viernes, 28 de septiembre de 2012

Isabel Báthory: Crónica de una infamia anunciada


Isabel Báthory (1560-1614) fue una aristócrata húngara, perteneciente a la dinastía centroeuropea de los Báthory, bastante antigua y poderosa, en cuyo seno nacieron Grandes Príncipes, cardenales y reyes. Sus padres, Anna Báthory de Somlyó y Jorge Báthory de Ecsed, eran primos hermanos, hijos de voivodas y príncipes transilvanos, siendo la propia Isabel también sobrina carnal del rey Esteban I de Polonia. No era una noble cualquiera, ya que en ella confluían las dos ramas principales de la casa Báthory, los Somlyó y los Ecsed, siendo relevante resaltar también que era protestante.

Isabel Báthory es conocida por ser considerada la mayor asesina en masa de la historia de la humanidad. Más de 600 jóvenes entre 12 y 26 años, secuestradas, torturadas y asesinadas aberrantemente tras la muerte de su marido, el conde Ferenç Nádasdy. Está perfectamente documentado el juicio en el que fue procesada tras las investigaciones que realizó su enemigo político, primer ministro de Hungría y protegido del rey Matías II, el conde Thurzó (que era su propio primo), donde testigos y cómplices pormenorizaron, ante todo, actividades de brujería. Pero la verdadera leyenda negra de esta mujer no comenzó a fraguarse hasta los siglos XVIII y XIX, cuando sus supuestas hazañas comenzaron a inspirar a escritores, que las propagaron con rapidez e imaginación.
 
La leyenda de Isabel Báthory comenzó a extenderse de tal forma que en la actualidad no sabemos exactamente hasta qué punto su feroz ocupación criminal fue producto de un gigantesco morbo que se retroalimentó. Es aquí cuando se cimienta uno de los mitos más conocidos sobre Isabel Báthory: su costumbre de bañarse en la sangre de muchachas para mantener la juventud y belleza. 

El canibalismo, todo tipo de tendencias lésbicas y sádicas, así como la promiscuidad sexual a edad muy temprana, entre otras desviaciones, hicieron acto de presencia. Sin embargo, la vampirización de Isabel Báthory fue más temprana, ya que la zona de donde ella procedía siempre tuvo (y tiene) un rico y activo folklore respecto a lo que a estas criaturas se refiere. De hecho, históricamente, los turcos tildaban a los húngaros de vampiros. No es difícil atisbar en esa conjunción de sangre, engañar el paso del tiempo y Transilvania, la inspiración que llevó a Bram Stoker a unir todas esas referencias con las del belicoso príncipe de Valaquia Vlad Tepes (transilvano de nacimiento) para crear su Drácula

Una de las primeras referencias que encontramos sobre ella es en la obra Tragica Historia (1729) del jesuita László Turóczi, pero es el poema de Taylor Coleridge, Christabel (1800), el primero que recoge el legado de la condesa Báthory Nádasdy para crear una obra literaria original. La figura vampírica femenina, subyugadora, demoníaca y sobrenatural, que despierta en la protagonista emociones y sentimientos de nítida ambigüedad sexual y moral. Lo volvemos a encontrar, de nuevo, en el Carmilla de Sheridan Le Fanù.

Esta “sensualización” perversa y pasional que acompaña a lo vampírico en nuestra visión actual del fenómeno, hunde sus raíces en la figura legendaria de Isabel Báthory. En el mundo del cine está, por ejemplo la maravillosa Ingrid Pitt, encarnación sublime en celuloide de la condesa húngara, incluso en nuestro país tenemos La Novia Ensagrentada de Vicente Aranda. 

