JANAKPUR, Nepal– A Ranwati Chowduri le llaman
“bruja”. Porque, cuando uno de sus familiares enfermó, un chamán aseguró que la
dolencia estaba provocada por un maleficio que ella le había lanzado. Para
descubrir la procedencia de la magia negra que tenía postrada en la cama a la
mujer, el curandero utilizó una curiosa técnica: cuando la fiebre hacía delirar
a la enferma, él la golpeaba. “Con cada golpe sólo decía una palabra: mi
nombre”, recuerda Ranwati con un escalofrío. Para los habitantes del poblado en
el que reside esta mujer de 38 años, situado en una remota zona del extremo
oriental de Nepal, la relación causa-efecto resultó muy clara. “Me acusaron de
haber provocado su dolencia”.
A partir de entonces, la vida de Ranwati se convirtió en un infierno. “Incluso mi marido me gritaba, y quiso echarme de casa”. Pero se armó de valor y decidió dar la cara. La única solución en un poblado en el que la mayoría es analfabeta y jamás ha pisado una escuela era someterse a la prueba que propuso el chamán para salir de dudas: propinaría otra paliza a la mujer convaleciente y, si las magulladuras aparecían en el cuerpo de Ranwati, se demostraría que esta era la culpable de su padecimiento. Ambas accedieron. A la enferma estuvo a punto de enviarla directamente a la tumba, pero el cuerpo de Ranwati continuaba inmaculado. Así que el santón la declaró inocente.
Pero ahí no acabó su odisea. El pueblo comenzó a sospechar, y finalmente decidió que Ranwati había sobornado al chamán. “Todos le creyeron a una mujer que dijo que me había visto con dinero ese día”. Así que el jefe del poblado, generalmente la persona más adinerada o influyente, decidió recurrir a la justicia popular, que consiste en una asamblea presidida por él y que conforma el órgano en el que se dirimen las disputas en primera instancia. “Se formaron tres grupos: uno que me apoyaba, otro que estaba en mi contra y uno de indecisos que quería repetir la prueba”. Ganó el último, y una vez más la enferma tuvo que pasar por un calvario.
En esta segunda ocasión, al exorcista no se le ocurrió otra cosa que quemar con cigarrillos a la víctima del supuesto conjuro. Una vez más, para culpabilizar a Ranwati era imprescindible que las quemaduras apareciesen en su cuerpo. Lógicamente, eso no sucedió, y su inocencia quedó nuevamente certificada. O así debería haber sido, porque, aunque nadie se atreve ya a acusarla directamente, lo cierto es que la mujer ha sido segregada de la comunidad. “Tienen un pacto secreto para volver a culparme en cuanto suceda algo negativo en el pueblo, y me han dicho que me darán de comer heces y me harán beber orina. Estoy tranquila, porque sé que no soy una bruja, y ya les he dicho que, si consiguen probar lo contrario, comeré lo que tenga que comer”. Y si los vecinos se sobrepasan, acudirá a la Policía.
El caso de Ranwati roza el surrealismo, pero es frecuente en los países del subcontinente indio, donde diferentes factores se alían para crear situaciones propias de la Edad Media. “La superstición y la falta de formación son el caldo de cultivo perfecto para que la envidia o el odio se canalicen de esta forma contra quienes generalmente son los eslabones más débiles de la sociedad: mujeres solas, en muchos casos viudas, pertenecientes a los grupos de intocables Dom y Mester”, explica Ram Kumari Das, presidenta de la Asociación de Mujeres de Siaraha Lahan, la comunidad en la que reside Ranwati, que recibe apoyo de Action Aid Nepal y de su organización hermana Ayuda en Acción España. “La población cree en la magia blanca de los chamanes para la curación de todo tipo de enfermedades, y eso lleva a que la mayoría también crea en el mal uso que se puede dar a esos poderes”. Las acusaciones se pueden lanzar sin prueba alguna, y, en ocasiones, las consecuencias resultan fatales.
