El próximo 20 de junio se cumple el aniversario de uno de los casos más dramáticos y siniestros de la historia del contactismo en España. El primer caso de un suicidio colectivo en un culto OVNI del país.
Los protagonistas de este triste caso eran dos personas absolutamente normales. Podrían haber sido vecinos, familiares, amigos o compañeros de nuestro entorno. Nada, en apariencia, los diferenciaba de cualesquiera otros ciudadanos españoles. Sin embargo, sus firmes creencias esotéricas les llevaron a dar la vida por su fe.
Este caso conmocionó a la opinión pública española de principios de los años 70 y avergonzó a ufólogos y parapsicólogos de la época. Desde entonces, ha supuesto una asignatura pendiente en la historia de la ufología española, especialmente en lo referente a los "contactados con extraterrestres". Los protagonistas de tan patética historia fueron dos personas que, aparentemente, no tenían nada en común... salvo su fascinación por el fenómeno OVNI.
José Rodríguez Montero. Nació en Aguadulce (Sevilla) el 21 de febrero de 1925. De tradición católica, estudia en el seminario y termina sus estudios con brillantez en 1952. Ya emigrado a Cataluña, se convierte a la Iglesia Evangélica, llegando a utilizar su casa como lugar de culto de las juventudes evangélicas. Gracias a su fe, conoce a Antonia Aroca Sánchez, también evangélica, quien habría de convertirse en su esposa. Pronto José Rodríguez se inquietaría por lo paranormal. Vinculado al grupo UMM de Madrid, crea una nueva filosofía mística de contacto que años más tarde le llevará a la muerte. Inquieto, no deja de preocuparse por asuntos como el Palmar de Troya, llegando a asistir en sus trances al "Papa Clemente". Bajo el apodo de "El Venusino", José Rodríguez creó en su persona la idea de un enviado extraterrestre (WKTS), capaz de viajar astralmente hasta Júpiter y de convencer a sus amistades para que lo acompañasen.
Juan Turú Vallés. El segundo de los suicidas. Nacido el 10 de enero de 1951, en Tarrasa. Ayudante de contable en la empresa de telas "Cortes" y en sus ratos libres investigador ufológico. Este joven erudito de los OVNIs fundó el grupo IONI (Investigación de Objetos No Identificados) y formó parte del CEI (Centro de Estudios Interplanetarios) y de la RNC (Red Nacional de Corresponsales) tomando parte activa en la investigación de casos OVNI históricos, como el de Matadepera (1969). Cuando en 1968 surge en Castellón el caso Tivissa, Turú ve en la zona la "base extraterrestre" siempre anhelada. A través de la revista Algo, Turú conoce a José Rodríguez en 1972, y quince días más tarde, muere en el km. 335 de la vía férrea Tarrasa-Barcelona. Tiene un mensaje sobre el pecho que reza: "LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN".
En 1991, recién concluída la investigación, mi compañero Josep Guijarro y un servidor redactamos un artículo en el que se resumen nuestras pesquisas y conclusiones sobre el dramático caso, en el que por primera vez en veinte años, se desvelaban los secretos del "viaje a Júpiter" de José Rodríguez y del joven Joan Turú Vallés. Desgraciados pioneros en un tipo de sucesos, que años después protagonizarían sectas como Heaven`s Gate, la Orden del Templo Solar, etc.
Los suicidas de Tarrasa
Los contactos con extraterrestres aparecen en España en la segunda mitad de los años cincuenta: A. Sanmartín y su piedra del espacio; Francisco Donis y su extraterrestre Atienza o el excéntrico Fernando Sesma, protagonista del affaire UMMO, con el que tropezaríamos en el desarrollo de nuestra investigación, son algunos de sus exponentes. A lo largo de la década de los sesenta, florecen en nuestro país Fraternidad Cósmica, la Misión Rama y otros grupos de contacto extraterrestre que establecen las directrices de lo que se entiende popularmente como comunicación con los "Hermanos Cósmicos". Pero todos ellos prefieren ignorar ese aspecto incómodo del fenómeno ovni que constituyen los suicidios de supuestos contactados a petición de sus Guías del Espacio...
No son pocos los antecedentes. Entre ellos, podríamos destacar los sucesos en Morro do Vitem (Brasil); el suicidio, en enero de 1973, de un amigo del espacio que quería hablar con el padre; el misterioso caso de Coma de Vaca y otros tantos sucesos imposibles de enumerar aquí. La puerta de doña Francisca se cerró, dejando tras de sí una de esas historias.
"Los extraterrestres nos llaman"
Así rezaban los titulares de la prensa matutina el 20 de junio de 1972, refiriéndose al hallazgo de los cadáveres de José Rodríguez Montero, de 47 años y Juan Turú Valles, de 21, ufólogos afincados en Tarrasa (Barcelona), que habían puesto fin a sus vidas arrojándose a la vía férrea.
La noticia conmocionó en su época el medio ufológico. Investigadores de todas partes se sintieron responsables hasta cierto punto de la suerte de estos dos personajes. Sin embargo, en lugar de llevar a cabo las investigaciones de rigor, especularon con diversas hipótesis, entre las que destacaba la del asesinato, acaso ocultando cierta beligerancia a la hora de enfrentarse a tan incómodo suceso. Esto es comprensible en un época donde coexistían, junto con la investigación OVNI, otros aspectos más especulativos tales como los hombres de negro, supuestos censores del estudio de los OVNIs, hoy constituidos en verdaderos mitos, pero entonces creencias fuertemente arraigadas en las mentes de los investigadores. Cuando dieciocho años después, y gracias a la colaboración de ufólogos como Javier Sierra, Enrique de Vicente o Vicente Perez, hemos conseguido acceder a la correspondencia privada de aquellos estudiosos, pudimos enfocar nuestra investigación desde una dimensión diferente.
A unos treinta metros del lugar del incidente, se halla la vetusta casa de don José Fernández, ex-guardagujas de RENFE. El y su esposa nos dieron el primer dato sorprendente: "aquí no vino nadie a preguntar nunca nada; ni policías, ni periodistas, ni nadie".
