En estos días se está hablando en España, en las crónicas de sucesos, del
“descuartizador satánico” al que se acusa de ser el responsable de la
desaparición de una mujer. Recogemos a continuación algunas de las informaciones
publicadas por los medios de comunicación.
Conmoción y desapariciones
El supuesto descuartizador de Majadahonda (Madrid), Bruno Fernández,
de 32 años, realizaba ritos satánicos en su domicilio e invocaba a
gritos a Lucifer, según los vecinos de Móstoles, donde residió hace al
menos diez años junto a su hermana y su padre. También compraba
animales vivos en una tienda que luego sacrificaba y en varias
ocasiones llegó a provocar pequeños incendios en su domicilio
al practicar alguno de los rituales sangrientos que provocaron
las llamadas de los vecinos a la Policía, tal como informan Luis F. Durán y
Daniel Martín en El Mundo.
Bruno estuvo al menos dos veces ingresado en la Unidad Psiquiátrica del
Hospital de Móstoles y tenía recetada una medicación especial para
controlar los episodios esquizofrénicos que sufría, según las mismas
fuentes que indicaron que estaba pendiente de ingresar en un centro
psiquiátrico.
Hasta el momento, está
encarcelado por su presunta relación con la desaparición
de una mujer argentina de 55 años, Adriana Giogiosa. Ésta residía
en la casa que Bruno heredó de su tía en Majadahonda, de la que tampoco se sabe
nada desde hace años.
Un extraño comportamiento
En la calle Teruel de Móstoles los vecinos no paran de describir los comportamientos
extraños de Bruno que podían hacer presagiar que había algo más detrás de su «actitud
seca y distante». «A veces gritaba ‘¡Lucifer!’
desde la ventana y se reía como un loco, otras daba golpes o quemaba
incienso», asegura una de las vecinas del bloque, que
como el resto, todavía tiene el miedo metido en el cuerpo. «Llevo todo el
día temblando», afirmó al conocer que Bruno podría estar detrás del crimen
de una mujer y de su tía.
El sospechoso se mudó junto a su padre y su hermana a Móstoles hace unos
diez años. Al parecer «antes vivían en Estados Unidos», según los
residentes. Desde entonces los golpes, el ruido de movimiento de muebles, la «música
satánica» o las frases incoherentes y repetitivas «Ser, venir,
estar, ser, venir, estar…», formaban parte de la acústica del vecindario.
«Hace aproximadamente un año le dio un brote psicótico y
empezó a gritar ‘¡Satán!, ¡Satán!’. Pensábamos que se podía
autolesionar y llamé a la Policía. Vino el Samur y cuatro agentes, que se lo
llevaron a la fuerza», recuerda una de las residentes del edificio.
Otra vecina asevera que estuvo entonces ingresado en un centro psiquiátrico «y
no era la primera vez». «Daba mucho miedo ese chico. Ponía la voz muy
grave, como si fuese otra persona, chillaba cosas de guerras y se reía mucho.
Además –añade– tenía una pala enorme en la terraza que nos preocupaba».
Otro objeto de Bruno no pasó desapercibido para la persona que lo construyó.
La dueña de una tienda de objetos artesanales próxima a la vivienda recuerda
como le encargó hace varios años que fabricase un cristo de marmolina.
«Me pidió que lo pintara e insistió en que quería que
tuviese mucha sangre; me pareció muy raro», explica.
Según varios testimonios, el presunto descuartizador de Majadahonda «había
estudiado informática, aunque no se le conocía trabajo». Su padre regenta
desde hace años un bar a escasos minutos de su domicilio y su hermana pasa
largas temporadas fuera de casa por motivos de trabajo. La relación filial
distaba mucho de ser cordial, según indican los vecinos.
«Discutía mucho con su hermana y le decía que se comportaba así porque
su madre de pequeño le pegaba y le encerraba en el cuarto de baño cuando no
quería comer. Creemos que les abandonó hace años», explican. «También hacía
fuego dentro de casa y olía de forma muy rara. Un día salió
tanto humo que tuve que avisar a la Policía y a los Bomberos», resaltó
otra mujer.
En los últimos meses se le veía con «una joven rubia extranjera» a
la que en ocasiones subía a casa y con la que mantenía una relación
sentimental. «Ella tenía un hijo y venía con él a verle pero ni siquiera
nos saludaban en la escalera», apuntó. Este hecho llamó poderosamente la
atención de los vecinos, ya que durante los años en los que Bruno vivió en el
bloque «apenas salía de casa y no parecía
que se llevase con nadie».
Para mucho de los residentes además era muy identificable. «Es rubio,
delgado, con el pelo rizado y siempre parecía que te estaba perdonando la vida»,
señaló Jorge, también residente en la misma calle. «Aquí menos mal que no
echamos de menos a nadie, sino pensaría que ha pasado lo mismo que en
Majadahonda», agregó.
