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miércoles, 25 de octubre de 2017

ANN BURGESS, LA VERDADERA HISTORIA DE LA PERFILADORA QUE INSPIRO MINDHUNTER


The new Netflix series Mindhunter tells a fictionalized account of the real life FBI agents Robert Ressler and John Douglas, who were pioneers in the area of criminal profiling, especially of serial killers (a term they coined) .La nueva serie Mindshunter de Netflix cuenta una historia ficticia de los agentes del FBI en la vida real Robert Ressler y John Douglas, quienes fueron pioneros en el área de perfiles criminales, especialmente de asesinos en serie (un término que acuñaron) . But these two weren't the only ones who made profound contributions to the field of criminal behavioral analysis. Pero estos dos no fueron los únicos que hicieron contribuciones profundas al campo del análisis del comportamiento criminal. The character of Wendy Carr in Mindhunter is based on a real person : Dr. Ann Wolbert Burgess, per Screenrant, a pioneer in the field of forensic nursing. El personaje de Wendy Carr en Mindhunter se basa en una persona real : la Dra. Ann Wolbert Burgess, por Screenrant, pionera en el campo de la enfermería forense.
Per her Boston College bio, Dr. Burgess began her career in the 1970s at Boston City Hospital, where she "co-founded one of the first hospital-based crisis counseling programs for rape victims." Según su biografía del Boston College, la Dra. Burgess comenzó su carrera en la década de 1970 en el Boston City Hospital, donde "cofundó uno de los primeros programas de asesoramiento de crisis en hospitales para víctimas de violación". Her research with Boston College sociologist Lynda Lytle Holmstrom led to the coining and definition of Rape Trauma Syndrome, which explores the idea that most rape victims experience a similar set of reactions to the trauma. Su investigación con la socióloga del Boston College Lynda Lytle Holmstrom llevó a la acuñación y definición del Síndrome de Trauma de Violación, que explora la idea de que la mayoría de las víctimas de violación experimentan un conjunto similar de reacciones al trauma.
It was this pioneering work that caught the attention of the FBI, who was at that time in the process of developing their profiling unit, which included the work of Ressler and Douglas. Fue este trabajo pionero lo que llamó la atención del FBI, que se encontraba en ese momento en el proceso de desarrollo de su unidad de creación de perfiles, que incluía el trabajo de Ressler y Douglas. An invaluable addition to the team, Burgess (Wendy in the Netflix adaptation) helped the agents link sex crimes and sexual motivations to serial killers. Una incorporación inestimable al equipo, Burgess (Wendy en la adaptación de Netflix) ayudó a los agentes a vincular los delitos sexuales y las motivaciones sexuales con los asesinos en serie. Her research also uncovered the link between victims and later perpetrators, as she examined how sexual predators and rapists often have been the victims of sexual abuse in their past. Su investigación también descubrió el vínculo entre las víctimas y los perpetradores posteriores, al examinar cómo los depredadores sexuales y los violadores a menudo han sido víctimas de abuso sexual en el pasado.
This work is particularly significant as it relates to the serial killers studied by Ressler and Douglas. Este trabajo es particularmente significativo ya que se relaciona con los asesinos en serie estudiados por Ressler y Douglas. Convicted murderers such as Jeffrey Dahmer and John Wayne Gacy didn't just kill; Asesinos condenados como Jeffrey Dahmer y John Wayne Gacy no solo mataron; there was also a highly sexual component to their crimes . también había un componente altamente sexual en sus crímenes . It's been reported that Gacy would often rape victims before killing them and Dahmer sometimes did so even after killing them . Se ha informado que Gacy a menudo violaba a las víctimas antes de matarlas y Dahmer a veces lo hacía incluso después de matarlas . Dr. Burgess was able to help the FBI uncover the ways in which sexual motivations factored into the psyche of these killers. El Dr. Burgess pudo ayudar al FBI a descubrir las formas en que las motivaciones sexuales influyeron en la psique de estos asesinos.
Pero tal vez sea más conmovedor el trabajo de Burgess enseñando a las enfermeras y al resto del personal médico cómo ayudar mejor a los sobrevivientes de asalto y pacientes de edad avanzada. En un artículo de Connell School of Nursing en Boston College que celebra a Burgess como ganador del premio Living Legend de la Academia Estadounidense de Enfermería, se señala: "Ahora reconocido internacionalmente como pionero en la evaluación y tratamiento de víctimas de trauma y abuso, Burgess continúa su estudio sobre el maltrato a personas mayores en residencias de ancianos, el acoso cibernético y los delitos sexuales en Internet ".
And it is through the particular lens of nursing that Burgess has focused her work. Y es a través de la lente particular de la enfermería que Burgess ha centrado su trabajo. As the same Connell School of Nursing profile states: Como dice el mismo perfil de Connell School of Nursing:
It is the particular vantage point of the nurse, who is the steady presence in clinical settings and often in the best position to notice telltale behaviors of trauma victims, that has put nursing at the vanguard of contemporary trauma treatment. Es el punto de vista particular de la enfermera, que es la presencia constante en los entornos clínicos y, a menudo en la mejor posición para notar comportamientos reveladores de víctimas de trauma, que ha puesto a la enfermería a la vanguardia del tratamiento de trauma contemporáneo.
As nursing is a profession historically dominated by women, this places women at the center of significant and necessary work in the field of trauma studies.Como la enfermería es una profesión dominada históricamente por las mujeres, esto coloca a las mujeres en el centro de un trabajo significativo y necesario en el campo de los estudios de trauma. This is an especially impressive when one considers that Burgess was working for the FBI in the 1970s, not exactly the most comfortable time to be a woman in the workplace. Esto es especialmente impresionante cuando se considera que Burgess estaba trabajando para el FBI en la década de 1970, no exactamente el momento más cómodo para ser una mujer en el lugar de trabajo.
The addition of the character of Wendy to the Mindhunter team is essential, as it demonstrates to audiences that it wasn't only men at the forefront of behavioral analysis research. La incorporación del personaje de Wendy al equipo de Mindhunter es esencial, ya que demuestra a las audiencias que no solo los hombres estuvieron a la vanguardia de la investigación del análisis del comportamiento. And, especially when it comes to issues of sexual assault, which affects women at higher rates than men (one in five women will be raped over the course of their lifetime, as contrasted with one in 71 men), the character of Wendy and the real life Burgess prove that it is women who are leading the charge, seeking to aid survivors, and hoping to prevent these crimes from occurring in the first place. Y, especialmente cuando se trata de cuestiones de agresión sexual, que afecta a mujeres en mayor proporción que a los hombres (una de cada cinco mujeres será violada en el transcurso de su vida, en contraste con uno de cada 71 hombres), el personaje de Wendy y el Burgess en la vida real demuestra que son las mujeres las que lideran el ataque, que buscan ayudar a los sobrevivientes, y que esperan evitar que estos crímenes ocurran en primer lugar.
Jordan Lauf
https://www.bustle.com/p/is-wendy-from-mindhunter-a-real-person-criminal-profiling-isnt-just-for-men-2901423