Es el caso de Dengani Mahato, una mujer de 40 años cuya muerte en febrero provocó gran consternación en el país del Himalaya. Había sido acusada de brujería tras la muerte de un niño que residía cerca de su choza, y fue ajusticiada por una decena de hombres que la apalearon antes de rociarla con querosén y prenderle fuego delante de su hija de 9 años. La quemaron viva, y ni siquiera querían permitir que la Policía recuperase el cuerpo para realizar la autopsia. El primer ministro nepalés, Baburam Bhattari, anunció una compensación de un millón de rupias (cerca de 10.000 euros) para los dos hijos de Dengani, y pidió a la población que no confíe en los chamanes. Sin éxito.
“Los casos van en aumento” , sentencia Ram. “En nuestro distrito tenemos documentados casi 40 en los últimos 3 años, pero sólo uno ha llegado a los tribunales, y nadie ha sido castigado. Generalmente, la Policía no quiere involucrarse, y deja la justicia en manos de los comités locales, quienes, aunque el Código Penal recoge castigos de hasta dos años de cárcel para las personas que acusen a alguien de brujería, no siempre fallan en favor de la víctima”. La ley en este país de cohesión imposible es poco más que papel mojado, y, por eso, la Asociación de Ram se reúne cada mes para ofrecer consejo a las víctimas.
A partir de entonces, la vida de Ranwati se convirtió en un infierno. “Incluso mi marido me gritaba, y quiso echarme de casa”. Pero se armó de valor y decidió dar la cara. La única solución en un poblado en el que la mayoría es analfabeta y jamás ha pisado una escuela era someterse a la prueba que propuso el chamán para salir de dudas: propinaría otra paliza a la mujer convaleciente y, si las magulladuras aparecían en el cuerpo de Ranwati, se demostraría que esta era la culpable de su padecimiento. Ambas accedieron. A la enferma estuvo a punto de enviarla directamente a la tumba, pero el cuerpo de Ranwati continuaba inmaculado. Así que el santón la declaró inocente.
Pero ahí no acabó su odisea. El pueblo comenzó a sospechar, y finalmente decidió que Ranwati había sobornado al chamán. “Todos le creyeron a una mujer que dijo que me había visto con dinero ese día”. Así que el jefe del poblado, generalmente la persona más adinerada o influyente, decidió recurrir a la justicia popular, que consiste en una asamblea presidida por él y que conforma el órgano en el que se dirimen las disputas en primera instancia. “Se formaron tres grupos: uno que me apoyaba, otro que estaba en mi contra y uno de indecisos que quería repetir la prueba”. Ganó el último, y una vez más la enferma tuvo que pasar por un calvario.
En esta segunda ocasión, al exorcista no se le ocurrió otra cosa que quemar con cigarrillos a la víctima del supuesto conjuro. Una vez más, para culpabilizar a Ranwati era imprescindible que las quemaduras apareciesen en su cuerpo. Lógicamente, eso no sucedió, y su inocencia quedó nuevamente certificada. O así debería haber sido, porque, aunque nadie se atreve ya a acusarla directamente, lo cierto es que la mujer ha sido segregada de la comunidad. “Tienen un pacto secreto para volver a culparme en cuanto suceda algo negativo en el pueblo, y me han dicho que me darán de comer heces y me harán beber orina. Estoy tranquila, porque sé que no soy una bruja, y ya les he dicho que, si consiguen probar lo contrario, comeré lo que tenga que comer”. Y si los vecinos se sobrepasan, acudirá a la Policía.
El caso de Ranwati roza el surrealismo, pero es frecuente en los países del subcontinente indio, donde diferentes factores se alían para crear situaciones propias de la Edad Media. “La superstición y la falta de formación son el caldo de cultivo perfecto para que la envidia o el odio se canalicen de esta forma contra quienes generalmente son los eslabones más débiles de la sociedad: mujeres solas, en muchos casos viudas, pertenecientes a los grupos de intocables Dom y Mester”, explica Ram Kumari Das, presidenta de la Asociación de Mujeres de Siaraha Lahan, la comunidad en la que reside Ranwati, que recibe apoyo de Action Aid Nepal y de su organización hermana Ayuda en Acción España. “La población cree en la magia blanca de los chamanes para la curación de todo tipo de enfermedades, y eso lleva a que la mayoría también crea en el mal uso que se puede dar a esos poderes”. Las acusaciones se pueden lanzar sin prueba alguna, y, en ocasiones, las consecuencias resultan fatales.
