sábado, 29 de agosto de 2009

Historia del espionaje español

¿Desde cuando existe el espionaje español? ¿Cuál es la historia de los servicios secretos de nuestro país? EL ARCHIVO DEL CRIMEN A ha entrevistado a diferentes agentes de inteligencia, así como a directores de servicios secretos españoles e historiadores del espionaje, y esta en disposición de reconstruir la evolución de los servicios de inteligencia españoles en los últimos 3 siglos…

Redes de informadores al servicio de la corona española, coordinados por hábiles expertos en inteligencia; intrépidos agentes infiltrados tras las líneas bonapartistas o árabes, ocultos por una identidad fictícia; hombres y mujeres de acción, dispuestos a arriesgar su vida por obtener información útil para el Reino de España… No, no son personajes de ficción ni recursos de un guión cinematográfico. La discreta historia del espionaje español nos ha obsequiado con personajes, y operaciones de inteligencia, que nada tienen que envidiar a las novelas de Ian Fleming. Una apasionante historia, la de los servicios secretos españoles, que se remonta muy atrás en el tiempo.

Antes de su reconversión en el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI), el anterior Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) exponía en su página web oficial una breve historia del espionaje español, que se iniciaba en fecha tan tardía como 1935:

“El primer intento de creación de un Servicio de Inteligencia en España se remonta a 1935, cuando el gobierno de la Segunda República se planteó la conveniencia de articular un Servicio de Información dependiente del entonces Ministerio de la Guerra. La vida de este Servicio fue, sin embargo, muy corta y su actividad prácticamente nula. El estallido de la Guerra Civil, con el consiguiente colapso de la maquinaria burocrática estatal, puso punto final a esta primera experiencia, que no llegaría a desarrollarse plenamente. Durante la contienda (1936-1939), cada uno de los bandos enfrentados intentó recomponer sus respectivos sistemas informativos, volcados entonces en el devenir de la guerra. Este hecho, unido a la improvisación y descoordinación que imponían las circunstancias, llevó a cada uno de los contendientes a crear multitud de órganos de información que intentaban cumplir sus misiones de modo independiente”.

Según continuaba afirmando el CESID en su página web oficial. Tras la Guerra Civil, y sigo citando textualmente:

“...llegaron a contabilizarse en España hasta ocho servicios de información diferentes con una preocupante indefinición de sus respectivos ámbitos de competencia, que provocó frecuentes duplicidades. Teóricamente, al menos, sus actividades venían justificadas por su especialización inicial; pero al no existir ninguna disposición que ordenara el conjunto, ni autoridad superior que se encargara de su coordinación, hubo de hecho una tendencia general de todos a abarcar la totalidad del panorama informativo. Algunos de dichos servicios, mayoritariamente volcados en la información interior, fueron:

“- Servicio de Información del Movimiento. Se ocupaba de la información política en todo el territorio del Estado y estaba encuadrada en ls Secretaría General del Movimiento Nacional.
“- Servicio de Información de la Dirección General de Seguridad. Se ocupaba de la investigación de los entonces denominados político-sociales, en colaboración con el Servicio de Información de la Guardia Civil.
“- Servicios de Información del Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire. Se denominaron también Segunda bis y estaban adscritos a las Segundas Secciones (Inteligencia) de los respectivos Cuarteles Generales.
“-Servicios de Inteligencia Exterior y Contrainteligencia. Dependientes de la Tercera Sección (Operaciones) del Alto Estado Mayor.
“Este panorama se modificó a finales de los años 60 como consecuencia de una solicitud del Ministerio de Educación al Alto Estado Mayor para que se diseñase una operación destina a controlar la actividad estudiantil conflictiva . Tal iniciativa dio origen, en 1968, a la Organización Contrasubversiva Nacional que se institucionalizó vinculada a Presidencia del Gobierno en 1972 mediante del Servicio Central de Documentación (SECED)”

Sin embargo, y como ocurre frecuentemente en el campo del espionaje, analistas independientes, historiadores y periodistas, difieren de la “versión oficial” emitida por los órganos de inteligencia, y sitúan el origen del espionaje español mucho antes de la guerra civil.

Protohistoria del espionaje español
En su voluminoso ensayo “Servicios Secretos” (Plaza y Janés, 2000), Cernuda, Barnavio y Jauregui situan la protohistoria del espionaje español en la Guerra de la Independencia (1808-1814), en algunos intentos de utilizar la inteligencia, de la resistencia española contra las tropas de Napoleón. “La Junta Suprema Gubernativa del Reino, con residencia en Cádiz, sintió la necesidad de crear unos canales inormativos con una doble vertiente: conocer de alguna manera los planes y movimientos del enemigo y coordinar juntas provinciales, núcleos del ejército regular incomunicados entre si. Para ello fue comisionado Eusebio Bardaxi, superintendente general de Correos y Postas de España e Indias, quien tejió una red de “delegados de zona” en territorio ocupado por los bonapartistas. Un elevado número de ellos trabajaba de alguma manera para el servicio de Correos y Postas y así podían interceptar envíos de correspondencia e informarse de las intenciones y operaciones enemigas”.

Sin embargo otros autores tan prestigiosos como Domenec Pastor Petit, el espiólogo más importante de Europa y autor de más de 60 libros sobre la historia del espionaje, han encontrado ejemplos de espías españoles, anteriores incluso a la invasión napoleónica. De hecho Pastor Petit es concluyente al afirmar para EL ARCHIVO DEL CRIMEN : “El mejor espía español de todos los tiempos es muy anterior al servicio de información de Bardaxi. Fue Domingo Badía, alias Ali Bey”.

Domingo Badía fue una especie de 007 al servicio de su Majestad Carlos IV, que se infiltra en los países árabes, bajo la identidad de un falso príncipe abasí, hasta llegar a convertirse en el primer occidental que viaja a la Meca y presenta un informe detallado sobre la ciudad santa del Islam. Domingo Badía forma parte de una serie de superespias españoles del siglo XIX, como el agente Van Halen, Aviraneta o Ramón Carranza, cuyas aventuras nada tienen que envidiar al ficticio James Bond.