domingo, 9 de octubre de 2016

NUEVO ESTUDIO NEUROLOGICO SOBRE EL CEREBRO DE LOS PSICOPATAS



Un nuevo estudio de investigaciones recientes ofrecen otra pista sobre cómo la materia gris de las personas con diagnóstico de psicopatía – un trastorno de personalidad compleja a menudo que caracterizada por un comportamiento impulsivo, falta de remordimiento y tendencias antisociales – podría ser “cableado” de forma diferente que aquellos que no encajan en el perfil. 

Un equipo de investigación con sede en la Universidad de Chicago utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) – Las pruebas evalúan la actividad del cerebro – para analizar la sustancia gris de 80 presos varones de 18 a 50 años durante una serie de experimentos. 

Algunos de estos presos cumplieron con los criterios de diagnóstico estándar para la psicopatía, conocido como la Lista de Psicopatía de Hare. 

 Los investigadores querían averiguar cómo los cerebros de los psicópatas y no psicópatas responden a dos estímulos violentos y visuales: videos de personas siendo perjudicadas intencionalmente, y las fotos de las personas que experimentan el dolor y el sufrimiento. 

En efecto, surgieron diferencias entre los dos grupos. Cuando miraban los videos y las imágenes, los participantes del estudio con diagnóstico de psicopatía mostraron menos activación en varias regiones del cerebro, incluyendo la corteza orbitofrontal y la corteza prefrontal ventromedial – clave para la evaluación de las consecuencias y con peso de decisiones. 

Ellos también mostraron una mayor activación en la ínsula, que desempeña “un papel fundamental en la conciencia emocional”, dijo el autor del estudio Jean Decety, Ph.D. a The Verge. 

Los resultados sugieren que “el psicópata es emocionalmente “consciente” del dolor de los demás, pero esta señal no se registra en otras regiones del cerebro y eso contribuye a su insensibilidad y falta de empatía”, señaló Decety. 

 Esta última investigación se une a un creciente cuerpo de evidencias que indican que el comportamiento psicopático podría reflejarse en diferencias perceptibles en el interior del cerebro. 

Varios estudios anteriores, muchos de ellos por el Dr. Kent Kiehl, profesor de psicología en la Universidad de Nuevo México y co-autor de esta investigación sugieren que los cerebros del psicópata muestra diferencias únicas en su estructura y función. 

“GRACIAS A ESTOS ESTUDIOS PODEMOS IDENTIFICAR FÁCILMENTE A UN PSICÓPATA”.  

Fuente: http://www.theverge.com/2013/4/25/4264742/new-research-the-brains-of-psychopaths 

https://internautas21.com/nuevo-estudio-revela-el-cerebro-de-un-psicopata/

domingo, 31 de agosto de 2014

ASESINOS EN SERIE, PERFILADO CRIMINAL Y PSICOPATIA

Emisión especial del programa ECdH, de Jesús Pertierra, sobre "Asesinos en serie y psicopátas". Con la participación de Luis Alberto Disanto, Psicólogo, y Manuel Carballal,  responsable del blog El Archivo del Crimen.
 

martes, 19 de agosto de 2014

JAMES FALLON: EL CIENTIFICO QUE DESCUBRIO QUE TENIA UN ASESINO DENTRO DE SU CEREBRO




El científico James Fallon descubrió que era un psicópata una tarde de 2005, en medio de estudios y análisis de la actitud que presentan los hombres y mujeres que pueden llegar a atentar contra la vida de un ser humano.