Es el caso de Dengani Mahato, una mujer de 40 años cuya muerte en febrero provocó gran consternación en el país del Himalaya. Había sido acusada de brujería tras la muerte de un niño que residía cerca de su choza, y fue ajusticiada por una decena de hombres que la apalearon antes de rociarla con querosén y prenderle fuego delante de su hija de 9 años. La quemaron viva, y ni siquiera querían permitir que la Policía recuperase el cuerpo para realizar la autopsia. El primer ministro nepalés, Baburam Bhattari, anunció una compensación de un millón de rupias (cerca de 10.000 euros) para los dos hijos de Dengani, y pidió a la población que no confíe en los chamanes. Sin éxito.
“Los casos van en aumento” , sentencia Ram. “En nuestro distrito tenemos documentados casi 40 en los últimos 3 años, pero sólo uno ha llegado a los tribunales, y nadie ha sido castigado. Generalmente, la Policía no quiere involucrarse, y deja la justicia en manos de los comités locales, quienes, aunque el Código Penal recoge castigos de hasta dos años de cárcel para las personas que acusen a alguien de brujería, no siempre fallan en favor de la víctima”. La ley en este país de cohesión imposible es poco más que papel mojado, y, por eso, la Asociación de Ram se reúne cada mes para ofrecer consejo a las víctimas.
Panu Chowdury es una de las últimas. “A un niño de mi pueblo le picó un
escorpión. El chamán dijo que el veneno era raro, que tenía mucha más fuerza de
la habitual, y que no podía pertenecer al animal. Que había sido enviado por
alguien que quería hacerle daño. La madre me acusó de brujería”, cuenta. Fue
suficiente para que una masa enfurecida atacase su vivienda, destrozase el
altar que tenía dedicado a Shiva, y le diese una paliza a su marido.
La asociación intercedió antes de que fuese demasiado tarde y ofreció pagar 100.000 rupias (algo más de mil euros) si conseguían probar que Panu era una bruja. Pero si no, los atacantes tendrían que abonar una compensación de dos millones (20.000 euros). “Consiguieron que depusieran su actitud”, recuerda Panu. “Pero no han dejado de hostigarme. Incluso mi nuera me acusa de guardar un espíritu maligno que terminará matando a su hermano”. No en vano, la nuera y ella mantienen una disputa económica, y la primera ha considerado que la acusación de brujería es la mejor forma de hacer presión para salir victoriosa. “Me consta que ha pagado a un chamán para que la ayude”, denuncia.
Mangal Paswen personifica la otra cara de estas historias. Es un exorcista. Y cree sinceramente en la existencia de las brujas. Por tanto, en el porche de su casa duerme el nieto que nació hace dos meses y su cuerpo está lleno de amuletos y hierbas medicinales destinados a protegerlo de espíritus maléficos y de la magia negra. “Mis dos nietos anteriores fallecieron, y temo que este, que también está enfermo, corra la misma suerte”, reconoce este hombre de 68 años, que recibió los poderes sobrenaturales de un viejo santón cuando era niño, durante los nueve días que dura el festival de Nourata, “el único momento en el que uno puede convertirse en chamán”.
A Mangal le va bien el negocio. Ofrece todo tipo de rituales, la mayoría para curar dolencias físicas y psicológicas que debería tratar personal médico cualificado. Pero en Nepal este escasea, y su ayuda es la única que muchos vecinos pueden costear. Lo metafísico se impone. “Es casi imposible saber quién es una bruja, pero el refranero dice que ‘cuando hay un leopardo, la cabra desaparece’. Así que si una mujer llega a un lugar y sucede alguna tragedia, es evidencia suficiente”, asegura. Él desentraña la verdad a través de ritos que le permiten entrar en contacto con los espíritus y determinar qué deidad está irritada o quién ha lanzado un maleficio, pero afirma que nunca fomenta la violencia. “Cuando descubro a una bruja trato de convencerla de que deje de practicar magia negra”. Eso sí, si no consigue su objetivo o la acusada no reconoce los hechos, el chamán aboga por medidas extremas. “A las brujas hay que cortarles la nariz y el pelo, y embadurnarles la cara de negro para quitarles sus poderes”.
