Nunca se ven cara a cara con el delincuente; por lo general, ni siquiera saben quien es. Lo suyo son las muestras diminutas, los rastros casi invisibles; su cometido es sacarlos a la luz y contribuir a resolver casos, sin moverse de la mesa de laboratorio..."Letras de cambio, cheques y recibos, aquí llegan a manta". Mientras habla, José Manuel Benavides, técnico de la sección de Documentoscopia del Servicio Central de Policía Científica, va mostrando una amplia colección de todo tipo de documentos falsificados o manipulados. "Por ejemplo, aquí tenemos un cheque que se advierte que está repasado. Han raspado el papel, han eliminado la cantidad original... porque claro, aquí de lo que se trata es de aprovechar la firma".
El trabajo de falsificador no le sirvió de mucho: los aparatos de la sección sacaron las modificaciones a la luz; mejor dicho, a los diferentes filtros y tipos de luz por los que pasó el cheque, y que hicieron desaparecer la tinta original como por arte de magia, dejando solo visibles las alteraciones.
Una vez emitido el dictamen de falsificación y enviado al juzgado, el asunto acabó, al menos para los hombres de Documentoscopia. A fin de cuentas, sólo es uno de los muchos casos de falsificación con los que se enfrentan. Además de talones bancarios, recibos y letras de cambio, también llegan pasaportes, documentos de identidad, testamentos, permisos de conducir, décimos de lotería, cartas manuscritas o mecanografiadas, fichas de casino o entradas de fútbol.
Las falsificaciones de papel moneda, que han dado tema en tantas películas, no son tan frecuentes como podría pensarse: "Hay varios tipos, desde la clásica banda organizada, que lo hace bien, hasta fotocopias de billetes coloreados a mano".
Documentoscopia cuenta con unas amplias dependencias, pero no siempre ha sido así. Esta sección, como todas las demás que integran el Servicio Central de Policía Científica (antes Gabinete Central de Identificación), ha sufrido un gran cambio en los últimos tiempos; una drástica ampliación de medios que muestra la importancia que ha ido cobrando con los años las técnicas científicas aplicadas a la investigación policial. "No ha cambiado la Policía pero sí su modo de hacer, por que ésta trabaja en función de unas leyes, a medida que esas leyes van estableciendo nuevas exigencias, la Policía tiene que cumplir esas exigencias. En estos momentos, se está yendo a una demostración del hecho mucho más fehaciente. Eso obliga a efectuar una demostración, no puede ser que llegue un policía diciendo lo que piensa o dando su opinión de lo que ha visto; lo que ha visto lo tiene que demostrar, y debe hacerlo técnicamente. Con un informe pericial, con unos análisis, con algo que objetivamente pueda servir como prueba ante un tribunal".
¿Pero en esos casos concretos se aplican estas técnicas de análisis? Prácticamente, casi todos los delitos pueden incluir la intervención de este servicio, aunque solo actúan a requerimiento judicial, aportando los resultados de su análisis. Por lo general no se les suele informar sobre los pormenores del caso en que están trabajando: pueden averiguar que la firma de un cheque es falsa, que unas balas han sido disparadas por cierta pistola en concreto, que varias papelinas de coca han sido cortadas con estricnina; pero no quién falsificó, quien disparó, quien adulteró. Y lo que es más, no quieren saberlo, pues el conocimiento de más detalles podría hacerles perder objetividad en su trabajo. "La siguiente noticia la tenemos cuando se nos cita a juicio oral para prestar declaración sobre el peritaje. El perito llega al juicio, contesta a las preguntas que le hacen y, cuando termina su declaración se va... y tampoco sabemos qué pasa en el juicio al final".
Esta búsqueda de la objetividad en el trabajo de la Policía Científica es compartida por su equivalente en la Guardia civil: el servicio de Policía Judicial. Sus instalaciones son quizá menos vistosas y su volumen de trabajo algo más descansado, pero fundamentalmente se dedican a lo mismo, con idénticos procedimientos y normas de actuación.