Este inquietante hallazgo ocurrió cuando el profesor de neurología de la Universidad de California Irving (UCI) estaba estudiando las tomografías cerebrales de asesinos psicopáticos, y por eso estas imágenes se acumulaban sobre su escritorio.

Aquella tarde, y como parte de un estudio paralelo, Fallon también examinaba los tomogramas de miembros de su propia familia.

"Cuando me las trajeron, las miré rápidamente, no tenían nombres, y miré toda la pila, y eran bastante normales. Me sentí muy aliviado", cuenta Fallon en conversación con la BBC.

"Pero entonces vi un último escáner que parecía realmente patológico, y llamé al técnico y le dije 'mira, este se mezcló, este pertenece a los asesinos', se parecía a los peores casos que había visto", dice el científico.

Después de chequear que no había sido una confusión, y que el tomógrafo funcionaba correctamente, Fallon comprobó que el escáner no sólo era de su familia: era el suyo propio.

Los rasgos de un asesino
Lo que mostraba su escáner es que su cerebro compartía muchos rasgos de personalidad con pacientes con graves desórdenes psiquiátricos.

¿Y cuáles son esos rasgos? Una baja actividad en ciertas áreas de los lóbulos temporal y frontal, relacionados con la empatía, los valores morales y el autocontrol.

"Exactamente las mismas áreas del cerebro estaban completamente apagadas, como en los peores casos que había visto y eso primero me causó risa".

"Tienes que ver esto", cuenta Fallon que le dijo a su esposa. "Es el mismo patrón que el de un psicópata, y ella me contestó 'no me sorprende'", relata risueño Fallon.

Pero luego, y casi un año después de aquella primera reacción jocosa, el científico decidió indagar en esta coincidencia.

"Yo no maté a nadie, ni violé, ni hice nada parecido", dice el investigador, que además es padre de tres hijos. Sin embargo, no sólo su cerebro se parece al de un asesino psicópata, también los genes.

Fallon se sometió a varias pruebas genéticas, y advirtió la presencia de todos los alelos -o formas alternativas que puede tener un gen- coincidentes con un alto riesgo para la agresión, la violencia y la baja empatía, del tipo a las variaciones del gen MAO-A, que ha sido vinculado al comportamiento agresivo.

Un entorno feliz
"Así que yo tengo los dos marcadores biológicos principales (de un psicópata)", dice. ¿Entonces qué había impedido que en su caso se desarrollara un comportamiento violento?

La pieza que faltaba, concluyó Fallon al reflexionar sobre su vida familiar, es el entorno.

"No puedes decir solamente a partir de un escáner o de la genética si alguien es asesino o psicópata, pero puedes ver que tiene la tendencia a ciertos rasgos que coinciden con eso", explica Fallon.

"La biología no es una sentencia de muerte, pero puede dar un potencial alto para estas cosas. Los genes cargan el arma y hacen que alguien sea vulnerable para convertirse en un psicópata", concluye el investigador.
Y en su caso, parece, gracias a una infancia feliz rodeada de cariño, el arma no llegó a dispararse.


El autoproclamado psicópata difundió los resultados de su personal investigación en una de las conferencias divulgativas TED y en un libro que acaba de publicar, The Psycopath inside.

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/11/131128_ciencia_james_fallon_cientifico_psicopata_np.shtml


jueves, 22 de mayo de 2014

SEDIENTAS DE SANGRE... CUANDO MATAN LAS MUJERES




Me llaman Bel desde la cuna gracias a una feliz idea de mi tía Amparo, aceptada por todos, que propuso asignarme esas tres letras para distinguirme de mi abuela Isabel y de mi madre Maribel. Pero mi nombre oficial es Isabel Carrasco y me daba yuyu verlo estos días en letras de imprenta, oírlo repetido hasta la saciedad en la radio o en la tele como el de la víctima de un crimen atroz.

Esa impresión personal se suma a la desazón que provoca la radiografía que se ha expuesto a contraluz de unas entrañas rebosantes de odio, de un corazón latiendo al ritmo del afán de venganza. Dos, tres años de preparativos, de masticar y digerir un rencor acumulado que se retroalimenta y se hincha y, al final, un desenlace chapucero, mala imitación de una ejecución de sicario low cost. ¿Qué pasaría por la mente de esas mujeres de apariencia tan normal mientras organizaban la revancha? ¿Qué morbosas sinergias o simbiosis asesinas  establecieron madre e hija durante ese tiempo? ¿Cuáles eran sus motivaciones reales? ¿Qué pinta la policía local en el montaje?  Bajo las toneladas de información, ¿saldrá alguna vez la verdad a la luz?  La verdad desnuda y sin tapujos. Lo dudo. Lo único cierto es que una mujer ha muerto y otras tres han echado su vida al camión de la basura.

