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viernes, 8 de enero de 2016

SICARIOS COLOMBIANOS UTILIZAN LA BRUJERIA PARA PROTEGERSE DE LA POLICIA

La Policía señaló que hacen parte de 'Los Paisas', uno de los grupos más temidos de esa capital.

La Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc), en coordinación con la Fiscalía, logró la captura de cinco integrantes de la banda de atracadores y homicidas conocida como 'Los Paisas', que delinquía en diferentes zonas de esa ciudad.

De acuerdo con el coronel Jaime Barrera, comandante de la Mecuc, el grupo delincuencial, por su nivel de violencia, era uno de los más temidos en esa capital de los que se haya tenido referencia en los últimos tiempos.

“Es una banda temible, es una banda que asesinaba, hurtaba. Llegaban de a cinco miembros simultáneamente a cometer atracos y sicariato”, precisó el alto oficial.

En uno de los allanamientos, la Policía encontró un altar para el culto a la santería y la brujería, con la cual, según señalan las autoridades, buscaban blindarse de la acción de la justicia.

“Estos delincuentes se encomendaban a esta brujería antes de salir a delinquir, a asesinar, con el fin de que no hiciera efecto la acción de la justicia a través de las autoridades, pero esto no fue suficiente para que la Policía llegara y los capturara”, dijo el coronel Jaime Barrera.

Entre los detenidos, quienes ya fueron recluidos en la cárcel modelo de Cúcuta, figuran dos de sus cabecillas, Erick Heller Rojas, alias 'Tito', de 24 años; y Jefferson Andrade, conocido como 'Cocoy'.
En los operativos también cayó otro hombre de 19 años, una mujer de 18 y un menor de edad.

Los capturados están sindicados de los homicidios de tres personas cometidos el pasado mes de octubre.

Así mismo, se encuentran en proceso de judicialización por algunos hurtos calificados a una estación de gasolina, un casino y unos locales comerciales.


Actualmente las autoridades mantienen el trabajo para dar con la captura de otros integrantes de ‘Los Paisas’.

http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/caen-sicarios-que-pretendian-con-brujeria-librarse-de-la-autoridad/16475416

domingo, 26 de agosto de 2012

Falsos sicarios: el timo del asesino a sueldo



Madrid- «Sicario, asesino a sueldo, matón profesional. Experto en trabajos limpios rápidos y sin involucrar a nadie (...) 3 años de experiencia EXITOSA (...) No se ensucie las manos, lo hacemos por usted (...) sin importar sexo ni edad». No hay que bucear en exceso en internet para dar con cientos de mensajes como éste, escrito en un foro por el usuario «leinadzerep» junto a un correo electrónico de contacto. La proliferación de este tipo de anuncios en la web ha motivado una investigación de la Brigada de Investigación Tecnológica (BIT) del Cuerpo Nacional de Policía, que ha realizado un seguimiento de estos mensajes durante tres años. ¿La conclusión? «En la mayoría de ocasiones se trata de estafas», aseguran fuentes policiales.

No hay un gran «truco» tras el engaño. Tras anunciarse en foros y webs de «segunda mano», el supuesto «cibersicario» pide una cantidad por adelantado, que puede ser entregada a través de algún servicio de transferencia de dinero.

El «matón», tras pedir una señal de 1.000 euros –aludiendo que se tiene que desplazar, disponer de un dinero para gastos, etc.–, no vuelve a dar señales de vida. Eso sí, los gastos se disparan con el «trabajo» completo: la vida de una persona puede costar entre 3.000 y 5.000 euros. Correos electrónicos, teléfonos de prepago, sistemas de navegación anónima, transacciones desde wifi pública... No dejan pistas. Y juega con ventaja: el estafado difícilmente le denunciará, pues hablamos de alguien que ha contratado a un matón para propinarle una paliza a un tercero.

¿A qué tipo de clientela irían dirigidos estos anuncios? Por el tipo de ofertas estudiadas por los agentes, aquellas personas que todavía esperan cobrar una deuda económica y que solicitarían «los servicios de un ‘‘cobrador del frac’’ extremo», asegura la Policía.

Mientras, el falso sicario no deja de ser un estafador que toca muchos «palos» en la red. «Saben que estafar en internet es muy fácil y buscan pequeñas estafas muy diversificadas, siempre con sistemas de pago en efectivo, de forma que se pierde el rastro del dinero».

Varios de ellos cuentan con antecedentes penales por delitos como la venta de anabolizantes o de productos falsos a través de la red –falsas ventas de pisos e incluso de órganos–. «No están organizados ni se hacen millonarios», dicen desde la Policía. Pero no dejan de intentarlo: alguno de ellos puede manejar hasta 20 cuentas de correo diferentes.

Mientras, las autoridades se han puesto en contacto con los portales web afectados para que, «en base a su política de privacidad, eliminen este tipo de anuncios». Algunos prefieren cerrar el trato en persona. Y en su investigación, la BIT llegó incluso a conocer a uno de estos timadores. Pero con un límite legal: la Policía no puede caer en la provocación del delito. Un agente se citó con un «sicario» que se desplazó hasta Madrid. «Lo único que pretendía es que le pagáramos cuanto antes, porque tenía la vuelta en AVE de ese mismo día». ¿La conclusión? «Esta persona tenía varias condenas por estafa», aseguran en la Policía.

Ahora bien, ¿son todo timos? «No hay estadísticas oficiales sobre muertes a manos de sicarios en España. Pero a partir de algunos indicadores, como el modus operandi, puede estimarse que en nuestro país han muerto alrededor de un centenar de personas a manos de un asesino a sueldo en los últimos años», tal y como comenta Ricardo Magaz, presidente de la Sociedad Científica Española de Criminología.

Así, el número de impactos de bala, el hecho de que una de ellas fuera dirigida a la cabeza, o un móvil poco claro de la muerte denotaría la mano asesina de un sicario.

«Si bien se ha comprobado que en internet la mayoría de casos son picaresca, sí se ha detectado en España que, cuando alguien contrata a un sicario, lo hace a través de locutorios, para dar con gente de Colombia, México, Brasil y algunas zonas de Europa del Este», explica Magaz. De esta forma, contratarían a jóvenes que crecen en zonas muy marginales, sin ningún futuro, y que para ellos cometer un crimen de este tipo supone subir en el escalafón. «Y no son sicópatas: son conscientes del dolor que causan. Es una maldad impulsada por el dinero», añade.

Con todo, una de las modalidades más demandadas, dice Magaz, es la del «matonismo», es decir, el que «contrata a alguien para que le rompa a un tercero cuatro huesos por deudas impagadas, casi siempre por el tráfico de drogas o para marcar territorio». Un acto delictivo propio, asegura, de bandas como «las maras» latinoamericanas.

