viernes, 15 de octubre de 2010

Un rabino considera que no es pecado que las espías del Mossad se acuesten con el enemigo...


Llevarse a un terrorista a la cama cual Mata Hari para conseguir su captura o sonsacarle información vital para Israel no sólo está permitido, sino que es un mitzvah, un precepto u obligación. Es la conclusión a la que han llegado los rabinos del Instituto Tzomet (acrónimo de “Equipos de Ciencia y Torá”) en un reciente estudio publicado bajo el título “Sexo ilícito por el bien de la Seguridad Nacional”, que analiza el papel de las agentes del Mossad llamadas a seducir y acostarse con enemigos por “propósitos operacionales” para darles una guía de actuación.

La denominada “trampa de miel” es un clásico en la jerga profesional de los espías. La más famosa es la que la agente Cindy tendió para que fuera atrapado Modehai Vanunu, el técnico de la central israelí de Dimona que en 1986 reveló los secretos nucleares del país al diario The Sunday Times de Londres.

Cindy, -cuyo nombre verdadero era Cheryl Bentov y estaba casada con un alto cargo de la Inteligencia Militar judía-, fue reclutada después de confirmar que se iría a la cama con el “objetivo” si de ello dependiera el éxito de la misión. Vanunu, rendido a los encantos de la mujer, acabó siguiéndola hasta Roma, donde le echaron el guante.

Resolver las ataduras matrimoniales
De acuerdo con las reflexiones del rabino Ari Shvat, autor del estudio, Cindy y todas las que hayan podido actuar como ella hicieron lo que debían. Con la salvedad, explica el nuevo estudio del que hoy se hace eco la edición en hebreo del Yedioth Ahrontoh, de que tendrían que haber resuelto antes sus ataduras matrimoniales.

Como norma de comportamiento, Shvat sentencia que, en el caso de que una dama del Mossad se vea en la tesitura de protagonizar una misión con prestaciones sexuales de por medio, “sería mejor para el marido divorciarse de ella antes; después del acto, él tendría derecho a recuperarla”.

Para incomodar lo mínimo la relación conyugal, el rabino sugiere que bastaría un divorcio acordado por escrito para que no llegara a ser público. Aunque también advierte que, de no cumplirse esta desunión temporal, sería el hombre el que tendría que abandonar a la mujer que ha tenido trato carnal con un “objetivo”, por que ella le habría traicionado, aún sabiendo que lo hacía por interés nacional. Por todo ello, el rabino recomienda el camino más fácil: “por supuesto, debe preferirse una agente no casada para una trampa de miel”.

Las artes de seducción en beneficio del bien superior del pueblo judío no son nuevas, recuerda el estudio. Esther acabó en brazos del Ahasueras, el rey de Persia, convirtiéndose en su esposa para salvar del exterminio a sus hermanos. Yael, casada con Hever, durmió -según la tradición- con el jefe militar enemigo, Sisra, para agotarle y machacarle la cabeza con un martillo.
De vuelta a las agentes del Mossad y sus posibles labores sexuales, el rabino apunta una apreciación más: “naturalmente, un trabajo de este tipo debe ser encomendado a una mujer que en ningún caso sea licenciosa”.

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