jueves, 12 de marzo de 2020

"CRIMEN RITUAL Y RITO CRIMINAL". Capítulo I. "Los cultos homicidas"

Un antiguo culto religioso, relanzado en el esotérico Londres de los años sesenta viaja por diferentes países de Europa buscando la revelación mística a través del asesinato, la mutilación y la tortura. Pervertir la inocencia como sacramento. Una búsqueda del Mal en estado químicamente puro..

El argumento de la película “Los sin nombre” de Jaume Balagueró, basada en una novela de Ramsey Cambell y estrenada el 12 de noviembre de 1999, parecía obra de una imaginación delirante. Empeñada en explorar los límites de la crueldad humana.

Según Filmaffinity, el argumento de “Los sin nombre” podía resumirse así: “Cinco años después del asesinado de una niña, cuando ya su madre parecía haber empezado a estabilizarse, una llamada telefónica vuelve a sacudir su existencia: “Mamá, soy yo… ven a buscarme”. Ayudada por un periodista experto en temas de ocultismo (Quiroga), la madre busca desesperadamente la aterradora verdad que ha permanecido oculta hasta el momento: un grupo de gente que se esconde, que rechaza su propio nombre, que conoce la ciencia empírica del mal, casas abandonadas y aisladas que esconden secretos: una trampa de una maldad abominable…”.

La adaptación al cine de la turbadora reflexión sobre el mal de Cambell, que hizo Balagueró, fue muy aplaudida. Y merecedora de varios premios: mejor actriz, mejor fotografía, mejor película...



Supongo que influyó que la presentación de “Los sin nombre” en Madrid, corriese a cargo de mi compañero Miguel Blanco; o quizás fue que la ambientación de la revista esotérica donde trabajaba el coprotagonista de la película –Quiroga- era Karma-7, en la que yo publicaba desde 1985; o tal vez ocurrió porque en aquella época yo era el único investigador de los cultos satánicos en España que trabajaba sobre el terreno…[1] No lo sé. Pero recuerdo que en cuanto se estrenó “Los sin nombre” surgió la leyenda urbana de que el personaje de Quiroga, interpretado por el actor Tristán Ulloa, estaba inspirado en quien eso escribe.

El rumor llegó a quedar inmortalizado en la prensa escrita. Incluso la revista Karma-7, que aparece en “Los sin nombre” como la redacción donde trabaja Quiroga investigando sectas satánicas, se hizo eco. Pero no es verdad. Al menos a mi no me consta.


Lo que sí es verdad, es que justo ese año, 1999, las policías de todo el mundo consideraron que el argumento de “Los sin nombre” podía convertirse en realidad. Y se activaron grupos especializados en criminalidad asociada a las creencias religiosas en todo el planeta. Incluyendo España

Y a medida que pasaban los meses, y se acercaba el 31 de diciembre de 1999, y por consiguiente el apocalíptico año 2000, la tensión policial sobre los cultos y sectas esotéricas aumentaban. Por primera vez en la historia reciente la criminalidad esotérica adquirió el protagonismo que merece. Y hombres y recursos eran destinados a los grupos especializados en crímenes rituales y cultos homicidas

En EEUU el FBI, dirigido por Louis Freeh, puso en marcha el Proyecto Megiddo. Un informe que alertaba a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado norteamericanos de posibles actos violentos cometidos por grupos religiosos apocalípticos, y cuya redacción oficial comenzaba así




Por más de cuatro mil años, Megiddo, una colina en el norte de Israel, ha sido escenario de muchas batallas. Las ciudades antiguas se establecieron allí para servir como fortaleza en la llanura de Jezreel para proteger un paso de montaña. A medida que Megiddo fue construido y reconstruido, una ciudad sobre otra, se formó un montículo o una colina. La palabra hebrea “Armagedón” significa “colina de Megiddo”. En inglés, la palabra ha llegado a representar la batalla misma. El último libro del Nuevo Testamento de la Biblia designa el Armagedón como el punto de reunión en el escenario apocalíptico de la batalla final y concluyente de Dios contra el mal. El nombre “Megiddo” es un título apropiado para un proyecto que analiza a aquellos que creen que el año 2000 marcará el comienzo del fin del mundo y que están dispuestos a perpetrar actos de violencia para lograr ese fin…”.