Jaime V. Echagüe

http://www.larazon.es/noticia/2398-busco-sicario

jueves, 7 de junio de 2007

Asesinos a sueldo: los profesionales del crimen

Crimen organizádo
En el negocio del sicariato, existe un tipo de asesino cuyo perfil es tal vez el más desconocido e intrigante, al que el cine ha mitificado retratándolo como un personaje frío, calculador e inalterable que nunca comete un error por complicado que sea su objetivo. Son los asesinos a sueldo profesionales, verdaderos expertos en armas entrenados para matar, que hacen trabajos limpios y raramente dejan huellas. Son más que simples delincuentes con un contrato de trabajo, digamos que son algo así como la “élite” del crimen.

Sin embargo, a los ojos de cualquiera son personas normales con una vida privada como todo el mundo, ya que en su entorno procuran pasar lo más desapercibidos posible. No destacan en nada. Generalmente son personas jóvenes de entre 30 y 45 años, tienen una familia, amigos, vecinos, gente a su alrededor que están convencidos que él es un empresario absorto por su trabajo, que en el momento que menos se lo espera recibe un aviso para irse de viaje a cualquier lugar porque debe asistir a una reunión con un cliente, y que en una semana más o menos, cuando cierre el negocio que se traen entre manos, volverá para seguir su vida de todos los días como un tipo corriente.

Todos coinciden en que el anonimato es la verdadera clave de su éxito. Nada les proporciona tanta independencia como ser una persona “gris” y poder pasear por la calle distendidamente, disfrutando de todos los periodos de descanso con la absoluta certeza que nadie sabe quien es ni a que se dedica. Para ellos el hecho de tener una cobertura que camufle su identidad les proporciona la seguridad de poder llevar una vida absolutamente ordinaria.

Sin embargo, muchos discrepan en cuanto a los verdaderos motivos de porque han elegido dedicarse a esta actividad, que no dudan en calificar de “oficio”. Alberto, asesino a sueldo profesional, confesaba que jamás ha matado a nadie por el “placer” de matar, pero reconoce que eso va con la ética y la disciplina de cada uno como profesional. Dice que él solo asesina por interés, que es una cuestión de negocios y solo busca un beneficio económico. Lo mismo opina Martín Benítez, un sicario mexicano que cortaba la cabeza de sus víctimas para mostrarlas como prueba de que había cumplido con el encargo. Cuando fue detenido por la policía, les dijo sin inmutarse apenas: “Si no lo hubiese hecho yo, lo habría hecho otro. Y por esto me pagaban mejor que como peón”.

Sin embargo Joel, sicario estadounidense, escribía en su autobiografía que él lo hacía más por prestigio que por dinero: “Después de mi primer contrato tuve conciencia de que yo era un individuo completo. Una fuerza a considerar. Un montón de gente que me había desdeñado, mirándome como a un mocoso listo, me hablaba ahora con otro tono. El trabajillo me aportó 5.000 dólares”. También el matón de la Mafia siciliana Luigi Ronsisvalle alegaba que sus razones eran ante todo éticas: “El hombre de honor no anda por ahí robando y matando por dinero. El hombre de honor mata por una razón, para ayudar a la gente”. Él escogía a sus clientes cuando consideraba que el caso valía la pena y aseguraba que siempre se mantuvo alejado de temas de narcotráfico, por que decía que la droga no valía más que para matar a muchos inocentes. De hecho, en varias ocasiones se negó a ayudar a otros mafiosos, entre ellos a Michele Sindona, que en su momento le ofreció la cantidad de cien mil dólares por librarlo del fiscal que estaba investigando sus finanzas.

La clientela del asesino a sueldo profesional, fuera del mundo de las Mafias y del narcotráfico, suelen ser personas con un nivel adquisitivo bastante elevado, porque los precios que llegan a reclamar éstos por un servicio pueden elevarse a cantidades desorbitadas (según informaciones obtenidas, dependiendo de la posición de la víctima y la complicación del encargo, podríamos estar hablando de hasta trescientos y seiscientos mil euros). El motivo, como veremos más adelante, es que el proceso de un asesinato por encargo no solo consiste en localizar a su objetivo y matarlo. A veces el sicario debe salir al extranjero, desplazarse y realizar varios seguimientos a la víctima para estudiar sus costumbres, sobornar a personas para que le faciliten datos sobre ésta, conseguir armas en el mercado negro, procurarse otra identidad haciéndose con documentación falsa, etc. Estos gastos a mayores también irán incluidos en la factura final, por no hablar de los elevados honorarios del propio asesino, que suelen estar lejos del alcance de cualquier persona de clase media.

De cualquier manera, seguro que este tipo de clientes cuando se deciden a contratar los servicios de un profesional, es porque les compensa más para sus propios negocios e intereses desembolsar una importante suma de dinero y pagar a un individuo para que les solucione un problema que consideran importante, que lo que les hubiese supuesto dejar a la víctima en cuestión con vida. Y desde luego, no escatimarán en gastos ante la tranquilidad de saber que el trabajo está realizado con total perfección por alguien que sabe lo que hace, porque no pueden arriesgarse a contratar a cualquier aficionado que no sepa ser discreto con el asunto y que les delate a la mínima de cambio en caso de ser detenido, o que no haya sabido borrar su rastro en el lugar del crimen y finalmente la policía sospeche del verdadero móvil del asesinato, lo que provocaría que comenzasen a investigar a los posibles enemigos de la víctima…

Estos precios millonarios varían mucho dependiendo de la nacionalidad del sicario, por muy sorprendente que pueda parecer. Un trabajo que un profesional europeo acepta por varios miles de euros, un sicario colombiano o del este de Europa estaría dispuesto a realizarlo por muchísimo menos dinero. A pesar de eso, lo que en el fondo busca un cliente adinerado es contratar a un sicario fiel que no le vaya a delatar si la cosa se pone fea, que tenga una buena experiencia y que haga bien su trabajo, para no tener que lamentar el haber realizado un mal negocio que le podría costar mucho más que el dinero que ha pagado por él.

Y es que como decía anteriormente, el trabajo que realiza un asesino especialista suele ser bastante laborioso y va mucho más allá que el simple crimen a sangre fría que imaginamos. En el fondo, como revelaba uno de ellos en una entrevista, su trabajo es en cierta manera semejante al de un actor que representa un papel en el que debe ir improvisando su actuación sobre la marcha, porque cada encargo es muy diferente del anterior, y aunque inicialmente puede haber consolidado un plan a la perfección en la teoría, a la hora de la verdad cualquier detalle puede hacerlo cambiar en cuestión de segundos y por eso debe estar preparado para cualquier tipo de situación. Debe saber jugar con su apariencia física para no llamar demasiado la atención en el entorno, tal vez disfrazarse, cambiar por completo su aspecto físico, jugar un rol aparentando una conducta diferente a su personalidad, mezclarse con el ambiente que rodea a la víctima y a la vez pasar completamente desapercibido para evitar que algún testigo haga notar su presencia a la policía una vez cometido el asesinato.