Nos desconcertó que el primer testigo potencial no hubiera sido interrogado nunca. Ante la sorpresa, optamos por encaminar nuestros pasos a los organismos oficiales. Los medios de comunicación y los investigadores habían hecho infinidad de conjeturas sobre la posición de los cuerpos, tratando así de hallar una explicación relacionada con algún crimen ritual.
El Comisario Jefe de la Policía Nacional, señor Valdivieso, nos facilitó un croquis de la posición de los cuerpos que era radicalmente distinta a la ofrecida por los periódicos de la época. Necesitábamos con urgencia acceder al sumario de la causa y así tener la certeza de los datos obtenidos. Creímos erróneamente que los años transcurridos facilitarían nuestra incursión en el aparato burocrático de nuestra justicia. Fueron necesarios tres intentos, el asesoramiento jurídico de amigos letrados y una buena dosis de insistencia para conseguir tener en nuestras manos el sumario 42/72 que contiene las diligencias del denominado "Caso Tarrasa".
"En la ciudad de Tarrasa, a 20 de Junio de 1972 -leíamos en el expediente- siendo las 6 h y 45 minutos, el señor Juez instructor numero dos en funciones de guardia, con mi asistencia y la del médico forense, nos hemos constituido en el lugar de los hechos, vía férrea de la RENFE, proximidades de la estación de Torrebonica... "
Nuestra vista se paseaba veloz, pero segura, por el pliego de folios mientras una profunda emoción recorría nuestro cuerpo: "Debo hacer constar -señala el sumario- que en posesión de cada uno de los cadáveres ha sido hallada una nota escrita en papel cuadriculado y bolígrafo que dice: LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN".
El sumario contenía, además, un dibujo de un platillo volante, la narración de una experiencia en Júpiter, una poesía y otras diligencias referentes a las declaraciones de los padres, así como cartas póstumas que más adelante revelaremos. Sin embargo, había algo que nos interesaba en sobremanera: el informe de la autopsia practicada por el forense Don Manuel Baselga. La autopsia revelaba la muerte por decapitación de ambos ufólogos. Pero había dos datos que llamaban poderosamente la atención: el hallazgo en la mano derecha de José Rodríguez de algodón limpio que no fue analizado, y el hecho de que éste había permanecido en ayuno mientras que su compañero de viaje, Juan Turú, tenía en su estómago restos alimenticios. En realidad dudábamos que el algodón hubiera servido para taponar los oídos, tal y como apuntaba un periódico sensacionalista. Nos inclinábamos a pensar que éste, impregnado de alguna substancia estupefaciente, tuviera como misión suavizar la "partida a Júpiter"... Pero no adelantemos acontecimientos.
La investigación no se desarrollaba con la agilidad que esperábamos. Una inquietante cortina de silencio rodeaba todo lo concerniente al caso. El ejemplo más sintomático se produjo en Zaragoza donde nos reunimos con Amadeo Romanos, uno de los destinarios de las cartas que con carácter póstumo enviaron los suicidas. En aquél entonces, Amadeo presidía la SEPIC (Sociedad Española Para la Investigación del Cosmos); conoció a José Rodríguez a través de un anuncio publicado en la revista Algo, y en mayo de 1970, se conocieron personalmente.
A lo largo de las dos entrevistas que mantuvimos con él en Zaragoza, tratamos inútilmente que nos facilitase información acerca de Rasdi & Amiex, nombre del grupo del cual eran integrantes los dos ufólogos, así como detalles de su encuentro con ellos en Zaragoza. Sin embargo, Romanos negaba cualquier vínculo entre la SEPIC y los infortunados pese a que, como averiguaríamos más tarde, Joan Turú formaba parte de dicha asociación. Amadeo Romanos era un muro inexpugnable, de modo que decidimos probar suerte con otros componentes de la SEPIC. En el numero 14 de la calle Don Bosco vive Martín José Labay, también destinatario de una de las cartas. Labay mantenía estrecho contacto con los suicidas, participaba de sus contactos y viajaba asiduamente a Terrassa para verlos. Era la persona idónea para hacernos una idea de cómo pensaban José Rodríguez y Joan Turú, pero el infortunio estaba con nosotros. Martín José Labay trató de suicidarse el día de Reyes de 1988 arrojándose por el patio interior de su casa desde una altura de siete pisos. La suerte parecía decidida a darnos la espalda.
De regreso a Barcelona, nos pusimos en contacto con Enrique Rubio, el cronista de sucesos que sin duda publicó más sobre el caso. El podía poseer información de primera mano de los familiares. Sin embargo, se negó en redondo a facilitar cualquier dato por minúsculo que fuese. ¿Qué podía esconderse detrás de tanto misterio? ¿Por qué, al mencionar nuestro interés en el caso, amigos como José María Casas Huguet o José Ruesga, se negaban a ayudarnos escudándose en la confidencialidad del caso? Intuíamos que ese silencio estaba motivado por Tivissa, una misteriosa zona colindante a Mora de Ebro en la que Joan Turú estuvo investigando por cuenta del CEI (Centro de Estudios Interplanetarios). Curiosamente, el dossier de Tivissa es el único que ha sido robado del archivo de esta institución en veinte años.
José Antonio Galán se interesó desde 1967 en la fenomenología ovni. Miembro de la RNC (Red Nacional de Corresponsales) y ADIASA, en 1.972 empieza a indagar sobre el "caso Tarrasa" y halla importantes paralelismos con otro "suicidio": el de dos jóvenes de 16 y 18 años de Lérida. Su común denominador: el suicidio en la vía del tren y su interés por Tivissa. Después de intensos años de trabajo, Galán se deshace de su archivo y deja definitivamente la ufología. Galán llegó a la conclusión de que José Rodríguez y Joan Turú fueron asesinados.
