A Pasquale Checcacci nunca le gustaron las películas de terror. Pero la mañana del pasado lunes se convirtió en el involuntario protagonista de una cuando daba su matinal paseo en bicicleta por las frondosas laderas toscanas. Lo primero que le llamó la atención a este anciano de 80 años fue una especie de grafiti escrito con spray sobre una pared donde se leía: «Aquí hay prostitutas». Pero a medida que se acercaba el corazón le empezó a latir con más fuerza. No daba crédito a lo que estaba viendo. ¿Una muñeca de trapo? ¿Un maniquí? ¿O era una mujer de carne y hueso?...

Pasquale se detuvo a un par de metros del cadáver de Andrea Cristina Zamfir, 26 años, rumana, madre de dos hijos y ejerciente de la prostitución en el parque del Cascine, el más grande de Florencia. El hombre contuvo la náusea que le provocó la escena. La víctima estaba de rodillas, desnuda, crucificada en una barra, debajo del puente por donde pasa la autopista a Pisa. Lo único que llevaba puesto era un par de zapatillas deportivas y calcetines. Tenía los brazos abiertos atados a un poste con cinta adhesiva y moratones en las muñecas.

La mente del anciano ciclista retrocedió casi 40 años, cuando todos los jóvenes de la ciudad tenían miedo de ir de noche a los parques con sus parejas para no ser víctima de lo que entonces se conoció como el monstruo de Florencia. Un criminal que cometió 16 asesinatos a lo largo de 18 años (entre 1968 y 1985), en la misma zona donde se encontró el cuerpo de Andrea, y que mantuvo aterrorizado a toda Italia. Muchos fueron los detenidos. Pero por falta de pruebas el misterio de quién fue verdaderamente el monstruo de Florencia sigue sin resolverse.

«Estaba en la misma posición que Cristo en la cruz. Es como una especie de ritual satánico. Y no es la primera vez que pasa», afirma desconsolado Pasquale. El anciano se refiere a lo sucedido hace un año, cuando otra joven prostituta fue hallada viva, crucificada en el mismo lugar que Andrea Cristina. Dijo que había sido robada y violada con un palo por un cliente.

¿Casualidad? «Hay varios casos que tienen algunas similitudes con lo ocurrido el lunes. Estamos investigando sucesos similares desde hace diez años», explica Lorenzo Bucossi, jefe de la Brigada Móvil de Florencia. El policía se refiere a las seis prostitutas violadas desde 2006 en la provincia de Florencia. Todas engañadas por un cliente, violadas con un palo y crucificadas. En común también les une la adicción a las drogas. Cinco fueron encontradas con vida, salvo Andrea.

Pietro Pacciani, uno de los condenados como posible monstruo de Florencia, dijo durante su juicio en 1994 unas palabras defendiendo su inocencia que hoy en día recuerdan con escalofríos los vecinos más viejos de la capital toscana: «Soy un Cristo crucificado». Una frase que algunas personas como Michael Giuttari, que fue jefe de la investigación de los asesinatos en los años 70, han utilizado para sopesar la posibilidad de que el nuevo asesino sea también un imitador.

Boca tapada

En el parque del Cascine, Crónica encuentra una mujer que sobrevivió a su crucifixión. Dice llamarse Viola, tiene 45 años y fue agredida sexualmente en 2009 por un hombre con la misma descripción. «Me llevó al bosque diciéndome que íbamos a hacer un juego erótico. Allí me ató como si estuviese crucificada y... Lloré y le supliqué que parara. Me puso una cinta en la boca para que me callara», cuenta la mujer, que busca con temor una explicación para lo que esta sucediendo. «Su objetivo era hacerme daño, tal vez por venganza. Pensé que odiaba a las mujeres. Ahora sé que es algo premeditado. Un asesino en serie».

