Pekín, 13
jun.- La condena de esta semana al antiguo ministro de Seguridad Pública chino
Zhou Yongkang mostró una vez más la a veces poco conocida pero frecuente
relación de los líderes comunistas con la superstición, ya que la sentencia
desveló fuertes lazos entre él y el "sabio de Xinjiang", un
controvertido adivino.
Pese a los
intentos de Pekín por que los líderes chinos no caigan en ritos ancestrales
como el feng shui, perseguidos por el maoísmo y aún mal vistos hoy por sus
herederos, parece que Zhou, el cargo de mayor nivel juzgado en la República
Popular desde su fundación, era un acérrimo seguidor.
La cadena
perpetua dictada el jueves por el Tribunal Popular de Tianjin -noreste-
consideró culpable a Zhou de revelación de secretos de Estado por haber
entregado seis documentos confidenciales a Cao Yongzheng, un célebre místico
con supuestos poderes adivinatorios.
Zhou solía
decir de Cao, de 56 años, que era la persona en la que más confianza tenía, y
tanto él como otros personajes de la trama corrupta acudieron a él para pedirle
consejo o intentar vislumbrar su porvenir.
Nacido en
1959, Cao se ganaba la vida en su juventud como profesor y editor en la región
noroccidental de Xinjiang, según contó en su día la revista económica Caixin,
una de las primeras que le siguió la pista durante los dos años del "caso
Zhou".
En los años
90 comenzó a estudiar arcanos saberes orientales como el feng shui o el chi
kung, y a ganar fama por supuestas habilidades paranormales como la de sanar
enfermedades incurables.
En 1994
hasta el oficial Diario del Pueblo, portavoz del Partido Comunista, dedicó sus
páginas a promocionar a este presunto maestro de lo sobrenatural, que empezó a
ser entonces conocido como el "sabio de Xinjiang", la región donde
vivía.
Su fama le
acercó entonces a Zhou Yongkang, pero también al hijo de este, Zhou Bin, y a Li
Chuncheng, mano derecha de Zhou cuando éste era el principal líder de la
provincia central de Sichuan.
Se cuenta
que Li pagó 1,6 millones de dólares en consultas a Cao para que le aconsejara
sobre un posible cambio de lugar de la tumba ancestral de su familia.
La
vinculación entre Zhou padre y Cao, de quien se dice que predijo en 1993 que
Pekín organizaría unos Juegos Olímpicos, culminó en la entrega de los
mencionados secretos de Estado, de los que, en todo caso, no han trascendido
detalles.
Tampoco se
sabe demasiado del actual paradero de Cao, una de las figuras de la extensa
trama del "caso Zhou" que pasó desapercibida durante más tiempo, ya
que no ocupaba cargos políticos de importancia.
Sí se sabe
que gracias a la protección de Zhou el "sabio de Xinjiang" obtuvo
facilidades para abrir una firma petrolera en 2005, en cooperación con un
antiguo alto cargo de la petrolera CNPC, donde su influyente admirador fue
director general en los años 90.
En 2013,
cuando comenzaron las investigaciones contra Zhou y esa empresa fue
intervenida, Cao intentó huir sin éxito a Taiwán y se presupone que está
detenido a la espera de juicio.
La
vinculación entre Zhou y el místico no es un hecho aislado en un régimen donde
según estudios de la Academia China de Gobernancia un 52 % de los altos cargos
admite creer en fenómenos parapsicológicos.
En 2013,
otro exministro chino condenado por corrupción, el antiguo responsable de
Ferrocarriles Liu Zhijun, fue vinculado a otro "mago", el médico
tradicional Wang Lin, de quien se decía que le vendió un amuleto para que le
protegiera durante su etapa al frente de la red ferroviaria nacional.
También fue
famoso el caso de un secretario local del Partido Comunista en Taian (este) al
que un experto en feng shui convenció de que ascendería al Gobierno central si
construía un puente, algo que obligó a cambiar la ruta de una autopista
nacional.
"La
superstición tiene todavía mucho espacio en la sociedad china, llena el vacío
de la fe religiosa para muchos oficiales, que llegan a ser incluso adictos a
ella", señalaba recientemente en unas declaraciones a Xinhua Daily el
sociólogo He Xingliang.
Otro
estudioso, Ren Jianming, de la Universidad Aeronáutica de Pekín, reflexionaba
que la peculiar forma de ascender en el régimen ayuda a que triunfen
heterodoxas prácticas.
"La
elección de líderes no es una competición abierta, lo que la hace impredecible,
da un halo de misterio a los ascensos, y provoca que muchos cargos busquen
desvelar ese misterio con superstición", analizó.
Para el
analista chino Sima Nan, los políticos corruptos son más supersticiosos que los
honrados, y es en momentos en los que se sienten más tentados por poder y
riquezas cuando deciden acudir a ayudas ultraterrenales.
Algo que,
paradójicamente, en el caso del "zar de la seguridad" Zhou, parece
que fue una de las principales causas de su caída. EFE
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