El difunto escritor y pionero de la ufología Marius Lleget era en aquella época uno de los mayores divulgadores del tema ovni-extraterrestre. A raíz del "suicidio" de los ufólogos de Tarrasa su trayectoria dio un giro de 180 grado. Cuando, tras la muerte de éstos, se convierte en destinatario de dos cartas póstumas, sus editores lo exprimen al máximo. Sin embargo Lleget, en el fondo poeta del cosmos, se sume en una profunda depresión que le lleva en dos ocasiones al borde del suicidio y a un año de reclusión en un psiquiátrico. Antes, como decíamos, sería utilizado como punto de mira por sus editores. Su condición de pluma ágil y docta en materia extraterrestre lo situaba en una posición privilegiada para enjuiciar el caso de los suicidas y el de muchas asociaciones de amigos del espacio que entonces existían. Lleguet no tardó en erigirse en el "enemigo del tema extraterrestre" para muchos ufólogos. Cuando el tema de los suicidas empieza a enfriarse, el director de Lleguet, Enrique Rubio, recibe un anónimo que rezaba así:
"¿SABIA USTED QUE JUAN TURU VALLES ESTUVO INVESTIGANDO HASTA LA SACIEDAD SOBRE LA "CONCA" DE TIVISSA EN BUSCA DEL REFUGIO DONDE SE CREE HABITAN "ELLOS", O SE ADAPTAN A NUESTRA ATMOSFERA?¿POR QUE NO INVESTIGA, "DE VERDAD"? QUIZA ENCONTRARIA ALGO QUE LE INTERESA MUCHO"
Después de nuestras investigaciones, encontramos serios indicios de que el mismo Marius Lleguet había sido el autor del anónimo. No obstante, y tratando de seguir hasta las últimas consecuencias la investigación, preparamos la expedición a Tivissa en febrero del presente año. Convertida en "meca de la ufología" durante los años 70, a la Conca de Tivissa habían acudido decenas de ufólogos españoles pretendiendo encontrar en alguna de sus cientos de cuevas la entrada a la supuesta "base extraterrestre" cuya existencia defendían algunos divulgadores como Julio Roca Muntañola. Nosotros tampoco encontramos la "base" pero, para nuestra sorpresa, tres días antes de nuestra llegada, un OVNI había sido avistado en la zona. Sin embargo, no encontramos ninguna pista que relacionase directamente a Joan Turú con Tivissa, y comenzamos a intuir que ésta podía haber sido una pista falsa preparada años antes para desorientar a posibles investigadores posteriores del "caso Tarrasa".
Sin embargo, no nos desalentamos y comenzamos a seguir otra pista relacionada con el caso: el affaire UMMO. Tal y como nos diría el Padre Enrique López Herrero, conocido investigador sevillano del tema UMMO en los años 60 y 70, "todo contactado español debía estar relacionado con el asunto UMMO", notablemente divulgado en aquella época en la que aún no existían en España otros grupos como Fraternidad Cósmica o Misión Rama. Si además tenemos en cuenta que existía una total afinidad entre la filosofía de José Rodríguez y Fernando Sesma, además de su probable amistad personal, no es de sorprender esa relación. Pero, por si esto no fuese bastante, recientemente, y gracias al investigador José Juan Montejo, localizamos un documento de la asociación ERIDANI, receptora de la información de UMMO, en el que se vincula directamente a Rodríguez con los "ummitas". Esto no nos sorprende, ya que él viajaba constantemente debido a su profesión y estaba en contacto con multitud de investigadores españoles. Incluso había estado relacionado con otros fenómenos extraños como, por ejemplo, las apariciones del Palmar de Troya, en las que llegó a asistir al propio Clemente Domínguez, el "Papa" del Palmar, en alguno de sus trances.
Sin embargo, todos estos hechos fueron ignorados por la policía en su día. Cuando nos entrevistamos con Angel Hernández, hoy Jefe de la Policía Municipal de Tarrasa, y en su día oficial al cargo de la investigación del caso, él mismo nos confesó que la investigación había sido relativamente escueta. Unas entrevistas a familiares e interrogatorios a algunos vecinos y compañeros de trabajo dictaminaron la resolución del caso "Al fin y al cabo estaba muy claro que eran dos simples chalados por los OVNIs...". Pero nosotros no opinábamos que fuesen "simples", y menos teniendo en cuenta que la relación de José Rodríguez y Joan Turú no se remontaba a años, ni siquiera a meses, en contra de lo que todo el mundo pudiese imaginar. Juan conoció a éste apenas unas semanas antes del suicidio de ambos. A este respecto, pudimos consultar a Jordi M., amigo íntimo de Joan Turú y compañero en su afición ufológica: "Yo conocí a José Rodríguez porque Joan me lo presentó 15 días antes de morir. El era la segunda vez que lo veía. Se habían conocido poco antes por un anuncio en Algo".
Esto fue confirmado por Emilio Sáchez Montero, primo de José Rodríguez Montero y quien, de no haber existido Joan Turú, quizás habría sido el compañero de "viaje a Júpiter" de su primo. Emilio, que era psicólogo, hombre equilibrado y de formación racional, nos habló de su pariente como un hombre culto y de un carisma arrasador.
"Mi primo tenía una gran personalidad, pero además de eso llevaba toda su vida estudiando, e incluso desarrollando lo que ustedes llaman capacidades parapsicológicas. Practicó yoga, meditación y, aunque parezca increíble, llegó a desarrollar esas facultades. Recuerdo que un día, poco antes de su muerte, me presentó a Joan Turú. El me contó, visiblemente emocionado, que José no podía ser una persona normal. Me dijo que lo había visto levitar a cuatro metros del suelo y cosas más increíbles. Yo no lo vi hacer nada semejante, pero en varias ocasiones mi primo me demostró que tenía poderes de clarividencia y otros. Incluso después de su muerte, viví una serie de fenómenos que no puedo explicar...".
Otras personas tuvieron oportunidad de vivir experiencias insólitas con José Rodríguez, entre ellos un conocido político catalán, el cual nos pidió que no hiciéramos público su nombre. Por no hablar de las cuatro fotografías de supuestos OVNIs en Tarrasa, que hemos encontrado vinculadas con el caso. Todo esto ha hecho suponer a algunos que quizás Rodríguez, conocido en el mundillo ufológico como el "Venusino" por su extraña personalidad, fuese en realidad lo que decía, y que sus viajes a Júpiter y sus casi mil páginas de mensajes revelados por "ellos" resultasen auténticos. Sin embargo, pagar un billete a Júpiter con la vida nos parece demasiado caro para un joven de 21 años que estaba a punto de comenzar una nueva vida con la que iba a ser su esposa.