La base sobre la que estos departamentos trabajan podría definirse así: todo tipo de acción o intervención humana en un objeto o en otra persona deja rastros. Y esos rastros pueden ser encontrados e identificados. La sección de Documentoscopia de la Policía Científica (su equivalente en la Guardia Civil es el departamento de Grafística), es un buen ejemplo. Una falsificación puede pasar por legítima a simple vista para el hombre de la calle, pero años de experiencia y aparatos como el videoespectro de comparación, consiguen maravillas: una simple raspadura, apenas visibles para el ojo humano, resalta como con luz propia. Y si alguien ha tratado de eliminar un texto tachándolo, tampoco presenta mayor problema: al ir sometiéndolo a diferentes tipos de luz, la tachadura desaparece y el texto que había debajo puede leerse con toda claridad.
El microscopio de comparación es quizá el arma más utilizada por estos policías de bata blanca; se emplea en prácticamente todas las secciones y permite observar a la vez dos objetos distintos. Documentoscopia lo emplea, por ejemplo, para comparar un documento verdadero con otro dubitado. Lofoscopia, para buscar similitud entre dos huellas digitales. Pero es quizá la sección de Balística la que hace un uso más intenso de ese aparato... y de muchos otros. En este departamento hacen lo que todos vemos salir en las películas, simplemente que es real y el análisis mucho más exhaustivo. Proyectiles, vainas y armas constituyen su material de trabajo, y cuando llegan a la sección son analizados de la manera más completa posible. Las vainas y proyectiles se examinan con el proyector de perfiles o el microscopio de comparación en busca de señales que pueden medir menos de la décima parte de un milímetro, pero que demostrarán concluyentemente, por ejemplo que dos vainas han sido disparadas con la misma pistola. Toda la información que se obtenga queda archivada para futuras referencias, de modo que sea posible reconstruir el historial delictivo de una pistola recién llegada consultando los archivos. En ocasiones el número de serie del arma ha sido borrado, o bien el cañón o la aguja del percutor no son los originales. Estas manipulaciones suponen una mayor dificultad, pero nunca algo imposible de resolver. Lo dice bien claro una máxima expuesta en la pared: "Los laboratorios forenses no existen para una actuación rápida, sino para dar una respuesta plenamente fiable". (O, podría añadirse, lo más fiable posible...)
Para que, tanto la Policía como la Guardia Civil, emitan un diagnóstico afirmativo, les es necesaria una certeza total.En ocasiones el trabajo es sencillo, como por ejemplo, si llegan a la sección de Balística de la Policía las fotografías correspondientes a la autopsia de un atracador muerto de un disparo en el corazón. Las imágenes, no muy agradables de contemplar, muestran la herida causada por la bala en el interior del cuerpo, así como los agujeros de entrada y de salida que había dejado en la ropa del cadáver. Con esto, y con el análisis de orificios y proyectiles, los hombres de la sección tienen suficiente para describir las circunstancias en que se produjo el disparo con tanta claridad como si hubieran estado allí. Incluso con más claridad, en aquellos casos en que las declaraciones de los testigos se contradigan entre sí.
En alguna ocasión su testimonio ha sido concluyente. Hace poco más de un año, una mujer resultó muerta de un disparo en Madrid cuando paseaba por la calle Arturo Soria. La cercanía de un cuartel de la Marina dirigió hacia allí las investigaciones. "Al examinar la bala, determinamos que era de un cartucho 7,62 y había sido disparada con un Cetme. Ahora: ¿Qué Cetme era de los veinte mil, treinta mil, cien mil, que se han fabricado? Imposible saberlo. Como había sospechas de que el área de actuación podía ser el Cuartel de Marina de las proximidades, se requirió judicialmente disponer de las armas que ese día pudieron estar disponibles en el armero. Fueron, 34 Cetmes que pasaron por el laboratorio, y se determinó perfectamente cual de ellos había sido". El resto de la investigación corrió a cargo de otros departamentos, pero, al enfrentarse a una prueba irrefutable, el responsable no tardó en confesar.
Todos los días se dispara algún arma en los departamentos de Balística: necesitan los proyectiles para poder hacer comparaciones, y para obtenerlos cuentan con una galería de tiro y recogedores especiales. Incluso tienen soportes para disparar un arma a distancia, caso de que parezca no estar en buenas condiciones, para evitar así que le estalle al técnico en la cara.