Si Carrasco hubiera sido un ama de casa asesinada por su ex marido o ex pareja, apenas hubiera merecido unas líneas en la sección de sucesos. Pero el hecho de que se dedicara  a la política y la circunstancia inusual de que la presunta asesina, ya confesa, sea mujer le ha dado un relieve espectacular, con la secuela de los lamentables, maliciosos, insultantes e injuriosos comentarios en tuiter.

No es el martillo... es la mano

Se habla mucho estos días de poner mordaza a la redes sociales. También los judíos han sido agraviados tras vencer a los españoles en una competición de baloncesto. Con el antisionismo hemos topado. Pero vamos a ver, señores, un poco de calma. ¿Acaso se prohíben o se limita el uso del  martillo en un taller de carpintería porque un tipo lo ha utilizado para agredir a un compañero? El problema no es el martillo sino la mano que lo empuña, o mejor la mente que ordena la acción. "Pongan su cerebro en funcionamiento antes de poner la lengua en movimiento". En este caso no la lengua sino los deditos. Lo que se oye en esa ágora o corrala global que son las redes sociales es la misma cantinela que suena  en la barra del bar o en la cola del súper. La gente está muy quemada con la crisis, con los políticos y habla sin pensar. Ese es el mundo virtual pero también real. Un mundo que no es precisamente una película de Walt Disey. Y basta ya de ñoñerías que somos mayorcitos y nos cambiamos solos los pañales.

Asesinas  históricas

Pero no quiero hablar del tema tuiter sino de las mujeres que matan, pues el hecho de dar vida, de dar a luz, qué bonita expresión, no impide que seamos capaces de quitarla. El 90% de los homicidios cometidos en Estados Unidos entre 1980 y 2005 fueron protagonizados por hombres. En el sistema legal la asesina es una figura minoritaria, pero es fácil inducir que las que llegan a los presidios representan sólo la punta del iceberg. La mujer mata menos y por regla general lo suele hacer de forma más insidiosas, más astuta y tortuosa que los hombres. Su menor fuerza física la ha obligado desde el principio de los tiempos a encontrar armas más sutiles. Ahí está la rica tradición de brujas, hechiceras y celestinas; el sabio gremio de las envenenadoras. Apostaría algo que en la larga relación de crímenes impunes los cometidos por el sexo débil representan  bastante más de la mitad.

En el álbum de las asesinas históricas destaca la húngara Elisabeth Bathory, también llamada la Condesa Sangrienta por su perversa y desmedida afición a la sangre. Las jóvenes doncellas eran sus víctimas preferidas, pues  en su delirio depredador llegó a pensar que la sangre de las vírgenes la mantenían joven y hermosa. Se estima que torturó y mató a más de 600 desgraciadas en un proceso de rapiña que  despobló de chicas los alrededores de su castillo hasta tal punto que, pese a la impunidad que le otorgaba su alcurnia, las autoridades comenzaron a sospechar. Pasó los últimos años recluida y, posiblemente, atormentada por una sed de mal que ya no podía saciar.

Hasta ahora y que se sepa nadie ha batido su espeluznante reto. Pero basta poner 'mujeres' y 'asesinas' en Google para disponer de un listado ilustrativo bastante completo de féminas sedientas de sangre que han dejado huella a lo largo de la historia. En general se pueden dividir en tres perfiles básicos. Las Medeas que matan a sus propios hijos, a los vástagos de otras, o que se ensañan con los más débiles como ancianos y enfermos, la típica enfermera asesina. Las sádicas en equipo que, en complicidad con un hombre con el que comparten  su depravación, secuestran a niños o jóvenes y los someten torturas y vejaciones sexuales antes de asesinarlos.

Por último la variedad más escasa, la de las lobas solitarias, auténticas psicópatas, asesinas en serie  que matan impulsadas por una pulsión irrefrenable, por el simple placer de matar. La bella actriz Charlize Theron tuvo que someterse a un costoso proceso de afeamiento para ponerse en la piel de una de ellas como protagonista de Monstruo. En esa película de Patty Jenkins encarnaba a Ailen Wuornos, prostituta y lesbiana, que en sólo dos años mató a siete hombres en el Estado de Florida.

En un contexto propicio al horror una mujer alcanzó sus máximas cotas. Se llamaba Irma Grese y  antes de cumplir veinte años se forjó una sólida reputación en los campos de exterminio nazi por su afición a utilizar el látigo para flagelar a los prisioneros. Usar perros adiestrados para matar seres humanos era otra de sus diversiones. Ahorcada tras el juicio de Nurenberg, con 22 primaveras,  las fotos muestran a una joven de armoniosas facciones arias retorcidas en una mueca de maldad.