La entrevista a decenas de vecinos, familiares, ufólogos y autoridades; los viajes a Madrid, Zaragoza, Tivissa y Terrassa, así como la consulta de archivos ufológicos y policiales, hemerotecas y bibliotecas, nos ha servido para reconstruir la historia de este gran "tabú" apestado de la ufología española, pero no para alcanzar a comprender qué pudo llevar a un hombre como José Rodríguez a elegir una muerte tan horrible y a inducir a un joven inteligente como Joan Turú a acompañarle. Tampoco a comprender cómo los fervientes "discípulos" de Rodríguez pudieron presenciar el suicidio y colocar, como nos hizo deducir M. Rodellar (el funcionario de juzgado que realizó el levantamiento de los cadáveres), el cartel de "los extraterrestres nos llaman" en los cuerpos recién decapitados. Quizás todo formase parte de un experimento de control mental. Quizás fueran "silenciados" por una agencia de inteligencia extranjera, o quizás han viajado a Júpiter del brazo de algún alienígena. Pero mientras nadie demuestre lo contrario, el suicidio de ambos es el resultado de un delirio místico producido por el excesivo amor al cosmos y a los extraterrestres. Y es que, a veces, la hermosa luz de las estrellas nos deslumbra tanto que nos ciega, impidiéndonos ver lo que tenemos a nuestro alrededor y la realidad que, en definitiva, nos ha tocado vivir en nuestro mundo. Quizás antes de buscar "muletas extraterrestres" debamos aprender a caminar por nosotros mismos...
Crónica del primer suicidio ufológico en España
El sol de la mañana se filtraba por las persianas del altillo donde José Rodríguez terminaba de enfundar su cansada máquina de escribir. Concluía la redacción de varias cartas que adquirían el carácter de póstumas. Como si de un ritual macabro se tratase, distribuyó los mensajes que anunciaban su viaje de partida a Júpiter: la ONU, Marius Lleget, sus amigos de Zaragoza y sus propios familiares serían los destinatarios de la decisión irrevocable que ambos habían tomado.
Después de enviar las cartas, José acudió puntualmente a la cita de sus camaradas de RASDI & AMIEX. No había desayunado, ni tampoco almorzó. Fiel a sus ideas, veía en el ayuno parte de su preparación espiritual para su anhelada partida. Visiblemente inquieto, el joven Joan Turú recapacitaba sobre su reciente ruptura con Maria, quien había de ser su esposa de no haber sido obligado a elegir entre el amor en la Tierra o su amor "espiritual".
A primera hora de la tarde, y en el habitual punto de encuentro, calle Virgen del Mar, 82, el grupo consulta, quizá por última vez, a sus "hermanos del cosmos". El lugar y la hora de su partida hacia Júpiter habían sido fijadas. Aproximadamente sobre las siete, según nuestra reconstrucción, tomaron el tren en dirección a la vecina localidad de Sabadell, donde el veterano ufólogo Marius Lleget ofrecía una conferencia en el local de la Agrupación Astronómica de Sabadell.
El mismo Lleget nos comentaba, poco antes de su muerte, que recordaba cómo Joan Turu, durante el coloquio, se dirigió a el con una pregunta que quizá trataba de reafirmar su fatal decisión. Una vez terminada la charla, alrededor de las 11 de la noche, el grupo integrado por cinco personas, siempre dirigidos por "El Venusino", tomó el último tren en dirección a Tarrassa para acudir a su cita con los extraterrestres. El lugar elegido fue el apeadero de Torrebonica. Mientras el tren se alejaba, el pequeño grupo se encaminaba al punto exacto del contacto... junto a la vía.
Faltaban aún cuatro horas para su partida hacía Júpiter. Durante ese tiempo, y como tantas otras veces, José Rodríguez se erigía en protagonista, haciendo gala de sus grandes conocimientos astronómicos y señalando en la bóveda celeste el lugar al que se encaminaban. De vez en cuando, algún tren rasgaba el silencio de la noche rescatando al joven Turú de sus cavilaciones metafísicas y devolviendo por un instante a la cruda realidad.
José Rodríguez se levantó e indicó que era el momento. Juan le aseguraba que no estaba preparado. Haciendo gala de sus notables facultades sugestivas, José trató de convencerlo una vez más. El joven alternaba dos estados de conciencia: la "iluminación" y la razón. Y como casi siempre, el corazón venció a la lógica. Ambos, bajo la atenta mirada de sus silenciosos compañeros, apoyaron sus nucas en el frio rail; su mirada, perdida entre las estrellas, buscaba su nuevo hogar.
- "Juan, ¿dudas? - Si, maestro. - Ten fe en nosotros. Cierra tus ojos y respira profundamente".
Y José Rodríguez aplicó hábilmente el algodón impregnado de éter en la nariz y la boca de Turú. Este se adormeció obediente. Por fin, el foco del tren viola la noche. Alguien dice: "El tren se acerca".
Las ruedas ganaban metros a la vía. El tronar de la locomotora llega a sus oídos. La respiración se acelera, el corazón late más deprisa, la saliva se seca en la garganta. Y, por fin, las ruedas, frías guillotinas, destrozan sus cabezas. Silencio. Sus compañeros, atónitos, depositan obedientemente el mensaje sobre sus cuerpos mutilados: "LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN. WKTS 88".
Hasta aquí la reproducción del artículo de Josep Guijarro y un servidor en el que resumimos muy sucintamente algunas de las investigaciones que nos permitieron, con una considerable seguridad, reconstruir el último día de los suicidas.
