jueves, 20 de noviembre de 2008

Eduardo Robledo Puch: el angel de la muerte (Una opinión psiquiátrica)


El Dr. Hugo Marietan me ha enviado varios estudios e informes periciales, sobre casos criminales relevantes, para que sean incluidos en El Archivo del Crimen, este es el primero de ellos. Una historia que conmocionó a un país, la historia del "angel de la muerte".
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Carlos Eduardo, el hombre del que nos vamos a ocupar, fue condenado en 1980 por diez homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, diecisiete robos, una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos raptos y dos hurtos. El periodo que llevó esta faena comenzó en 1971 y termino a principios de 1972, cuando Carlos rozaba los 20 años.
Cuentan las crónicas que el 4 de febrero de 1972, un par de policías se presentaron en una casa de Villa Adelina, conurbano bonaerense. Apenas estacionaron el auto, se les acerca un muchacho rubio, de pelo largo y ensortijado, montado en una moto:

–¿A quién esperan, señor? –preguntó el muchacho.
–Pibe, ¿vos conocés a un tal Somoza?
–¿Somoza? No, ¿quién es?
–Debe ser un amigo tuyo, porque tenía esto –y le muestran un papel rectangular.

Y sí, lo conocía. Cuatro días antes Somoza y él entraron a una ferretería de Carupá. Al aparecer el sereno de guardia, Carlos Eduardo Robledo Puch, sin decir agua va, le dispara con una pistola .32 y lo mata. Buscan por todas partes la llave de la caja fuerte. No la encuentran. Somoza toma un soplete y comienza a fundir el acero de la puerta de la caja. Está a medio camino cuando se cansa y Carlos Eduardo lo reemplaza. Somoza, sin saber que era su última broma, abraza sorpresivamente a Robledo Puch quien gira y le dispara al pecho. Los 20 años de Somoza caen de rodillas. Somoza intenta decir algo, pero un segundo balazo le agota toda intensión. Cuando le preguntan a Robledo por este segundo disparo, se limitó a comentar que Somoza era su amigo, y no quería que sufriera. Con dos cadáveres en el local, Robledo termina de sopletear la puerta y abre la caja fuerte. Saca la plata. Y, soplete en mano, se dedica a quemarle la cara y las manos a Somoza, para evitar que lo identificaran. Luego sale a la noche. Sin embargo, Somoza, rencoroso, se venga de Robledo: a la mañana, cuando la policía registra a los cadáveres, en un bolsillo de Somoza encuentran la cédula de identidad. Los policías hablan con la madre de Somoza, ella les dice del amigo, del pibe rubio, de pelo largo, ensortijado, que se llama Carlos. Y lo van a buscar.
Robledo y Somoza se cargaron unos cuantos cadáveres, y robaron varios comercios, pero Robledo ya había formado una dupla anterior con Ibáñez.

Ibáñez, el sólido
Ibáñez tenía el vicio de las minas y no tenía tiempo para seducir, así que las violaba. Robledo, por orden de Ibáñez, era el encargado de traer, a como dé lugar, a la mujer que elegía Ibáñez, al auto. Robledo manejaba y su compañero sometía en el asiento trasero a la mujer. Robledo no participaba en esta parte de la cosa; sí cuando Ibáñez se satisfacía, y dejaba ir a la mujer: ella se alejaba unos pasos, Robledo calculaba la distancia, y la mataba a balazos.
Con Ibáñez asaltaron y mataron. Ibáñez daba las órdenes, Robledo obedecía. En mayo del 71, fuerzan una ventana y entran a una boite de Olivos. Buscan plata y encuentran un buen botín, más que suficiente. Se están yendo y Robledo repara en una puerta. Va y espía. Dos hombres duermen. Robledo dispara eternizándoles el sueño. Cuando el fiscal le pregunta por qué los mató, Robledo contesta: “Qué quería, ¿qué los despertara?”

Robledo, el pibe
¿Qué hace Robledo con la plata? La despilfarra, compra ropa, autos, motos, se hace ver.
Sobre su relación con la familia, dejemos que el informe del psiquiatra forense nos ilustre:
“Procede de un hogar legítimo y completo, ausente de circunstancias higiénicas y morales desfavorables".
"Tampoco hubo apremios económicos de importancia, reveses de fortuna, abandono del hogar, falta de trabajo, desgracias personales, enfermedades, conflictos afectivos, hacinamiento o promiscuidad".
Carlos le cuenta al psicólogo que lo asiste: “Yo me llevaba bien con mis padres. La primera vez que mi papá se enteró de que había robado me habló mucho, se enojó. Pero no me levantó la mano”.