Afortunadamente, Mangal asegura que, gracias a curanderos como él mismo, muy pocas veces hay que llegar al límite, y que cada vez hay menos juicios de brujería. Sin embargo, solo en la noche que este periodista pasa con él, lleva a cabo dos rituales. En el primero, el objetivo es hacer huir al fantasma de una bruja que está volviendo loco a Ramashish Paswan, un adolescente que sufre brotes psicóticos. “Cuando viene el chamán me encuentro mejor”, asegura él.
La asociación intercedió antes de que fuese demasiado tarde y ofreció pagar 100.000 rupias (algo más de mil euros) si conseguían probar que Panu era una bruja. Pero si no, los atacantes tendrían que abonar una compensación de dos millones (20.000 euros). “Consiguieron que depusieran su actitud”, recuerda Panu. “Pero no han dejado de hostigarme. Incluso mi nuera me acusa de guardar un espíritu maligno que terminará matando a su hermano”. No en vano, la nuera y ella mantienen una disputa económica, y la primera ha considerado que la acusación de brujería es la mejor forma de hacer presión para salir victoriosa. “Me consta que ha pagado a un chamán para que la ayude”, denuncia.
Mangal Paswen personifica la otra cara de estas historias. Es un exorcista. Y cree sinceramente en la existencia de las brujas. Por tanto, en el porche de su casa duerme el nieto que nació hace dos meses y su cuerpo está lleno de amuletos y hierbas medicinales destinados a protegerlo de espíritus maléficos y de la magia negra. “Mis dos nietos anteriores fallecieron, y temo que este, que también está enfermo, corra la misma suerte”, reconoce este hombre de 68 años, que recibió los poderes sobrenaturales de un viejo santón cuando era niño, durante los nueve días que dura el festival de Nourata, “el único momento en el que uno puede convertirse en chamán”.
A Mangal le va bien el negocio. Ofrece todo tipo de rituales, la mayoría para curar dolencias físicas y psicológicas que debería tratar personal médico cualificado. Pero en Nepal este escasea, y su ayuda es la única que muchos vecinos pueden costear. Lo metafísico se impone. “Es casi imposible saber quién es una bruja, pero el refranero dice que ‘cuando hay un leopardo, la cabra desaparece’. Así que si una mujer llega a un lugar y sucede alguna tragedia, es evidencia suficiente”, asegura. Él desentraña la verdad a través de ritos que le permiten entrar en contacto con los espíritus y determinar qué deidad está irritada o quién ha lanzado un maleficio, pero afirma que nunca fomenta la violencia. “Cuando descubro a una bruja trato de convencerla de que deje de practicar magia negra”. Eso sí, si no consigue su objetivo o la acusada no reconoce los hechos, el chamán aboga por medidas extremas. “A las brujas hay que cortarles la nariz y el pelo, y embadurnarles la cara de negro para quitarles sus poderes”.
Afortunadamente, Mangal asegura que, gracias a curanderos como él mismo, muy pocas veces hay que llegar al límite, y que cada vez hay menos juicios de brujería. Sin embargo, solo en la noche que este periodista pasa con él, lleva a cabo dos rituales. En el primero, el objetivo es hacer huir al fantasma de una bruja que está volviendo loco a Ramashish Paswan, un adolescente que sufre brotes psicóticos. “Cuando viene el chamán me encuentro mejor”, asegura él.
La escenografía es muy sencilla. Ramashish se sienta en un pequeño taburete a
la entrada de la choza en la que está recluido, y Mangal masculla una retahíla
de palabras ininteligibles mientras agarra su cabeza y lo rocía con polvos
vegetales. El clímax llega con unas brutales convulsiones que el chamán sufre
“en la lucha contra el fantasma”, que escapa campo a través perseguido por
Mangal. Con un grito al borde de un arrozal concluye el espectáculo, que el
pueblo ha seguido en silencio sepulcral. La noche acaba con otra escenificación
teatral destinada a impedir que el embrujo que sufre una madre enferma pase a
la niña que sujeta en brazos. “Es un tratamiento que llevará semanas”, le avisa
el curandero frente a una multitud.