Entre las que llamo Medeas tenemos en Valencia un caso muy reciente que ocupa las páginas de sucesos. Una mujer que ha ahogado o intentado ahogar a varios niños a su cargo. En 2003, en Madrid, Encarnación Jiménez, un ama de casa con cinco hijos y apariencia normal se dedicaba a asaltar ancianas en su domicilio, matando a un par de ellas y causando graves lesiones a otras 15.
Entre las sádicas a dúo, las que más me repugnan, recuerdo con horror el semblante de Myra Hindley, que junto a Ian Brady saltaron a los medios a mediados de los sesenta, con el sobrenombre de los Sádicos de Manchester. El reportaje sobre sus atrocidades que leí en una revista, creo que Gaceta Ilustrada, me conmocionó profundamente.

Crimen de amor

 ¿Se puede matar por amor? ¿Puede un asesino inspirar simpatía? Dada la complejidad y los ricos matices de la naturaleza humana sí es posible. Sin ir muy lejos en el espacio y el tiempo tenemos un ejemplo. El del taxista jubilado que hace poco liberó de sufrimientos a su esposa que padecía una grave enfermedad y luego, para no dar molestias ni hacer gasto, se ahorcó. Delincuente ante la ley de los hombres, pecador ante la de dios. Pero, ¿acaso no merece este hombre nuestra piedad y la infinita misericordia divina?

Bel Carrasco

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/zoocity/2014/05/22/sedientas-de-sangre.html

jueves, 12 de diciembre de 2013

NEUROBIOLOGIA Y DELITOS VIOLENTOS

Los cambios físicos y químicos en el cerebro durante el desarrollo pueden ser una de las causas de algunas conductas anómalas e incluso delictivas, según se concluye examinando los resultados de varios estudios, presentados en un congreso reciente de la Sociedad de Neurociencia (Society for Neuroscience) en San Diego, California, Estados Unidos.

Conocer la influencia exacta que sobre la conducta tienen los cambios en regiones específicas de la zona prefrontal del cerebro durante el desarrollo del mismo podría conducir a nuevos tratamientos y a intervenciones más tempranas para tratar desórdenes en los cuales la impulsividad y la agresividad desempeñan papeles clave. Esta línea de investigación podría ayudar a encontrar mejores modos de prevenir las conductas que llevan a perpetrar delitos violentos.

La investigación realizada por el equipo de Katherine Nautiyal, de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, indica que la ausencia de receptores de serotonina durante las fases tempranas del desarrollo conduce a conductas muy agresivas e impulsivas en ratones. La impulsividad, pero lamentablemente no la agresividad, vuelve a niveles normales al reintroducir los receptores.

En otro estudio, el llevado a cabo por el equipo de Kristina Caudle, de la Escuela Médica Weill Cornell en Nueva York, se ha constatado que los adolescentes reaccionan más impulsivamente al peligro que los adultos o los niños, y que la corteza prefrontal trabaja con un nivel de esfuerzo mayor para ejercer el control sobre las reacciones impulsivas a señales de peligro.

Por su parte, en la investigación presentada por Joshua Buckholtz, de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, se ha llegado a la conclusión de que un control débil de la corteza prefrontal del cerebro (la cual regula la personalidad, la toma de decisiones, y el autocontrol) sobre regiones asociadas con la recompensa y la motivación podrían explicar la falta de autocontrol experimentada por muchos individuos antisociales.


Los vínculos aparentes entre biología y delitos violentos no pasan desapercibidos para los abogados defensores ni para sus clientes. Y para bien o para mal, las personas acusadas de crímenes violentos recurren cada vez más a valerse de la ciencia para intentar mitigar su culpabilidad en los actos que han cometido, esgrimiendo escaneos de sus cerebros y la literatura médica con el propósito de aportar al juez la mayor cantidad posible de indicios de que padecen problemas mentales y de que estos afectan de forma notable a su conducta. Este fenómeno social y legal lo ha analizado a fondo el equipo de Nita Farahany, de la Universidad Duke, en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos.

jueves, 28 de marzo de 2013

NEUROCIENCIA Y CRIMEN: EL CEREBRO DEL DELINCUENTE


Los 96 reclusos forman en fila india. Es su último día en prisión, pero antes de salir a la calle tienen que pasar por una última prueba: el detector de futura criminalidad. De uno en uno entran en la sala donde los médicos les colocan una especie de casquete. Sentados frente a un ordenador, los todavía reos tienen que responder a preguntas y usar unos videojuegos. Parece un examen del carné de conducir. Pero no les vale haberse entrenado ni saberse las respuestas. Al otro lado del cristal, un monitor va procesando sus estímulos cerebrales. Al ver los resultados de uno de ellos en pantalla, el doctor Khiel lanza una mirada cómplice al alcaide: “Este”, apunta. No necesita decir más. El director de la cárcel se vuelve hacia su ayudante: “Toma nota. El recluso 4.567 quedará libre, pero con vigilancia especial. Antes de que pasen cuatro años lo volveremos a tener aquí”. No es una película. Y, si lo fuera, no sería muy original, porque Spielberg, en su adaptación del relato Minority report de Philip K. Dick (1956), ya usó un argumento similar. Pero si quisiéramos hacer una nueva versión de la película, la frase de que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia” no se podría usar. Más bien, para ser justos con los derechos de propiedad intelectual, en los títulos de crédito debería figurar otra que dijera: “Basada en una historia sacada de Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) en su versión recogida por Science y Nature”. No es poca cosa como fuente de inspiración: se trata de tres de las publicaciones científicas más importantes del mundo.
Las bases reales de este supuesto guion se están escribiendo en estos momentos. Las pruebas de neuroimagen son una herramienta cargada de posibilidades entre los investigadores. En este caso se utilizaron para medir la probabilidad de reincidir de un grupo de convictos. Y en ciencia, ya se sabe, después del primer paso vienen los demás. Y la idea de predecir el comportamiento —más aún el criminal— por métodos científicos es tentadora. Ya lo intentó Cesare Lomboso en el siglo XIX, con su intento de identificar y clasificar a los delincuentes en particular o a las personas en general por su aspecto. La teoría, nunca comprobada, tuvo bastante éxito, y sus coletazos llegaron hasta Antonio Vallejo Nájera e incluso a Gregorio Marañón. El franquismo en España intentó usar algo similar para identificar a rojos y otros desafectos, con sentencias en las que “la mirada” o “el prognatismo” se asociaban a comportamientos perseguibles.