Un pibe como cualquier hijo de vecino. Estudia piano durante siete años; dice la profesora: “Carlos tiene gran facilidad y es un chico respetuoso”. Habla alemán, conversa en inglés; juega futbol con los otros chicos del barrio. Los domingos va a la iglesia con su madre. Hijo único, mimado por su madre, su padre y sus abuelos. A los 14 años de Carlos, muere el abuelo. El padre de Carlos, luego del velatorio, lo lleva a que presencie la cremación de su abuelo alemán. Mientras el fuego hace su trabajo sobre el cuerpo de ese viejo afectuoso, Carlos permanece en silencio, inmutable.

El padre quiere que Carlos sea ingeniero, y lo convence para que entre al Industrial. Y en ese colegio Carlos conoce a Ibáñez. En ese entonces, Ibáñez tiene 15 años, pero ya desafía a sus profesores, se pelea con sus compañeros, va al cine cuando se le ocurre, no pide permiso a nadie: muestra una libertad desconocida para Carlos. Hay un robo en el colegio; acusan a Carlos. Debe irse. El padre lo anota en otro colegio, pero al poco tiempo Carlos abandona los estudios, dice que ya sabe lo que hará: mecánico de motos. Ibánez también es expulsado.

Una tarde Robledo roba una radio en un comercio y la vende. Se hace de unos pesos, fácilmente. Ve una moto; le gusta; la roba. Va al bar, se encuentra con Ibáñez; conversan… se dan la mano. Ibáñez tiene armas en la casa, practican.

En febrero de 1972 queda detenido, pero el 7 de julio de ese año se escapa del Penal de Olmos. Vaga por la zona de Olivos durante 64 horas. Lo avista un patrullero:

–¿Robledo Puch?
–Sí, soy yo.
–¡Párese, está detenido!
–No tiren.
Treinta años después
Hagamos un salto hasta el 2006 donde el periodista Rolando Barbano, de Clarín, le hace un reportaje en Sierra Chica, la cárcel donde está Robledo. Veamos algunos fragmentos:

1) Robledo: “Yo me compadezco de ustedes, que se van. Hoy caminás por la calle y cualquiera te mete un plomo. Vas con tu novia, te matan y te la violan. Es terrible la violencia que hay afuera”

2) “‘Ahí está Carlitos’", lo señala el jefe del penal. Por el patio se acerca un hombre de gorra negra con visera, anteojos oscuros de marco plateado y campera de cuero negro con corderito. El termómetro marca 28ºC”.

3) Robledo: “Es que soy un tipo normal, como cualquiera. Aunque ¿qué es ser normal?, ¿seguir la corriente como siguen todos?, ¿ser un pusilánime?”.

4) Barbano: ¿Pero no quiere irse?
Robledo: “¿Quién no quiere irse? Pero me iré en libertad cuando corresponda, si corresponde. No tengo nada que pedir. Cuando el Estado sea más eficiente, podré salir con bombos y platillos. ¿Vieron las películas, donde el guardia viene y te dice que te vas, y salís y está tu amigo esperándote en un auto y nadie más? Pero esto es distinto. Un día un guardia me dijo: "Este es un país mediático". Fijate el caso (Omar) Chabán...”.
Barbano: “¿Qué pasa con Chabán?
Robledo: “Leí lo que se escribió sobre el caso (Cromañón, 194 muertos), lo que hay en su contra. Me quedo con mi causa y te regalo la de este hombre, porque esa es gravísima. Lo van a condenar por genocidio. No tiene defensa, porque era el dueño del circo”.

5) “…confesó en una pericia después de pedir el pase al pabellón de homosexuales de Sierra Chica en 1977, que nunca tuvo relaciones con mujeres”

6) Robledo: “…el expediente mío es pura basura. Y a mí me tuvieron preso toda la vida con pura basura. Es como le dije a una médica que me hizo un examen: yo no soy Barreda (Ricardo, dentista que mató a su familia), mi apellido es Robledo. Yo respondo cuando me hacen preguntas, no quiero vender ningún paquete. Conmigo quisieron tener un Charles Manson criollo, pero para alivio mío en algunos anuarios de los diarios ni aparezco. Aparece ese hijo de puta del Petiso Orejudo, no yo”.

