jueves, 21 de noviembre de 2013

EL DELITO DE CONFIAR EN UN VIDENTE

¿Comete una estafa quien ofrece un filtro de amor previo pago de una cierta cantidad de dinero? ¿Se puede tachar de timador a aquel que se ofrece a adivinar tu futuro y no acierta? Sí y no podrían ser las respuestas a ambas cuestiones.

Aunque hab*itualmente los jueces y magistrados optan por absolver a brujos, adivinos, echadoras de cartas, pitonisas o curanderos que ofrecen toda suerte de promesas, eso sí, a cambio de un importante desembolso económico, lo cierto es que el Supremo no ha establecido un jurisprudencia común o uniforme para estos casos. En ocasiones, los magistrados «sí se muestran partidarias de considerar estafa situaciones próximas a la adivinación, uso de magia negra, poderes paranormales, si nos atenemos a las condiciones específicas del sujeto pasivo».

Y es que precisamente son las propias circunstancias de cada víctima las que determinarán sí existió o no el timo. Es lo que la jurisprudencia define como «engaño bastante». Y la legislación vigente establece que para hablar de estafa el ardid que haya puesto en marcha el sospechoso o acusado, tenga la profesión que tenga, debe de «revestir apariencia de realidad y seriedad suficiente para engañar a personas de mediana perspicacia y diligencia».

A esto habría que añadirle otras circunstancias que pudiese afectar al discernimiento de la víctima. Esto es, no es lo mismo que la persona que contrate los servicios de un brujo esté en plenas condiciones a que esté atravesando una mala situación económica.

En cualquier caso, las propias fuentes policiales consultadas reconocen que no son muchos los casos denunciados en Pontevedra. En gran medida, lo achacan a la vergüenza que siente cuando comprenden que han sido engañados con promesas que, en ocasiones, no dudan en tachar de burdas.

De este modo, si escasas son las referencias que llegan a las fuerzas policiales, más lo son las que terminan en un procedimiento judicial. Relacionados con la comarca de Pontevedra, en los últimos años solo dos casos han terminado ante los magistrados de una Audiencia.

En uno de estos supuestos, sí se produjo la condena de un vidente y curandero lucense. Sin embargo, la pena no le fue impuesta en base a sus falsas dotes paranormales, sino por el hecho de que hizo creer a una pontevedresa y a su esposo de que podía conseguirle sendos contratos de trabajo en Suiza previo pago de 63.000 euros. De hecho, llegó a presentarles unos contratos falsos.


En cuanto al segundo caso, este quedó en nada después de que el fiscal hubiese retirado los cargos que pesaban sobre una consultora de tarot y caracoles viguesa que, gracias a sus supuestos poderes esotéricos, había convencido a varias personas «para que le entregaran una determinada cantidad de dinero si es que querían evitar el mal que le deseaban otros individuos». Un error de identificación de los testigos provocó que la brasileña que habían sentado en el banquillo de los acusados no fuese la misma persona que les había estafado 176.000 euros.



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