Sin embargo, y como bien matizaba el CESID en su página web oficial, la historia de un servicio secreto español, organizado y estructurado como un servicio de espionaje convencional, no se inicia hasta bien entrado el siglo XX. Y había dos buenas razones históricas para que España se despabilase en la organización de su servicio de información: la guerra civil española, y la Segunda Guerra Mundial.

SECED, el precursor de La Casa tiene su más remoto origen, posiblemente, en el General Carlos Masquelet Lacaci, al mando de la Sección del Servicio Espacial (SSE) creado en 1932 tras la reforma del Estado Mayor Central del Ejército, para intentar adecuar la inteligencia española a los organismos europeos similares. El SSE tendrá un desarrollo importante en Marruecos, donde llega a constituir cuatro oficinas en Tanger, Larache, Ceuta y Melilla. Y como ocurriría posteriormente con el Circulo 30, o el SIMP, el espionaje español de la guerra de Marruecos, la guerra civil, o la Segunda Guerra Mundial, conocería las misiones secretas de nuevos agentes como la seductora Margarita Ruiz de Lihory, o el intrépido Garbo, que merecen por méritos propios un lugar destacado en la historia del espionaje.

Tras la Segunda Guerra Mundial el incipiente espionaje español estaría muy influenciado por sus alianzas con el Tercer Reich, no en vano España se convirtió en uno de los receptores de nazis huidos tras la derrota o en el intermediario de su fuga a América Latina. Y personajes como Angel Alcazar de Velasco, a quien EL ARCHIVO DEL CRIMEN también pudo entrevistar antes de su fallecimiento, escribieron también algunas páginas importantes sobre la historia de los servicios de inteligencia en España.

Después llegaron las influencias extranjeras, y la CIA primero, y el Mosad después, dejaron una huella importante en la formación y adiestramiento de los espías españoles. Pero hay que esperar a los años 70 para ver constituido el primer servicio secreto español oficial e independiente. Con la formación del Servicio Central de Documentación (SECED) fundado por el Almirante Luis Carrero Blanco, y dirigido por el Comandante José Ignacio San Martín –que ya en 1968 había recibido el encargo de crear un Servicio de Inteligencia contando con una red de más de 300 antenas, y que posteriormente sería condenado por su participación en el 23-F-, se inicia la época moderna del espionaje español.

Según explicaría posteriormente el mismo San Martín, en su fundamental libro “Servicio Especial” (Planeta, 1983) los objetivos e intereses del servicio secreto español de finales de los sesenta y principios de los setenta tenía prioridades muy diferentes a los servicios anteriores al SECED. Y sin duda la unidad de contraterrorismo seria ya entonces, como lo es ahora, el caballo de batalla mas importante del espionaje español.

Grapo, Comandos Autónomos, Terra Lliure o ETA se conviertieron pronto en los objetivos más importantes de nuestro servicios secretos. Y no es para menos. Los terroristas habían declarado la guerra al estado español y, por supuesto, a sus servicios de información. Tanto es así que el 20 de diciembre de 1973 el mismo fundador del SECED, el Almirante Carrero Blanco, muere en un atentado de ETA: la operación Ogro. Este magnicidio probablemente fue la operación terrorista de ETA más influyente en toda su historia. Aunque no fue la primera ni la última vez que lo intentaban, si fue la única ocasión en que los terroristas vascos conseguían acabar con un jefe de Estado español. Y el interés del SECED de San Martín por el terrorismo continuó con los sucesivos directores del Servicio Central de Documentación: Juan Valverde con el gobierno de Arias Navarro, y Andrés Cassinello, con Adolfo Suárez.

CESID, CNI y la comunidad de inteligencia
La lucha antiterrorista ayudó a formar, humana y tecnológicamente, al servicio secreto español, que en 1977 da un nuevo salto histórico. El SECED deja paso al Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), el primer servicio secreto de la nueva España democrática. Donde termina el monopolio de los militares, y policías e incluso civiles, pueden entrar en las filas del espionaje español. el 4 de julio de 1977, según consta en el Boletín Oficial del Estado de esa fecha, nace el nuevo Servicio Secreto español. El 4 de noviembre de ese año, de nuevo el Boletín Oficial del Estado aporta nuevas informaciones sobre el ámbito de actuación de nuestro Servicio Secreto. Dice así:

“Uno: El Centro Superior de Información de la Defensa será el órgano encargado de obtener, evaluar, interpretar y facilitar al titular del Departamento cuanta información sea necesaria o interese a la Defensa Nacional, atendiendo prioritariamente a las necesidades de la Junta de Jefes del Estado Mayor. Dos: Su titular será un oficial general con categoría de director general y dependerá directamente del ministro.Tres: El Centro Superior de Información de la Defensa se articulará en la forma que establezca por orden específica. Cuatro: Quedan excluidas de las competencias a que se refiere el punto uno de este artículo las actividades informativas específicas que corresponden a la Junta de Jefes del Estado Mayor y Estados Mayores de los Ejércitos, asumiendo las restantes, así como aquellas que , siendo propias de la Defensa, venían siendo ejercidas por el Servicio Central de Documentación de la Presidencia del Gobierno.”