Trabajo policial
La Guardia Civil realizó el pasado 20 de abril una nueva inspección ocular
en la casa de Bruno Fernández. El supuesto descuartizador está encarcelado a la
espera de localizar el cadáver o los restos de la mujer desaparecida que se
buscan ahora en un vertedero de Pinto. Se tiene la certeza de que el
hombre pudo acabar con la vida de la mujer y que luego trató de trocear el
cadáver y triturarlo en una picadora de carne que tenía en el garaje.
En este cuarto ya se encontró sangre en las paredes y también en la máquina
de carne. Se están cotejando los restos descubiertos con el ADN de un hermano
de la mujer argentina desaparecida. Los agentes volvieron al piso para realizar
una nueva inspección ocular del chalé y especialmente del garaje donde podría
haber cometido el presunto crimen.
El 21 de abril a las 10.30 horas, el detenido, que se encuentra en prisión
provisional desde hace dos semanas, llegaba esposado a la vivienda. Cuatro
horas después salía de la casa con la cara tapada por una cazadora y acompañado
por agentes que le condujeron hasta el coche policial camuflado para ser
trasladado al cuartel, mientras en la calle algunos vecinos le gritaban «asesino»
e «hijo de puta».
El detenido presenció, junto a su abogado y el secretario judicial, la
inspección ocular practicada por los especialistas de Científica de la Guardia
Civil. Tras un receso para comer los agentes regresaron a las cuatro y media de
la tarde para seguir con el trabajo. Sobre las 22.30 se volvieron a marchar. A
lo largo de toda la jornada, Bruno se mantuvo frío y respondió con monosílabos
a las preguntas de los agentes.
Fuentes de la investigación señalaron que la nueva inspección ocular tiene
como objetivo recabar pruebas que esclarezcan el paradero de Adriana. Se
recogieron nuevas muestras de sangre en la parte baja del chalé adosado y se
incautaron de ropa del sospechoso.
Los investigadores trabajan con la principal hipótesis de que el casero, de
nacionalidad española y 32 años, la mató, la descuartizó, y la metió en bolsas
para tirarlas a la basura. Varios jóvenes que estaban sentados en la calle
durante una noche se sorprendieron al ver cómo sacaba varias bolsas y las
arrojaba en un contenedor de basura. Uno dijo que en una bolsa había
carne humana.
Mientras, la Guardia Civil ha descubierto en Móstoles el vehículo de la
mujer argentina desaparecida. Estaba en las inmediaciones de la vivienda donde
reside el padre y la hermana del detenido. También se ha encontrado su teléfono
móvil.
Los agentes tienen ya un amplio listado de los inquilinos del adosado,
aunque la investigación se ciñe a este caso, pues solo de este existe una
denuncia por desaparición presentada por la familia de Adriana el pasado día 6
de abril.
Los vecinos aseguran que por la casa han pasado decenas de personas en los
últimos cuatro años. «La que más tiempo ha durado es Adriana que llevaba
allí unos cuatro meses. Hay gente que pasaba sólo un día y se iban ya que decían
que el dueño de la casa era muy raro».
El chalé de Majadahonda era propiedad de una tía de Bruno que, según su
versión, se fue hace cuatro años a vivir a una residencia tras el suicidio de
un hijo suyo. Sin embargo, la Guardia Civil no ha encontrado el nombre de su
tía en ningún centro geriátrico y tampoco figura en el registro de fallecidos.
Bruno no tenía relación con los vecinos que escuchaban continuamente ruidos
extraños de madrugada en el último mes. Se ha averiguado que quería cambiar de
nombre, que estaba aprendiendo euskera y que preparaba un viaje para marcharse
fuera.
Indicios que lo incriminan
De momento, tal como explica Sergio Barrenechea en una noticia de la agencia
Efe, se han encontrado restos de sangre humana en una trituradora y en
la vivienda. Se trata de una cantidad escasa y con apariencia de haber sido
lavada con lejía o algún otro producto de limpieza, lo que puede dificultar que
se pueda extraer ADN en las condiciones necesarias para poder ser comparado con
el de la familia de la desaparecida y así determinar si pertenece a ella.
Según fuentes de la investigación, el sospechoso siempre se ha
mostrado “tremendamente frío”. El arrestado, que
demuestra una y otra vez sus conocimientos de derecho penal,
nunca ha aclarado por qué tenía una trituradora en casa o por qué el coche de
la víctima ha aparecido en las inmediaciones de su domicilio habitual, en
Móstoles. Ni una palabra tampoco sobre el móvil de la ciudadana argentina desde
el que, supuestamente después de ser asesinada, su verdugo se dedicó a mandar
mensajes de texto a su familia.
El padre del presunto homicida de Majadahonda no tiene respuestas para nada.
Según publica ABC, habría comentado a un amigo que su hijo “ha
hecho algo muy grave, terrible; él debería estar en un hospital, no en la
calle… La culpa la tienen los que le dejaron salir”.
Luis Santamaria
http://infocatolica.com/blog/infories.php/1504220902-el-presunto-descuartizador-ma