Durante días, Monica Sakar y su hermana Mumpy oían a los adultos de su casa en el este de India hablar de transplantes. Comentaban que el padre de la familia podría recuperar la vista con unos ojos nuevos, mientras que la vida de su hermano podría salvarse con un transplante de riñón. Por desgracia, no había ningún donante a la vista.
La situación era desesperada: en India, una familia en la que los varones están inválidos tiene muchas menos posibilidades de salir adelante. Así que Mumpy ideó un plan: suicidarse para que su familia pudiera aprovechar sus órganos. Se lo confesó a Monica, que debió entender que una idea tan inocente y descabellada solo podía ser una fantasía infantil.
Desgraciadamente, eso no detuvo a Mumpy. Días después, la niña de doce años ingirió un pesticida llamado Thiodan. Avisó a su padre de que había soñado que alguien la envenenaba. Consternado, el cabeza de familia la llevó de hospital en hospital. En cada intento, el médico le decía que no podía hacer nada por ella. Y en cada intento, la salud de la niña empeoraba. Al poco, murió.
Y esa tragedia, que Mumpy entendió como la solución definitiva para su familia, tiene un giro final todavía más descorazonador.
La niña había escrito una nota de suicidio en la que explicaba que sus órganos debían salvar la vista de su padre y la vida de su hermano. La había dejado encima de su cama antes de empezar a rotar por los hospitales de India del Este. Su familia no la encontró hasta que no regresaron del funeral. Para entonces, Mumpy ya había sido cremada siguiendo el rito hindú, y no quedaban órganos que trasplantar.
La situación era desesperada: en India, una familia en la que los varones están inválidos tiene muchas menos posibilidades de salir adelante. Así que Mumpy ideó un plan: suicidarse para que su familia pudiera aprovechar sus órganos. Se lo confesó a Monica, que debió entender que una idea tan inocente y descabellada solo podía ser una fantasía infantil.
Desgraciadamente, eso no detuvo a Mumpy. Días después, la niña de doce años ingirió un pesticida llamado Thiodan. Avisó a su padre de que había soñado que alguien la envenenaba. Consternado, el cabeza de familia la llevó de hospital en hospital. En cada intento, el médico le decía que no podía hacer nada por ella. Y en cada intento, la salud de la niña empeoraba. Al poco, murió.
Y esa tragedia, que Mumpy entendió como la solución definitiva para su familia, tiene un giro final todavía más descorazonador.
La niña había escrito una nota de suicidio en la que explicaba que sus órganos debían salvar la vista de su padre y la vida de su hermano. La había dejado encima de su cama antes de empezar a rotar por los hospitales de India del Este. Su familia no la encontró hasta que no regresaron del funeral. Para entonces, Mumpy ya había sido cremada siguiendo el rito hindú, y no quedaban órganos que trasplantar.
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