Y con objeto de cumplir con las atribuciones que enuncia en BOE, el CESID, que es ya un servicio secreto adulto y maduro, tiene la potestad de utilizar todos los recursos contemplados por la Ley. Para ello, además de los funcionarios fijos en nómina –que según Francisco Medina, autor de “Las Sombras del Poder” (Espasa Calpe, 1995) oscila entre las 2000 y 3000 personas-, el CESID utiliza toda una larga lista de colaboradores tanto puntuales como habituales. Esos colaboradores se nutrirían de los 1.400 millones de pesetas destinados a los polémicos “Fondos Reservados”, extraídos de los 5.669.074.000 pesetas que destinarían los Presupuestos Generales del Estado (cifras de 1994 según Medina), al CESID. Entre esos colaboradores, habituales o esporádicos, se encuentran, como apunta Pilar Urbano en “Yo entré en el CESID” (Plaza y Janés, 1997): “confidentes, informadores ocasionales, agentes dobles, antenas destacadas en el extranjero, sensores activos en puestos de interés: la azafata de tierra de ciertas aerolíneas; el chofer de un importante banquero capaz de pagar el precio que sea por una información altamente comprometedora; la mujer que limpia la sala de cifra de una embajada; un vendedor de agua y conservas en la carretera de Bagdad a Amán, durante la guerra del Golfo; la pinche de cocina en un batxoki cerca de Ermua; el jordano amigo que asiste a la mezquita de Francos Rodríguez con asiduidad de “beato” fundamentalista, y allí se entera bien de que nuevos comandos terroristas palestinos llegarán mañana y pasado mañana en barco, de Orán a Alicante; la pintora de rincones típicos que, desde el observatorio privilegiado de su lienzo y su caballete, controla cuándo entran o sales de tales puntos de reunión ciertos vendedores de armas, o ciertos narcos; el camarero de restaurante de cinco estrellas que atiende las mesas de los comedorcitos reservados, y no pierde ripio de algunos almuerzos de negocios en los que se sustancian blanqueos de dinero. La portera. La encargada del un catering de cócteles y cenas frías a domicilio. Las jóvenes universitarias contratadas como doncellas ocasionales por ese catering de cócteles y cenas frías a domicilio. Los electricistas, fontaneros, cerrajeros, persianeros y demás reparadores de averías domésticas en festivos y fines de semana, llámenos: iremos al instante... Hasta esos cartoneros de la noche, que van de portal en portal con su camión desvencijado recogiendo cajas y papel de desecho de algunas oficinas, han sido y siguen siendo informadores del CESID”. En definitiva, cualquiera que pueda aportar información, puede ser útil.

Toda esa basta pléyade de colaboradores se clasifica, según plantea Fernando Rueda en “La Casa” (Temas de Hoy, 1993) en cuatro tipos: “el asesor, que proporciona conocimientos técnicos sobre campos de la información como economía, la electrónica, la resistencia de materiales y los idiomas; el técnico, que desempeña un papel activo en acciones operativas concretas; el influyente, que utiliza su posición en relación con acontecimientos que puedan interesar al servicio, y que son aristócratas, embajadores, directores de empresa o dueños de conocidas discotecas que prestan su colaboración por las ayudas que puedan recibir como compensación; y el gestor, que proporciona alguna cosa para una operación concreta, por ejemplo un domicilio para una base de escuchas o el acceso a un local privado”. Es el CESID de Juan Alberto Perote, de Javier Calderón, de Emilio Alonso Manglano, del General Mariñas, etc… Y el CESID del aperturismo y transparencia, aparente, que llegó a organizar cursos de verano en la Universidad Complutense, invitando a responsables de otros servicios secretos del mundo. Algo insólito en la historia del espionaje español.

Las cosas no han cambiado mucho en el actual Centro Nacional de Inteligencia (CNI), heredero del anterior CESID. Un “Organismo público responsable de facilitar al Presidente del Gobierno y al Gobierno de la Nación las informaciones, análisis, estudios o propuestas que permitan prevenir y evitar cualquier peligro, amenaza o agresión contra la independencia o integridad territorial de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus instituciones”, según el dice el artículo 1 de la Ley 11/2002. Y que agrupa actividades que en otros países están separadas en dos o más Servicios de Inteligencia. Esto permite que la coordinación e intercambio de inteligencia entre ámbitos complementarios sea ágil y completa, a la vez que se optimizan los recursos. En este sentido, el CNI funciona bajo el principio de coordinación con otros servicios de información del Estado. Y, aunque todavía se mantienen ciertas suspicacias profesionales, probablemente presta mas atención que ninguno de sus predecesores a los otros servicios de información policiales o militares, intentando construir una “comunidad de inteligencia” mas ágil y efectiva que nunca antes en la historia.
Manuel Carballal


La comunidad de inteligencia

El servicio secreto y el espionaje, que en casi todos los países del mundo está bajo el control del Ministerio de Defensa, no es el único servicio de información en un país. España no es una excepción. El Decreto de Ley 11/2002 establece que la Comunidad de Inteligencia española se puede dividir en tres bloques:
- El CNI donde se incluye la Oficina Nacional de Seguridad y el Centro Criptológico Nacional.
- Inteligencia Interior, coordinadas por un mando unificado y en materia antiterrorista por el CNCA
- Inteligencia Militar: el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas integrado en el Estado Mayor de la Defensa y las divisiones de inteligencia de lo ejércitos de mar, tierra y aire.
A los departamentos de información militar hay que añadir los servicios de información del Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil, el Servicio de Vigilancia Aduanera y de las policías autonómicas: Ertzantza, Policía Foral de Navarra y Mossos d`Escuadra, especialmente activos en materia antiterrorista en los últimos años.


Estructura de la inteligencia en España



Estado Mayor del Ejército de Tierra
Centro de Inteligencia y Seguridad del Ejército de Tierra
Estado Mayor Operativo de la Armada
Sección de Inteligencia
Estado Mayor del Ejército del Aire
División de Información

miércoles, 26 de agosto de 2009

Antonio Hortelano: sacerdote católico y espía


«Soy espía y no lo niego», reconoce a sus 90 años sin rubor. Y lo cierto es que, según revela a Crónica, perteneció a los servicios secretos vaticanos, fue miembro del Mossad israelí, quiso ficharlo la CIA y estuvo detenido por el KGB. Parece el retrato de un 007, pero Antonio Hortelano es un religioso redentorista, especialista en Moral y con un extraordinario recorrido evangelizador a sus espaldas. Y una historia de película. Porque el cura espía vivió de cerca, directa o indirectamente, todos los grandes acontecimientos de los últimos tiempos y se codeó con los grandes personajes que han pasado o pasarán a la Historia. Desde Golda Meir o Moshe Dayan a Salvador Allende o monseñor Romero. Y, por supuesto, los papas de las últimas décadas.