Pero el impacto cultural de la condesa húngara también lo vemos en otros medios afines, de manera abundante, como la música, videojuegos, merchandising de todo tipo o el mundo del cómic. Existe una ópera escrita por un descendiente suyo, Dennis Báthory-Kitsz, que se suele representar en Londres y que este año va a saltar el charco y estrenarse en Estados Unidos. Y cómo no, en el mundo del metal, del black metal y demás sonidos góticos, donde encontramos a la banda sueca llamada como el apellido de la condesa, Báthory, homenajes directos en discos de Cradle of Filth, Venom o Kamelot. Isabel Báthory es un recurso habitual en las bandas de estos géneros musicales, sobre todo haciendo hincapié en su leyenda sangrienta y sádica. Y ya que hemos nombrado el cómic, imprescindible mencionar la serie Elizabeth Báthory del cordobés Raúlo Cáceres, adaptación libre de este personaje histórico en clave gore y porno.

Sin embargo, regresemos con nuestra protagonista. El primer esfuerzo por describir la psicología de Isabel Báthory, aunque fuera basándose más que en los hechos en la propia leyenda, provino de la poetisa francesa Valentine Penrose, escritora pertenecía al círculo surrealista de André Breton y Paul Éluard. Fue valiente su decisión de profundizar e ir más allá de los crímenes, aunque no les restó precisamente protagonismo.

En su novela gótica La Condesa Sangrienta (1966) narra desde la niñez, la vida de Isabel Báthory hasta su muerte. Aclarar que se trata de una novela, no una biografía, aunque introduzca datos biográficos verdaderos, siendo su objetivo centrarse en la mente y vida de la dama. En ella nos presenta a una Isabel Báthory víctima y verdugo a la vez. No la justifica, pero sí hace comprender el contexto en el que surgió el monstruo o la loba, y cómo se vio arrojada a las fauces de su propia perversión como escapatoria de un mundo que la constreñía.

Penrose nos relata que fue una mujer muy inteligente, instruida para su tiempo, pero con la gran desventaja de ser mujer. Se resalta sobre todo su belleza, caracterizada por una radiante palidez (aunque hay que dejar claro que era debido a que las nobles húngaras no acostumbraban a maquillarse, así que se veían más lívidas comparadas con otras nobles austríacas o venecianas). Como la mayoría de las jóvenes nobles, fue tratada como un objeto de transacción entre sus padres y los de su futuro esposo, el conde Ferenç Nádasdy, a la que fue prometida con once años. Fue trasladada al castillo de su prometido para ser educada por la que iba a ser su suegra, que la adiestró para que llegara a ser la perfecta esposa de su hijo. 

Así que madura en una atmósfera de barbarie y crueldad donde se atropellaba la autonomía de las personas, enfermando de lo que muchos han considerado el mal más común del siglo XVI (aunque en realidad es la enfermedad de cualquier época en la que domine el autoritarismo): la melancolía, la melaina kolé, atra bilis, lo que en esa época también significaba estar poseído por el demonio, la enfermedad de Satán, del planeta Saturno.

Aunque sabía leer, sólo le permitían tener acceso a libros religiosos o épicos. Estaba destinada a la simple procreación y su carácter se fue haciendo cada vez más huraño. Se rebelaba frente a una vida que no consideraba suya y que le obligaban a representar. Pero no fue, casualmente, hasta después de la muerte de su marido, que no comenzó su escalada homicida. Antes su comportamiento sádico y brutal no destacaba frente al de su propio marido, que incluso la adiestró en nuevos métodos de castigo como abandonar completamente desnudo (o desnuda) al “causante” en los bosques untado por completo de miel para ser atormentado por los insectos o detectado por otro tipo de predadores.

Así que tras el famoso incidente donde una sirvienta torpe tuvo problemas con la cabellera de la Báthory, propinándole ésta un soberano guantazo que hizo brotara sangre y salpicara su mano; Isabel quiso ver que su piel había quedado más tersa y suave, desatándose así el frenesí por la sangre que la llevó a cotas inimaginables de crueldad y salvajismo. No lo hace sola, pues se hace acompañar, a parte de por unos cercanos leales lacayos, por la sempiterna figura de la bruja (cómo no) que la inicia en las artes malignas: Darvulia. Y no es hasta que, volviéndose imprudente matando muchachas nobles de la región, es cazada.