La policía arrestó el viernes por la mañana a Richard Vines, un fontanero de 55 años, mientras dormía en la casa en la que vive con sus padres en los suburbios al norte de Florencia. Su perfil coincide con la descripción de las prostitutas: Un hombre de entre 50 y 60 años, italiano, de complexión robusta, pelo corto, y que conducía una furgoneta blanca. Después de siete horas de interrogatorio, Richard reconoció que había matado a Andrea y violado a algunas de las otras prostitutas. Pero la policía habla de que puede haber varios «imitadores». «Es un maníaco en serie. Lo que todavía no sabemos es si es el único», afirma el fiscal florentino Paolo Canessa.

Andrea Cristina trabajaba en los alrededores del parque del Cascine, cuando, alrededor de la media noche, Richard Vines, le ofreció dinero para hacer con ella algún tipo de juego erótico. La negociación entre cliente y prostituta llegó a buen puerto. La joven se desnudó dejándose únicamente las zapatillas puestas y acompañó al hombre adentrándose en el oscuro y solitario parque. Entonces, Richard la atacó por la espalda, inmovilizándola. Cogió un palo y empezó a violarla repetidamente. Llevó a la prostituta debajo de un puente a las afueras de Florencia, a escasos metros del cementerio de Ugnano. Allí la crucificó. Andrea vomitó. Intentó desatarse las manos de las cintas, pero no lo consiguió. Murió desangrada por una hemorragia interna causada por la violación con el palo.

Martina todavía recuerda aquella noche de hace dos años, cuando vivió en sus carnes la misma película de terror que Andrea, pero con un final diferente. «Al principio parecía un hombre agradable. Alto, amable, vestido con vaqueros y chaqueta. Nos adentramos con su coche en el campo. De pronto, se transformó y empezó a golpearme. Conseguí salir, pero me alcanzó. Le dije que podía hacerme lo que quisiera pero que no me matara. El hombre me obligó a desnudarme salvo las botas. De un baúl de madera sacó una cinta adhesiva, me ató a un poste y empezó a violarme con una escoba. Luego me dejó allí atada y me robo todo lo que tenía en el bolso. Horas después conseguí romper la cinta con los dientes y pedí ayuda», recuerda Martina.

«El cazador de prostitutas», como ya le llaman muchos vecinos de Florencia a Richard Vines, elegía a las víctimas con cuidado. Mujeres vulnerables, adictas a las drogas. El maníaco les ofrecía más dinero que los otros clientes para que aceptasen participar en sus juegos sexuales. Les llevaba a un lugar apartado, sacaba de un baúl sus herramientas de tortura y luego les dejaba desangrándose.

Vagina y pechos de trofeo

El principal temor de los florentinos es que este caso tenga algo que ver con la historia del monstruo de Florencia del siglo pasado. Este asesino actuaba en noches de verano en las que jóvenes parejas buscaban intimidad dentro de un vehículo.

Cuando empezaban a quitarse la ropa, un hombre salía y les disparaba, apuñalaba y mutilaba los órganos sexuales de la mujer. Luego, se llevaba su vagina y su seno izquierdo como sendos trofeos, sin dejar testigos o alguna pista que hiciera posible su captura pese a los muchos sospechosos que hubo.

En agosto de 2001 algunos investigadores retomaron de nuevo el caso asegurando que tenían nuevas pistas que les condujeron a pensar que asesino podría tratarse en realidad de un grupo de unas 10 personas adineradas, miembros de una secta religiosa. Desde estas últimas actuaciones policiales no se había vuelto a hablar del caso, hasta que en 2002 varios diarios italianos mencionaban unas mutilaciones sospechosas en unos tanatorios de Florencia.

El misterio del Monstruo de Florencia sigue sin resolverse del todo. El cazador de prostitutas Richard Vines ya ha sido detenido. Pero el miedo e incertidumbre sigue rodeando a los vecinos de la ciudad italiana, temerosos de que haya otros imitadores del monstruo sueltos.

LUCAS DE LA CAL Florencia
http://www.elmundo.es/cronica/2014/05/11/536dfcc3e2704e85568b456e.html