Pelo blanco, nariz aguileña («de judío», dice con orgullo), encorvado por el peso de los años, el padre Hortelano sigue conservando una mente absolutamente lúcida, una gran capacidad dialéctica y pedagógica y unos ojos azules que las vieron de todos los colores. Hasta la radiografía de su propia muerte, que le diagnosticaron hace unos meses, de improviso. «Como llegaba de México, me llevaron al Carlos III y me hicieron todo tipo de análisis para ver si tenía la gripe A. Cuando terminaron, el médico me dijo: 'Tengo que darle dos noticias. Una buena y otra mala. La buena es que no tiene la gripe A. La mala, que tiene un cáncer de pulmón en fase terminal'». Pero hasta eso asume con una enorme dignidad. «Me muero. Me quedan unos dos meses de vida. Pero no he querido quimio ni radio. Sólo cuidados paliativos».

-¿Sin miedo a la muerte?

-Ninguno.

-¿Por qué?

-Porque tengo fe y creo en el más allá.

-¿Cómo le gustaría morir?

-Con una sonrisa en los labios.

-¿Y de epitafio?

-La frase de Zubiri: «Pienso, luego existo y existo, no colgado de la nada, sino de Dios».

Son las 10 de la mañana del miércoles 29 de julio. El padre Hortelano nos recibe en su habitación del convento redentorista de la calle Félix Boix de Madrid. Un cuarto pequeño y tan humilde como el de un monje. Una camita a la izquierda, una mesa de escritorio, llena de libros; dos estanterías y una puerta que da a un servicio, también pequeño. Huele a desprendimiento y austeridad. Se sienta en su sillón, se pone su mantita en las rodillas y se prepara para anticiparnos parte de un libro de memorias que ya está casi terminado. Se va a titular El abuelete.

-Un título poco comercial.

-Sí, pero como voy a contar en él cosas duras, prefiero revestirlo de un halo de ternura. Como algo entrañable y familiar.

-Su testamento.

-Mi verdad y una mirada a lo mucho que he vivido.

En general, el padre Hortelano dice no tener mucho de qué arrepentirse. «A veces, no he tenido demasiadas vivencias religiosas y, en ocasiones, he sido egoísta y muy terco». En cualquier caso, no teme al juicio de Dios en absoluto. «Dios cuenta con eso. Pronto llegaré ante él y le diré: 'Aquí está Antonio reportándose'». Además, en su vida también hubo infinidad de cosas buenas. «De lo que más orgulloso me siento es de lo que he trabajado por los demás».

Una vida entregada y repleta de penas y tristezas, como corresponde. Al echar la vista atrás, recuerda que nació en el número 80 del paseo de Colón de Irún. «A 500 metros de donde vivíamos estaba Francia». En el seno de una familia acomodada. De las fuerzas vivas del pueblo. «Mi abuelo materno, Antonio, murió a los 96, siendo el farmacéutico más viejo de España». A los 7 años, la familia de Antonio se traslada a Madrid. «Mi padre tenía leucemia y mi madre pensaba que en Madrid sería más fácil atenderlo. Le dieron un tratamiento de rayos X y fue un éxito para aquella época, pues duró hasta principios de 1931».

Y en Madrid vivió, de niño huérfano, la época de la República. «En el instituto, donde fui compañero de Fernando Fernán Gómez, los jóvenes católicos llevábamos una cruz en la solapa y los rojos, un diablo con cuernos y rabo». Después vino la Guerra Civil y en su casa, se celebraban «eucaristías clandestinas con el padre Ibarrola».

El padre Hortelano echa pestes de Rafael Alberti: «Metía a los prisioneros en cabinas de teléfonos con las paredes electrificadas con alta tensión». Y de Santiago Carrillo, que mandó fusilar a su tío. En cambio, alaba «la genialidad estratégica de Franco».

Excelente estudiante, Antonio Hortelano profesa en los redentoristas el 24 de agosto de 1939. Y con sus extraordinarias dotes humanas y religiosas, pronto se convierte en una de las estrellas de la congregación. Alto, delgado y bien parecido, con sus gafas de pasta, parecía intelectual. Y lo era. Brillante, dicen que hablaba muy bien, que predicaba mejor y que daba clases como los ángeles. «Siempre fui muy popular entre los alumnos, porque, en mis clases, nunca leía. Siempre era esquemático, corto y creativo». Y, encima, sabía seis lenguas. Entre ellas, el alemán a la perfección.

ESPÍA DEL VATICANO

En la Curia romana se fijaron en él y entró a formar parte de los servicios secretos vaticanos. «Con misiones especiales y de una forma eventual», dice. Pero la verdad es que el propio cardenal Montini, entonces secretario de Estado del Vaticano y futuro Papa Pablo VI, le encomienda muchas misiones especiales. Un día le llama al Vaticano y le dice: «Sospechamos que el cardenal Mindszenty de Budapest ha sido drogado y, por eso, ha hablado por radio a la población a favor del comunismo. Queremos mandar orientaciones a los responsables de la Iglesia. Sabemos que es valiente y arrojado y quiero saber si podemos contar con usted para esta misión».

Aceptó de mil amores, a pesar de los riesgos que corría. Viajó con pasaporte italiano a la Hungría comunista y cumplió su misión. Pero cuando va a coger el tren de vuelta a Viena, lo detectan los espías del KGB, lo detienen, lo someten a un interrogatorio de horas y lo acusan de espionaje. Pero, a las 48 horas y «tras tocar los palillos adecuados, me soltaron y pude regresar». Los palillos son el Vaticano e Israel, los dos Estados para los que trabajaba.

-He trabajado incluso más con el Mossad que con el Vaticano.

-¿Por qué con los judíos?

-Se ve claro en mi cara: soy descendiente de judíos.

-¿Se casa bien el sacerdocio católico con el ser un espía judío?

-Perfectamente. Jesús fue judío de raza y de religión. Y nunca se salió del judaísmo. No se puede ser cristiano sin ser judío.

