferentes expertos, pero no se han puesto de acuerdo sobre si es o no auténtico, aunque en 1995 varios expertos han etiquetado el diario como falso porque aseguran que la tinta con la que se había escrito es moderna. En cualquier caso, el análisis grafológico muestra el perfil de una persona con grandes desequilibrios psicológicos y con trastornos de doble personalidad.
También la nobleza se vio afectada por esta serie de crímenes. Uno de los principales sospechosos fue el Duque de Clarence, el príncipe Alberto Victor Christian Eduardo, hijo del Rey Eduardo VII y nieto de la Reina Victoria. Tenía 28 años en el momento de los crímenes y murió poco después en una clínica privada por enfermedad. Según parece, el joven príncipe era un apasionado de la caza con todo su ritual y crueldad, aunque nunca se le consideró como un hombre violento, y era un asiduo de los prostíbulos. La causa oficial de su muerte fue una neumonía producida por una epidemia de gripe, aunque se sospecha que falleció a causa de la sífilis, que probablemente le habría transmitido una prostituta. La primera mención de que él era un posible sospechoso fue hecha pública en 1962 en el libro de Phillippe Jullien, "Edouard VII". Más tarde, el Doctor Thomas Stowell publicó un artículo en 1970 acusando al príncipe Alberto de ser a Jack el Destripador, basando su teoría sobre algunos documentos de su médico personal, Guillermo Gull, quién le estaría tratando la enfermedad. En ellos narraba que su paciente sufría una grave inestabilidad emocional por sus tendencias homosexuales y que se estaba volviendo loco, por eso, con la intención de vengarse, habría cometido los asesinatos de Withechapel. Ninguno de estas declaraciones han podido ser probadas, porque Stowell murió poco después de que su libro fuese publicado, y sus notas no han sido halladas.
Como era de esperar, muchos eruditos han arremetido contra esta teoría y la han desacreditado por completo, argumentando que el Príncipe Alberto no estaba en Londres en las fechas de los asesinatos más importantes, sino en Escocia. Aunque era de buena cuna, tampoco destacaba como un hombre de inteligencia especialmente brillante, y no tenía los conocimientos médicos para mutilar como hizo el Destripador.
La teoría de que toda una Conspiración Real estaba detrás de los asesinatos es tal vez la más popular. No sólo es la premisa de la reciente película "From Hell" (Desde el Infierno), protagonizada por Johnny Depp y Heather Graham, sino que ya antes había dado lugar a gran cantidad de documentales, artículos y libros. Uno de estos libros, escrito por Stephen Knight y publicado en 1976 bajo el título "Jack the Ripper, the final solution", aseguraba haber recogido las notas de un hombre llamado Joseph Sickert, el hijo de Walter Sickert, un pintor impresionista que decía haber conocido a Jack el Destripador y que le habría confesado quién era el asesino en su lecho de muerte.
La teoría que plantea Kinght es que Sickert padre daba clases de pintura al Príncipe Alberto y que éste conoció a una modelo que posaba para el pintor llamada Annie Crook. El príncipe se enamoró de la joven, y desatendiendo sus obligaciones como heredero de la corona, se casó con ella en secreto cuando ésta se quedó embarazada de una niña a la que llamarían Alice.
Si el pueblo londinense llegaba a conocer la unión del príncipe heredero con una mujer de clase baja, supondría un escándalo público y una grave deshonra para la Familia Real inglesa, por ese motivo la Reina Victoria se habría empeñado en resolver el problema antes de que comenzasen a correr los rumores de la boda, delegando la tarea de resolver el problema al médico de la Casa Real, el doctor Guillermo Gull. El Doctor Gull actuó entonces secuestrando a Annie e internándola en un hospital psiquiátrico tras declararla demente, en donde fue obligada a vivir por el resto de sus días, mientras que el Príncipe Alberto fue llevado al palacio de Buckingham y se le prohibió salir de allí, haciendo correr el rumor de que estaba gravemente enfermo.
Cuando Annie fue secuestrada, Mary Kelly, la última víctima del Destripador, se ocupaba por ese entonces del bebé. Tanto ella como el resto de las jóvenes prostitutas asesinadas conocían la relación secreta entre el príncipe y su compañera, y sabían que tras la desaparición de Annie, también sus vidas corrían peligro, por lo que decidieron guardar el secreto. Aun así se llevaron a cabo los asesinatos para impedir que las jóvenes hablasen del matrimonio entre la plebeya y el heredero, y se creó la imagen de un sanguinario psicópata con conocimientos en cirugía. El cochero de la Casa Real, John Nestley, se encargó de localizar una a una a las chicas y de convencerlas para que subiesen al carruaje diciéndoles que una persona importante había solicitado sus servicios. Entonces, el Doctor Gull, oculto en los callejones, asesinaba a cada mujer y las mutilaba salvajemente para hacer creer que el asesino era un sádico obsesionado con las prostitutas.
Esta teoría es una de las preferidas porque es la que mejor se adaptaría al silencio de Scotland Yard sobre los crímenes. Qué mejor razón para acallar un asunto que el proteger el honor de la Familia Real. Sin embargo, no hay ninguna evidencia que apoye esta teoría, aunque tampoco hay nada que la desmienta.Es cierto que en Whitechapel existió una mujer llamada Annie Crook que tenía una hija ilegítima llamada Alice, pero no hay nada que pruebe que mantuvo una relación con el Duque de Clarence. (Hay quién asegura que esta teoría es falsa porque las tendencias del Príncipe Alberto se inclinaban más hacia los hombres que hacia las mujeres).Tampoco hay nada que pruebe que las jóvenes prostitutas asesinadas se conocían entre sí, porque si esto hubiese sido cierto, habría sido descubierto en las entrevistas con las familias y los amigos de cada víctima. En cuanto a la capacidad del Doctor Gull para ser a Jack el Destripador, se dice que en 1887 sufrió un ataque de parálisis severo que le impedían realizar prácticas médicas, por lo que se dedicaba exclusivamente a la enseñanza. Gull fallecería en su casa en 1890 después de otro ataque que le dejaría mudo.