El director del FBI sabía perfectamente que existen creencias que matan. O que justifican el crimen. Y la tensión social que acompañó a algunos terrores colectivos a medida que avanzaba 1999, como el pánico al colapso informático en el cambio de milenio, alertó a las policías de todo el mundo de que podían ocurrir cosas terribles

En España, tanto el Cuerpo Nacional de Policía como la Guardia Civil, los Mossos d´Esquadra, etc., crearon grupos dedicados a investigar las sectas y los cultos potencialmente violentos ante el cambio de milenio. Y un grupo de investigadores fuimos invitados a colaborar con ellos en numerosos casos. Algunos absolutamente sorprendentes.

Recuerdo que yo mismo asistí a la proyección de “Los sin nombre” con uno de aquellos policías. Cuando terminó la película me preguntó: ¿Pero, tú crees que realmente pueden existir cultos asesinos así…?.

Según Omar Khan, del diario El País, “Los sin nombre” presentaba una “historia densa y aterradora”. Una atmósfera opresiva. Una reflexión siniestra y oscura sobre como una creencia puede justificar los actos más viles y atroces. Los asesinatos más despiadados. Pero “Los sin nombre” como toda ficción, se quedó corta ante la realid.

-No –respondí al policía que me acompañaba a la proyección de la película-. Es mucho peor…

Historia del asesinato religioso

La misma palabra asesino proviene de un antiguo culto originado en la Persia del siglo XI: Los nizaríes, una secta chiita que practicaba los asesinatos selectivos de sus enemigos, y a los que durante la edad media denominaron despectivamente hashshashin que significa literalmente en árabe “fumador de hachís”. De ahí proviene la palabra anglófona assassin y la española asesino

Rasihd al-Din Sinan, “el viejo de la montaña”, inspiró en el seno del Islam esta comunidad de fanáticos religiosos ismailitas nizaríes, que se desligaron de los ismailitas mustalitas, siendo considerados por estos últimos “marginados sociales”. Pero marginados que mataban porque pensaban que así alcanzarían el paraíso.

Los jóvenes aspirantes a assassin debían consumir una gran cantidad de hachís para caer en trance. En ese estado eran conducidos por los hombres de confianza de Rasihd al-Din Sinan al lujoso palacio que el anciano gurú tenía en las montañas, donde eran rodeados de lujuriosas doncellas y disfrutaban de todos los placeres y opulencias imaginables.

“El viejo de la montaña” les convencía de que ese era el paraíso. Y a él retornarían para gozar durante toda la eternidad, si morían cumpliendo sus órdenes. Había descubierto el poder de la manipulación de las creencias y las “Operaciones Psicológicas” (PSYOP).

Ante tan convincentes argumentos los assassin no dudaban en arriesgar sus propias vidas, infiltrándose en los palacios de los enemigos de su gurú y cometiendo los más crueles crímenes. O incluso, si así se lo ordenaban, llegando al suicidio ritual. Con los adeptos de este siniestro culto nació el concepto “asesinato”.

Tras la caída del imperio fatimí a manos del imperio mongol, y la muerte del “Viejo de la Montaña”, los assassin desaparecieron. Y las menciones a este siniestro culto homicida fueron relegadas a las crónicas europeas, como los relatos de Marco Polo.

Sin embargo a partir del la edad media volvieron a surgir cultos inspirados en los assassin, como los thugs (los estranguladores) de la India.

Y mientras loa assassin musulmanes mataban condicionados por la manipulación de sus creencias en el Profeta Mahoma, los thug hindúes asesinaban como parte de su culto herético a la diosa Kali.

Aunque su nombre no aparece documentado hasta 1356, en “Historia de Shah”, de Ziau-d din Barni, su actividad es anterior. Y continuó hasta la década de 1830, en que los colonos británicos en India erradicaron el culto thug.