En este caso, se utilizó neuroimagen para ver qué pasaba en una diminuta porción del cerebro, el córtex del cíngulo anterior (CCA). En concreto, los investigadores de la ONG Mind Research Network de Albuquerque (Nuevo México) consiguieron el permiso para estudiar el cerebro de 96 hombres justo antes de salir de prisión. Los sometieron a una serie de preguntas y pruebas en las que tenían que poner en juego su sistema de toma de decisiones o inhibir sus respuestas más impulsivas. Con la resonancia magnética midieron la actividad del CCA de cada uno durante el proceso.

Esta fue solo la primera parte del ensayo. Aunque todos habían sido condenados y todos respondían a los mismos estímulos, la actividad del CCA era variable. En unos se detectaba el aumento propio de un funcionamiento acelerado; en otros, nada.

El experimento se completó con un seguimiento de la reincidencia de estos voluntarios durante cuatro años. Y el resultado llegó al cruzar los datos de aquella primera prueba de neuroimagen con su registro delictivo: aquellos que mostraban una menor actividad en el CCA tenían unas tasas de reingreso en prisión 2,6 veces mayor que los demás. Más aún: la proporción subía a 4,3 veces si se tomaban solo delitos no violentos. Y todo ello después de descartar el efecto en el futuro comportamiento de los investigados de factores como la adicción a sustancias.

El supuesto doctor Khiel de la historia (un nombre no tan ficticio porque Kent Khiel es el neurólogo de la ONG que ha dirigido el trabajo) tenía, por tanto, una base seria para advertir al alcaide del riesgo potencial de quienes iba a poner en libertad.

La tentación inmediata de esta historia sería hacer la prueba de la neuroimagen a todo el que vaya a dejar la cárcel. En función del resultado, ya se sabría a quién habría que poner especial vigilancia. Quizá, llegado al extremo, se podría pensar en no excarcelarlo. Aún más, siguiendo el giro que dio Spielberg a la historia, ni siquiera habría que esperar a que las personas delincan por primera vez: se les podría detener antes de que lo hicieran. Pero los propios autores del estudio descartan que esto pueda usarse tal cual. Con los pies en la tierra, Khiel, el neurólogo real que ha dirigido el trabajo, es categórico: “No es algo para aplicar ya”.

Sin embargo, el estudio no deja indiferente a los científicos. Miquel Bernardo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), empieza por destacar la importancia de las publicaciones en las que se ha presentado. No es un guion destinado a consumo masivo y a ser disfrutado con un cubo de palomitas. Pero, en su papel de representante del mundo de la ciencia, a renglón seguido, advierte contra la traslación tal cual de los resultados de las técnicas de neuroimagen. Estas “han creado expectativas muy esperanzadoras y optimistas para la predicción y tratamiento de conductas y enfermedades mentales”, pero este entusiasmo “va por oleadas” y “ahora se está enfriando”, advierte, de una manera similar a lo que ocurrió con el Proyecto Genoma de hace más de 10 años, que causó una fiebre por identificar genes relacionados con todo, desde obesidad a autismo, y ahora mismo esas informaciones, valiosas sin duda, pasan ya desapercibidas.

Lo ideal, indica el experto, sería que se pudiera asociar un área del cerebro de manera unívoca a una conducta, pero el comportamiento humano es tan complejo que eso no es posible, por lo que todos estos estudios hay que tomarlos como “ayudas o pistas”, pero “nunca de manera definitiva”, dice Bernardo. “Lo que está claro es que en el cerebro está el sustrato de la conducta humana”. Con algo más de poesía, el neurocientífico colombiano Rodolfo Llinás decía en una entrevista concedida a este periódico en 2009 que “el alma está en el cerebro”.

Según este estudio, la variación en la actividad cerebral puede asociarse a la comisión de delitos pasados o futuros, pero la psicóloga forense Rocío Gómez Hermoso cree que tal y como este está diseñado el estudio no sirve para discriminar si la neuroimagen refleja una causa o un efecto. “Si es un efecto del comportamiento anterior, no serviría de nada”.