7) Barbano: “¿Se considera inocente?”.
Robledo: “Conmigo no hubo una prueba, una huella. ¿Cristo fue culpable de algo? ¡Si no pecó nunca! Ahora, si lo dice Robledo Puch, es un cínico que no está arrepentido. Yo no digo que soy inocente. Soy un condenado, pero quisiera saber algún día en qué se basaron aquellos que me juzgaron. Todos los que me conocían le preguntaban a mis padres: "¿Cuándo sale Carlos?". Y ahora, si le preguntás a cualquiera en la calle, te dice: "¿No se murió ese hijo de puta? Se tiene que pudrir en la cárcel"”.

8) [Robledo] No permite que le saquen fotos. "No quiero darle el gusto a mis enemigos de que vean el paso del tiempo en mi cara", se justifica. "Como decía (Alfredo) Yabrán, sacarme una foto hoy es como pegarme un tiro"

9) Barbano: “¿Está arrepentido?”.
Robledo: “Hay que tratar de usar la vida lo mejor posible. A mí no me queda más que arrepentirme del mal que hice y hacer el bien hasta que me muera, para que el día de mañana me juzguen también por eso. Un día le pedí perdón a mi padre porque soy su único hijo y terminé así. El me dijo que no me preocupara, que aunque tuviera diez, uno se preocupa por el que está en desgracia. Yo me arrepiento de no haber seguido los consejos de mi padre”.

10) Barbano: ¿Cuáles?
Robledo: Mire, yo estoy pagando, estoy preso. Y quiero aclarar algo, yo nunca tuve un auto robado. ¿De dónde salía el dinero para comprarlos? Bueno... A mí me dolía ver a mi padre, con su capacidad, que fuera empleado. Por esos años, '68 o '69, yo quería que se se hiciera comerciante. Fui y le dije: "Papá, esto es para vos". Y le di las llaves de un Chevy blanco. ¿Sabés qué respondió? "No, gracias, Carlos, ¿para qué lo quiero?". Le dije "vendelo, poné un comercio". Me dijo que no. ¿Sabés lo que vale un padre así?

11) Barbano: ¿Ahí no pensó en cambiar?
Robledo: Cuando sos adolescente, sos adolescente. No soy el mismo que a los 20, aunque el hombre nunca cambia su naturaleza. Me sigo manejando como me enseñaron mis padres: valen la palabra, la responsabilidad y la puntualidad. Trabajé toda la vida: para delinquir y para robar hay que trabajar mucho. Fui desobediente, pero a mi viejo nunca dejé de escucharlo. El me decía que cuidara a mi vieja, que si no la iba a llorar... Yo nunca me fugué de acá porque se lo prometí a ella. Un día vino y yo estaba raro. Me preguntó qué me pasaba, si tenía fiebre. Hasta que dijo: "Ya sé, te querés escapar". Le respondí: "¿Cómo supiste?". Y le prometí que no iba a fugarme nunca.

12) “Cuando quise dinero, fui y lo tomé”.

13) En Sierra Chica trabaja en el taller de carpintería. Su concepto es "bueno". Su conducta, “de 10”.

14) Consigue que su condena sea re evaluada a 25 años de cárcel. En el 2000 estaba en condiciones de pedir la libertad condicional. Pero no la pidió. Ahora, en el 2008, ante la noticia de que Barreda (el odontólogo que mató a sus hijas, a su suegra y a su esposa) salió en libertad condicionada, él también la solicitó.

15) Le muestran una foto que lo muestra en el momento de ser detenido en la comisaría en 1972:
Robledo: “No usaba el pelo así. Yo no usaba el pelo así. ¿Mirá si iba a tenerlo así? Siempre usé fijador, pero como ahí estaba preso no tenía. Esa remera me quedaba mal, toda abierta, porque mi abuelo me la había comprado en Brasil”.

La larga lengua del preso
Lo que sigue es un reportaje que hace Raúl Kollmann, para Página 12, en el 2008, a un presidiario que conocía a Robledo Puch, alias el Monono.