La crueldad de Isabel Báthory no fue sólo su rebelión y venganza, sino también su particular modo de adaptarse a las circunstancias. El concepto del mal en su contexto se relativiza y la brujería aparece como la manifestación de una fuerza que se rebela ante el poder opresor. En la sangre de las víctimas Isabel Báthory reencontraría aquello que le había sido arrebatado, su propia vida. Lógicamente se negaba a envejecer ya que implicaba dejar de ser hermosa perdiendo así la única forma de poder a la que había tenido acceso.

Pero, ¿qué lectura histórica se debería hacer realmente sobre esta mujer? Porque las dudas que surgen son más que razonables.

Aclaremos en primer lugar que, al morir su marido, Isabel Báthory quedó como una de las mujeres más poderosas de centroeuropa, con una gran cantidad de riquezas, patrimonio y poder temidos y deseados por muchos, entre ellos el católico rey de Hungría y futuro Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Matías II, un Habsburgo y linaje rival de la casa Báthory. Isabel carecía de ejército, lo que podía facilitar ciertas maniobras, pero por otro lado el rey de Polonia Esteban I seguía siendo su tío carnal.

Es innegable que era un bocado apetitoso y una mujer en pleno Renacimiento también. No hay que olvidar que fue en esa etapa histórica cuando más brujas se quemaron. Hay que contar también con la recalcitrante misoginia que vinculaba directamente brujería con mujeres y cualquier peculiaridad o desviación en el carácter era síntoma inequívoco de ser bruja. Sólo hay que poner de ejemplo la obra Melleus Malleficarum (El martillo de las brujas) de los dominicos Heinrich Kramer y Jakob Sprenger, en la que sostenían que la brujería era más natural en las mujeres que en los hombres a causa de la inherente maldad que, en sus corazones, las mujeres poseen. Ergo, Isabel Báthory era bruja.

Hubo irregularidades en el juicio, sus damas de compañía, no testificaron, la propia Báthory se negó a comparecer, amparándose en su título nobiliario, pero todos sus sirvientes fueron interrogados y sus lacayos más allegados condenados a muerte tras confesar. Tras el juicio, todos los testimonios, actas y edictos, la documentación en general del caso, fueron sellados durante un siglo evitando que nadie pudiera reabrir o revisar lo actuado. Sus descendientes fueron perseguidos y acusados de alta traición, incluso torturados.

Isabel Báthory fue emparedada viva en su propio castillo y, a pesar de que el rey Matías II pidió su ejecución (eso haría más rápido el traspaso de sus bienes y tierras a la Corona húngara), el alto linaje de Isabel Báthory y sus contactos, impidieron su decapitación, muriendo finalmente en 1614. Todo esto no indulta a Isabel Báthory, sólo plantea dudas razonables sobre la autoría de todos los crímenes que se le imputaron y que, de hecho, forman parte de su leyenda. 

Nadie niega que los nobles de la época tenían actitudes escasamente humanitarias hacia sus siervos, algo muy común desgraciadamente durante la Edad Media y siglos posteriores, y por ello, Isabel Báthory, desde nuestro punto de vista, fue una desalmada y cruel señora que seguramente torturó y mató a más de un sirviente... como hacían muchos nobles de la época. A los alrededores del castillo de Čachtice (actual Eslovaquia), residencia y tumba de Isabel, se la llama todavía la Puta Húngara. ¿Pero es cierta la fábula? Difícilmente lo llegaremos ya a saber.

Otros famosos serial killers
Liu Pengli (144 AC) China
Se le considera el primer asesino de masas de la historia de la humanidad. Pertenecía a la familia imperial, primo hermano del emperador Jing de la dinastía Han; hijo del príncipe Xiao de Liang; él mismo rey de Jidong. Era conocido por su soberbia y crueldad. Según el gran historiador Sima Qiang, mató aproximadamente a 100 personas. Como era su primo, el emperador Jing no pudo condenarlo a muerte, pero lo despojó de sus títulos y lo desterró a la región de Shangyong, en el interior de China.