Lo más importante para el sicario a la hora de la verdad es hacer una amplia y minuciosa investigación sobre el objetivo para conocerlo como si fuese él mismo. Para ello realizará una vigilancia permanente para conocer sus rutas habituales y aquellas otras menos utilizadas, sus horarios de trabajo y actividades, su familia y amistades que frecuenta, sus costumbres, sus aficiones, etc. Esta fase es la que le llevará más tiempo y pondrá a prueba su paciencia, porque a veces, si la persona se mueve en un entorno de difícil acceso o si por ejemplo dispone de guardaespaldas a su alrededor, puede que se prolongue hasta varios meses. Lo que le mueve a observar y conocer en profundidad los patrones de conducta de su futura víctima, es simplemente el discurrir la manera en cómo cometerá el crimen para que la policía no sospeche de que se trata de un asesinato por encargo, y de esta manera proteger a su cliente, que es la verdadera finalidad de su trabajo.

Digamos que si estudiando detenidamente a la persona, observa que a veces frecuenta un determinado bar solitario del que sale a altas horas de la madrugada, posiblemente un día ésta aparezca muerta en un callejón próximo con varios navajazos, varios golpes en el cuerpo, con la ropa desgarrada, sin el reloj ni la cartera, y con la documentación esparcida por el suelo. Cuando encuentren el cadáver aceptarán que unos asaltantes le han abordado, que como el hombre habrá ofrecido una cierta resistencia y se habrá negado en darles el dinero, se habrán enzarzado en una pelea que ha terminado a golpe de cuchillo. Y si aún encima el sicario ha sido lo suficientemente laborioso como para dejar pistas falsas que incriminen a cualquier delincuente habitual conocido en el barrio, ya lo borda. O si por ejemplo percibe que su futura víctima está pasando por un mal momento en su vida sentimental porque su pareja acaba de poner fin a la relación que mantenían desde hacía tiempo, y esto le ha sumido en un ligero estado de desánimo, cualquier día puede aparecer muerto de una sobredosis de antidepresivos, rodeado de una botella vacía de su bebida alcohólica favorita y de todas las fotos que tenía en compañía de su amada. En casos determinados, lo importante no solo es acabar con la vida de la víctima, sino más que nada disimular que se trata de un crimen, para que las sospechas nunca puedan recaer sobre la persona que ha contratado sus servicios, aunque para ello tengan que echar mano de un chivo expiatorio sobre el que hacer recaer la responsabilidad del homicidio.

Como ven, se trata de verdaderos profesionales del crimen, con mucha astucia, imaginación y recursos, pero escasos escrúpulos. Tal vez esta es la explicación de porqué es tan difícil seguir el rastro de un auténtico sicario, pues en muchas ocasiones un hecho de esta índole pasará desapercibido por los agentes de homicidios, y lo que es un crimen premeditado, será visto como un suicidio, un accidente doméstico, una muerte natural o un desafortunado incidente.

Para Marco Morales, jefe de la Policía Judicial de Guayas, (Ecuador), acostumbrado a la investigación de todo tipo de crímenes, asegura que son las situaciones más frustrantes de su larga carrera profesional en la Brigada de homicidios, y para él la actividad que llevan a cabo estos asesinos es una de las más repudiadas que puede existir, puesto que los ejecutores no parecen tener valores morales ni humanos: “En Ecuador, aunque los casos de sicariato no han sido, felizmente, demasiado numerosos, las pocas experiencias son traumatizantes. A cambio de unas monedas son capaces de quitar la vida a una persona cualquiera, sin hacer distinción en si la víctima es una padre de familia, una mujer, un anciano o un niño, y sin más reparos que asegurarse el cobro del dinero que han acordado una vez han terminado con el trabajo”, dice. “Planifican asesinatos de cualquier índole, tanto en viviendas, edificios de alta seguridad y hasta lugares públicos, circunstancia que los diferencia de los asesinos simples, porque alimentan su mente con la satisfacción de matar o cumplir una venganza”.

El oficial está convencido que una buena parte de los que matan por encargo son verdaderos profesionales que entrenan regularmente en parajes solitarios lejos del alcance de las miradas indiscretas, y por la destreza que muestran con el manejo de armas no descarta que muchos de los que se encuentran actuando libremente por el país sean miembros de instituciones armadas, como militares adiestrados y policías veteranos, que se han dado de baja en sus respectivos puestos para dedicarse al negocio privado, que sin duda es más arriesgado pero también mucho más rentable para sus bolsillos.

En su país este tipo de crímenes todavía son hechos aislados, al igual que en España, aunque él tampoco se arriesga a dar una cifra concreta porque ni siquiera existe un registro en los archivos oficiales, y eso se debe a que apenas dejan rastros tras de sí o dejan cantidad de pistas falsas que hace que resulte muy complicado, y a veces imposible, seguirles el rastro.

Él mismo, junto con los agentes que forman su equipo, cuando creen que pueden estar ante un caso de sicariato evidente, tienen como costumbre plantearse tres preguntas que normalmente les suelen guiar. La primera es acerca de la forma de la muerte de la víctima: si la persona ha sido ejecutada con arma de fuego y tiene tres o más orificios de bala, es muy probable que se trate de un sicario, puesto que en muchas ocasiones, cuando utilizan este tipo de métodos, se aseguran de rematar a la persona para que no tenga opción a salvar su vida de ninguna de las maneras. La segunda, que es bastante determinante es, sobre qué órganos vitales han impactado los proyectiles, ya que los especialistas siempre apuntan a la cabeza, al pecho y al corazón para asegurar la muerte. La tercera cosa que se preguntan es qué motivaciones se esconden detrás del crimen, un puzzle cuyas piezas deberán ir encajando con el tiempo, una vez que estudien el perfil de la víctima y comprueben si estaba metido en asuntos turbios, si tenía enemigos, si lideraba un negocio cuyo buen funcionamiento preocupaba a un rival, si era infiel a su esposa, y un largo etcétera de posibilidades.

Pili Abeijón
Criminóloga

miércoles, 16 de mayo de 2007

Sicarios: asesinos a sueldo


Pili Abeijón se diplomó en criminología en la Universidad de Santiago de Compostela, especializandose posteriormente en el análisis de la psicología criminal y la pericia caligráfica y grafológica. En 1997 creó la primera página web en castellano sobre asesinos en serie: ASESINOS, que en junio 2001 dio paso al portal de internet Archivodelcrimen.com consultado por criminólogos, criminalistas y analistas del delito de todo el mundo. En Archivo del Crimen, Pili Abeijón, por primera vez, valoraba las creencias religiosas y las supersticiones de los criminales, como un factor criminógeno, analizando casos como el crimen del Rol, Manson, Bathory, Ramirez, Almansa, etc, desde esta perspectiva.

Colaboradora de diferentes médios de comunicación como analista del fenómeno criminal (Onda Cero, Radio Voz, Radio Televisión de Galicia, etc) , y especialmente de las psicopatías homicidas, en 2005 publica su primer libro: "Asesinos en serie" (Editorial Arco Press). Y recientemente publicaba su nuevo trabajo "Sicarios, asesinos a sueldo" (Arco Press, 2006) sobre los asesinos "de alquiler".

