El
argumento de la película “Los sin nombre” de Jaume Balagueró, basada en una
novela de Ramsey Cambell y estrenada el 12 de noviembre de 1999, parecía obra
de una imaginación delirante. Empeñada en explorar los límites de la crueldad
humana.
Según Filmaffinity, el argumento de “Los sin
nombre” podía resumirse así: “Cinco años después del asesinado de una niña,
cuando ya su madre parecía haber empezado a estabilizarse, una llamada
telefónica vuelve a sacudir su existencia: “Mamá, soy yo… ven a buscarme”.
Ayudada por un periodista experto en temas de ocultismo (Quiroga), la madre
busca desesperadamente la aterradora verdad que ha permanecido oculta hasta el
momento: un grupo de gente que se esconde, que rechaza su propio nombre, que
conoce la ciencia empírica del mal, casas abandonadas y aisladas que esconden
secretos: una trampa de una maldad abominable…”.
La
adaptación al cine de la turbadora reflexión sobre el mal de Cambell, que hizo
Balagueró, fue muy aplaudida. Y merecedora de varios premios: mejor actriz, mejor
fotografía, mejor película...
Supongo
que influyó que la presentación de “Los sin nombre” en Madrid, corriese a cargo
de mi compañero Miguel Blanco; o quizás fue que la ambientación de la revista
esotérica donde trabajaba el coprotagonista de la película –Quiroga- era
Karma-7, en la que yo publicaba desde 1985; o tal vez ocurrió porque en aquella
época yo era el único investigador de los cultos satánicos en España que
trabajaba sobre el terreno…[1] No lo sé. Pero recuerdo
que en cuanto se estrenó “Los sin nombre” surgió la leyenda urbana de que el
personaje de Quiroga, interpretado por el actor Tristán Ulloa, estaba inspirado
en quien eso escribe.
El
rumor llegó a quedar inmortalizado en la prensa escrita. Incluso la revista
Karma-7, que aparece en “Los sin nombre” como la redacción donde trabaja
Quiroga investigando sectas satánicas, se hizo eco. Pero no es verdad. Al menos
a mi no me consta.
Lo que
sí es verdad, es que justo ese año, 1999, las policías de todo el mundo
consideraron que el argumento de “Los sin nombre” podía convertirse en
realidad. Y se activaron grupos especializados en criminalidad asociada a las
creencias religiosas en todo el planeta. Incluyendo España
Y a
medida que pasaban los meses, y se acercaba el 31 de diciembre de 1999, y por consiguiente
el apocalíptico año 2000, la tensión policial sobre los cultos y sectas
esotéricas aumentaban. Por primera vez en la historia reciente la criminalidad
esotérica adquirió el protagonismo que merece. Y hombres y recursos eran
destinados a los grupos especializados en crímenes rituales y cultos homicidas
En EEUU
el FBI, dirigido por Louis Freeh, puso en marcha el Proyecto Megiddo. Un
informe que alertaba a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado
norteamericanos de posibles actos violentos cometidos por grupos religiosos
apocalípticos, y cuya redacción oficial comenzaba así
“Por más de cuatro mil años, Megiddo, una
colina en el norte de Israel, ha sido escenario de muchas batallas. Las
ciudades antiguas se establecieron allí para servir como fortaleza en la
llanura de Jezreel para proteger un paso de montaña. A medida que Megiddo fue
construido y reconstruido, una ciudad sobre otra, se formó un montículo o una
colina. La palabra hebrea “Armagedón” significa “colina de Megiddo”. En inglés,
la palabra ha llegado a representar la batalla misma. El último libro del Nuevo
Testamento de la Biblia designa el Armagedón como el punto de reunión en el
escenario apocalíptico de la batalla final y concluyente de Dios contra el mal.
El nombre “Megiddo” es un título apropiado para un proyecto que analiza a
aquellos que creen que el año 2000 marcará el comienzo del fin del mundo y que
están dispuestos a perpetrar actos de violencia para lograr ese fin…”.
El
director del FBI sabía perfectamente que existen creencias que matan. O que
justifican el crimen. Y la tensión social que acompañó a algunos terrores
colectivos a medida que avanzaba 1999, como el pánico al colapso informático en
el cambio de milenio, alertó a las policías de todo el mundo de que podían
ocurrir cosas terribles
En
España, tanto el Cuerpo Nacional de Policía como la Guardia Civil, los Mossos
d´Esquadra, etc., crearon grupos dedicados a investigar las sectas y los cultos
potencialmente violentos ante el cambio de
milenio. Y un grupo de investigadores fuimos invitados a colaborar con ellos en
numerosos casos. Algunos absolutamente sorprendentes.
