A los nombres de las operaciones policiales les pasa muchas veces lo que a los estribillos de las canciones de Eurovisión: que están poco currados. Que detienen a un jefe mafioso que se oculta bajo la pantalla de un restaurante italiano, pues nada, se la llama calzone, el nombre de esa pizza con forma de empanadilla gigante.
Que el detenido es un integrante del grupo Locomía, aquel cuartero más famoso por los aires que se daba que por la calidad de su música, pues fácil, operación Abanico. Que lo que cae es una trama que se dedica a filtrar las respuestas de los exámenes de conducir, para qué pensar más: operación Chuleta, que ya se encargarán los periodistas de aclarar que no tiene nada que ver con un descuartizador de estudiantes.
Claro que, a veces, los nombres también juegan al despiste. A uno le dicen que la Policía ha terminado la operación Sudoku y lo primero que piensa es que han pillado a un peligroso falsificador de pasatiempos. Pues nada de eso. Lo que cayó fue una banda de ciudadanos orientales especializados en hacer copias piratas de DVD y falsificar bolsos. ¿Sería porque el nombre del galimatías numérico les sonaba a chino?
En ocasiones, la Policía busca el juego de palabras con más o menos fortuna. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil bautizó como operación Biblioteca la detención por supuesta corrupción urbanística del alcalde de un pueblo murciano llamado Librilla. ¿Lo cogen? La Brigada de Blanqueo de Capitales de la Policía se sacó de la manga lo de la operación Gürtel porque esta palabra alemana significa "correa" como el apellido del principal implicado.
Los mismos agentes volvieron a hacer un alarde idiomático al bautizar las pesquisas que destaparon la corrupción de Estepona. La llamaron Astapa, topónimo fenicio de la localidad malagueña. También la célebre Malaya es cosa suya. Hacía referencia a esa tortura que gota a gota consigue arrancar las confesiones a los más duros, a los que parecen hechos de roca como el principal implicado, Juan Antonio Roca.
El Solitario
Pero no nos engañemos. Eso de poner nombre a las operaciones tiene algunas veces más que ver con el deseo de agradar a los periodistas que con un verdadero interés policial por encauzar sus pesquisas bajo un nombre sugerente.
El mejor ejemplo fue la detención de El Solitario, aquel atracador de bancos que volvió locos a guardias civiles y policías durante 13 años. Los primeros llamaron a sus pesquisas operación Marietta, en referencia al subfusil utilizado por el asaltabancos para matar a dos de sus compañeros. Los segundos ni siquiera se molestaron en bautizarla.
Cuando finalmente cayó El Solitario, y los responsables de Interior quisieron vender el arresto ante la opinión pública, telefonearon a uno de los comisarios artífices de la detención para preguntarle cómo la habían llamado y dar empaque a la nota de prensa. El policía decidió en ese mismo momento denominarla operación Gloria. ¿Referencia al estado de bienestar que experimentaban los agentes tras tan sonado éxito? Ni mucho menos. Era el nombre de pila de otra comisaria que había participado en las investigaciones. Casi como los estribillos de Eurovisión.
Óscar Lopez Fonseca Publico
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