En los Puranas, antiguos textos sánscritos, se narra el enfrentamiento entre la diosa Kali y un gran demonio devorador de hombres. En su combate la terrible Kali –diosa de la muerte y la destrucción en el hinduismo- infringía terribles heridas al demonio, pero de cada gota de sangre que derramaba surgía un nuevo monstruo devorador. Entonces Kali creo de su propio sudor a dos hombres, los primeros thugs, a los que entregó un paño sagrado, el “rumal”, con el que ayudaban a la diosa estrangulando a los demonios, para no derramar su sangre. De esta leyenda surgió uno de los cultos asesinos más temible de la historia.

Los thugs atacaban las caravanas de mercaderes, asesinando a todos los testigos, utilizando el siniestro “rumal” con una habilidad asombrosa. Y con sólo diez años de edad los jóvenes aspirantes podían ingresar en el temible culto a Kali.

Además, la presencia de niños en los grupos de thugs que pedían asilo a las caravanas, ayudaba a que las futuras víctimas confiasen en los aparentemente inofensivos viajeros. Y como planteaba Balageró en “Los sin nombres”, los pequeños sectarios no solo presenciaban, sino que participaban en los asesinatos.

Tanto en los asesinatos, como en las mutilaciones rituales que posteriormente se infringía a los cuerpos de las víctimas, como la extracción de los ojos, el corazón, etc. Era la mejor forma de educar a los futuros thugs. Y todo legitimado y justificado con una creencia religiosa.

En 1799 el gobierno británico en la India capturó a los primeros thugs, aproximadamente un centenar, en las cercanías Bangalore. A partir de 1816 Richard Sherwood, un médico inglés residente en la colonia, comenzó a escribir la historia de los thugs tras interrogar a muchos de los capturados. Y a mediados del XIX el oficial británico William Sleeman obtuvo el permiso de la Reina para perseguir este siniestro culto homicida hasta hacerlo desaparecer.

Sin embargo, en la actualidad, la policía india continúa encontrando, de vez en cuando, cadáveres que presentan las mutilaciones típicas de los thugs, y algunos agentes, como el inspector-jefe Patel, de la policía de Calcuta, considera que existen indicios para afirmar que en el siglo XXI los estranguladores, o modernas sectas que imitan sus métodos, han reaparecido en la India.

En la misma Calcuta, como en otros puntos del país, existe un templo dedicado a Kali, donde los sacerdotes realizan sangrientos sacrificios de animales a la venerada diosa. Yo mismo he podido presenciar sacrificios a Kali en diferentes ciudades de India.

En el templo Kalighat, por ejemplo, los viajeros más audaces pueden presenciar las brutales decapitaciones de ovejas o cabras en honor de Kali, Pero en opinión del inspector-jefe Patel, en algunos puntos de la India las ofrendas a Kali son seres humanos...


El nuevo mundo

En los últimos años también el continente americano ha vivido un resurgir equiparable de ancestrales creencias religiosas homicidas. Según he podido averiguar en países como Guatemala o Nicaragua, las policías latinoamericanas han descubierto eventualmente cadáveres a los que les había sido extraído el corazón, tal y como los antiguos sacerdotes aztecas o mayas acostumbraban a hacer en sus ofrendas a los dioses.

En enclaves arqueológicos como Tikal (Guatemala) todavía se conservan las estelas de sacrificios de los nueve dioses del inframundo, en las que miles de prisioneros fueron brutalmente asesinados por los sacerdotes mayas antes de la conquista española. Quienes han visitado Tikal  (la ciudad de las voces de los espíritus”, recordarán la particular acústica de su plaza principal. Una obra maestra de ingeniería que hace revotar el sonido en las pirámides produciendo un eco que se perpetúa por la ciudad maya. Ahora solo hay que imaginar cómo sonarían con aquel eco los desgarradores alaridos de las víctimas de los sacrificios, cuando el sacerdote les arrancaba el corazón para ofrendarlo a los dioses…

En los últimos años han sido descubiertos cadáveres en la selva del Petén, que rodea Tikal y que llega hasta el estado mexicano de Chiapas, atribuidos a las guerrillas que se mueven por aquellos bosques en sus incursiones.