Aunque Mangal rehúsa hablar de sus honorarios, las dos familias que han contratado sus servicios aseguran haber pagado “todo lo que ha pedido”. Desde animales, hasta tierras. “Son gente muy poderosa en su comunidad. Muchas veces no cobran dinero, pero se resarcen con propiedades e incluso con favores sexuales”, afirma Ram Kumari Das, cuya asociación se las ve y se las desea para convencer, incluso a quienes han sido acusadas de hechiceras, de que las brujas no existen.
De hecho, a Maya Chowdury le ha costado convencerse de que no es una bruja. Porque su madre ya era considerada una antes de que ella naciera, y ha vivido toda su vida bajo una sospecha que se convirtió en certeza después de que una niña enfermase tras vestir ropa que ella había confeccionado. Tenía 23 años cuando incluso su familia vio en ella al fantasma de su madre. Su marido, militar, la abandonó, y la familia política la obligó a marcharse con sus dos hijas. Hace diez años que vive en dependencias de la Asociación de Mujeres, donde ha descubierto que la ley está de su parte.
Y ahora prepara el contraataque. “He denunciado a mi marido, que se ha vuelto a casar. El juez me ha otorgado una pensión para las niñas de 3.000 rupias al mes (30 euros), y exige a mi marido que me dé parte de la tierra que teníamos”. Sin embargo, desde que este se fue al extranjero en una misión de paz, Maya no ha visto ni una rupia, y peligra la escolarización de sus dos descendientes, de 8 y 12 años. “Cuando regrese volveré a demandarlo. Porque no somos brujas”.
Aunque Mangal rehúsa hablar de sus honorarios, las dos familias que han contratado sus servicios aseguran haber pagado “todo lo que ha pedido”. Desde animales, hasta tierras. “Son gente muy poderosa en su comunidad. Muchas veces no cobran dinero, pero se resarcen con propiedades e incluso con favores sexuales”, afirma Ram Kumari Das, cuya asociación se las ve y se las desea para convencer, incluso a quienes han sido acusadas de hechiceras, de que las brujas no existen.
De hecho, a Maya Chowdury le ha costado convencerse de que no es una bruja. Porque su madre ya era considerada una antes de que ella naciera, y ha vivido toda su vida bajo una sospecha que se convirtió en certeza después de que una niña enfermase tras vestir ropa que ella había confeccionado. Tenía 23 años cuando incluso su familia vio en ella al fantasma de su madre. Su marido, militar, la abandonó, y la familia política la obligó a marcharse con sus dos hijas. Hace diez años que vive en dependencias de la Asociación de Mujeres, donde ha descubierto que la ley está de su parte.
Y ahora prepara el contraataque. “He denunciado a mi marido, que se ha vuelto a casar. El juez me ha otorgado una pensión para las niñas de 3.000 rupias al mes (30 euros), y exige a mi marido que me dé parte de la tierra que teníamos”. Sin embargo, desde que este se fue al extranjero en una misión de paz, Maya no ha visto ni una rupia, y peligra la escolarización de sus dos descendientes, de 8 y 12 años. “Cuando regrese volveré a demandarlo. Porque no somos brujas”.
Zigor Aldama/El País
El ser humano por sí solo no tiene poder alguno. El poder solo puede provenir de dos fuentes: la santidad o la consagración al mal. La nigromancia es la puerta del averno por tanto todo lo que se derive de esos campos es originariamente infernal. Poder satánico. Oráculos satánicos. El poder satánico existe y juega con impunidad total y lo manejan personas muy concretas, que llevan hasta último extremo su religiosidad deimónica y eso no tiene nada que ver con la brujería chamánica ni con las brujerías de calle que cualquier hijo de vecino puede intentar practicar sin éxito, claro, pues carecen de ese poder transferido desde la ultratumba. Hay dos grupos que sí tienen poder para enfermar: satánicos y luciferinos. Sus oráculos son demonológicos. Se practica el pacto de poder para la transferencia del mismo. La moneda de cambio es siempre algún inocente y es efectivo. Yo he visto abrirse sola la puerta de una casa. La simbiosis espiritismo y satanismo es indisoluta. El mal existe, pero quien se dice “manejador de energías” si ostenta algún poder real es de origen netamente satánico. Curiosamente, vidas consagradas a Dios como misioneros, monjas, laicos, no manifiestan poderes sobrenaturales… algo pasa pues.
