lunes, 27 de julio de 2009

Zhara Boudkour denuncia torturas en el pequeño Guantánamo marroquí


"Esto es como un pequeño Guantánamo en versión árabe". Zahra Boudkour, de 22 años, lleva 14 meses en la cárcel de Boulmharez, en Marraquech, y acaba de ser condenada a dos años, pero la prisión y la sentencia no han quebrado su firmeza reivindicativa. "Me había preparado sicológicamente a ello", afirma la que fue líder de la rebelión estudiantil en la capital turística marroquí.

El estado del penal de Boulmharez es "execrable", asegura la estudiante de derecho, pero como en los demás centros penitenciarios marroquíes los detenidos poseen móviles, que pueden utilizar a ratos, gracias a la corrupción de los funcionarios. Zahra está, sin embargo, demasiado vigilada para disponer de uno, pero alguna otra presa le presta el suyo para recibir llamadas. EL PAÍS ha mantenido una conversación con ella.

Zahra fue detenida el 15 de mayo de 2008, junto con otros supuestos 17 cabecillas de la revuelta -todos ellos condenados a entre un y cuatro años por alteración del orden público-, al día siguiente de una batalla campal entre los antidisturbios y unos 3.000 estudiantes que reivindicaban mejoras materiales después de que varios de ellos resultasen intoxicados en la cantina de la Universidad Cadi Ayad. Asegura que fueron torturados durante cinco días en los sótanos de la comisaría de la plaza Jamaa el Fnaa, el lugar más turístico de la ciudad.

Nacida en Zagora, una ciudad en puertas del Sáhara Occidental, huérfana de madre, Zahra es una estudiante atípica. Militante de la Unión Nacional de Estudiantes Marroquíes, un sindicato dominado por los islamistas del movimiento Justicia y Caridad, ella se declara comunista. Su discurso, radical e ingenuo, recuerda a los jóvenes izquierdistas del sur de Europa que en los años setenta luchaban contra las dictaduras.

Su tenue voz es casi inaudible cuando habla desde la celda que comparte con "cerca de 60 reclusas y un par de bebés" que charlan animadamente a las seis de la tarde. Permanecen 14 horas, hasta las ocho de la mañana, encerradas en "un antro que debería ser para no más de 20 reos, pero somos casi el triple", se queja. "Al hacinamiento se añade la falta de higiene". "Esto está repleto de cucarachas". "A los bebés les trepan por la cara".

"Sólo nos duchamos una vez a la semana y con agua fría", prosigue su relato con voz suave. "Compartimos un solo retrete". "Muchas duermen en literas, pero, por falta de lechos, otras lo hacen en el suelo sobre piltrafas". "La luz eléctrica no se apaga en toda la noche". "La comida es asquerosa". "Consiste en lentejas, judías, habas, patatas o zanahorias nadando en un cazo con agua".

"Lo peor es la atención médica", denuncia, pero siempre en tono apacible. "Aquí hay enfermas, algunas escupen sangre, pero el médico sólo nos visita una vez a la semana, los viernes, aunque a veces acude con menos frecuencia". "Las medicinas que receta no las traen hasta el lunes siguiente".

"Padezco un recurrente dolor de cabeza que se acentúa cuando me la lavo", prosigue Zahra. "Supongo que está relacionado con los golpes que me dieron en comisaría con una vara de hierro". "Tengo además un problema en el útero debido a una escepticemia, pero no he logrado el permiso para que, pagándolo yo, pueda salir y hacerme un análisis en una clínica especializada".

"Todo esto, los palos que nos dieron demuestran que los derechos humanos no mejoran aquí". "Cuando lo pienso, la comisaría de Jamaa el Fnaa fue un mini Guantánamo en versión marroquí". "Permanecí atada y desnuda durante un montón de horas cuando tenía la regla".

Pero Zahra no se apiada de sí misma: "Esta experiencia refuerza nuestra determinación". "Estoy dispuesta a sufrir más, a pasar más tiempo detrás de los barrotes, a hacer más huelgas de hambre para que mejoren las condiciones de vida del pueblo marroquí". "El camino de la victoria", escribió desde la cárcel en una proclama que sus amigos han distribuido, "será largo y peligroso, pero lo recorreremos porque así nos los dicta la Historia".

Dentro de once días Marruecos celebrará la Fiesta del Trono en la que el rey Mohamed VI concede su gracia a muchos presos. ¿La ha solicitado? Esta vez Zahra si alza un poco la voz para contestar: "No soy una delincuente. Estoy aquí por mis convicciones". "No tengo nada que hacerme perdonar". "Los abogados de los estudiantes sí han recurrido la injusta sentencia condenatoria" del 9 de julio.


Ignacio Cembrero

El Pais

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