-Es evidente que la mayoría de los sicarios matan a 3 o más personas y que no tienen una relación directa con sus víctimas... ¿que los diferencia de los asesinos en serie?

-Es cierto que ambos pueden llegar a matar a más de tres personas, pero la diferencia entre uno y otro es sin duda el móvil del asesinato en sí. Ese es el principal condicionante que distingue un asesino en serie de un asesino por encargo. El asesino a sueldo mata únicamente por dinero, no tiene otra motivación que la económica, y de hecho, dependiendo de qué “trabajo” se trate, puede llegar a cobrar cifras millonarias por parte de una selecta clientela. Por otro lado, la mente de un asesino en serie funciona de manera más compleja. Aunque cada psicópata tiene impulsos muy personales y es un caso único desde el punto de vista criminológico, podría decir que muchos se sienten fracasados a nivel personal o/y laboral, y proyectan esas frustraciones en sus víctimas, elegidas por alguna fijación momentánea. Se sienten estimulados con el crimen y la tortura previa porque les excita sentirse los amos de la situación y sentir el pavor que son capaces de causar a la víctima, a quien consideran la causa de sus males.

-En su día Robert Ressler nos dijo que, según su experiencia, muchos terroristas de ETA, IRA, Brigadas Rojas, etc., podrían entrar en el perfíl del asesino en serie, que ha encontrado en el terrorismo una justificación para desarrollar su psicopatía ¿podría ocurrir lo mismo con algunos sicarios?

-Los psicópatas padecen una serie de anomalías psíquicas que alteran su conducta social y les impide sentir empatía hacia otras personas, por ese motivo actúan como si nadie les importase, y de este modo un asesino psicópata puede quitar la vida de varias personas sin inmutarse ni sentir remordimientos. Un sicario no deja de hacer lo mismo, solo que éste justifica sus crímenes con el dinero. Dicen que es práctica y sangre fría..., yo pienso que algún grado de psicopatía sí hay.

-¿Desde cuando existe el "Sicariato" y los asesinos de alquiler?

-El fenómeno del asesino a sueldo existe desde hace mucho tiempo, no es algo nuevo. Si echamos un vistazo atrás, y nos remontamos a tiempos de Jesucristo, por ejemplo, oiríamos hablar de los “Celotas”, un grupo de radicales que reivindicaban la independencia del estado judío y luchaban contra la ocupación romana en Palestina. También eran conocidos con el sobrenombre de “sicarios”, de ahí el origen de la palabra, porque escondían entre sus ropas un pequeño puñal llamado “sica”, con el que asesinaban a cualquier oponente sin ningún tipo de miramiento. Aunque si seguimos retrocediendo en el tiempo y por curiosidad escarbamos en los anales de la historia, comprobaremos que existen otras múltiples referencias a mercenarios y asesinos, contratados por los señores de los grandes Imperios de la antigüedad: en la corte de los faraones del Antiguo Egipto, entre el ejército hoplita griego, en las falanges romanas, etc.

-En tu libro dedicas un capítulo a los hashashin... ¿podrían las creencias religiosas justificar el sicariato? Y si es asi, ¿podrían los nuevos grupos criminales islamistas, como Al Qaeda, entrar en la misma clasificación?

-Sí es cierto que el comportamiento de los hashashin era muy similar al de los grupos terroristas religiosos actuales, quienes están dispuestos a sacrificar su vida por sus creencias. Lo que los diferencia de los asesinos a sueldo que conocemos hoy en día, es que éstos únicamente trabajan por dinero, mientras que los fanáticos confían en que el beneficio, de índole espiritual, les sea otorgado en la otra vida, en compensación a una vida de sufrimiento. De todos modos, debo decir que bajo mi punto de vista nada puede justificar el crimen, ni las convicciones religiosas, ni siquiera la psicopatía o la psicosis, que son anomalías psíquicas, y mucho menos el dinero del sicariato.

-Contextualicemos el fenómeno del sicario... ¿Se trata de una figura criminal aislada o, por el contrario, los sicarios forman parte de colectivos de crimen organizado más complejos?

-Por lo que he podido comprobar mientras realizaba la investigación que dio origen al libro, existen ambos tipos de sicariato. Unos prefieren trabajar solos, por su propia cuenta y riesgo, y controlar todo el proceso que va desde la ubicación y estudio del posible cliente, la negociación del encargo y la ejecución del mismo, y otros sin embargo, posiblemente para evitar mayores complicaciones o por asegurarse un sueldo fijo optan por formar parte de una banda organizada para llevar a cabo el llamado “trabajo sucio”.

-En el libro diferencias el perfil criminal y modus operandi de distintos tipos de sicarios; colombianos, mafias chinas, mafias del Este... ¿cuales son las similitudes y diferencias de los asesinos a sueldo?

-Todas las mafias o grupos de crimen organizado están dedicadas a unos negocios similares, pero dependerá del mercado existente en la zona que se hallen establecidas y el control que ejerzan allí. Las principales actividades delictivas de las mafias son: la prostitución, el blanqueo de dinero, el tráfico de armas y de drogas, las falsificaciones, el fraude y la extorsión. La labor de los sicarios dentro de éstas es siempre el mismo: las amenazas, el cobro de deudas a los morosos y ejecutar los castigos.

-El cine, la literatura y la televisión han encontrado en la figura del asesino a sueldo un personaje, en ocasiones casi romántico, para llenar guiones. Desde el entrañable Tulipan Tudeski de "Falsas Apariencias," al neurótico Julian Noble de "The Matador", ¿que diferencia a los sicarios del cine de los de la realidad?

-Tú lo has dicho, no concibo romanticismo ni ternura en un asesino que sea capaz de matar a otra persona fríamente y no tenga remordimientos ni le preocupe si esa persona deja una familia, unos hijos, una vida...

-Algunos personajes reales, sin embargo, como Ilich Ramírez Sánchez, alias Carlos El Chacal, inspiraron infinidad de novelas y películas como "The Jackal", donde le da vida Bruce Willis. ¿La realidad supera a la ficción?

-Eso desde luego. Te aseguro que muchos de los casos que he podido investigar a lo largo de mi carrera como criminóloga han superado la ficción y con creces. En mis libros he obviado muchos detalles por considerarlos demasiado morbosos o macabros, y eso me ha demostrado que a veces la locura del criminal es de lo más despiadada a la par que incomprensible.

-Dedicas una atención especial en tu obra a los sicarios de Medellin y a los muy jóvenes estudiantes del sicariato ¿puede un niño ser un asesino de alquiler? Y si es así ¿podrían los niños soldado africanos, de alguna manera, englobarse también en una forma de sicariato?