“Presidiario: En la cárcel se le dice Monono al que es rubiecito, lindo. Ah, al Monono a veces le decíamos Angelito o El Blanquito. Se imagina que la población, los chorros, los porongas que manejan los presos, siempre andan buscando a un monono para abusar de él, más todavía teniendo en cuenta que Robledo Puch había violado a dos de sus víctimas. Por eso lo tenían en otro lado, en lo que llamamos el pabellón de refugiados, que es donde están los homicidas, pero por ahí los que mataron por razones pasionales o por lo que fuera, pero no vienen del ambiente de los chorros. El otro lugar en el que se refugian es en el pabellón de los hermanitos. Así le decimos al de los evangelistas. Hay muchos que no son religiosos para nada, pero se meten ahí porque los chorros los quieren agarrar. Entre ellos también hay sexo y droga, pero es un mundo distinto, no hay la violencia que existe en la población. Mire, al pabellón de los hermanitos van muchos que son cachivaches, o sea tipos que están hechos bolsa y que como Robledo Puch están asustados y quieren vivir.

Kollmann: ¿Usted hablaba con Robledo Puch?

Presidiario: Casi nada. Nos encontramos una vez en la leonera, que es el lugar donde a uno lo llevan antes de trasladarlo. Pero fueron diez o veinte palabras. Es que está mal visto que uno hable con un ortiba, o sea un tipo que es dócil con los milicos. Para la población es un gil, un policía.

Kollmann: ¿Y cómo era Robledo Puch?

Presidiario: Muy dócil, muy pasivo. Lo que se conoce como gato, o sea un tipo que les presta servicios (sexuales) a todos... Y también servicios de los otros: barrer, lavar, plancharles la ropa a los pesados del pabellón. Lo que ocurrió es que a él lo cuidaron, pero en 1996 se hizo el motín. El más tremendo que hubo nunca. Ahí todas las bandas se pasaron facturas y al Monono lo hicieron polvo. Fue terrible. El quedó mucho peor de la cabeza después de eso. Terminó siendo muy callado, muy raro. De vez en cuando le agarraba alguna locura, empezaba a decir cualquier cosa. Yo ya no estaba en Sierra en el 2000 pero dicen que ahí lo llevaron al loquero (efectivamente, Robledo Puch fue trasladado al hospital neuropsiquiátrico Borda)”.

La maldición de Robledo
Todavía resuena en los históricos pasillos de tribunales la amenaza de Robledo a sus juzgadores del 72: “Esto fue un circo romano. Algún día voy a salir y los voy a matar a todos”.
Robledo está por salir.

A modo de análisis
Las conclusiones que siguen las haremos en función de la información periodística expuesta más arriba.
Robledo, ¿es un psicópata?
A esta pregunta la respondería afirmativamente hasta un estudiante de primer año de medicina. Sin embargo, aquí fundamentaré esta descripción.
¿En qué muestra su psicopatía Robledo?
Por sus actos, y de acuerdo a mi Descriptor de psicopatía, ingresa de inmediato en el apartado C. Acto psicopático grave.
En este apartado se consignas los actos que, por la desmesura de sus acciones, constituyen, por sí mismos, una descripción de psicopatía:
“Diez homicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, diecisiete robos, una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos raptos y dos hurtos”.

Ahora, precisaré los otros puntos:

A. Satisfacción de necesidades distintas

A1. Uso particular de la libertad: “cuando quise dinero, fui y lo tomé”. No importa el lugar donde se hallaba ese dinero, no importan los obstáculos humanos que se oponían a sus deseos. El dinero estaba allí, y allí iba. Esto, desde ya, implica una vivencia de libertad interior muy ampliada con respecto al término medio.

A1a) Intolerancia a los impedimentos: obstáculo que se le opone, obstáculo que es destruido, incluido los humanos. Le falta un auto: lo roba; se le opone un sereno, lo mata.

A2. Creación de códigos propios: No puedo dejar pasar esta perlita, que se repite una y otra vez en mi consultorio: “Es que soy un tipo normal, como cualquiera. Aunque ¿qué es ser normal?, ¿seguir la corriente como siguen todos?”. Más allá está la idea de que es legítimo cualquier medio que permita a un joven tener plata y auto.