Por supuesto, quedan pesquisas por completar. De hecho, la publicación de este artículo motivó a algunas personas vinculadas con el caso a ponerse en contacto con nosotros, pero esa ya es otra historia…
Manuel Carballal
Los protagonistas de este triste caso eran dos personas absolutamente normales. Podrían haber sido vecinos, familiares, amigos o compañeros de nuestro entorno. Nada, en apariencia, los diferenciaba de cualesquiera otros ciudadanos españoles. Sin embargo, sus firmes creencias esotéricas les llevaron a dar la vida por su fe.
Este caso conmocionó a la opinión pública española de principios de los años 70 y avergonzó a ufólogos y parapsicólogos de la época. Desde entonces, ha supuesto una asignatura pendiente en la historia de la ufología española, especialmente en lo referente a los "contactados con extraterrestres". Los protagonistas de tan patética historia fueron dos personas que, aparentemente, no tenían nada en común... salvo su fascinación por el fenómeno OVNI.
José Rodríguez Montero. Nació en Aguadulce (Sevilla) el 21 de febrero de 1925. De tradición católica, estudia en el seminario y termina sus estudios con brillantez en 1952. Ya emigrado a Cataluña, se convierte a la Iglesia Evangélica, llegando a utilizar su casa como lugar de culto de las juventudes evangélicas. Gracias a su fe, conoce a Antonia Aroca Sánchez, también evangélica, quien habría de convertirse en su esposa. Pronto José Rodríguez se inquietaría por lo paranormal. Vinculado al grupo UMM de Madrid, crea una nueva filosofía mística de contacto que años más tarde le llevará a la muerte. Inquieto, no deja de preocuparse por asuntos como el Palmar de Troya, llegando a asistir en sus trances al "Papa Clemente". Bajo el apodo de "El Venusino", José Rodríguez creó en su persona la idea de un enviado extraterrestre (WKTS), capaz de viajar astralmente hasta Júpiter y de convencer a sus amistades para que lo acompañasen.
Juan Turú Vallés. El segundo de los suicidas. Nacido el 10 de enero de 1951, en Tarrasa. Ayudante de contable en la empresa de telas "Cortes" y en sus ratos libres investigador ufológico. Este joven erudito de los OVNIs fundó el grupo IONI (Investigación de Objetos No Identificados) y formó parte del CEI (Centro de Estudios Interplanetarios) y de la RNC (Red Nacional de Corresponsales) tomando parte activa en la investigación de casos OVNI históricos, como el de Matadepera (1969). Cuando en 1968 surge en Castellón el caso Tivissa, Turú ve en la zona la "base extraterrestre" siempre anhelada. A través de la revista Algo, Turú conoce a José Rodríguez en 1972, y quince días más tarde, muere en el km. 335 de la vía férrea Tarrasa-Barcelona. Tiene un mensaje sobre el pecho que reza: "LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN".
En 1991, recién concluída la investigación, mi compañero Josep Guijarro y un servidor redactamos un artículo en el que se resumen nuestras pesquisas y conclusiones sobre el dramático caso, en el que por primera vez en veinte años, se desvelaban los secretos del "viaje a Júpiter" de José Rodríguez y del joven Joan Turú Vallés. Desgraciados pioneros en un tipo de sucesos, que años después protagonizarían sectas como Heaven`s Gate, la Orden del Templo Solar, etc.
Los suicidas de Tarrasa
Los contactos con extraterrestres aparecen en España en la segunda mitad de los años cincuenta: A. Sanmartín y su piedra del espacio; Francisco Donis y su extraterrestre Atienza o el excéntrico Fernando Sesma, protagonista del affaire UMMO, con el que tropezaríamos en el desarrollo de nuestra investigación, son algunos de sus exponentes. A lo largo de la década de los sesenta, florecen en nuestro país Fraternidad Cósmica, la Misión Rama y otros grupos de contacto extraterrestre que establecen las directrices de lo que se entiende popularmente como comunicación con los "Hermanos Cósmicos". Pero todos ellos prefieren ignorar ese aspecto incómodo del fenómeno ovni que constituyen los suicidios de supuestos contactados a petición de sus Guías del Espacio...
No son pocos los antecedentes. Entre ellos, podríamos destacar los sucesos en Morro do Vitem (Brasil); el suicidio, en enero de 1973, de un amigo del espacio que quería hablar con el padre; el misterioso caso de Coma de Vaca y otros tantos sucesos imposibles de enumerar aquí. La puerta de doña Francisca se cerró, dejando tras de sí una de esas historias.
"Los extraterrestres nos llaman"
Así rezaban los titulares de la prensa matutina el 20 de junio de 1972, refiriéndose al hallazgo de los cadáveres de José Rodríguez Montero, de 47 años y Juan Turú Valles, de 21, ufólogos afincados en Tarrasa (Barcelona), que habían puesto fin a sus vidas arrojándose a la vía férrea.
La noticia conmocionó en su época el medio ufológico. Investigadores de todas partes se sintieron responsables hasta cierto punto de la suerte de estos dos personajes. Sin embargo, en lugar de llevar a cabo las investigaciones de rigor, especularon con diversas hipótesis, entre las que destacaba la del asesinato, acaso ocultando cierta beligerancia a la hora de enfrentarse a tan incómodo suceso. Esto es comprensible en un época donde coexistían, junto con la investigación OVNI, otros aspectos más especulativos tales como los hombres de negro, supuestos censores del estudio de los OVNIs, hoy constituidos en verdaderos mitos, pero entonces creencias fuertemente arraigadas en las mentes de los investigadores. Cuando dieciocho años después, y gracias a la colaboración de ufólogos como Javier Sierra, Enrique de Vicente o Vicente Perez, hemos conseguido acceder a la correspondencia privada de aquellos estudiosos, pudimos enfocar nuestra investigación desde una dimensión diferente.
A unos treinta metros del lugar del incidente, se halla la vetusta casa de don José Fernández, ex-guardagujas de RENFE. El y su esposa nos dieron el primer dato sorprendente: "aquí no vino nadie a preguntar nunca nada; ni policías, ni periodistas, ni nadie".