Lo que está detrás de estos intentos es la base de las disquisiciones sobre el comportamiento humano desde hace 30 siglos: si nacemos de una manera o nos hacemos. Se puede aplicar a prácticamente todo: inteligencia, orientación sexual, propensión a delinquir, bondad —el hombre como lobo para el hombre de Hobbes o el buen salvaje al que la sociedad corrompe de Rousseau— o la creatividad. Trasladado al lenguaje de hace medio siglo, es el debate entre genotipo, lo innato, y fenotipo, lo adquirido. Santiago Ramón y Cajal lo complicó todo más y lo llevó al mundo más científico al describir la plasticidad del cerebro: este determina lo que hacemos, pero cambia según lo que nos pasa.

Desde su desarrollo, la neuroimagen se ha usado para medir qué pasa en el cerebro en todo tipo de situaciones: al sentir hambre o ira, al estar sano o enfermo, al leer, al recordar, al conducir, y también en otras donde parece que el aparataje necesario (una especie de secador de pelo que es el encargado de medir qué partes del cerebro se activan —o no— en cada momento) es más complicado de aplicar, como al practicar sexo o arbitrar un partido de fútbol.

Obviamente, Khiel no había elegido estudiar el CCA al azar.Ya en pruebas más generales se había visto que el CCA, como indica en un artículo John Allman, del California Institute of Techonology (Caltec), era un área de “interfaz entre la emoción y el conocimiento”, con competencias sobre el “autocontrol emocional, la resolución de problemas, el reconocimiento de errores y una respuesta adaptativa a condiciones cambiantes en yuxtaposición con las emociones”. Por todo esto, no se ha estudiado todo el cerebro. La elección del área sobre la que se investigó, el CCA, es lógica. “Está relacionada con la impulsividad y el autocontrol”, resume Bernardo. “Una desregulación de este área significaría vulnerabilidad ante cierto tipo de conductas”, añade.

No es que los científicos tengan especial predilección por el CCA (aunque su riqueza potencial lo justificaría). Cada emoción y actividad se corresponde con una o varias zonas del cerebro, desde respirar a pensar en física cuántica. O, al menos, eso es lo que creemos. Y es que el sistema neurológico es, seguramente, el más desconocido del cuerpo humano. Su núcleo, encerrado por los fuertes huesos del cráneo, es el cerebro, el órgano más misterioso. Resulta casi imposible de manipular en vivo. Como si se le pudiera aplicar el principio de incertidumbre de Heisenberg, medirlo implicaría alterarlo. Y de ahí el auge de las técnicas de imagen, como la resonancia, que son las que más se acercan a ver cómo funcionan sus engranajes sin tener que entrar dentro de él.

Por eso, Bernardo cree que la lectura positiva que se puede sacar de este trabajo, más que lo “exótico” de sus planteamientos —el juego mental sobre el posible guion que saldría de la historia—, es que se avanza en dirección hacia unos “nuevos biomarcadores”. Si en otras enfermedades, como el cáncer, se buscan proteínas o células que indiquen lo que le pasa al paciente, en el caso de las enfermedades mentales las técnicas de imagen pueden ser un agente fundamental, “y no solo para predecir conductas, sino, más importante, para definir tratamientos”, añade el psiquiatra. “Tiene una utilidad funcional y estructural para validar diagnósticos, tratamientos y efectuar pronósticos”.

Centrada en el trabajo, Rocío Gómez Hermoso, psicóloga forense desde 1995, señala las debilidades que ve en el estudio. Aunque reconoce lo atractivo que puede resultar, “concluir algo de un trabajo tan incipiente es problemático”, afirma. Para la psicóloga de vigilancia penitenciaria, hay tres inconvenientes grandes en el artículo. “Son solo 96 personas, que son pocas, solo se las sigue durante cuatro años y falta comparar con el resultado que darían en la prueba personas que no hubieran estado en prisión”. “Tampoco sabemos la tipología exacta ni a violencia de sus delitos”. “De hecho, los propios autores reconocen que no saben cómo pueden influir otros elementos”, indica la psicóloga.

Contra los fuegos artificiales de una tecnología muy llamativa pero con resultados controvertidos, Gómez Hermoso ofrece la realidad del día a día de su trabajo. “Estamos haciendo un estudio con 150 personas que hemos evaluado, y hemos acertado —tanto para indicar que van a reincidir como que no— en el 96% de los casos”.

Para ello, Gómez Hermoso y su equipo han recurrido a la metodología tradicional: “Medir mediante entrevistas, la observación y las guías de valoración, básicamente la asunción de la autoría y su responsabilidad; analizar si existen o no rasgos psicopáticos”. Por eso, asegura: “Ni tenemos el equipamiento para hacer esas mediciones de neuroimagen, ni lo necesitamos”.

O, por lo menos, no lo necesita de momento.