-El lamentable fenómeno de los niños sicarios no solo se está dando en Colombia, sino también en otros países sudamericanos y asiáticos. Los niños que crecen en condiciones deplorables, generalmente hijos de una familia demasiado numerosa o desestructurada, a partir de los doce años comienzan su carrera como asesinos, ya que la única salida que perciben ante la miseria que les rodea es que un grupo de narcotraficantes o mafiosos les permita formar parte de su plantilla. Saben que allí se les paga bien, ya que otros lo han hecho antes, y no solo han sacado a su familia de la pobreza sino que se han hecho “importantes” en el barrio. El problema, y ellos son conscientes, es que no se puede ejercer mucho tiempo como sicario siendo niño, más que nada porque acaban siendo asesinados por otros grupos o por el propio, cuando ya no son de utilidad, y solo los más avispados sobreviven.

-Europa comienza a sentirse inquieta por el trasvase delincuencial de algunas bandas latinas, directamente relacionadas con prácticas de sicariato, como los Latin King o los Netas... ¿se incrementará en el futuro el fenómeno de los asesinatos contratados en Europa en relación a las bandas latinas?

-Actualmente, y a pesar de los múltiples incidentes ocurridos en España en relación a bandas latinas como las que mencionas, pienso que no debemos alarmarnos, ya que más que delincuencia organizada es un problema de seguridad ciudadana. Este tipo de pandilleros son jóvenes adolescentes que en su mayoría, crecidos al sentirse parte de un grupo numeroso, cometen actos delictivos para financiar a la banda o ganar popularidad, pero siempre se verán inmersos en delitos a pequeña escala, salvo excepciones en las cuales en el transcurso de una reyerta hay heridos graves, o una víctima en el peor de los casos. A mí personalmente me inquietan más otro tipo de pandilleros, como la Mara 13 o la Mara 18, puramente vinculados al mundo del crimen organizado, que aunque actualmente solo se hallan en países como los EEUU, Honduras, Guatemala, México y El Salvador, no descarto que en algún momento se vengan a España para tratar de ampliar su mercado y escapar de la presión policial a la están siendo sometidos en sus países de origen.

-Y para terminar, algunos casos célebres de la historia criminal española (incluso crímenes no resueltos), como el intento de asesinato del abogado Emilio Rodriguez Menendez fueron crímenes contratados ¿que otros casos han sido, o podrían haber sido, en tu opinión, producto de un sicario?

-En mi libro cito algunos casos en los que se ha demostrado la autoría de un asesino contratado por una persona para acabar con la vida de un tercero, pero desde entonces se han seguido cometiendo secuestros express y asesinatos de este tipo, algunos de los cuales han salido incluso en prensa. Sin ir más lejos, ¿quién no recuerda el cadáver hallado en febrero de este año en la localidad madrileña de Móstoles, de un venezolano al que habían amordazado y torturado hasta la muerte con la famosa “corbata colombiana”, firma muy común entre los castigos de los narcotraficantes..?


Manuel Carballal

Vicepresidente 2º CIAC

jueves, 10 de mayo de 2007

Los niños sicario de Medellín

“Recuerdo la primera vez que me tocó matar. Yo había herido a personas pero no conocía los ojos de la muerte. Sucedió, un día por la mañana, en Copacabana, un pueblo cercano a Medellín. Estábamos robando una casa-finca y sin saber de dónde se nos apareció el celador. Yo, desde mi escondite, detrás de un muro, asomé la cabeza y de puro susto le metí por la espalda los seis tiros del tambor. El hombre quedó frito de una. Eso fue duro, pa qué le miento, muy duro. Pasé quince días que no podía comer porque veía al muerto hasta en la sopa… pero después se me hizo fácil, aprendía a matar sin que eso me molestara el sueño. Eso de matar es una cuestión que se vuelve normal. Lo mejor es matar gente que las debe, que ha sido grosera. O gente que uno no conoce. Es más difícil que me apunte a cascarle a alguien conocido. No tanto por culillo, al fin uno se acostumbra, sino porque es mal negocio dejar culebras[1] en todas partes”.

Se llama Toño. Es un joven sicario de la comuna nororiental de la ciudad de Medellín, un barrio tristemente conocido por poseer el más alto índice de violencia de toda Colombia y donde la cultura del asesinato es el pan de todos los días. Metrallo, como la llaman en su jerga los jóvenes, es la capital del departamento de Antioquía y la ciudad cuna de los pelaos, los chavales pistoleros que se formaron de la mano del narcotráfico, del afán del capo Pablo Escobar Gaviria y su famoso Cártel de Medellín por quitarse de en medio a todo el que se interponía en su carrera hacia el control del mercado de la cocaína, pagando una buena suma de dinero a los niños de los barrios más necesitados, a los que contrataba como asesinos para hacer el trabajo más sucio y arriesgado.

“Yo ya tango trece muertos encima, trece a los que les he dado con este índice, porque cuando voy en gallada[2] no cuento esos muertos como míos. Si me muero ya, me muero con amor. A fin de cuentas la muerte es el negocio, porque hacemos otros trabajos, pero lo principal es matar por encargo. Para ese oficio nos busca gente de todo el país. Yo analizo que el cliente sea serio, bien con el pago. Cobramos dependiendo de la persona que toque convertir en muñeco[3]; si es duro se pide por lo alto. Es que uno está arriesgando la vida, la libertad y el fierro[4]. Aquí en la ciudad lo menos es medio millón, pero para salir de la ciudad a darle a un pesado[5] cobramos por ahí tres millones”.
Estos chicos comienzan su carrera asesina muy jóvenes, a partir de los doce o trece años. En la edad en la que la mayoría de los niños sólo piensa en jugar, los pelaos por lo general se pasean con mirada fiera y con un tote[6] de 9 milímetros escondido en el cinturón, presumiendo que ya han asesinado a su primera víctima. Del mismo modo asumen que ésta terminará pronto también, pues la mayoría suelen ser abatidos a los pocos años por otros sicarios, por la misma banda de narcotraficantes cuando ya no los necesitan, e incluso por la policía en el transcurso de un fuego cruzado. “Me conformo con llegar a los 25”, decía uno de éstos muchachos en una entrevista. “El negocio es dejar a la familia con dinero. No me importa morir, lo peor es estar preso y pudrirse en una cárcel”.

Alonso Salazar, periodista colombiano y gran divulgador del problema de los jóvenes sicarios, sostiene que el mapa de las bandas de Medellín coincide con las zonas más pobres y populares, que son las barriadas que se expanden cada vez más en las afueras de la ciudad, a lo largo de la falda de la montaña. Él ha entrevistado a muchos de ellos en su libro “No nacimos pá semilla”[1], y sabe que aunque por un muñeco[2] siempre se paga bien, ser sicario no significa solamente salir de la pobreza, sino ser tenido en cuenta por su entorno, sobre todo por su familia.