ResponderEliminar1-El chamanismo es tan solo la prehistoria de las religiones. Volver al chamanismo es retrotraerse a la prehistoria religiosa. El chamanismo es contacto con los muertos (en el supuesto de que fuere posible tal acto, que no lo es) y con demonios. En Antropología se conoce bien el sistema que emplean de evocación del poder de estos últimos. Y como quiera que los mundos del subconsciente no son oradables mas que con toxinas psicotrópicas, pues ahí que le hincan el diente. Actualmente, grupos adoradores de la luz bella encontraron un escondrijo aceptable bajo la mascarada del chamanismo. En este caso español que menciono, en realidad consistían en solapar su real actividad con otras comúnmente mejor vistas. Realmente no son tontos, si le dices a la gente que pactas con demonios y adoras a Lucifer, nadie se va a sentir atraído aunque les vendas deseos imposibles. Deseos, que al margen de la eficacia o no del pacto satánico que el incauto se ve abocado creyendo que va a una cita chamánica cuando se encuentra con otra cosilla, está el poder prevaricador, el poder del cohecho, el poder de la malversación de poderes públicos que algunos de sus miembros expurean abusando del mismo para sus fines de credo y esto sí es delictivo. Por lo que sé, primero iban de espiritistas de Allan Kardec pero se ve que el espiritismo propiamente dicho no cuaja en la gente y se liaron la manta al asuntillo del chamanismo. Como lo de tomar nauseabundas hierbas sagradas no triunfaba demasiado, crearon un grupo Rama en la sede zaragozana de la calle Zumalacárregui, centro de inocentes meditaciones y servicios holográficos multidisciplinares entroncados con la nueva era y cogieron la línea de un rama sudamericano cuyo país no recuerdo y no es perú. El caso es que bajo cualquier paraguas intentaban vender a la gente sus poderes satánicos transferidos bajo pacto y simulados de contacto de cualquier etiología. Ellos mismos confesaban ser adoradores de la luz bella y portadores de luz. Blanco y en botella ¿Qué es?
ResponderEliminar2-La cosa no queda ahí si no fuera porque directamente les conocí. Y mi infierno se hizo. Con casi 30 años era virgen y no por falta de mancebos que magrear pues tuve novios como para hincarles el diente. El caso es que la virginidad para ellos es un valor de ofrenda a su portador de luz y me vi invitada a “liberarme de prejuicios” en aquel centro, se me instó a una corrupción inmoral escandalosa. Otro miembro: Juan, de ojillos azules, me confesó que al fín se había liberado, y había concurrido en concupiscencia bajo el estandarte del amor libre con una de las lucíferas del movimiento. Y estaba casado. Claro, a mi juicio pensé: eso es adulterio. Para colmo, el mendas decía que su mujer no lo sabía. Y entonces pensé: ¿Qué clase de espiritualidad esgrimen estos? (aún no sabía que los adoradores de la luz bella son luciferinos ni tampoco conocía el crimen organizado de filo mafioso al cual se dedican bajo manta) y vi que las vestiduras blancas, los inciensos, la mansedumbre y las palabras como amor, hermano, luz… quedaban muy distantes de lo que allí en el fondo se hacía… el resto es una larga historia jalonada de vertebración de falsas pruebas, engaños judiciales a la carta, compra de voluntades, falsos testigos… y hoy, finalmente la amenaza de muerte la han cumplido. Estoy sentenciada y es por ello por lo que con mayor motivo, mientras la muerte camina por mis venas, por lo que estoy decidida a contarlo públicamente. Como pública y oficialmente mancillaron mi honor, la verdad y mi nombre con fraudulencias por no adherirme a sus pretensiones. Lo peor de todo, fue la tortura psíquica y sensitiva a manos del experimento satánico que se llevó a cabo sin mi consentimiento consciente y con ayuda de altísimas autoridades funcionariales adscritas al ministerio de exteriores español que apoyan a este colectivo del cual hablo, que ni son chamanes, ni grupo rama, pero sí mucho que ver con pactos satánicos y experimentos reprobables utilizando cobayas humanos.