Recuerdo
que yo mismo asistí a la proyección de “Los sin nombre” con uno de aquellos policías.
Cuando terminó la película me preguntó: ¿Pero, tú crees que realmente pueden
existir cultos asesinos así…?.
Según
Omar Khan, del diario El País, “Los
sin nombre” presentaba una “historia densa y aterradora”. Una atmósfera
opresiva. Una reflexión siniestra y oscura sobre como una creencia puede
justificar los actos más viles y atroces. Los asesinatos más despiadados. Pero
“Los sin nombre” como toda ficción, se quedó corta ante la realid.
-No
–respondí al policía que me acompañaba a la proyección de la película-. Es
mucho peor…
Historia
del asesinato religioso
La
misma palabra asesino proviene de un antiguo culto originado en la Persia del
siglo XI: Los nizaríes, una secta chiita que practicaba los asesinatos
selectivos de sus enemigos, y a los que durante la edad media denominaron
despectivamente hashshashin que
significa literalmente en árabe “fumador de hachís”. De ahí proviene la palabra
anglófona assassin y la española asesino
Rasihd
al-Din Sinan, “el viejo de la montaña”, inspiró en el seno del Islam esta
comunidad de fanáticos religiosos ismailitas nizaríes, que se desligaron de los
ismailitas mustalitas, siendo considerados por estos últimos “marginados
sociales”. Pero marginados que mataban porque pensaban que así alcanzarían el
paraíso.
Los
jóvenes aspirantes a assassin debían
consumir una gran cantidad de hachís para caer en trance. En ese estado eran
conducidos por los hombres de confianza de Rasihd al-Din Sinan al lujoso
palacio que el anciano gurú tenía en las montañas, donde eran rodeados de
lujuriosas doncellas y disfrutaban de todos los placeres y opulencias
imaginables.
“El
viejo de la montaña” les convencía de que ese era el paraíso. Y a él
retornarían para gozar durante toda la eternidad, si morían cumpliendo sus
órdenes. Había descubierto el poder de la manipulación de las creencias y las
“Operaciones Psicológicas” (PSYOP).
Ante tan
convincentes argumentos los assassin no
dudaban en arriesgar sus propias vidas, infiltrándose en los palacios de los
enemigos de su gurú y cometiendo los más crueles crímenes. O incluso, si así se
lo ordenaban, llegando al suicidio ritual. Con los adeptos de este siniestro
culto nació el concepto “asesinato”.
Tras la
caída del imperio fatimí a manos del imperio mongol, y la muerte del “Viejo de
la Montaña”, los assassin
desaparecieron. Y las menciones a este siniestro culto homicida fueron
relegadas a las crónicas europeas, como los relatos de Marco Polo.
Sin
embargo a partir del la edad media volvieron a surgir cultos inspirados en los assassin, como los thugs (los estranguladores) de la India.
Y
mientras loa assassin musulmanes
mataban condicionados por la manipulación de sus creencias en el Profeta
Mahoma, los thug hindúes asesinaban
como parte de su culto herético a la diosa Kali.
Aunque su nombre no aparece documentado hasta 1356,
en “Historia de Shah”, de Ziau-d din Barni, su actividad es anterior. Y
continuó hasta la década de 1830, en que los colonos británicos en India
erradicaron el culto thug.
En los Puranas, antiguos textos sánscritos, se narra
el enfrentamiento entre la diosa Kali y un gran demonio devorador de hombres.
En su combate la terrible Kali –diosa de la muerte y la destrucción en el
hinduismo- infringía terribles heridas al demonio, pero de cada gota de sangre
que derramaba surgía un nuevo monstruo devorador. Entonces Kali creo de su
propio sudor a dos hombres, los primeros thugs,
a los que entregó un paño sagrado, el “rumal”, con el que ayudaban a la diosa
estrangulando a los demonios, para no derramar su sangre. De esta leyenda
surgió uno de los cultos asesinos más temible de la historia.
Los thugs
atacaban las caravanas de mercaderes, asesinando a todos los testigos,
utilizando el siniestro “rumal” con una habilidad asombrosa. Y con sólo diez
años de edad los jóvenes aspirantes podían ingresar en el temible culto a Kali.
Además, la presencia de niños en los grupos de thugs que pedían asilo a las caravanas,
ayudaba a que las futuras víctimas confiasen en los aparentemente inofensivos
viajeros. Y como planteaba Balageró en “Los sin nombres”, los pequeños
sectarios no solo presenciaban, sino que participaban en los asesinatos.