Gilles de Rais (1404-1440) Francia
Heredero de uno de los grandes linajes de su país, mariscal de Francia y héroe de la Guerra de los Cien Años, Gilles de Rais aprovechó su riqueza y poder para torturar, violar y descuartizar a más de 200 niños. Finalmente se le acusó de pederastia, herejía y asesinato, siendo condenado a muerte. Se especula que sufría algún tipo de esquizofrenia que, unido a cómo presenció la muerte de su padre, su fanatismo religioso y profunda superstición, le llevó a cometer terribles crímenes de los que luego se arrepentía. Declaró no poder evitarlo por estar bajo el influjo de los astros. Su historia fue la inspiración para la creación del cuento Barba Azul (así se le llamaba a Gilles de Rais también) de Perrault.

Thug Behram (1765-1840) India
Cabecilla de la posiblemente primera mafia del mundo, la secta de Los Estranguladores y sangrientos seguidores de la diosa Kali, Thug Behram se calcula que estranguló sobre unas 125 personas con sus propias manos y unas 900 en colaboración de su fraternidad. Pensaban que con cada crimen retrasaban la llegada de la diosa Kali, aunque ello no era un obstáculo para el pillaje. La secta Thug a lo largo de 150 años asesinó y robó a más de 50.000 personas.
 
Henry Lee Lucas (1936-2001) Estados Unidos
Nacido y educado en una familia desestructurada, su madre era prostituta y su padre alcohólico minusválido (tenía amputadas ambas piernas), Henry Lee Lucas fue maltratado y vejado desde la más tierna infancia. Practicó la zoofilia en la adolescencia y pronto aprendió a relacionar sexo y muerte, pues degollaba al animal después de alcanzar el orgasmo. Junto a Ottis Toole, con el que formó un tándem macabro, viajaron por todo el país dejando un rastro salvaje de crímenes. Mató a su propia madre, practicó la pedofilia, necrofilia y necrofagia. Violó, descuartizó y no fue atrapado hasta que él mismo se entregó. Se le atribuyen unos 190 asesinatos, aunque pudieron ser muchos más.

Francisco García Escalero (1954) España
Conocido como el “asesino de mendigos”, Francisco García Escalero, como otros asesinos antes antes que él, sufrió una infancia difícil sumida en la pobreza y los malos tratos. Tenía tendencias suicidas que obligaron a internarlo en un psiquiátrico. Decía escuchar voces en su cabeza y mató a 15 personas en Madrid. Los acuchillaba y en ocasiones los amputaba, evisceraba o comía en parte para seguidamente intentar quemarlos. Actualmente se encuentra en el hospital psiquiátrico de Foncalent en Alicante.


Beatriz Erlanz*
(Artículo publicado en EL OJO CRÍTICO nº 71)
*Licenciada en filología clásica. Forma parte del equipo del programa radiofónico Dimensión Límite, donde se encarga de la sección “La tabla esmeralda”, en la que habla de literatura fantástica y heterodoxa. También dirige el blog Tabulaesmeraldina.blogspot.com. Fue directora del programa de radio Al Otro Lado del Espejo en Radio Mai y actualmente colabora con las revistas Enigmas y El Ojo Crítico (www.ojo-crítico.blogspot.com).

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Interesantísimo trabajo, como todos los de Beatriz Erlanz. Recomiendo su blog http://tabulaesmeraldina.blogspot.com.es/

manipulador de alimentos dijo...

que pasa en el este con la sangre :) un poco mas para alla estan los cárpatos no?
Bueno me ha gustado mucho, un saludo!

Unknown dijo...

Saludos, buena información pero habéis cometido un grave error, pues el retrato que aparece de primero en el texto y que es una mujer de vestido rojo y sentada, esa no es Erzebeth Bathory, sino Lucrezia Paciatichi una Nobel italiana que nada tiene que ver con la sórdida Bathory, no se porque comenten este tipo de errores, debéis buscar mejor, para así no confundir a una mujer noble con una infame como la condesa Bathory. ¡Saludos!

Unknown dijo...

quisiera saber a que corriente es la condesa sangrienta y que teoria pertenece