Los caprichos que se pueden comprar con el dinero son importantes, pero nada les satisface más que el reconocimiento social, dejar a un lado la miseria y convertirse en alguien importante que pueda hacerle una casita a la madre, para ellos lo más sagrado. Así como odian al padre ausente, aquel que les ha abandonado, permitiendo que sus hijos crezcan sin comida que llevarse a la boca y sin un modelo que les enseñe los valores fundamentales de la vida, amar a la madre sin condición es una especie de principio obligatorio que los realza como personas y que todos cumplen incondicionalmente, porque reconocen que han luchado por sacarlos adelante solas y a ellas les deben todo. Para ellos matar no es tan malo siempre y cuando sea para favorecer a esa madre protectora, porque como dicen: “la madre es lo más sagrado que hay porque madre no hay sino una, mientras que papá puede ser cualquier hijueputa”.

La mayoría de estos niños sicarios son hijos de familias desestructuradas, a menudo con padres delincuentes que trabajan para algún narcotraficante con el menudeo de la droga, o madres solteras que no pueden hacerse cargo de sus tres o cuatro hijos y los abandonan a la aventura de las calles para que empiecen a buscarse la vida solos mientras ella trabaja todo el día para traer algo de comida para los más pequeños. Los chavales sienten la necesidad de insertarse en un grupo porque buscan la protección, el cariño y el respeto que no tienen en sus casas, y ya sea por falta de dinero o por ganas de hacerse valer de cara a los demás, se dejan engatusar por las bandas de criminales y comienzan una carrera delictiva, bien sea vendiendo artículos robados, vendiendo droga o asesinando por encargo. Eso les proporciona fama, dinero, un arma, una motocicleta, la admiración de una joven… la necesidad de adquirir un estatus, unido al desempleo, la cultura de la agresión que se vive en las calles y las condiciones sociales, les introducen en un camino sin retorno que siempre se paga con la muerte.

Irma es una adolescente cuyo hermano sicario mataron hace unos años. Está convencida que al principio William se metió en la profesión por el dinero, pero luego su carácter cambió y parecía como si lo hiciera por diversión. “Llegó un momento en que no le importaba nada matar, incluso yo creo que veían placer en la muerte. La degradación del grupo de mi hermano les llevó a matar mendigos e indigentes que dormían en la calle para entretenerse. Los encargos eran de todo tipo: venganzas familiares, motivos políticos, deudores que no pagaban o acreedores que con su muerte se terminaba la deuda. Los contratistas les daban una foto y les pagaban primero. Si alguno de ellos no pagaba, lo mataban también. Incluso iban al velatorio para comprobar que había muerto el adecuado. Yo estaba siempre informada de sus actuaciones porque les tenía que lavar la ropa manchada de sangre. En total yo creo que mi hermano participaría en el asesinato de más de cien personas”. William empezó a asesinar a la edad de trece años y lo mataron a los veintiocho. Su vida de sicario fue una de las más largas que se conoce en Medellín.

Esa es la triste realidad para muchos jóvenes colombianos. La muerte se convierte en una trivialidad, en una especie de rutina que forma parte de la vida cotidiana y que ya no sorprende a casi nadie. Si el hijo de fulanita empieza a traer dinero a casa, a comprar regalos a sus hermanos y amigos, si cambia de vestuario y se pone ropa cara de marca, si desaparece durante varios días sin que no se sepa a dónde va, nadie se extraña demasiado: el chaval se ha hecho sicario. Es el resultado de una ausencia de valores morales y culturales, pero también el resultado de una crisis socioeconómica que no permite asomar un futuro esperanzador para ninguno de esos muchachos que se crían en las calles, y ven la delincuencia organizada como una única salida para sacar sus vidas y las de sus familias adelante.

“¿De que sirve un salario mínimo?”, comenta uno de los jóvenes de un grupillo de adolescentes que deambulan por las calles sin nada mejor que hacer. “Unos pesos no alcanzan para nada. Por eso es mejor vender coca y basuco[1], o buscarse un muñeco para ponerle la lápida al cuello. Si a mí me encargan un muerto y me dan un buen billete, yo me la juego. Yo por dinero mato a quien sea…”.

Pero no es tan fácil hacerse sicario, y ellos lo saben. Entre todos los pelados que deambulan inactivos por las calles de Medellín, solo unos pocos consiguen ser contratados por alguna banda para realizar una serie de trabajos, y muchos menos logran formar parte de ella de manera permanente. Para convertirse en un buen pistolero y no caer muerto a la primera de cambio, los jóvenes aspirantes deben pasar una serie de pruebas que demostrarán su valía. Solo entonces estarán preparados para la profesión.

Suelen ser seleccionados por gente que está metida en el negocio, generalmente otros pelados que les conocen de verlos deambular por las calles y que les proponen el ganarse unos buenos billetes a cambio de un trabajo arriesgado, pero rápido y fácil si saben hacerlo con maña. Entonces, el chico empezará realizando pequeños delitos para la banda hasta que va perdiendo el miedo, como robos o pequeños atracos. Si demuestran valor, con el tiempo les ofrecerán un arma y munición, y con ella los primeros encargos. Pero antes de todo eso deben ganarse la confianza del grupo y pasar la prueba de fuego, aquella que realmente decidirá si tiene nervio y coraje suficiente para ser asesino: su primer muerto a sangre fría.

Si el jefe es considerado, se conformará con que el candidato vacíe el cargador de su fierro sobre el primer automovilista con el que se cruce y que esté detenido en un semáforo con la luz roja, o que mate a la persona que éste desee, que es lo más fácil suponiendo que el chaval tenga algún rival o enemigo y aproveche la ocasión como venganza personal. Pero si topa con un déspota que de verdad pretende ponerlo a prueba para saber si podrá realizar encargos más complicados, le retará a que mate a uno de sus íntimos amigos o a un pariente cercano. Si pasa la prueba, formará parte de la banda de pistoleros a sueldo, y si no lo hace, lo más seguro es que él mismo acabe tirado en una acequia con varios tiros en el pecho.

Los jóvenes más avispados que logran sobrevivir unos años como sicarios sin ser asesinados, pero solo uno entre muy pocos, cuando se van haciendo viejos en el “oficio”, llegan a abandonar la actividad activa para volcarse en un negocio más rentable y seguro que se conoce como “oficina”. La oficina es un lugar de reclutamiento para otros pelados nóveles, que como ellos hicieron en su día, buscan ser contratados como asesinos a sueldo y están dispuestos a cualquier cosa por conseguirlo. Allí reciben a multitud de niños que serán puestos a prueba para seleccionar a los más válidos y actúan como intermediarios con los clientes negociando los precios de los encargos dependiendo de la importancia y la complicación de un trabajo. Toño es uno de estos ex sicarios que ahora trabaja como mediador. Después de pasar una temporada en la cárcel tras ser detenido por la Policía, decidió buscarse la vida de una manera menos arriesgada y formó una oficina con otros presos que conoció allí. “Nosotros somos cruceros, intermediarios. Manejamos las fuentes, gente que necesita que le hagan un trabajo o que pasan información. Analizamos lo que hay que hacer, cuánto billete van a dar y qué tan complicada es la cosa. De acuerdo con eso armamos la selección. Conseguimos unos pelados que hagan el trabajo y les pagamos. Eso es fácil, se consiguen pelados para lo que sea… No nos gusta trabajar con pelados calientes, que hacen maldades por cualquier peso, buscamos pelados serios. Cuando alguno quiere trabajar con nosotros, pregunto: ¿Ese muchacho quién es? ¿Es serio?, y analizo. Ellos se meten por su gusto, no por que uno les diga. Son muchachos que ven la realidad, saben que estudiando y trabajando no consiguen nada y que en cambio con uno se levantan los lucas”[1].