ResponderEliminar3-Con frecuencia, se intenta llevar a engaño a las víctimas para lograr su pleitesía ante su "poder" induciendo hábiles estratagemas orientadas a concluir falsamente. Estos peligrosos grupos cuentan con protectores de alto nivel en el mundo de las instituciones, que vertebran bajo prevaricación y cohecho, toda suerte de acciones encaminadas a la destrucción de quien ose desvelar las verdades ocultas en estos grupos, en segundo lugar, con pasta todo es posible y se vertebran pruebas falsas y engaños judiciales a la carta e igualmente estudios científicos sesgados, previamente adaptados al interés del que paga la investigación científica que pretende dar reconocimiento y valor a la doctrina subyacente. Y es que no se puede ser juez y parte a la vez, como tampoco se puede jugar con Dios y con el diablo según les plazca. Siempre hay una víctima que sale perdiendo, o un cabeza de turco sobre el cual vengarse o bien por haber dicho verdades que no quieren que se sepan o bien por no domeñarse a los intereses y aspiraciones de estos peligrosos grupos. En cualquier caso: hay poco, aunque hay algo de efectividad en los poderes satánicos que manejan y mucho de crimen organizado, pues usan químicos de modo excelente, sin huella, instilados en el entorno de la víctima a asesinar, o propician casuales accidentes... y lo hacen pasar por poder sobrenatural, casualidad... siendo crimen organizado y venganza. Que ganas me dan de contar un fajo de cosas...
ResponderEliminarENTREGALE LAS MUESTRAS A LA PERSONA QUE TE DIJE, ES EL UNICO QUE TIENE LOS MEDIOS ADECUADOS, NO CONFIES EN NADIE MAS. EN NADIE. ME VA LA VIDA EN ELLO. ES LA PRUEBA DEL DELITO.
ResponderEliminarTeniendo en cuenta que no es posible contactar con muertos y que con lo único que se contacta en el ámbito de la ultratumba o mas allá es con demonios que usurpan la identidad de muertos, podemos inferir sin riesgo alguno, que los chamanes son consultores de demonios. Sabiendo que el demonio es señor de la mentira, obtenemos que suele mezclar verdades con mentiras, tuerce la verdad hasta deformarla, calumnia, acusa y como enemigo de la humanidad procura en sus oráculos siempre, causar daño, perjudicar y utilizar a la raza humana. Por tanto, no es de extrañar que este chaman y otros de su calaña, se valgan de demonios para acusar en falso. En España tenemos algún caso, claro, que en esta ocasión eran adoradores de la luz bella disfrazados de chamanes sin embargo, el chamanismo no deja de ser contacto con demonios, que es la única posibilidad de contacto con espíritus dado que como digo, no es factible contactar con espiritus de difuntos. Todos los precedentes historiográficos desde las fraudulentas hermanas Fox hasta los sesudos estudios científicos (amañados, pues no se puede ser juez y parte a la vez en un proceso) que avalan la transcomunicación instrumental, resultan un fradude flagrante. Intentos por validar y refrendar credos dictados por demonios. Nadie mínimamente sensato daría credibilidad a estas cuestiones aunque vengan avaladas por infames y menguelianos diplomáticos, cintíficos, etc pues es manipulación, como todo lo de videntes, médiums y el caso mas escandalosos es el de Ann Germain, ultimo fraude destapado. Que pena que gente con carrera y entronizados en puestos de poder se dediquen a estas monsergas de la ultratumba, un verdadero desprestigio para ellos y lamentable ejemplo público.
ResponderEliminarAqui se habla de chananismo..ignorando que hay una gran diferencia entre hechiceria y chamanismo.
ResponderEliminarEl subsconsciente del ser humano y su mente es el que crea todo..bien y mal..dios y demonio..pecado y virtud..
El peor mal es la ignorancia.