Aun así, las variantes de la Conspiración Real seguirán prosperando porque es la historia que más se presta a una buena película o libro. A veces nos cuesta tanto creer que una persona pueda ser tan sumamente cruel y que pueda cometer este tipo de macabriedades, que preferimos buscarle otras explicaciones dramáticas que nos permitan racionalizar los hechos y disculpar el lado más oscuro del ser humano. Desgraciadamente, no es negando la evidencia de los asesinos en serie, ni satanizándolos, que el problema se va a extinguir.
A principios de este año salía en la prensa de todo el mundo una nueva teoría que se lleva planteando la escritora estadounidense Patricia Cornwell. Esta multimillonaria, considerada como una de las reinas de los best sellers de misterio, aseguró recientemente que el verdadero hombre que se ocultaba tras Jack fue el pintor impresionista inglés Walter Richard Sickert.
Así, la escritora ha comprado nada menos que 31 lienzos firmados por Sickert, llegando a desgarrar uno de ellos en su frenética búsqueda de evidencias. Asimismo, se ha hecho con varias cartas escritas por el puño y letra del artista e, incluso, ha comprado su mesa de despacho. Y, por si fuera poco, recientemente envió a Londres a todo un equipo de forenses estadounidenses con la misión de examinar algunas de las cartas supuestamente escritas por Jack el Destripador.
Lo cierto es que las únicas pruebas que Cornwell tiene en estos momentos contra Sickert son puramente circunstanciales. Por ejemplo: el pintor tenía 28 años cuando Jack el Destripador comenzó a matar y, según ella, los estudios demuestran que la mayoría de asesinos en serie llevan a cabo su primer crimen entre los 25 y los 30 años.Tras cometer un asesinato, Jack el Destripador se esfumaba rápidamente, desvaneciéndose sin dejar rastro. Y eso es algo que a Sickert no le habría costado trabajo lograr ya que el artista tenía tres estudios secretos en el East End londinense.
Pero, a decir de la escritora, la prueba más contundente de la culpabilidad del pintor se encuentra en sus cuadros. Según la novelista, algunos de los lienzos pintados por Walter Richard Sickert guardan una espeluznante similitud con las imágenes post mortem de las víctimas de Jack el Destripador. En 1908, 20 años después de los crímenes, Sickert pintó una serie de cuadros inspirados, según él, en el asesinato de una prostituta en Candem. En uno de ellos, por ejemplo, se ve a una mujer con un collar de perlas en una postura que, en opinión de Patricia Cornwell, es idéntica a la que guardaba Mary Kelly cuando fue hallada muerta por la policía. Y en otro cuadro, Sickert pintó la cara de una mujer mutilada, con unas heridas muy similares a las que Jack el Destripador le ocasionó a otra víctima, Catherine Eddowes. "Sickert nunca pintaba nada que no hubiera visto", argumentaba la novelista. "Y no habría tenido manera de saber el aspecto de aquellas mujeres si él mismo no hubiera estado allí. Además, tenía un perfil psicológico similar al de muchos criminales: tuvo una infancia difícil y su padre era un hombre abusivo. Y, debido a un problema físico era estéril y tenía una disfunción sexual severa, hechos que podrían encajar con el comportamiento del Destripador, por ejemplo que siempre asesinase a prostitutas y las duras mutilaciones que les infligía, que muestran esa disfunción sexual típica en los mutiladores."
Sin embargo, en el mundo artístico las acusaciones levantadas por Patricia Cornwell no han sentado nada bien. Y, sobre todo, no ha sentado nada bien el que la escritora haya osado destrozar un lienzo del pintor en su afán de encontrar pruebas contra él. El caso es que muchos expertos y biógrafos ingleses han rechazado categóricamente las conclusiones de la estadounidense porque Sickert es reconocido como uno de los artistas ingleses más importantes, y acusan a Cornwell de estar obsesionada con el tema y haber destruido varias obras del artista con el único fin de dar publicidad a sus libros.
Lo cierto es que nadie puede saber si ésta es la verdadera historia o si es otro de los relatos que inspira este terrible personaje. Lo único que hoy en día tenemos claro es que no se trataba de un delincuente cualquiera. Sus hechos demuestran que era una persona con gran inteligencia y tal vez una educación superior a la población de Withechapel, incluso puede que fuese alguien de clase alta. Tal vez tuviese un trastorno de la sexualidad o un trastorno mental que le provocase esa compulsividad y obsesión a la hora de cometer los crímenes. Su afán de reconocimiento y el hecho que resaltase con las cartas enviadas a la prensa su inteligencia, demuestra que también era una persona insegura y llena de complejos. Pero mientras Scotland Yard mantenga sus archivos en el más absoluto secreto, otros autores seguirán suscitando sospechosos que mantengan la leyenda del Destripador viva.
Pili Abeijón
Criminólogo
2 comentarios:
Me parece un artículo muy interesante, y por sobre todo muy completo, sobre este mítico y famoso asesino serial.
Pero...de la verdad,nadie escribe.
Publicar un comentario