Otros como Wilson, sin embargo, esperan ansiosos ser contratados en Europa para dejar atrás el miedo y el ansia que le provoca el día a día en Medellín, en dónde es consciente que la muerte le está acechando en cada esquina y cuando menos se lo espere le vaciarán un cargador encima para quitárselo de en medio, como le ha pasado a tantos conocidos. Él nunca ha tenido la oportunidad de viajar fuera, pero conoce a otros pelados que han sido contratados en España y que se han instalado allí, y sabe que les ha ido bien, por lo que afirma que estaría dispuesto a partir inmediatamente hacia Madrid o a cualquier localidad española si le solicitasen para un trabajo. “No solo tengo la ventaja de ser serio y cumplido, sino que no tengo antecedentes penales y me sería fácil entrar en el país. La gente que lleva tiempo en España dice que allí hay mucho billete, que por un muerto llegan a pagar hasta cinco millones de pesos (unos dos mil euros), mientras que aquí hacemos la vuelta hasta por cien mil pesos (treinta y seis euros). No es negocio…”.
Pili Abeijón
Criminóloga
(Capítulo del libro "Sicarios: Asesinos a sueldo". Editorial Arco-Press)
NOTAS:
[1] Enemigos.
[2] En pandilla.
[3] Asesinar.
[4] El arma.
[5] Persona importante.
[6] Pistola.
[7] “No nacimos pá semilla. La cultura de las bandas juveniles en Medellín”, de Alonso Salázar. Editorial Planeta Colombiana. 2002.
[8] Víctima, persona para asesinar.
[9] Es una sustancia psicoactiva muy adictiva y destructiva para el organismo derivada de la pasta de coca, que se mezcla con tabaco para ser fumada.
[10] Billetes.

domingo, 25 de febrero de 2007

- Entrevista a Pili Abeijón: "No es correcto denominar a Tepes o a Bathory asesinos en serie"


Entrevistas


Pili Abeijón nació en Payerne, un pueblo de Suiza (a unos 20 km de Cheiry, en donde se cometió uno de los suicidios en masa de la secta Templo del Pueblo). Allí cursó una buena parte de sus estudios. Posteriormente estudió criminología en la Universidad de Santiago, y grafología en Madrid, y es socia fundadora del Centro de Investigación y Análisis de la Criminalidad Sexual y Violenta (CIAC). Colaboradora de publicaciones como Año Cero, Mas Alla o Karma 7, es una de las pocas especialistas en criminología “esotérica”. Miembro del equipo de Mundo Misterioso desde sus inicios, coordinaba todos los monográficos, especiales y reportajes sobre crímenes esotéricos, sectas, fraudes paranormales, y otros aspectos delictivos del mundo del misterio. Mantiene colaboraciones periódicas sobre crímenes esotéricos y de actualidad en programas como Fin de Milenio, Luces en la Oscuridad, etc. Actualmente dirige la primera página web en castellano sobre los asesinos en serie y métodos de investigación criminal : www.archivodelcrimen.com

Tal vez parezca una pregunta machista pero ¿qué llevo a una joven como usted a un tema tan siniestro y escabroso como el de la criminalidad?
Desde pequeña me he interesado y he tratado de entender lo misterioso y complejo que es el ser humano. Recuerdo que tras ver la película “El Silencio de los Corderos”, salí del cine profundamente impresionada, por que no me podía creer que existiesen personas tan sumamente inteligentes y tan perversas. Entonces empecé a investigar por ahí, el lado más oscuro y oculto del ser humano. Un tema fascinante en el que todavía hay mucho por hacer.

Acaba de estrenarse en todos los cines la película “El Pacto de los Lobos” inspirada en los crímenes de La Bestia de Gevaudan... ¿Crees que casos como el de Gevaudan y otros supuestos “hombres-lobo” pueden tener una base real?
Por supuesto. Desde la Edad Media hasta el siglo pasado, el miedo a lo desconocido y la superstición de la gente, han llevado a confundir muchos crímenes en los que la víctima presentaba indicios de mutilación o canibalismo con ataques de hombres lobo, vampiros y otros seres de ficción. El caso de la Bestia de Gevaudan que dices es un ejemplo muy gráfico. Imaginaos en el siglo dieciocho unos ataques brutales a más de setenta mujeres y niños en una pequeña región de Francia. Por las heridas y mutilaciones que presentaban las víctimas todo parecía indicar que se trataba de un lobo enorme con sed de sangre, pero como los campesinos saben que los lobos no atacan al hombre y mucho menos de manera individual, resulta mucho más creíble para ellos pensar que se trata de un ser sobrenatural, como un hombre lobo, capaz de realizar esas atrocidades.
Lo que ahora podríamos añadir a este caso es el hecho de que en algunos de los cadáveres a los que la Bestia había atacado se habían hallado indicios de agresiones sexuales, y nos plantearíamos como principal la hipótesis de que tal vez uno o varios maníacos sexuales se hayan aprovechado del miedo de los campesinos para poder cometer sus agresiones en los bosques de Gevaudan.

Algunos asesinos en serie como Richard Chase, Manuel Blanco o Andrei Chikatilo comían la carne y bebían la sangre de sus víctimas. ¿Significa esto que los vampiros existen?
No, claro que no. En todos los casos que mencionas, la respuesta está en enfermedades mentales como la esquizofrenia o la paranoia. Por ejemplo el primero, Richard Chase más conocido como el Vampiro de Sacramento, era un enfermo de esquizofrenia paranoide aguda que no sólo sufría delirios conspiranoicos como que le vigilaban los extraterrestres y los nazis para terminar con su vida, sino que además creía que tenía necesidad de consumir sangre humana porque su propia sangre estaba envenenada y que su cuerpo se deshacía por dentro. Por ese motivo asesinó a seis personas.
Por otro lado tenemos a los maníacos sexuales como Chikatilo, para quienes practicar actos de canibalismo o vampirismo sobre sus víctimas representa el poder absoluto sobre ella. Son personas con grandes traumas desde la infancia, hasta que un día, por un simple detonante como una discusión cometen su primer crimen para vengarse, a su manera, de la sociedad. Cuando agreden a una persona sienten un placer inmenso porque se creen dioses al tener el poder de decidir sobre su vida o sobre su muerte, y eso les excita y les motiva a seguir matando. El hecho de comer trozos de los cuerpos o beber su sangre es puramente por aumentar la excitación sexual.