 

 

miércoles, 13 de marzo de 2013

EL SINDROME AMOK, O EL IMPULSO IRREFRENABLE DE MATAR

La palabra malaya Amok, que significa “lanzarse furiosamente a la batalla”, es la enfermedad que estarían padeciendo los habitantes de Raití, un síndrome ligado a los factores culturales.
El psiquiatra y catedrático Petronio Delgado explicó que esta conducta es típica de grupos muy primitivos y muy cerrados y recordó que en el año 1991 ocurrió un fenómeno similar.
“Éste es un comportamiento de sociedades primitivas y culturas aisladas históricamente, donde se hablan lenguas diferentes, viven de la caza y de la pesca y no tienen el factor de aculturación, lo que hace que predomine lo mágico y lo irracional”, expresó Delgado.
El síndrome Amok
En Psiquiatría, el síndrome Amok consiste en una súbita y espontánea eclosión de rabia salvaje, que hace que la persona afectada corra locamente armada con un cuchillo (que también puede ser un arma de fuego o una granada) y ataque, hiera o mate indiscriminadamente a los hombres y animales que aparezcan a su paso, hasta que el sujeto es inmovilizado o se suicida.
Esta definición fue dada a conocer por el doctor Westermeyer en 1972, y según Delgado coincide con el fenómeno que se está dando en Raití.
“Esto no es nuevo en Nicaragua ni en el mundo, hay culturas de Asia e Indonesia que también han tenido este tipo de conductas”, dijo.
De acuerdo con el Tratado de Psiquiatría, escrito por el doctor Alfred M. Freedman y otros autores, Westermeyer registra un promedio de diez víctimas en esta situación, y este salvaje ataque homicida va precedido por lo general de un período de preocupación, pesadumbre y depresión moderada. Tras el ataque, la persona queda exhausta, con una amnesia completa y, eventualmente, acaba suicidándose, situación que hasta la fecha no se ha dado en Raití.
Aunque el trastorno se limita casi exclusivamente a los malayos hombres, también se ha podido ver en Africa y en otras culturas tropicales, dicen especialistas en psiquiatría.
No descarta uso de sustancia
El doctor Delgado no descartó la posibilidad que dentro de esta conducta esté el consumo de algún tipo de sustancia como el floripón, una flor con efectos alucinógenos que actúa como excitante del sistema nervioso central.
“En el norte muchas madres le dan a los niños esa sustancia para calmarlos y hemos atendido a varias personas con trastornos motores y desorden de conducta”, relató.
Tampoco descartó que esa conducta sea una expresión de situaciones como el desamparo, la pobreza y el abandono.
Respecto a la agresividad que manifiestan estas personas, dijo que los seres humanos tienen una violencia natural reprimida, como la misma sexualidad.
“Todos somos violentos y sexuales desordenados, de repente han estado bien, por eso hay que buscar las causas de cómo llegaron a eso”, indicó Delgado.
El especialista dijo que antes de hacer un diagnóstico sobre las causas de estas conductas, hay que investigar fundamentalmente los hábitos y las costumbres de estas comunidades, porque se trata de un fenómeno antropológico-social más que un problema de salud física o mental.
En este sentido, expresó que los líderes naturales de la comunidad son las personas que podrían contribuir para conocer el verdadero diagnóstico, porque en ellos las personas depositan su confianza.
Las autoridades del Ministerio de Salud registran 139 personas afectadas en Raití por un caso aparente de “Grisi Sitknis” o histeria colectiva. Esto, según Delgado, se puede explicar en lo que se denomina desde el punto de vista sociológico el “efecto cascada”: conductas idénticas que comienzan a repetirse o a “imitarse” en otros lugares.
Causas del Amok
El Tratado de Psiquiatría, de Freedman, señala que en los relatos épicos malayos del siglo XV, los ataques de Amok eran entendidos como reacciones naturales a la frustración, la provocación o la humillación.
La creencia de una mágica posesión diabólica puede ser otro factor cultural que ha contribuido al desarrollo del síndrome Amok entre los malayos, la misma creencia de los enfermos de Raití.
Con la llegada de la civilización y las administraciones occidentales, el síndrome aparecía con más frecuencia en la gente que sufría una enfermedad física crónica, trastornos gástricos y úlcera péptica.
La persona afectada se mostraba a menudo melancólica unos días antes del ataque, y más tarde alegaba que el demonio había entrado en él y no recordaba nada.
Estados tóxicos agudos
A partir de 1920, el Amok pasó a ser una enfermedad muy rara, y en la actualidad los ataques están asociados a estados tóxicos agudos, como el que se da en la malaria y en otros cuadros febriles. Pero se manifiesta casi exclusivamente en pacientes con trastornos mentales graves, ya sea psicosis crónica o estados de confusión agudos debido a trastornos tóxicos del sistema nervioso central.
Otros psiquiatras hablan de causas sociales como la pérdida de vergüenza, la edad joven, la crisis en los papeles, la separación familiar, una pérdida reciente y la intoxicación alcohólica.
Según especialistas que han estudiado el fenómeno, el único tratamiento inmediato consiste en la contención del paciente y su absoluto control físico.
Pero no sólo el Amok es un síndrome psiquiátrico ligado a factores culturales: el koro, al latah, el wihtigo, el piblokto (de aparición entre los esquimales) y el vudú, son otras enfermedades asociadas a fenómenos de tipo cultural.