SANTERA Y TRAFICANTE DE COCA
La Perdita Durango de Alex de la Iglesia o La Reina del Sur de Arturo Pérez Reverte son dos personajes de la ficción a los que parece haber superado la mujer de la que hablaremos hoy en Territorio Negro. Ana Cameno Antolín lideraba una organización que había levantado, según dice la policía, el mayor laboratorio de transformación de cocaína de Europa. Además, era socia de uno de los traficantes más perseguidos del país
Ana María Cameno es una mujer española, nacida hace cuarenta años en Burgos y dedicada desde hace muchos años al tráfico de drogas. Está casada con David Vela y a su cargo tenía una potentísima red de traficantes formada por no menos de treinta personas. Además, regentaba una joyería, que era su negocio legal.
Un verdadero matriarcado parece que había en este negocio. A diferencia de otros casos que hemos contado aquí, Ana, conocida como La Tetas, fue creciendo en el negocio ella sola por sus méritos: era capaz de distribuir en muy poco tiempo cientos de kilos de cocaína.
Lo del apodo de la Tetas tiene una explicación sencilla: los policías que durante meses la han estado vigilando –Greco, Brigada Central de Estupefacientes, UDEV central– se enteraron de que la mujer había ido a Medellín a hacer algún negocio y de paso a ponerse alguna talla más de sujetador… El apodo estaba fácil y, por cierto, la mujer tuvo problemas porque las prótesis le provocaron una infección. Su capacidad para distribuir coca le venía dada por la red de contactos que tenía y por los almacenes o caletas que tenía en Madrid, donde iba guardando los alijos que le llegaban para, en poco tiempo, sacarlos a la venta…
Ana no se encargaba de traer la coca de Colombia o de Venezuela. Era, digamos, el segundo escalón, la persona que recibe la mercancía y que la vende en partidas de uno a cinco kilos a distribuidores más pequeños. De hecho, ni ella ni los suyos adulteraban o cortaban la droga. Cuando llegaba un cargamento de 300 o 500 kilos, su red los repartía por las caletas o pisos de seguridad que tenía, por cierto, todos ellos situados muy cerca de los cuarteles generales de la policía. En uno de ellos fue donde tenía guardados 276 kilos de coca. Para distribuir la droga, Ana contaba con un grupo de gente muy eficaz y muy profesional…
Del mejor posible. Sólo un dato: cuando la policía intervino encontró en poder del grupo 470 teléfonos móviles, cien de ellos encendidos. Cada terminal era empleada para llamar a una sola persona, que era identificada con una pegatina de un dibujo animado. Sin nombres. Además, la mayoría de los miembros de la organización llegaban al laboratorio o a los pisos de seguridad con unas gafas especiales, cubiertas de cinta aislante negra para que no supiesen dónde estaban ni qué camino habían seguido.
Estaba convencida de tener ayuda de otros mundos. Ana era una devota de la santería, del palo mayombe, una modalidad de esta religión de origen africano que se practica mucho en Cuba. Tan devota era que la policía sabía cuándo iba a llegarle un cargamento de cocaína porque días antes hacía un rito y se encomendaba a alguno de sus dioses, como Obatalá y Xangó… Uno de sus escoltas salió un día despavorido porque le dijo que en el asiento de atrás llevaban un muerto. Paró el coche en mitad de la M-40 y se bajó…
Los policías que la han vigilado durante meses han comprobado, por ejemplo, cómo Ana se subió encima de un carnero, le degolló y se bañó en su sangre. También ha sacrificado pájaros, patos, corderos… en un río cercano a su casa. Cuando la policía la detuvo encontraron en su chalé una habitación dedicada a estos ritos, con urnas en las que guardaba vísceras de animales. Para sus ceremonias no reparaba en medios. Era capaz de gastar 6.000 euros para traerse desde Cuba un grupo de percusionistas para sus ceremonias.