A2a) Sorteo de las normas: en cada una de sus acciones psicopáticas

A2b) Falta de remordimientos y culpa en los hechos psicopáticos: Cuando el fiscal le pregunta por qué los mató, Robledo contesta: “Qué quería, ¿qué los despertara?”

A2d) Defensa aloplástica: “Soy un condenado, pero quisiera saber algún día en qué se basaron aquellos que me juzgaron.”. “Conmigo no hubo una prueba, una huella”. “Y quiero aclarar algo, yo nunca tuve un auto robado. ¿De dónde salía el dinero para comprarlos?”. “Y a mí me tuvieron preso toda la vida con pura basura”.

A3. Repetición de patrones conductuales: El modus operandi era similar: entrar de noche, matar a los testigos, robar.

B. Cosificación de otras personas: Las personas son significada como cosas, obstáculos que hay que sortear. Si hay que violar, se viola; si hay que matar se mata.

B1. Egocentrismo: "No quiero darle el gusto a mis enemigos de que vean el paso del tiempo en mi cara".

B1a) Sobrevaloración: “Cuando el Estado sea más eficiente, podré salir con bombos y platillos”. Se compara a Jesús.

B3e) Coerción: constante en todas las acciones de uso de arma de fuego.

B7. Insensibilidad: En todos los actos psicopático se lo observa insensible en extremo. Desde observar la cremación de su abuelo hasta matar a las personas sin que presentaran resistencia, ni significaran un riesgo de identificación.
B7b) Tolerancia a situaciones de tensión: en los robos estaba sometido a fuertes situaciones de tensión, que Robledo tolera como si fuese una situación común.

Por todo lo anterior, no quedan dudas que Robledo es un psicópata. Pero, continuaré analizando otro tipo de rasgos.

Más allá de la sombra

- Cuidado de su imagen ante los demás:
a. "No quiero darle el gusto a mis enemigos de que vean el paso del tiempo en mi cara"
b. “En algunos anuarios de los diarios ni aparezco. Aparece ese hijo de puta del Petiso Orejudo, no yo”.
c. “Cuando el Estado sea más eficiente, podré salir con bombos y platillos”.
d. “Por el patio se acerca un hombre de gorra negra con visera, anteojos oscuros de marco plateado y campera de cuero negro con corderito. El termómetro marca 28ºC”
e. “Ya sé, te querés escapar" [dijo la madre]. Le respondí: "¿Cómo supiste?". Y le prometí que no iba a fugarme nunca”.
f. “No usaba el pelo así. Yo no usaba el pelo así. ¿Mirá si iba a tenerlo así? Siempre usé fijador, pero como ahí estaba preso no tenía. Esa remera me quedaba mal, toda abierta, porque mi abuelo me la había comprado en Brasil”.

Con estos rasgos (de ‘a’ a ‘f’) se enuncia la presencia de rasgos histéricos en esta personalidad. Esto, sumado a la pasividad y servidumbre de Robledo en la cárcel, ante los psicópatas marcadamente homicidas, lo ubica entre los psicópatas con predominio histérico. La histeria: ese afán de parecer lo que no se es.

Es notable la falta de respeto hacia su persona en la cárcel: desde el Jefe del Penal que lo llama por su diminutivo “Carlitos”, hasta las tareas femeninas del Monono. Un homicida de ley, que carga once muertes en su haber, se hace respetar hasta por el más pintado. Pero entre psicópatas las cosas se ven de otra manera. El psicópata, con su penetración aguda en las cualidades del otro, distingue fácilmente ante quién está. Y a Robledo le vieron, más allá de sus feroces antecedentes, la nenita asustada y deseosa, y procedieron en consecuencia.

Dr. Hugo Marietan

Notas consultadas:

Alvaro Abos, Diario La nación, http://www.lanacion.com.ar, 5 de marzo 2006
Rolando Barbano, Diario Clarín,
http://www.clarin.com, 24 abril 2006
Osvaldo Soriano: Diario la Opinión, El caso Robledo Puch, 27 de febrero de 1972 y en "Artistas, locos y criminales", Editorial Bruguera, 1983.
Raúl Kollmann, Diario Página 12,
http://www.pagina12.com.ar/ 01 junio 2008

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