A través de Roma y del Mossad recibió información privilegiada. Mucha y muy abundante. Cuenta, por ejemplo, que el almirante Canaris, jefe del espionaje de Hitler, era «descendiente de judíos sefarditas expulsados de España en 1492, que se refugiaron en Salónica. Se infiltró en los servicios secretos alemanes y le dictó a Franco la estrategia a seguir en el famoso encuentro con Hitler en Hendaya».

Un encuentro del que también tiene información privilegiada. Por el Mossad y porque el traductor que acompañaba a Franco, Antonio Tovar, era amigo íntimo de los Hortelano. Canaris había convencido a Franco de que «sería un desastre para todos que Hitler ganase la guerra, y le aconsejó lo siguiente: 'Usted dígale amén a todo, pero pídale lo que no tiene. Es decir, cañones de costa para defenderse de los ingleses, petróleo y alimentos. Como es muy orgulloso, no le dirá que no lo tiene, pero no lo obligará a entrar en la guerra'. Y Franco, con esa estrategia, nos salvó de la guerra».

Para hacer frente al comunismo que amenazaba con extenderse por toda Europa y, sobre todo, a Latinoamérica, Hortelano se dedica a «aprender las técnicas subversivas». De la mano del ex agitador francés G. Sauge. A su lado, se infiltra en las juventudes comunistas alemanas y austriacas y vive, en París, la revolución de mayo del 68, donde conoce al que después sería cardenal de París, Jean-Marie Lustiger, el primer purpurado católico de origen judío.

Por sus contactos descubre, asimismo, que, «para conquistar Latinoamérica, los soviéticos iban a aplicar la teoría de Gramsci: ni bombas ni elecciones, sino infiltraciones en la Universidad y en la Iglesia. Y de ahí nace la Teología de la Liberación».

-¿Una teología marxista?

-En la Teología de la Liberación hay gente buena, como el cardenal Pironio o Helder Cámara. Pero otros, como Hugo Assman, son totalmente marxistas y partidarios de la lucha armada.

-¿Y Gustavo Gutiérrez, el llamado padre de esa teología?

-Cambió y ahora somos amigos.

-¿Y Leonardo Boff?

-Es un bluf, que preconizaba el comunismo científico.

Una idea muy extendida entre las bases católicas más comprometidas. Cuenta el Padre Hortelano que una vez se le acercó una monja en Bolivia y le dijo: «Los problemas de Latinoamérica se arreglan con la Biblia en una mano y con la Biblia en la otra». Y el religioso le contestó: «Cómo se nota que no ha estado usted en la guerra, porque la metralleta hay que agarrarla con las dos manos y no queda mano libre alguna para la Biblia». Y, tras la anécdota, concluye: «es encomiable la opción por los pobres de la Teología de la Liberación, pero su pecado ha sido coquetear con el comunismo y la violencia».

Por tenerlo así de claro, lo quiso fichar la CIA. «El jesuita Veeckmans se me acercó para contratarme para la CIA con un importante sueldo. Pensaron que era el candidato ideal para denunciar a los teólogos radicales. Mandé a la CIA por el tubo de desagüe, con lo que me gané muchos enemigos». Eso sí, pasó más de 30 años paseándose por Latinoamérica, uno de los principales teatros de operaciones del cura espía. Y participando en todos los grandes acontecimientos del continente.

Vivió, por ejemplo, todo el proceso que condujo al asesinato de monseñor Romero, obispo de San Salvador. «Había dos candidatos para el arzobispado salvadoreño: Rivera Damas, abierto, y Romero, conservador. Roma eligió al conservador, que pronto se pasó con armas y bagajes a la izquierda». Además, «sus misas se convirtieron en auténticos mítines revolucionarios contra el gobierno militar y por eso lo mataron».

De ahí que Hortelano crea que monseñor Romero «nunca será canonizado». Y añade: «Como tampoco subirán a los altares Ignacio Ellacuría y sus compañeros jesuitas de la UCA. Demasiada política de por medio».

Hortelano estuvo en Chile desde la llegada de Allende al poder hasta su derrocamiento y asesinato. Recuerda que a su toma de posesión «llegaron Castro y los demás dirigentes de la izquierda marxista leninista del continente». El redentorista español, sentado al lado del cardenal Silva Henríquez, carismático arzobispo de Santiago de Chile, le comentó:

-Monseñor, debe de ser muy interesante ser cardenal de Santiago en estos momentos.

-Ojalá, padre Hortelano, no lo fuese tanto. Replicó el purpurado.

El cura español sostiene que «el Chile de Allende se fue convirtiendo en el imán de todos los revolucionarios del continente y, cuando estalló el golpe de Pinochet, mi impresión es que el 70% de los chilenos estaba a favor. Eso sí, creían que los militares iban a poner orden y se irían, pero se instalaron en el poder, tras cometer muchas atrocidades». Estuvo en el estadio «donde había más de 5.000 personas detenidas» y recuerda que, en medio de la atroz dictadura, «la Iglesia fue la voz de los que no la tenían y organizó la Vicaría de la Solidaridad, presidida durante un tiempo por mi alumno el sacerdote Juan de Castro».

Hortelano se relacionaba con todos los bandos. Tanto civiles como eclesiásticos. Fue amigo de Camilo Torres, el cura revolucionario colombiano. Pero también tuvo trato con dictadores como Fujimori o Videla. «Un día, el entonces presidente de la Junta Militar argentina asistía a una boda que celebraba yo y se acercó a comulgar. En el convite me tocó a su lado y le pregunté a bocajarro»:

-Presidente, ¿cómo se atreve a comulgar?.

-No sea ingenuo, padre Hortelano. Si Rusia ataca con bombas atómicas, Estados Unidos responde con bombas atómicas. Si los montoneros nos atacan con el tiro en la nuca, nosotros les respondemos con el tiro en la nuca. Ustedes, en cambio, dentro de 30 años seguirán soportando a los asesinos de la ETA con el tiro en la nuca.

-¿Qué haría usted para acabar con ETA ?

-Cinco por uno, incluidas mujeres y niños y el embargo de sus bienes.

