¿Comete una estafa quien ofrece
un filtro de amor previo pago de una cierta cantidad de dinero? ¿Se puede
tachar de timador a aquel que se ofrece a adivinar tu futuro y no acierta? Sí y
no podrían ser las respuestas a ambas cuestiones.
Aunque hab*itualmente los jueces
y magistrados optan por absolver a brujos, adivinos, echadoras de cartas,
pitonisas o curanderos que ofrecen toda suerte de promesas, eso sí, a cambio de
un importante desembolso económico, lo cierto es que el Supremo no ha
establecido un jurisprudencia común o uniforme para estos casos. En ocasiones,
los magistrados «sí se muestran partidarias de considerar estafa situaciones
próximas a la adivinación, uso de magia negra, poderes paranormales, si nos
atenemos a las condiciones específicas del sujeto pasivo».
Y es que precisamente son las
propias circunstancias de cada víctima las que determinarán sí existió o no el
timo. Es lo que la jurisprudencia define como «engaño bastante». Y la
legislación vigente establece que para hablar de estafa el ardid que haya
puesto en marcha el sospechoso o acusado, tenga la profesión que tenga, debe de
«revestir apariencia de realidad y seriedad suficiente para engañar a personas
de mediana perspicacia y diligencia».
A esto habría que añadirle otras
circunstancias que pudiese afectar al discernimiento de la víctima. Esto es, no
es lo mismo que la persona que contrate los servicios de un brujo esté en
plenas condiciones a que esté atravesando una mala situación económica.
En cualquier caso, las propias
fuentes policiales consultadas reconocen que no son muchos los casos
denunciados en Pontevedra. En gran medida, lo achacan a la vergüenza que siente
cuando comprenden que han sido engañados con promesas que, en ocasiones, no
dudan en tachar de burdas.
De este modo, si escasas son las
referencias que llegan a las fuerzas policiales, más lo son las que terminan en
un procedimiento judicial. Relacionados con la comarca de Pontevedra, en los
últimos años solo dos casos han terminado ante los magistrados de una
Audiencia.
En uno de estos supuestos, sí se
produjo la condena de un vidente y curandero lucense. Sin embargo, la pena no
le fue impuesta en base a sus falsas dotes paranormales, sino por el hecho de
que hizo creer a una pontevedresa y a su esposo de que podía conseguirle sendos
contratos de trabajo en Suiza previo pago de 63.000 euros. De hecho, llegó a
presentarles unos contratos falsos.
En cuanto al segundo caso, este
quedó en nada después de que el fiscal hubiese retirado los cargos que pesaban
sobre una consultora de tarot y caracoles viguesa que, gracias a sus supuestos
poderes esotéricos, había convencido a varias personas «para que le entregaran
una determinada cantidad de dinero si es que querían evitar el mal que le
deseaban otros individuos». Un error de identificación de los testigos provocó
que la brasileña que habían sentado en el banquillo de los acusados no fuese la
misma persona que les había estafado 176.000 euros.
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