Sin embargo cada vez más expertos en sectas y religiones comparadas opinan que muchos de esos crímenes pueden estar relacionados con grupos nacionalistas latinoamericanos que reivindican las creencias ancestrales de mayas o aztecas, para justificar sus arengas políticas. Y las prácticas religiosas, como el asesinato ritual, podrían incluirse en esas reivindicaciones nacionalistas radicales. Más adelante profundizaré en las creencias y supersticiones mágicas de las guerrillas latinoamericanas y los cárteles del narcotráfico, que conviven en aquellas selvas…

En otros países, como Haití, Jamaica o Cuba, las religiones de origen africano se mezclaron con las antiguas creencias precolombinas, a través de la trata de esclavos iniciada en 1501. Y ancestrales creencias, como el temible culto de los Hombres-Leopardo, que asoló las plantaciones africanas a principios y mediados de siglo, también se implantó en esas islas americanas.

Esa misma religión, la de los temidos Hombres-Leopardo, nacida en la región del Carabalí, fue exportada a Cuba y Jamaica por los esclavos náñigos, que eran apiñados en los barcos negreros, junto a granjeros lucumís, campesinos yorubas, guerreros mandingas, cazadores congos...

Pero de todos los esclavos vendidos en el Nuevo Mundo los ñáñigos eran los más temibles. Fueron los primeros cimarrones, esto es negros que se revelaban contra sus “propietarios” blancos, asesinándolos y escapando de las plantaciones para vivir ocultos en los montes.

De todas las religiones sincréticas que existen, por ejemplo en Cuba, como la Santería o Regla de Ocha, el Palo Mayombe o Regla Conga, etc., los abakua o ñáñigos son el culto más temido y menos conocido.

En un escalofriante Oficio del Gobernador General de Cuba, redactado en 1876 por el Jefe de Policía D. Manuel Asensio, se afirmaba, entre otras cosas: "El ñáñigo al presentarse en el lugar del sacrificio jura vendado beber la sangre del que no sea su hermano, siempre que se lo ordene su jefe, y para probar su valor ese día tienen que asestar por la espalda una o dos heridas al primer blanco que encuentre descuidado...".

A mediados del siglo XIX, en vista del temor que los antiesclavistas abakua despertaban en el gobierno español de Cuba, se prohibió oficialmente este culto a través de leyes como la del 14 de noviembre de 1842, la del 2 de agosto de 1872 o la del 8 de enero de 1877, sin embargo la asociación, más secreta que nunca, continuó existiendo en la clandestinidad. A pesar de que fueron detenidos y procesados cientos de ñáñigos, sus templos profanados por la policía y sus objetos rituales confiscados, el culto abakua continuó y continúa perviviendo, aunque rodeada de un férreo secreto.

La extraña jerga tomada del dialecto africano carabalí que utilizan para que nadie les entienda -según el Jefe de Policía Manuel Asensio-, y que poco tiene que ver con el dialecto yoruba utilizado en las demás religiones afrocubanas; el extraño código de grafismos, firmas y señales con que se marcan los templos, rituales o nombres de espíritus -similar a los ve-ves vodú- o sobretodo el Gran Secreto de Ekwé. O los tambores sagrados, a través de los que se comunica el divino Abasí, jamás deben ser profanados por los no iniciados.

Al visitar los templos abakua –llamados “potencias” o “plantes” en Cuba- de Gamaroro Efó, en Guanabacoa y Uriabón Efí, en Matanzas, Sixto Contreras, custodio de éste último templo, me aseguraba que ya no se practican los antiguos ritos de apuñalamiento, aunque si se realizan crueles ceremonias de iniciación, en las que los neófitos deben soportar pruebas físicas que rozan el sadismo, y sangrientos sacrificios de animales.

Sin embargo, uno de los abakua que pude entrevistar en Cuba me relataba que hace muchos años, en su iniciación, había tenido que herir a una persona tal y como afirma el oficio de 1876. Este joven abakua, un imponente prieto (negro) de unos dos metros de altura, me aseguró que su hermano murió cuando, a los 14 años, intentaba apuñalar a otro cubano durante su iniciación abakua, siendo correspondido en la agresión y perdiendo la vida en ella...


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[1] Ver “Cultos Satánicos” (EOC, 2019). El Cuaderno de Campo nº 2.
"CRIMEN

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