Como cura que es, el padre Hortelano no está de acuerdo con el cinco por uno de Videla. Pero propone una «receta» cuando menos sorprendente para acabar con la banda terrorista: «Llevaría a todos los presos de ETA a Fuerteventura. Nada de acercamientos. Y si la banda comete atentados materiales, los presos aislados a agua y bananos. Y si mata a alguien, a pan y agua durante cuatro meses».

Hortelano admira a los vascos. Aunque dice que él es un «vasco cósmico», asegura que el pueblo vasco «siempre ha sido un pueblo triunfador, hasta que perdió las guerras carlistas». Pero se muestra muy crítico con los obispos vascos y con la Iglesia católica del País Vasco. «ETA la fundó la Iglesia. Y, tras tantos años de terrorismo, es lamentable que no haya muerto ni un solo cura. Mientras ETA no mate a un cura, no creo en los curas ni en los obispos ni en la jerarquía vasca». Lo dice el cura al que el entonces obispo de San Sebastián, Jacinto Argaya, quería que fuese su obispo auxiliar. Y se lo propuso en una reunión secreta que celebraron en el santuario de Loyola.

-Quiero que seas mi auxiliar con derecho a sucesión

-No puedo, Don Jacinto. No sé vasco y, además, no soy sacerdote diocesano.

-Eso no importa. El vasco se aprende. Y eres el único que puede parar la sangría de mis curas, que se están pasando a los abertzales y a ETA.

-Lo siento mucho, monseñor, pero no puedo aceptar. No soy la persona idónea.

Don Jacinto le confiesa, entonces, que «la alternativa es Setién». Y Hortelano precisa: «Entonces, Setién tenía fama de conservador y daba clases en Salamanca. Pero el conservador Setién les salió abertzale».

-¿Qué tal se lleva con monseñor Setién?

-Fatal, cada vez que me ve me mira con ojos de hiena.

El padre Hortelano aprovecha el caso para criticar la política de nombramientos episcopales de la Iglesia. «Se hacen muy malos nombramientos de obispos. Por eso son tan malos y tan grises los que tenemos. Además, deberían elegirse sólo para nueve años. Lo que no se hace en ese tiempo, ya no se hace».

Profundo conocedor de los entresijos más ocultos de la Santa Sede, Hortelano habla sin pelos en la lengua de los papas.

-¿Su Papa preferido?

-Juan XXIII.

-¿Qué opina de Benedicto XVI?

-Es un profesor de teología sin chispa ni carisma.

-¿Y de Juan Pablo II?

-Teológicamente, era malísimo y, además, relegó a los religiosos.

Pero también reconoce los méritos de Woj tyla. «El Muro de Berlín cayó gracias a Juan Pablo II, aliado con Reagan». Y desvela un secreto de su pontificado. En su intento por acabar con el comunismo, «el presidente de los EEUU y el Papa se intercambiaban a diario todos los informes más reservados que cada uno de ellos recibía. Todas las mañanas, Reagan mandaba sus informes al Papa y éste le enviaba la información más caliente que recibía de todas las nunciaturas». A juicio del sacerdote-espía, «ése fue un gran error de Juan Pablo II».

SECRETOS VATICANOS

Y sobre todo le reprocha el escándalo del IOR, el Banco del Vaticano y el haber confiado las finanzas de la Iglesia a monseñor Marcinckus. «Se lo ofreció el arzobispo de Baltimore, pero ya en USA Marcinckus estaba relacionado con la mafia. Por eso, cuando se produjo la quiebra del Banco Ambrosiano, que dejó un agujero en el IOR de más de mil millones de dólares, Marcinckus quiso taparlo negociando la deuda con la mafia. Al final, tras varios muertos, el Vaticano pidió a los religiosos que se hiciesen cargo de la deuda. Aceptaron pero con la condición de quedarse con la gestión de las finanzas vaticanas. El Papa no quiso y, entonces, apareció el Opus Dei que, a través de Rumasa, tapó el agujero de Roma a cambio de la prelatura personal y de la canonización del fundador de la Obra».

Pasadas esas turbulencias y desde su atalaya de hombre de Iglesia, el padre asegura que la institución «necesita cambios estructurales, pero sin dinamitarla». Es decir, «hay que hacer lo mismo que con las viejas catedrales: limpiarlas, pero conservando todo lo demás».

En esta clave se atreve a escribir una «última carta al Papa». En ella le propone «con humildad» una serie de consejos concretos para reformar la Iglesia. Le pide una Iglesia «más equilibrada y más femenina». Con curas casados y mujeres sacerdotes. Con obispos elegidos por un período de 9 años y la supresión del colegio cardenalicio. Porque al Papa lo elegiría «una representación de todo el pueblo de Dios». Y, por último, le pide que «promueva la integración de la Iglesia con el judaísmo».

ROTA, GIBRALTAR Y LAS MEMORIAS

Torrente inagotable de informaciones, el padre Hortelano deja la Iglesia y pasa a asuntos de la actualidad. Y asegura que «Gibraltar, ahora de moda por el viaje de Moratinos, es una bobada, que se solucionaba haciendo esperar ocho horas diarias en la frontera a los llanitos que pasan a España, donde suelen vivir». A su juicio, el problema es la base de Rota.

-¿Por qué?

-Porque Rota es un enorme almacén de bombas nucleares, por si estalla una guerra atómica en Oriente Medio.

-¿Con qué datos asegura eso, padre?

-Con las bases documentales del Vaticano y del Mossad, y con la información privilegiada de muchos servicios secretos.

Posa con paciencia para las fotos, nos estrecha la mano y nos dice, a guisa de despedida: «Como seguramente no os vuelva a ver, que Dios os bendiga». Y se vuelve a su cuarto apoyado en su andador. El cura espía ha testado y su testamento saldrá pronto en forma de libro de memorias. Porque, como le gusta decir, «sólo la verdad nos hace libres». Y para conseguir algo de dinero para la niña de sus ojos: el kibutz que fundó, hace años, en México.