Ana recibía continuos SMS que le anunciaban la llegada de nuevas colecciones a las boutiques de Louis Vutton, Gucci, Hermés… las mejores tiendas de Madrid, en las que era una de sus mejores clientes. Tenía mucho dinero: la policía encontró entre su documentación anotaciones de entradas y salidas de dinero que indicaban que había ingresado 18 millones de euros de sus distribuidores. Tenía mucho miedo a que una banda le diese un palo y vivía permanentemente custodiada por escoltas y adoptaba todo tipo de medidas de seguridad.
Y, además de distribuir toda esa droga, Ana había decidido montar un enorme laboratorio… Tan grande que ya había preparados más de 33 toneladas de líquidos precursores, tenía los cocineros que habían traído de Colombia y todo estaba listo para poner en marcha un laboratorio idéntico a los que hay en la selva colombiana, pero en la sierra de Madrid. El problema es que no le había llegado la pasta base para comenzar a elaborar el clorhidrato de cocaína… El laboratorio aún no había empezado a funcionar.
En la operación colapso, como le llamaron los policías, han participado medio centenar de agentes que apenas han podido disfrutar de las navidades. De hecho, el día de Reyes, en lugar de estar comiendo roscón con sus familias o disfrutando con sus hijos, todos estuvieron en alerta, porque pensaban que se iba a mover el laboratorio y tendrían que actuar… Las detenciones fueron al día siguiente, el 7 de enero.
Como siempre, enhorabuena a nuestros policías, para los que no hay, como podemos ver, ni día de Reyes. La importancia de Ana, La Tetas, es enorme, pero es que en la misma operación colapso ha caído una pieza de caza mayor, uno de esos tipos que llevaba años siendo objetivo de la policía.
Es Lauro Sánchez Serrano. Un español, hijo de una mujer colombiana, considerado uno de los mayores traficantes de España, pero al que era dificilísimo cazar. Las cosas no le estaban saliendo demasiado bien en los últimos tiempos: se le habían frustrado dos intentos de meter en España grandes cargamentos de droga. Así que se asoció con Ana, pero estaba por debajo de ella en la organización. Puso a disposición de la mujer a los hermanos Juárez Smith, dos verdaderas máquinas de traficar, de los mejores distribuidores de España, pese a que uno de ellos –Víctor– está en silla de ruedas. En cualquier caso, Lauro dependía de la droga que le llegaba a Ana. Ella ponía la mercancía y él el poder, la influencia, los contactos, el know how…
Lauro llevaba muchos años en lo más alto: tiene dos restaurantes de éxito, una enorme discoteca y uno de los gimnasios más populares de Madrid, al que van a entrenar muchos vips y muchos de los más intimidatorios porteros de discoteca… Lauro fue uno de los objetivos principales de la operación salsa rosa…
En 2004, tras la muerte de Carmina Ordóñez, el ministerio del Interior decidió crear un equipo policial para dar un escarmiento. Se trataba de poner coto a la facilidad y a la alegría con la que muchos famosos hacían gala de consumir estupefacientes… Salían en la televisión haciendo casi una apología del consumo de drogas…
Se hicieron grupos compuestos por policías que pudiesen pasar inadvertidos en locales de moda, como los que regentaba Lauro. Observaron, buscaron fuentes de información, pero no con mucho éxito.
No salió bien porque los policías tenían muchas veces que pagarse de su propio bolsillo el dinero que costaban la entrada o las consumiciones en esos locales y a veces ni siquiera les dejaban entrar porque eran fiestas privadas en las que corría la cocaína a tutiplén…
http://blogs.antena3.com/territorionegro/entry/santera_y_traficante_de_cocaVIDEOS RELACIONADOS CON LA OPERACION COLAPSO
3 comentarios:
Gracias por dar a conocer estas historias Manuel, demuestras una vez mas que la realidad supera cualquier guion cinematografico... menudo mundo le estamos dejando a nuestros hijos :¿
Me quedo con ganas de más.
buen trabajo y buenos enlaces.
¡Gracias!
En en 1980 a 1986, el contrabando en Madrid era ínfimo, lo que más abundaba era el tabaco, y la coca aún no había cogido auge. En aquella época, ya existía una Mujer en Madrid, que movía mucho tabaco y jamas la cogieron. Vivía mejor que Ana María Cameno, y estoy seguro que si volviera, jamas la cogerían.
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