Si un solo asesino, como “La Bestia de Rostov” (Andrei Chikatilo), asesinó a más de cincuenta personas (mutilándolas y devorándolas paracialmente), ¿por qué se dice que dos asesinos como Ricard y Anglés no pudieron asesinar a las niñas de Alcasser?
Vamos por partes. Un asesino en serie sí puede matar a muchas víctimas mientras no es detenido. Tenemos casos de psicópatas en los que el número de cadáveres sobrepasa los cien. También tenemos casos espectaculares en que el asesino comete las atrocidades más impensables con pocas víctimas, por lo que sí que es posible que unos Anglés y Ricard asesinen a tres niñas. Para mí el caso Alcasser es mucho más complejo que todo eso. Personalmente estoy convencida que ellos no son los asesinos, y a la razón me remito, puesto que no tengo pruebas para culpar otra persona/s. Por un lado, no hay ninguna prueba convincente que les acuse como los autores más que un testimonio por parte de Ricard, que fácilmente pudo ser comprado por un módico precio, y un papelito de la seguridad social con el nombre de Anglés que estuvo a la intemperie en el lugar del crimen durante meses y allí permaneció hasta que “casualmente” alguien lo encontró... no sé pero a mí me huele mal. Luego las autopsias en las que por “despiste” de los médicos se tiran pruebas tan importantes como los restos en los cuerpos que podrían aportar el ADN del culpable, una verdadera aberración para cualquier médico forense. Finalmente, por los pocos datos que tengo de los acusados si analizo su perfil y pienso en el estado de los cadáveres, no me parece que dos personas como ellos hayan podido idear un crimen tan desmedido, con un ritual tan elaborado, digamos. Volviendo a la pregunta, por poder sí que pueden haberlas matado ellos, pero yo no me lo creo.

Los cultos satánicos se han asociado popularmente a los crímenes rituales. ¿Existe alguna base para esa suposición?
Creo que una cosa no tiene nada que ver con la otra. El satanismo propiamente dicho es una creencia o filosofía de vida tan respetable como puede ser el budismo o el cristianismo. Otra cosa muy distinta es el fanatismo con el que se tome cada uno su religión y el estado psicológico de la persona que la practique. Hay casos extremos en los que estas creencias pueden desembocar en delitos desde la simple estafa hasta el crimen, bien sea porque esta persona escuche la voz del Diablo pidiéndole que asesine, o porque una madre creyendo que su hija está poseída la someta a un brutal exorcismo en nombre de Dios y que le cueste la vida a la niña, como ha pasado en España hace unos años.

A lo largo de toda la historia han existido cultos, como los aztecas mexicanos, los incas peruanos, los assassin musulmanes, los thug hinduistas, etc, que incluían el homicidio ritual entre sus practicas sagradas. ¿Significa esto que el hombre necesita matar para sentirse en contacto con la divinidad?
En la antigüedad tal vez sí, pero por aspectos puramente religiosos. En el caso de los mayas y los aztecas, el sacrificio humano era un elemento fundamental en su culto religioso para honrar a las divinidades. Entregar un cuerpo o la propia sangre a una divinidad significa entregarle lo más valioso que se posee, la vida. A cambio de esto, los dioses aseguran buen tiempo, cosechas abundantes, salud o fertilidad. También en el caso de los assassin se sacrificaban en misiones suicidas para estar más cerca del dios al que veneraban y poder servirle en el mas allá, pero estos aspectos ya no se encuentran en la sociedad de hoy en día. Podemos ver, por lo que está pasando desde el 11 de septiembre, que las ahora llamadas “guerras santas” son más cuestiones políticas que de adoración divina.

Tu eres la creadora del término “sádico recurrente”, aplicado a algunos criminales históricos como el verdadero Drácula. ¿Existe alguna diferencia entre sádico recurrente, asesino en serie y asesino múltiple?
Para mí la diferencia es enorme. Si he decidido acuñar un nuevo término para estos asesinos como Gilles de Rais o la condesa Elizabeth Bathory, es porque antes se les denominaba sin más “asesinos en serie”, cuando no considero que sea correcto porque ninguno de ellos sigue las mismas pautas ni tiene el mismo perfil que un asesino en serie.
Los sádicos recurrentes son, como su nombre indica, personas que disfrutan sexualmente viendo el dolor de los demás aunque no participen en el acto de la agresión. En los casos que menciono en el Archivo del Crimen podemos ver que todos estos personajes, la mayoría nobles, no cometían los crímenes con sus propias manos sino que se lo ordenaban a terceros, esclavos y sirvientes, para su propio placer. A diferencia de éstos, los asesinos en serie son aquellos que asesinan a más de tres personas con premeditación dejando un intervalo de tiempo entre un crimen y otro, y los asesinos en masa son los típicos casos de psicóticos que asesinan a todos los miembros de su familia o a sus compañeros de trabajo a la vez, en un arrebato de locura.

En tu página web encontramos informaciones sobre estafas esotéricas, sectas delictivas, homicidios esotéricos, vampiros, hombres lobo, fraudes paranormales... ¿realmente existen tantos aspectos delictivos en el mundo del misterio?
Desgraciadamente el mundo del misterio no está exento de listillos y canallas que se aprovechan de la buena fe y de las creencias de la gente. Cuanto menos conocemos un tema más posibilidades hay de que nos engañen, por eso creo conveniente que se publiquen este tipo de artículos para que la gente sea consciente.

Para algunos profanos el papel de los perfiladores es confundido con el de los detectives psíquicos ¿qué les diferencia? ¿y cual es la situación del perfilaje en España?
Es normal que se confundan porque un perfilador es como un vidente pero sin poderes paranormales. Un perfilador es una persona bien sea psicólogo, psiquiatra, criminólogo, policía o detective capaz de llegar al lugar donde se ha cometido un crimen y realizar un perfil exacto del criminal con tal éxito que realmente parece que tenga capacidades extrasensoriales, como decir si el sujeto tiene algún defecto físico o describir detalladamente su personalidad.
Evidentemente los perfiladores no poseen ningún don extraño, sino mucha preparación académica en psicología y medicina forense, pero sobre todo, mucha experiencia en el terreno y una capacidad asombrosa para meterse en la piel del asesino y “pensar” como piensa para poder reconstruir el crimen. Cada vez están siendo más solicitados, pero los buenos perfiladores en la actualidad no sobrepasan los cuarenta, de los cuales sólo dos en Europa y desgraciadamente por el momento, aunque parezca mentira, no tenemos ninguno en España. Por el momento.

Para terminar, ¿existe algún aspecto del mundo del crimen, esotérico o no, que le produzca algún rechazo especial? ¿y alguno que le fascine particularmente?
En el mundo del crimen me indignan muchas cosas, pero la pedofilia y los malos tratos creo que es lo que más me repugna. Por otro lado me entristece mucho el papel al que nos vemos relegados los criminólogos, que es ínfimo y nada apreciado. ¿Y lo que más me fascina? Conocer el porqué de un delito.



Manuel Carballal
Vicepresidente 2º CIAC