Jose Manuel Vidal

El Mundo

martes, 18 de agosto de 2009

Rosa Santos: El misterioso caso de Madame Taewan

Rosa Santos, de 49 años, fue secuestrada en Madrid en 1985. Los raptores pidieron 90.000 euros de rescate a su esposo, dueño de varios restaurantes chinos. Jamás apareció

Rosa Santos Vega había nacido en Palencia el mismo año que estalló la Guerra Civil. Cuarenta años después, viuda y sin hijos, vivía en Madrid, en la calle de Hierbabuena (distrito de Tetuán). En la misma finca -la número 63- donde residía Then Paw Jung Kuo, un asiático nacido en 1925, que acababa de llegar a España. Se casaron y más tarde trasladaron su domicilio a la calle de Luis Cabrera, cerca de la de Cartagena, donde él acabaría montando un restaurante de comida china al que bautizó con el nombre de su país de origen: Taiwan.

El 31 de enero de 1985, ocurrió algo que dio un vuelco a la vida de la pareja. Ese día de hace ya casi un cuarto de siglo, Rosa desapareció. Durante muchas horas, nadie supo nada de ella. Hasta que sobre las ocho de la tarde se recibió una llamada en el restaurante Taiwan.

-¿Es usted Then Paw? -preguntó una voz anónima.

-Sí...Dígame.

-Escuche atentamente. Tenemos a su mujer. En una papelera próxima al estadio Bernabéu encontrará una nota con instrucciones. Ya le volveremos a llamar...

La nota no dejaba lugar a dudas: Rosa había sido secuestrada y los raptores fijaban su rescate en 15 millones de pesetas (unos 90.000 euros).

Tras una nueva comunicación de los secuestradores para confirmar si el marido de la víctima estaba dispuesto a pagar el dinero, aquellos le hicieron saber que habían dejado un nuevo sobre junto a un quiosco del paseo del Pintor Rosales, cerca de Moncloa. Contenía la primera página de El PAÍS correspondiente a esa fecha -el 2 de febrero- en la que Rosa había escrito de su puño y letra seis palabras: "Tei Po, no puedo más. Rosita". Era la llamada prueba de vida, la demostración de que la rehén estaba viva y en poder en sus captores.

Cuarenta y ocho horas más tarde, se produjo una crispada conversación entre Then Paw y el portavoz de los secuestradores, en la que éste llegó a amenazar con asesinar a Rosa. Después, anunció la entrega de un nuevo mensaje depositado en la capilla de la ermita de San Antonio de la Florida. En el sobre había una cuartilla en la que la víctima había escrito: "Ésta es mi fotografía. Y que se dejen tus informadores de que me quieren ver antes. Ni un recado más. Son las 20.00 horas". Y junto a ese papel había un pedazo de la portada del diario Ya correspondiente a la fecha del 4 de febrero de 1985. Una nueva prueba de vida para convencer al empresario chino de que pagase el rescate exigido.

La Brigada de Policía Judicial de Madrid estaba al tanto de las negociaciones desde el primer momento. Así que las misivas enviadas por los raptores fueron sometidas a análisis en busca de pistas. Por eso, al estudiar la página del Ya, descubrieron junto al logotipo del viejo diario de la Editorial Católica una huella dactilar correspondiente al índice de la mano derecha de un tal José Joaquín A. A., un individuo de 43 años, que estaba fichado de antes por diversos delitos de estafa.

-Señor, Then Paw, ¿tiene ya el dinero?

-Sólo he logrado reunir 12 millones de pesetas. Necesito más tiempo. Y, además, quiero que me envíen una foto de mi esposa para comprobar que está bien...

-No. No habrá más fotos. Pero estamos dispuestos a dejar libre a su mujer si nos entrega esos 12 millones de pesetas, replicó el portavoz de los delincuentes.

Then Paw, nervioso y desesperado, aceptó proceder a la entrega del dinero si así ponía fin al terrible martirio que sin duda debería estar afrontando su esposa.

-Bien. Parece que empezamos a entendernos. Mire, la entrega del dinero tendrá que hacerla Pepe, su antiguo socio. Que coja un Renault 5 y ya le iremos indicando lo que tiene que hacer y dónde ir. ¿Está claro?

Conseguido el Renault 5, un inspector del Grupo de Homicidios suplantó al tal Pepe al volante del coche. Pero no sólo eso, sino que otro policía se metió en el angosto maletero del automóvil para, llegado el caso, apoyar a su compañero.

Después de una auténtica guerra de nervios, de tensar la cuerda de las negociaciones, el secuestrador volvió a telefonear para indicar que Pepe debería dirigirse hasta una gasolinera de la calle de la Virgen del Puerto, en la ribera del Manzanares. El policía fue allí y encontró, oculto en la manguera de uno de los surtidores, un sobre con un recorte del diario Ya de fecha 5 de febrero. Y, junto a él, un papel en el que el anónimo criminal que jugaba al ratón y al gato señalaba que debería encaminarse a una nueva cita en el número 4 de la Ronda de Segovia.

Cuando el policía pisaba el acelerador para llegar lo antes posible al punto señalado, sonó el teléfono en el restaurante Taiwan, en la esquina de la calle de Cartagena con la avenida de América:

-Diga a Pepe que se vuelva, que no vaya al lugar indicado, gritó enfurecido el anónimo comunicante.

-¿Qué es lo que ocurre? Yo estoy cumpliendo lo acordado..., se quejó Then Paw.

- ¿Sí? Dijimos desde el primer momento que no avisase ni dijese nada a la policía...

-Pero yo no he avisado a la policía.

-¿No? Pues hemos visto un coche de la policía muy cerca de la Ronda de Segovia... Usted verá lo que hace. Rosa está en una cloaca y sólo tenemos que dejarla ahí para que se muera. Usted decide.

Los agentes del Grupo de Homicidios se movilizaron rápidamente y, a través de su emisora, pidieron que se alejara de la Ronda de Segovia cualquiera de los patrulleros que estuvieran por la zona. Sólo había una dotación de la Policía Municipal, que había acudido allí tras ser alertada por un vecino sobre la existencia de un peligroso socavón en el asfalto.