Tanto en los asesinatos, como en las mutilaciones rituales que posteriormente se infringía a los cuerpos de las víctimas, como la extracción de los ojos, el corazón, etc. Era la mejor forma de educar a los futuros thugs. Y todo legitimado y justificado con una creencia religiosa.
En 1799 el gobierno británico en la India capturó a los primeros thugs, aproximadamente un centenar, en las cercanías Bangalore. A partir de 1816 Richard Sherwood, un médico inglés residente en la colonia, comenzó a escribir la historia de los thugs tras interrogar a muchos de los capturados. Y a mediados del XIX el oficial británico William Sleeman obtuvo el permiso de la Reina para perseguir este siniestro culto homicida hasta hacerlo desaparecer.
Sin embargo, en la actualidad, la policía india continúa encontrando, de vez en cuando, cadáveres que presentan las mutilaciones típicas de los thugs, y algunos agentes, como el inspector-jefe Patel, de la policía de Calcuta, considera que existen indicios para afirmar que en el siglo XXI los estranguladores, o modernas sectas que imitan sus métodos, han reaparecido en la India.
En la misma Calcuta, como en otros puntos del país, existe un templo dedicado a Kali, donde los sacerdotes realizan sangrientos sacrificios de animales a la venerada diosa. Yo mismo he podido presenciar sacrificios a Kali en diferentes ciudades de India.
En el templo Kalighat, por ejemplo, los viajeros más audaces pueden presenciar las brutales decapitaciones de ovejas o cabras en honor de Kali, Pero en opinión del inspector-jefe Patel, en algunos puntos de la India las ofrendas a Kali son seres humanos...
Tanto en los asesinatos, como en las mutilaciones rituales que posteriormente se infringía a los cuerpos de las víctimas, como la extracción de los ojos, el corazón, etc. Era la mejor forma de educar a los futuros thugs. Y todo legitimado y justificado con una creencia religiosa.
En 1799 el gobierno británico en la India capturó a los primeros thugs, aproximadamente un centenar, en las cercanías Bangalore. A partir de 1816 Richard Sherwood, un médico inglés residente en la colonia, comenzó a escribir la historia de los thugs tras interrogar a muchos de los capturados. Y a mediados del XIX el oficial británico William Sleeman obtuvo el permiso de la Reina para perseguir este siniestro culto homicida hasta hacerlo desaparecer.
Sin embargo, en la actualidad, la policía india continúa encontrando, de vez en cuando, cadáveres que presentan las mutilaciones típicas de los thugs, y algunos agentes, como el inspector-jefe Patel, de la policía de Calcuta, considera que existen indicios para afirmar que en el siglo XXI los estranguladores, o modernas sectas que imitan sus métodos, han reaparecido en la India.
En la misma Calcuta, como en otros puntos del país, existe un templo dedicado a Kali, donde los sacerdotes realizan sangrientos sacrificios de animales a la venerada diosa. Yo mismo he podido presenciar sacrificios a Kali en diferentes ciudades de India.
En el templo Kalighat, por ejemplo, los viajeros más audaces pueden presenciar las brutales decapitaciones de ovejas o cabras en honor de Kali, Pero en opinión del inspector-jefe Patel, en algunos puntos de la India las ofrendas a Kali son seres humanos...
En los últimos años también el continente americano
ha vivido un resurgir equiparable de ancestrales creencias religiosas homicidas.
Según he podido averiguar en países como Guatemala o Nicaragua, las policías
latinoamericanas han descubierto eventualmente cadáveres a los que les había
sido extraído el corazón, tal y como los antiguos sacerdotes aztecas o mayas
acostumbraban a hacer en sus ofrendas a los dioses.
En enclaves arqueológicos como Tikal (Guatemala)
todavía se conservan las estelas de sacrificios de los nueve dioses del inframundo,
en las que miles de prisioneros fueron brutalmente asesinados por los
sacerdotes mayas antes de la conquista española. Quienes han visitado
Tikal (la ciudad de las voces de los
espíritus”, recordarán la particular acústica de su plaza principal. Una obra
maestra de ingeniería que hace revotar el sonido en las pirámides produciendo
un eco que se perpetúa por la ciudad maya. Ahora solo hay que imaginar cómo
sonarían con aquel eco los desgarradores alaridos de las víctimas de los
sacrificios, cuando el sacerdote les arrancaba el corazón para ofrendarlo a los
dioses…
En los últimos años han sido descubiertos cadáveres
en la selva del Petén, que rodea Tikal y que llega hasta el estado mexicano de
Chiapas, atribuidos a las guerrillas que se mueven por aquellos bosques en sus
incursiones.