Estas comprobaciones pueden también servir si a la autoridad judicial de turno le interesa saber si esa pistola o esa escopeta pueden dispararse accidentalmente o si funcionan sin complicaciones. Si hay que averiguar la deformación que sufre un proyectil al incrustarse en un cuerpo, recurren a sucedáneos: por ejemplo en la Guardia Civil disparan a cabezas de cerdo para comparar el estado de la bala con otra que se haya encontrado en un cráneo humano.
Las huellas que un proyectil pueden dejar en el interior de un cuerpo son ya competencia de los laboratorios de Analítica Forense. A pesar del nombre, no hay cadáveres tendidos sobre las mesas, pero se trabaja con unas muestras diminutas, no solo de cuerpos sino de cualquier sustancia que sea necesario identificar, trátese de un veneno, un explosivo o una droga.
"Estamos trabajando a nivel de 120-130 asuntos mensuales, tanto biológicos como de explosivos, drogas o el clásico líquido que se encuentra frente a un fallecido por asesinato o suicidio, y tienes que decir qué tiene o qué no tiene. Hay técnicas básicas que debemos conocer todos y que las conoces de la Universidad... pero si te vas metiendo en absorción anatómica, te vas metiendo en microscopía electrónica, entonces ya necesitas al experto que, a base de años y años, va cogiendo esa técnica. Lo que tienes que tener en este campo es una gran imaginación". Los buenos pero aún escasos resultados que han obtenido los avances en genética muy aplicados a la investigación policial pueden dar mucho que decir a estos departamentos de analítica.
A pesar de que el ADN tiene una importancia capital en el campo biológico, para los policías de la sección de Lofoscopia, una huella digital, o un fragmento de la misma, puede ser suficiente para identificar a su propietario sin el menor riesgo de duda. Cada huella tiene una serie de puntos o accidentes característicos, y el número mínimo admitido como prueba por un juzgado depende de la legislación de cada país. En España son doce, en otros países llegan hasta 17, en otros les basta con cuatro. Hay superficies donde las huellas quedan mejor impresionadas que en otras, pero cuando no se ven, hay una serie de productos para hacerlas resaltar.
La Policía cuenta con 750.000 fichas con las impresiones digitales de las personas que, en algún momento de su vida han tenido que "tocar el piano", como se llamaba antes a la impresión de los diez dígitos en las comisarías. Cada ficha está clasificada por orden alfabético en un archivo, y según las características de las impresiones, en otro. Pero estos gigantescos ficheros están destinados a dejar su puesto a modernos terminales de ordenador: "Berta", una base de datos que permite conservar 750.000 tarjetas, unos siete millones y medio de huellas en el ordenador que la Dirección General de la Policía tiene en el Escorial.
Localizado en un auténtico búnker, el Berta está informatizando cada día unas mil fichas del archivo de la Policía, para conseguir una identificación de huellas que podrá resolverse en cuestión de segundos desde cualquier punto de España.
La Guardia Civil tampoco se ha quedado atrás: su ordenador, "el Duque de Ahumada", situado en la Dirección General de Madrid, opera desde un edificio construido especialmente para albergar dos enormes ordenadores.El "Duque de Ahumada" y el "Berta" están interconectados y pueden colaborar en casos delictivos de especial importancia.
En la labor científica de los policías puede encontrarse la policía del futuro, y la mejora de sus instalaciones así parece indicarlo; nuevos departamentos, como Trazas Instrumentales para identificar herramientas, Toxicología o Identificación de Voz, harán aún más eficaz la labor de los sabuesos de laboratorio. Su trabajo no está en la calle, ni suelen conocer jamás el rostro de la persona cuyo diagnóstico acaba de declarar culpable. Desde sus tranquilas mesas llenas de instrumentos de alta tecnología, 24 horas al día y siete días a la semana, se limitan a contar lo que ven y cómo lo han visto.
Vicente Bobadilla
(Tomado de www.archivodelcrimen.com)
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