Nos desconcertó que el primer testigo potencial no hubiera sido interrogado nunca. Ante la sorpresa, optamos por encaminar nuestros pasos a los organismos oficiales. Los medios de comunicación y los investigadores habían hecho infinidad de conjeturas sobre la posición de los cuerpos, tratando así de hallar una explicación relacionada con algún crimen ritual.
El Comisario Jefe de la Policía Nacional, señor Valdivieso, nos facilitó un croquis de la posición de los cuerpos que era radicalmente distinta a la ofrecida por los periódicos de la época. Necesitábamos con urgencia acceder al sumario de la causa y así tener la certeza de los datos obtenidos. Creímos erróneamente que los años transcurridos facilitarían nuestra incursión en el aparato burocrático de nuestra justicia. Fueron necesarios tres intentos, el asesoramiento jurídico de amigos letrados y una buena dosis de insistencia para conseguir tener en nuestras manos el sumario 42/72 que contiene las diligencias del denominado "Caso Tarrasa".
"En la ciudad de Tarrasa, a 20 de Junio de 1972 -leíamos en el expediente- siendo las 6 h y 45 minutos, el señor Juez instructor numero dos en funciones de guardia, con mi asistencia y la del médico forense, nos hemos constituido en el lugar de los hechos, vía férrea de la RENFE, proximidades de la estación de Torrebonica... "
Nuestra vista se paseaba veloz, pero segura, por el pliego de folios mientras una profunda emoción recorría nuestro cuerpo: "Debo hacer constar -señala el sumario- que en posesión de cada uno de los cadáveres ha sido hallada una nota escrita en papel cuadriculado y bolígrafo que dice: LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN".
El sumario contenía, además, un dibujo de un platillo volante, la narración de una experiencia en Júpiter, una poesía y otras diligencias referentes a las declaraciones de los padres, así como cartas póstumas que más adelante revelaremos. Sin embargo, había algo que nos interesaba en sobremanera: el informe de la autopsia practicada por el forense Don Manuel Baselga. La autopsia revelaba la muerte por decapitación de ambos ufólogos. Pero había dos datos que llamaban poderosamente la atención: el hallazgo en la mano derecha de José Rodríguez de algodón limpio que no fue analizado, y el hecho de que éste había permanecido en ayuno mientras que su compañero de viaje, Juan Turú, tenía en su estómago restos alimenticios. En realidad dudábamos que el algodón hubiera servido para taponar los oídos, tal y como apuntaba un periódico sensacionalista. Nos inclinábamos a pensar que éste, impregnado de alguna substancia estupefaciente, tuviera como misión suavizar la "partida a Júpiter"... Pero no adelantemos acontecimientos.
La investigación no se desarrollaba con la agilidad que esperábamos. Una inquietante cortina de silencio rodeaba todo lo concerniente al caso. El ejemplo más sintomático se produjo en Zaragoza donde nos reunimos con Amadeo Romanos, uno de los destinarios de las cartas que con carácter póstumo enviaron los suicidas. En aquél entonces, Amadeo presidía la SEPIC (Sociedad Española Para la Investigación del Cosmos); conoció a José Rodríguez a través de un anuncio publicado en la revista Algo, y en mayo de 1970, se conocieron personalmente.
A lo largo de las dos entrevistas que mantuvimos con él en Zaragoza, tratamos inútilmente que nos facilitase información acerca de Rasdi & Amiex, nombre del grupo del cual eran integrantes los dos ufólogos, así como detalles de su encuentro con ellos en Zaragoza. Sin embargo, Romanos negaba cualquier vínculo entre la SEPIC y los infortunados pese a que, como averiguaríamos más tarde, Joan Turú formaba parte de dicha asociación. Amadeo Romanos era un muro inexpugnable, de modo que decidimos probar suerte con otros componentes de la SEPIC. En el numero 14 de la calle Don Bosco vive Martín José Labay, también destinatario de una de las cartas. Labay mantenía estrecho contacto con los suicidas, participaba de sus contactos y viajaba asiduamente a Terrassa para verlos. Era la persona idónea para hacernos una idea de cómo pensaban José Rodríguez y Joan Turú, pero el infortunio estaba con nosotros. Martín José Labay trató de suicidarse el día de Reyes de 1988 arrojándose por el patio interior de su casa desde una altura de siete pisos. La suerte parecía decidida a darnos la espalda.
De regreso a Barcelona, nos pusimos en contacto con Enrique Rubio, el cronista de sucesos que sin duda publicó más sobre el caso. El podía poseer información de primera mano de los familiares. Sin embargo, se negó en redondo a facilitar cualquier dato por minúsculo que fuese. ¿Qué podía esconderse detrás de tanto misterio? ¿Por qué, al mencionar nuestro interés en el caso, amigos como José María Casas Huguet o José Ruesga, se negaban a ayudarnos escudándose en la confidencialidad del caso? Intuíamos que ese silencio estaba motivado por Tivissa, una misteriosa zona colindante a Mora de Ebro en la que Joan Turú estuvo investigando por cuenta del CEI (Centro de Estudios Interplanetarios). Curiosamente, el dossier de Tivissa es el único que ha sido robado del archivo de esta institución en veinte años.
José Antonio Galán se interesó desde 1967 en la fenomenología ovni. Miembro de la RNC (Red Nacional de Corresponsales) y ADIASA, en 1.972 empieza a indagar sobre el "caso Tarrasa" y halla importantes paralelismos con otro "suicidio": el de dos jóvenes de 16 y 18 años de Lérida. Su común denominador: el suicidio en la vía del tren y su interés por Tivissa. Después de intensos años de trabajo, Galán se deshace de su archivo y deja definitivamente la ufología. Galán llegó a la conclusión de que José Rodríguez y Joan Turú fueron asesinados.