Sin embargo cada vez más expertos en sectas y
religiones comparadas opinan que muchos de esos crímenes pueden estar
relacionados con grupos nacionalistas latinoamericanos que reivindican las
creencias ancestrales de mayas o aztecas, para justificar sus arengas
políticas. Y las prácticas religiosas, como el asesinato ritual, podrían
incluirse en esas reivindicaciones nacionalistas radicales. Más adelante
profundizaré en las creencias y supersticiones mágicas de las guerrillas
latinoamericanas y los cárteles del narcotráfico, que conviven en aquellas
selvas…
En otros países, como Haití, Jamaica o Cuba, las
religiones de origen africano se mezclaron con las antiguas creencias
precolombinas, a través de la trata de esclavos iniciada en 1501. Y ancestrales
creencias, como el temible culto de los Hombres-Leopardo, que asoló las
plantaciones africanas a principios y mediados de siglo, también se implantó en
esas islas americanas.
Esa misma religión, la de los temidos
Hombres-Leopardo, nacida en la región del Carabalí, fue exportada a Cuba y
Jamaica por los esclavos náñigos, que eran apiñados en los barcos negreros,
junto a granjeros lucumís, campesinos yorubas, guerreros mandingas, cazadores
congos...
Pero de todos los esclavos vendidos en el Nuevo
Mundo los ñáñigos eran los más temibles. Fueron los primeros cimarrones, esto
es negros que se revelaban contra sus “propietarios” blancos, asesinándolos y
escapando de las plantaciones para vivir ocultos en los montes.
De todas las religiones sincréticas que existen, por
ejemplo en Cuba, como la Santería o Regla de Ocha, el Palo Mayombe o Regla
Conga, etc., los abakua o ñáñigos son el culto más temido y menos conocido.
En un
escalofriante Oficio del Gobernador General de Cuba, redactado en 1876 por el
Jefe de Policía D. Manuel Asensio, se afirmaba, entre otras cosas: "El ñáñigo al presentarse en el lugar del
sacrificio jura vendado beber la sangre del que no sea su hermano, siempre que
se lo ordene su jefe, y para probar su valor ese día tienen que asestar por la
espalda una o dos heridas al primer blanco que encuentre descuidado...".
A mediados
del siglo XIX, en vista del temor que los antiesclavistas abakua despertaban en
el gobierno español de Cuba, se prohibió oficialmente este culto a través de
leyes como la del 14 de noviembre de 1842, la del 2 de agosto de 1872 o la del
8 de enero de 1877, sin embargo la asociación, más secreta que nunca, continuó
existiendo en la clandestinidad. A pesar de que fueron detenidos y procesados
cientos de ñáñigos, sus templos profanados por la policía y sus objetos
rituales confiscados, el culto abakua continuó y continúa perviviendo, aunque
rodeada de un férreo secreto.
La extraña jerga
tomada del dialecto africano carabalí que utilizan para que nadie les entienda
-según el Jefe de Policía Manuel Asensio-, y que poco tiene que ver con el
dialecto yoruba utilizado en las demás religiones afrocubanas; el extraño
código de grafismos, firmas y señales con que se marcan los templos, rituales o
nombres de espíritus -similar a los ve-ves vodú- o sobretodo el Gran Secreto de
Ekwé. O los tambores sagrados, a través de los que se comunica el divino Abasí,
jamás deben ser profanados por los no iniciados.
Al visitar los templos abakua –llamados “potencias”
o “plantes” en Cuba- de Gamaroro Efó, en Guanabacoa y Uriabón Efí, en Matanzas,
Sixto Contreras, custodio de éste último templo, me aseguraba que ya no se
practican los antiguos ritos de apuñalamiento, aunque si se realizan crueles
ceremonias de iniciación, en las que los neófitos deben soportar pruebas
físicas que rozan el sadismo, y sangrientos sacrificios de animales.
Sin embargo, uno
de los abakua que pude entrevistar
en Cuba me relataba que hace muchos años, en su iniciación, había tenido que
herir a una persona tal y como afirma el oficio de 1876. Este joven abakua, un
imponente prieto (negro) de unos dos metros de altura, me aseguró que su
hermano murió cuando, a los 14 años, intentaba apuñalar a otro cubano durante
su iniciación abakua, siendo correspondido en la agresión y perdiendo la vida
en ella...
etc.
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