Ariel Castro pasará el resto de su vida en prisión. El monstruo de Cleveland secuestró, torturó y abusó sexualmente de manera sistemática
a lo largo de una década de tres jóvenes en su casa, en Ohio. Castro,
de 52 años, ha aceptado declararse culpable de los 977 cargos que
pesaban contra él a cambio de evitar la pena de muerte. De acuerdo con
el trato al que ha llegado este viernes con la fiscalía, el secuestrador
cumplirá una sentencia de cadena perpetua sin posibilidad de fianza y
otros 1.000 años de prisión. El juez todavía debe aceptar los términos
del acuerdo, en lo que parece un mero trámite formal.
“¿Entiende que nunca más volverá a salir en libertad?”, le ha
preguntado el magistrado. “Soy consciente de la pena y consiento a la
misma”, ha respondido Castro. “Sabía que me iba a caer la pena más
grave”, ha añadido. Entre los casi 1.000 cargos de los que se acusaba al
exconductor de autobús escolar se encontraban —además de varios
secuestros, violaciones y torturas— dos delitos por homicidio
imprudente, por haber provocado dos abortos a una de sus víctimas tras
patearle el abdomen.
Esos crímenes están sancionados con la pena capital
en el Estado de Ohio. Pero, finalmente, tal y como querían los abogados
de Castro, este va a evitar la muerte. Este trato con la fiscalía pone
fin a la historia del secuestro múltiple más sonado del año, una vez que
las tres muchachas consiguieron escapar, el pasado mes de mayo.
Los abogados de las víctimas han saludado el acuerdo entre la
fiscalía y su captor. “Ellas están satisfechas con la resolución del
caso y están deseando que termine cuanto antes el proceso”, han indicado
en un comunicado. De no haberse llegado a un pacto, el juicio hubiera
comenzado el 5 de agosto y las tres jóvenes deberían haber tenido que
comparecer y recordar el calvario al que las sometió Castro.
La ausencia de juicio librará a las jóvenes a las que mantuvo
cautivas de tener que testificar delante de su captor en un juicio
público, un trance por el que ninguna quería pasar, según sus
portavoces. La fiscalía, no obstante, se ha reservado la posibilidad de
solicitar la pena de muerte si se descubren nuevos delitos.
Durante la vista, Castro se ha mostrado más locuaz que en anteriores audiencias,
en las que apenas levantaba la cabeza del suelo. “Mi adicción a la
pornografía y mis problemas sexuales me han afectado mentalmente”, ha
indicado. “Yo fui una víctima de abusos de niño y eso ha ido a más”, ha
tratado de justificarse el secuestrador. El juez no le ha permitido
continuar, advirtiéndole de que cualquier explicación debía guardarla
para el día en que se leyera la sentencia.
El acuerdo es el epílogo de una pesadilla que se inició el 22 de
abril de 2002, cuando Castro secuestró a su primera víctima, Michelle
Knight. Un año después, capturó a Amanda Berry, en la víspera de su 17
cumpleaños, y en 2004 invitó a subir a su camioneta roja a Gina Dejesus.
Durante esos diez años, Castro sometió a sus tres víctimas a un
infierno, manteniéndolas en condiciones infrahumanas, abusando de ellas,
matándolas de hambre, teniéndolas atadas con correas... Durante el
encierro, Berry dio a luz a una hija de su captor.
El pasado 6 de mayo los gritos desesperados de Berry tras la puerta
del número 2207 de la Avenida Seymour alertaron a sus vecinos y
permitieron poner en libertad a las tres jóvenes. La noticia conmocionó
al país y especialmente a los residentes del barrio de Castro cuyas
atrocidades les pasaron completamente desapercibidas durante 10 años.
El pacto entre el monstruo de Cleveland y la fiscalía puede ser un
punto y final para Castro, pero solo es un punto y seguido para sus
víctimas. Hace apenas un mes, las tres jóvenes aparecían en público por
primera vez desde su liberación en un emotivo vídeo.
En él muestran su agradecimiento por el apoyo prestado por sus
familiares y amigos, pero las sonrisas de sus rostros no logran ocultar
las huellas del sufrimiento que han pasado y que, según los expertos,
aún tardarán tiempo en superar.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/07/26/actualidad/1374851108_091439.html
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