El difunto escritor y pionero de la ufología Marius Lleget era en aquella época uno de los mayores divulgadores del tema ovni-extraterrestre. A raíz del "suicidio" de los ufólogos de Tarrasa su trayectoria dio un giro de 180 grado. Cuando, tras la muerte de éstos, se convierte en destinatario de dos cartas póstumas, sus editores lo exprimen al máximo. Sin embargo Lleget, en el fondo poeta del cosmos, se sume en una profunda depresión que le lleva en dos ocasiones al borde del suicidio y a un año de reclusión en un psiquiátrico. Antes, como decíamos, sería utilizado como punto de mira por sus editores. Su condición de pluma ágil y docta en materia extraterrestre lo situaba en una posición privilegiada para enjuiciar el caso de los suicidas y el de muchas asociaciones de amigos del espacio que entonces existían. Lleguet no tardó en erigirse en el "enemigo del tema extraterrestre" para muchos ufólogos. Cuando el tema de los suicidas empieza a enfriarse, el director de Lleguet, Enrique Rubio, recibe un anónimo que rezaba así:
"¿SABIA USTED QUE JUAN TURU VALLES ESTUVO INVESTIGANDO HASTA LA SACIEDAD SOBRE LA "CONCA" DE TIVISSA EN BUSCA DEL REFUGIO DONDE SE CREE HABITAN "ELLOS", O SE ADAPTAN A NUESTRA ATMOSFERA?¿POR QUE NO INVESTIGA, "DE VERDAD"? QUIZA ENCONTRARIA ALGO QUE LE INTERESA MUCHO"
Después de nuestras investigaciones, encontramos serios indicios de que el mismo Marius Lleguet había sido el autor del anónimo. No obstante, y tratando de seguir hasta las últimas consecuencias la investigación, preparamos la expedición a Tivissa en febrero del presente año. Convertida en "meca de la ufología" durante los años 70, a la Conca de Tivissa habían acudido decenas de ufólogos españoles pretendiendo encontrar en alguna de sus cientos de cuevas la entrada a la supuesta "base extraterrestre" cuya existencia defendían algunos divulgadores como Julio Roca Muntañola. Nosotros tampoco encontramos la "base" pero, para nuestra sorpresa, tres días antes de nuestra llegada, un OVNI había sido avistado en la zona. Sin embargo, no encontramos ninguna pista que relacionase directamente a Joan Turú con Tivissa, y comenzamos a intuir que ésta podía haber sido una pista falsa preparada años antes para desorientar a posibles investigadores posteriores del "caso Tarrasa".
Sin embargo, no nos desalentamos y comenzamos a seguir otra pista relacionada con el caso: el affaire UMMO. Tal y como nos diría el Padre Enrique López Herrero, conocido investigador sevillano del tema UMMO en los años 60 y 70, "todo contactado español debía estar relacionado con el asunto UMMO", notablemente divulgado en aquella época en la que aún no existían en España otros grupos como Fraternidad Cósmica o Misión Rama. Si además tenemos en cuenta que existía una total afinidad entre la filosofía de José Rodríguez y Fernando Sesma, además de su probable amistad personal, no es de sorprender esa relación. Pero, por si esto no fuese bastante, recientemente, y gracias al investigador José Juan Montejo, localizamos un documento de la asociación ERIDANI, receptora de la información de UMMO, en el que se vincula directamente a Rodríguez con los "ummitas". Esto no nos sorprende, ya que él viajaba constantemente debido a su profesión y estaba en contacto con multitud de investigadores españoles. Incluso había estado relacionado con otros fenómenos extraños como, por ejemplo, las apariciones del Palmar de Troya, en las que llegó a asistir al propio Clemente Domínguez, el "Papa" del Palmar, en alguno de sus trances.
Sin embargo, todos estos hechos fueron ignorados por la policía en su día. Cuando nos entrevistamos con Angel Hernández, hoy Jefe de la Policía Municipal de Tarrasa, y en su día oficial al cargo de la investigación del caso, él mismo nos confesó que la investigación había sido relativamente escueta. Unas entrevistas a familiares e interrogatorios a algunos vecinos y compañeros de trabajo dictaminaron la resolución del caso "Al fin y al cabo estaba muy claro que eran dos simples chalados por los OVNIs...". Pero nosotros no opinábamos que fuesen "simples", y menos teniendo en cuenta que la relación de José Rodríguez y Joan Turú no se remontaba a años, ni siquiera a meses, en contra de lo que todo el mundo pudiese imaginar. Juan conoció a éste apenas unas semanas antes del suicidio de ambos. A este respecto, pudimos consultar a Jordi M., amigo íntimo de Joan Turú y compañero en su afición ufológica: "Yo conocí a José Rodríguez porque Joan me lo presentó 15 días antes de morir. El era la segunda vez que lo veía. Se habían conocido poco antes por un anuncio en Algo".
Esto fue confirmado por Emilio Sáchez Montero, primo de José Rodríguez Montero y quien, de no haber existido Joan Turú, quizás habría sido el compañero de "viaje a Júpiter" de su primo. Emilio, que era psicólogo, hombre equilibrado y de formación racional, nos habló de su pariente como un hombre culto y de un carisma arrasador.
"Mi primo tenía una gran personalidad, pero además de eso llevaba toda su vida estudiando, e incluso desarrollando lo que ustedes llaman capacidades parapsicológicas. Practicó yoga, meditación y, aunque parezca increíble, llegó a desarrollar esas facultades. Recuerdo que un día, poco antes de su muerte, me presentó a Joan Turú. El me contó, visiblemente emocionado, que José no podía ser una persona normal. Me dijo que lo había visto levitar a cuatro metros del suelo y cosas más increíbles. Yo no lo vi hacer nada semejante, pero en varias ocasiones mi primo me demostró que tenía poderes de clarividencia y otros. Incluso después de su muerte, viví una serie de fenómenos que no puedo explicar...".
Otras personas tuvieron oportunidad de vivir experiencias insólitas con José Rodríguez, entre ellos un conocido político catalán, el cual nos pidió que no hiciéramos público su nombre. Por no hablar de las cuatro fotografías de supuestos OVNIs en Tarrasa, que hemos encontrado vinculadas con el caso. Todo esto ha hecho suponer a algunos que quizás Rodríguez, conocido en el mundillo ufológico como el "Venusino" por su extraña personalidad, fuese en realidad lo que decía, y que sus viajes a Júpiter y sus casi mil páginas de mensajes revelados por "ellos" resultasen auténticos. Sin embargo, pagar un billete a Júpiter con la vida nos parece demasiado caro para un joven de 21 años que estaba a punto de comenzar una nueva vida con la que iba a ser su esposa.
