Un "campo de brujas" de Gnani, un
pueblito disperso en la sabana al menos a dos horas de auto al este de Tamale
(norte de Ghana), reúne a decenas de mujeres acusadas de presunta hechicería.
"Estoy aquí por celos, la brujería no tiene
nada que ver. Me culparon de haber provocado la muerte del hermano de mi
marido", cuenta una de ellas, Waapu, reparándose a la sombra de un alto
árbol junto con otras 253 "brujas" del campo.
"Tuve que escapar y llegué al campo, pero no
soy una bruja", agrega la mujer, víctima de una acusación vinculada con el
"giugiu", la versión local del vudú.
Una vez llegada a Gnani, un campo abierto hace más de un siglo, Waapu fue sometida al "proceso" con que se identifica si una mujer es bruja o no: debe degollar un pollo y según dónde cae la cabeza se certifica el futuro de la desventurada, informó hoy la agencia de noticias Ansa Latina en su diario digital gratuito.
Una vez llegada a Gnani, un campo abierto hace más de un siglo, Waapu fue sometida al "proceso" con que se identifica si una mujer es bruja o no: debe degollar un pollo y según dónde cae la cabeza se certifica el futuro de la desventurada, informó hoy la agencia de noticias Ansa Latina en su diario digital gratuito.
Bruja, o no bruja, todo depende del azar: si la
cabeza del pollo cae de cara a la tierra, es bruja. Si cae cara al aire, es
inocente.
Pero igualmente, diga la suerte que la mujer es
"culpable" o "inocente", el destino es siempre el campo.
"Hice el ritual dos veces, porque la primera era poco clara. A la segunda
resultó que era inocente, mi hijo pidió a la comunidad si podía volver pero le
dijeron que no", agregó Waapu.
"También para mí es mejor estar aquí: si
cualquier desgracia hubiera sucedido me habrían echado la culpa a mí",
lamentó.
La Waapu, la razón de su acusación es bien
prosaica: "Trabajaba en la producción y comercio del 'sheabutter', un
aceite para el cuerpo sacado de las ramas del 'sheatree'. Mi neegocio iba bien
y quisieron sacarme del medio, por celos".
En Ghana hay seis campos de "brujas",
donde están encerradas 567 mujeres, acompañadas por unos 300 niños y un puñado
de hombres, también acusados de hechicería.
Vela sobre cada ampo un "tindanas", una
suerte de jefe de pueblo y brujo con halos de poderes sobrenaturales. "Hay
muchas más mujeres porque su nivel de vulnerabilidad es mucho más
elevado", explicó Alassan Shei, el "tindanas" de Gnani.
"Un hombre acusado de brujería -agregó-
puede cambiar de comunidad, una mujer está condenada a refugiarse aquí".
De todos modos, la acusación de brujería no
ocurre por casualidad. "Cada mujer que se sale de los estereotipos se
puede convertir en una bruja", explicó Washington Nuworkpor, de Actionaid,
la ONG que da apoyo material, legal y cultural a los residentes de los campos.
"La mayor parte son mujeres muy pobre (el 60
por ciento de las encerradas, NDR) o son mujeres solas que no tienen nadie que
las defienda, que no tuvieron hijos o no pueden tener. Pero también que
adquieren, a los ojos de la comunidad, demasiado poder, en particular
económico", agregó Nuworkpor.
Las señalan sus vecinos, a veces también los
parientes: "Las acusan de transmitir enfermedades, como el sarampión o la
varicela, de causar la sequía y los incendios, de matar, a veces solo por
aparecerse en sueños a alguien que tiene seres queridos enfermos".
El año pasado, el gobierno de Ghana intentó
cerrar los campos, pero para las mujeres habría sido peor: no habrían sabido
dónde ir. De las 38 que volvieron a la comunidad en 2012, casi la mitad
regresaron de nuevo al campo, donde algunas están abandonadas desde hace
décadas sin salir nunca.
Bibae está en Gnani desde hace 15 años: su
"proceso" dio resultado negativo, pero no tiene intenciones de
moverse de allí. Y a otras les va peor todavía: en 2010, una mujer de 72 años
fue quemada viva antes de conseguir llegar al campo.
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