Los cambios físicos y químicos en el cerebro durante
el desarrollo pueden ser una de las causas de algunas conductas anómalas e
incluso delictivas, según se concluye examinando los resultados de varios
estudios, presentados en un congreso reciente de la Sociedad de Neurociencia
(Society for Neuroscience) en San Diego, California, Estados Unidos.
Conocer la influencia exacta que sobre la conducta tienen los cambios en regiones específicas de la zona prefrontal del cerebro durante el desarrollo del mismo podría conducir a nuevos tratamientos y a intervenciones más tempranas para tratar desórdenes en los cuales la impulsividad y la agresividad desempeñan papeles clave. Esta línea de investigación podría ayudar a encontrar mejores modos de prevenir las conductas que llevan a perpetrar delitos violentos.
La investigación realizada por el equipo de Katherine Nautiyal, de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, indica que la ausencia de receptores de serotonina durante las fases tempranas del desarrollo conduce a conductas muy agresivas e impulsivas en ratones. La impulsividad, pero lamentablemente no la agresividad, vuelve a niveles normales al reintroducir los receptores.
Conocer la influencia exacta que sobre la conducta tienen los cambios en regiones específicas de la zona prefrontal del cerebro durante el desarrollo del mismo podría conducir a nuevos tratamientos y a intervenciones más tempranas para tratar desórdenes en los cuales la impulsividad y la agresividad desempeñan papeles clave. Esta línea de investigación podría ayudar a encontrar mejores modos de prevenir las conductas que llevan a perpetrar delitos violentos.
La investigación realizada por el equipo de Katherine Nautiyal, de la Universidad de Columbia en la ciudad de Nueva York, indica que la ausencia de receptores de serotonina durante las fases tempranas del desarrollo conduce a conductas muy agresivas e impulsivas en ratones. La impulsividad, pero lamentablemente no la agresividad, vuelve a niveles normales al reintroducir los receptores.
En otro estudio, el llevado a cabo por el equipo de
Kristina Caudle, de la Escuela Médica Weill Cornell en Nueva York, se ha
constatado que los adolescentes reaccionan más impulsivamente al peligro que
los adultos o los niños, y que la corteza prefrontal trabaja con un nivel de
esfuerzo mayor para ejercer el control sobre las reacciones impulsivas a
señales de peligro.
Por su parte, en la investigación presentada por
Joshua Buckholtz, de la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts,
Estados Unidos, se ha llegado a la conclusión de que un control débil de la
corteza prefrontal del cerebro (la cual regula la personalidad, la toma de
decisiones, y el autocontrol) sobre regiones asociadas con la recompensa y la
motivación podrían explicar la falta de autocontrol experimentada por muchos
individuos antisociales.
Los vínculos aparentes entre biología y delitos
violentos no pasan desapercibidos para los abogados defensores ni para sus
clientes. Y para bien o para mal, las personas acusadas de crímenes violentos
recurren cada vez más a valerse de la ciencia para intentar mitigar su
culpabilidad en los actos que han cometido, esgrimiendo escaneos de sus
cerebros y la literatura médica con el propósito de aportar al juez la mayor
cantidad posible de indicios de que padecen problemas mentales y de que estos
afectan de forma notable a su conducta. Este fenómeno social y legal lo ha
analizado a fondo el equipo de Nita Farahany, de la Universidad Duke, en
Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos.
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