La entrevista a decenas de vecinos, familiares, ufólogos y autoridades; los viajes a Madrid, Zaragoza, Tivissa y Terrassa, así como la consulta de archivos ufológicos y policiales, hemerotecas y bibliotecas, nos ha servido para reconstruir la historia de este gran "tabú" apestado de la ufología española, pero no para alcanzar a comprender qué pudo llevar a un hombre como José Rodríguez a elegir una muerte tan horrible y a inducir a un joven inteligente como Joan Turú a acompañarle. Tampoco a comprender cómo los fervientes "discípulos" de Rodríguez pudieron presenciar el suicidio y colocar, como nos hizo deducir M. Rodellar (el funcionario de juzgado que realizó el levantamiento de los cadáveres), el cartel de "los extraterrestres nos llaman" en los cuerpos recién decapitados. Quizás todo formase parte de un experimento de control mental. Quizás fueran "silenciados" por una agencia de inteligencia extranjera, o quizás han viajado a Júpiter del brazo de algún alienígena. Pero mientras nadie demuestre lo contrario, el suicidio de ambos es el resultado de un delirio místico producido por el excesivo amor al cosmos y a los extraterrestres. Y es que, a veces, la hermosa luz de las estrellas nos deslumbra tanto que nos ciega, impidiéndonos ver lo que tenemos a nuestro alrededor y la realidad que, en definitiva, nos ha tocado vivir en nuestro mundo. Quizás antes de buscar "muletas extraterrestres" debamos aprender a caminar por nosotros mismos...
Crónica del primer suicidio ufológico en España
El sol de la mañana se filtraba por las persianas del altillo donde José Rodríguez terminaba de enfundar su cansada máquina de escribir. Concluía la redacción de varias cartas que adquirían el carácter de póstumas. Como si de un ritual macabro se tratase, distribuyó los mensajes que anunciaban su viaje de partida a Júpiter: la ONU, Marius Lleget, sus amigos de Zaragoza y sus propios familiares serían los destinatarios de la decisión irrevocable que ambos habían tomado.
Después de enviar las cartas, José acudió puntualmente a la cita de sus camaradas de RASDI & AMIEX. No había desayunado, ni tampoco almorzó. Fiel a sus ideas, veía en el ayuno parte de su preparación espiritual para su anhelada partida. Visiblemente inquieto, el joven Joan Turú recapacitaba sobre su reciente ruptura con Maria, quien había de ser su esposa de no haber sido obligado a elegir entre el amor en la Tierra o su amor "espiritual".
A primera hora de la tarde, y en el habitual punto de encuentro, calle Virgen del Mar, 82, el grupo consulta, quizá por última vez, a sus "hermanos del cosmos". El lugar y la hora de su partida hacia Júpiter habían sido fijadas. Aproximadamente sobre las siete, según nuestra reconstrucción, tomaron el tren en dirección a la vecina localidad de Sabadell, donde el veterano ufólogo Marius Lleget ofrecía una conferencia en el local de la Agrupación Astronómica de Sabadell.
El mismo Lleget nos comentaba, poco antes de su muerte, que recordaba cómo Joan Turu, durante el coloquio, se dirigió a el con una pregunta que quizá trataba de reafirmar su fatal decisión. Una vez terminada la charla, alrededor de las 11 de la noche, el grupo integrado por cinco personas, siempre dirigidos por "El Venusino", tomó el último tren en dirección a Tarrassa para acudir a su cita con los extraterrestres. El lugar elegido fue el apeadero de Torrebonica. Mientras el tren se alejaba, el pequeño grupo se encaminaba al punto exacto del contacto... junto a la vía.
Faltaban aún cuatro horas para su partida hacía Júpiter. Durante ese tiempo, y como tantas otras veces, José Rodríguez se erigía en protagonista, haciendo gala de sus grandes conocimientos astronómicos y señalando en la bóveda celeste el lugar al que se encaminaban. De vez en cuando, algún tren rasgaba el silencio de la noche rescatando al joven Turú de sus cavilaciones metafísicas y devolviendo por un instante a la cruda realidad.
José Rodríguez se levantó e indicó que era el momento. Juan le aseguraba que no estaba preparado. Haciendo gala de sus notables facultades sugestivas, José trató de convencerlo una vez más. El joven alternaba dos estados de conciencia: la "iluminación" y la razón. Y como casi siempre, el corazón venció a la lógica. Ambos, bajo la atenta mirada de sus silenciosos compañeros, apoyaron sus nucas en el frio rail; su mirada, perdida entre las estrellas, buscaba su nuevo hogar.
- "Juan, ¿dudas? - Si, maestro. - Ten fe en nosotros. Cierra tus ojos y respira profundamente".
Y José Rodríguez aplicó hábilmente el algodón impregnado de éter en la nariz y la boca de Turú. Este se adormeció obediente. Por fin, el foco del tren viola la noche. Alguien dice: "El tren se acerca".
Las ruedas ganaban metros a la vía. El tronar de la locomotora llega a sus oídos. La respiración se acelera, el corazón late más deprisa, la saliva se seca en la garganta. Y, por fin, las ruedas, frías guillotinas, destrozan sus cabezas. Silencio. Sus compañeros, atónitos, depositan obedientemente el mensaje sobre sus cuerpos mutilados: "LOS EXTRATERRESTRES NOS LLAMAN. WKTS 88".
Hasta aquí la reproducción del artículo de Josep Guijarro y un servidor en el que resumimos muy sucintamente algunas de las investigaciones que nos permitieron, con una considerable seguridad, reconstruir el último día de los suicidas.
Por supuesto, quedan pesquisas por completar. De hecho, la publicación de este artículo motivó a algunas personas vinculadas con el caso a ponerse en contacto con nosotros, pero esa ya es otra historia…
Manuel Carballal
El corazón volvió a vencer a la lógica. Enhorabuena por el texto y la investigación.
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