Sin embargo, el secuestrador ya no volvió a contactar ese día. En los sucesivos, llamó en repetidas ocasiones para fijar una nueva cita del canje. Pero siempre ocurría lo mismo: establecía un lugar para la entrega del dinero, pero al poco volvía a telefonear para anular las instrucciones.

-Otra vez hemos vuelto a ver policías por la zona. Se lo advierto, señor Then Paw, está usted jugando con fuego. Si quiere volver a ver con vida a su mujer, lo único que puede hacer es darnos el dinero y ordenar a la policía que no se entrometa...

El interlocutor de los delincuentes estaba cada vez más tenso. Parecía víctima de un ataque de paranoia aguda. Veía policías por todas partes. Nadie sabía si era una táctica para sacar de quicio al empresario asiático o si realmente todo era fruto de un prolongado ataque de nervios.

"En una ocasión indicó que se hiciera la entrega del dinero junto a la iglesia de los Jerónimos, muy cerca del Museo del Prado. Exigió que la pasta estuviera dentro de una maleta atada a una cuerda. Fuimos y cumplimos a rajatabla las instrucciones, aun a riesgo de que nos acribillaran a tiros. Pero no apareció nadie a recoger la maleta", recuerda hoy, 24 años después, uno de los inspectores que participaron en la investigación.

El 12 de febrero, es decir, cuando aún no habían transcurrido ni dos semanas de secuestro, el anónimo comunicante volvió al telefonear al restaurante Taiwan. Su tono conminatorio sonaba a ultimátum:

-¡Quiero hablar con Pepe!, exigió con sequedad.

-Lo siento. No está en estos momentos...

Sonó un click. El secuestrador cortó la llamada. Fue el último contacto. Desde ese momento, no volvió a haber más llamadas ni más cartas. Sólo el más espeso e inquietante silencio. Un presagio de los más negros augurios sobre la suerte de Rosa Santos.

La policía, no obstante, decidió armarse de paciencia y esperar. Aguardó un mes y medio más. Y, al final, decidió detener a José Joaquín A., el hombre cuya huella dactilar había sido encontrada en el recorte del diario Ya depositado en la ermita de San Antonio de la Florida. Junto con él fue arrestada su compañera sentimental, Concepción F. A., que había trabajado para Then Paw y que había sido despedida por éste alrededor de un año antes del secuestro.

Los investigadores sospechaban que Concepción podía ser quien hubiera facilitado información sobre la víctima y su esposo. Podría haber sido ella quien contase a su compañero sentimental que el empresario oriental había reunido unos 30 millones de pesetas (unos 180.000 euros) por el traspaso de tres de sus restaurantes. Ese dato quizás despertó la codicia de su novio, quien ya había tenido anteriormente algún tropiezo con la justicia por emitir cheques sin fondos.

El secuestrador que llamaba para dar instrucciones solía utilizar algunas palabras extranjeras, tales como okey y ticket, lo que inducía a pensar a los investigadores que pudiera ser extranjero o que hubiese vivido en el extranjero. Un indicio más contra José Joaquín, que había trabajado durante años en Londres y tal vez allí hubiera adquirido el hábito de emplear tales barbarismos.

El sospechoso, que en ningún momento confesó su participación en los hechos, fue encarcelado y posteriormente sentenciado por detención ilegal de una persona (secuestro) sin dar razón de su paradero. Los jueces le aplicaron el mismo artículo del Código Penal que sirvió para condenar a tres policías por el caso de Santiago Corella, El Nani, un joven delincuente al que arrestaron en 1983 y del que jamás se volvió a saber nada tras su paso por los calabozos de la Direccción General de Seguridad de Madrid. Y el mismo precepto legal que los tribunales aplicaron a los miembros del GRAPO que tuvieron secuestrado en 1995 al empresario Publio Cordón, del que nunca se ha vuelto saber si está vivo o muerto.

Desde siempre -y todavía hoy- algunos de los agentes que participaron en la investigación tuvieron la sospecha de que el cerebro del secuestro era un cincuentón que en aquella misma época se dedicaba a chantajear a mujeres. Ligaba con ellas, las llevaba a un paraje apartado de Madrid y allí mantenían relaciones sexuales. A continuación, el chantajista les llamaba diciéndoles que tenía fotos de su encuentro amoroso y les sacaba el dinero a cambio de no difundir las imágenes comprometidas.

Ese mismo individuo había estado implicado en el secuestro de María Altagracia Trujillo, nieta del ex dictador dominicano Leónidas Trujillo, y de su novio. El secuestro de la pareja, perpetrado el 2 de junio de 1969 en la carretera de El Escorial a Villanueva del Pardillo, duró ocho días, al término de los cuales resultó que todo había sido un montaje urdido para sacar 10 millones de pesetas a la familia Trujillo.

Con anterioridad, el mismo sujeto había estado implicado en otro secuestro: el de Francisco Simó Cabezas, de 30 años, hijo de un industrial madrileño, que desapareció el 10 de agosto de 1967. El padre pagó un millón de pesetas de rescate, pero la víctima nunca apareció. Ni viva ni muerta.

"Mis compañeros y yo siempre tuvimos la convicción de que ese delincuente tenía algo, o mucho, que ver en el secuestro de Rosa Santos. Pero no fuimos capaces de hallar ningún indicio que nos permitiera relacionarle", declara con desolación uno de los inspectores que más trabajó en el caso.

¿Qué le sucedió a madame Taiwan? La policía, que entonces contaba con pocos medios y cuyos métodos científicos estaban en pañales, fue incapaz de aclararlo. Pero nadie duda de que está muerta, aunque jamás se haya encontrado su cuerpo. ¿Es posible deshacerse de un cadáver sin dejar rastro? Es posible. A la vista está. ¿Qué querría decir el secuestrador cuando dijo a quello de que "Rosa está en una cloaca y sólo tenemos que dejarla ahí para que se muera"?


Jesus Duva