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La bomba la hizo detonar el influyente matutino "The Washington Post", cuando en un informe especial bajo el título de "Top Secret" alertó sobre la incierta efectividad del "gigante contraterrorista", creado tras los atentados del 11 - S en 2001.
Un pormenorizado análisis, que llevó dos años de trabajo a los periodistas Dana Priest y William Arkin, concluye que "ese universo secreto del gobierno estadounidense se ha convertido en algo tan grande, en el intento de dar respuesta a los ataques terroristas, que nadie sabe cuánto dinero se gasta, cual es el número de personal empleado, cuántos programas de investigación se llevan a cabo y cuántos asombrosamente cumplen idéntica tarea".
Hace pocos días un director (que prefieren no mencionar) con un grupo de altos asesores, recibió la orden de indagar ese mundo que ha crecido a volúmenes inimaginables y que está fuera de todo control. Hubo un momento en que el jerarca gritó; "¡Basta! Es imposible desentrañar toda esta maraña de oficinas y papeles para determinar la eficacia de este monstruo de mil cabezas. Sólo "Dios" podría desentrañar y conducir este inmenso Gulliver".
Nueve días después de los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono, el Congreso, de acuerdo con el presidente George W. Bush, abrió un primer grifo de 40 mil millones para "montar las oficinas de contraterrorismo". En los cálculos que han salido a luz se estima que hoy trabajan 854 mil personas en las dependencias de inteligencia y quedan registradas en las cámaras que filtran los ingresos, en los ángulos más escondidos de los edificios. Todos integran las voluminosas nóminas de las oficinas del "Top Secret" contraterrorista. Pero no solo ellos se mueven a diario, también personal de otras organizaciones gubernamentales y 1.931 empresas privadas, con un total de 265 mil contratados, que coordinan los programas de alta seguridad y actúan en los frentes de batalla.
Esa multiplicación de gente a partir del 2001 obligó a crear verdaderas ciudades, inmensos edificios que se interconectan muchas veces bajo largos túneles. Y ese gigante de innumerables cabezas se distribuye en 10.000 lugares a lo largo y ancho de los EE.UU. Entre las oficinas que se repiten hay algunas que despiertan la atención. Se han creado numerosas oficinas de residuos y 15 agencias federales con mandos militares que operan en 15 ciudades de EE.UU. con el cometido de rastrear el flujo de dinero hacia y desde las redes terroristas.
Y en esta investigación se comprobó que el material logrado por las oficinas de inteligencia, y de otras dedicadas a tareas de espionaje en el extranjero, se clasifica en 50 mil informes cada año, en volúmenes tan gigantescos que un alto porcentaje jamás llegan a ser leídos y son simplemente dejados de lado en algún cajón.
Y lo peor que surge de este informe periodístico, es que los últimos intentos de atentado -el caso del joven nigeriano descubierto por el humo que salía de sus ropas a punto de aterrizar en la noche de Navidad o la camioneta con explosivos en Times Square en Nueva York observada por casualidad por un vendedor callejero-, figuraban en esa montaña de papeles y nadie de los servicios había profundizado en la investigación. Lo mismo con el oficial, de ascendencia musulmana, que en el Fuerte Hood, durante un acto de promoción, baleó a compañeros y mató a 13 militares graduados y familiares.
Estos hechos, sumados a decenas que no trascienden o que están en etapa de indagación en el exterior y también en territorio americano, aumentan las dudas sobre la eficacia del gigante creado para la lucha "contraterrorista". En general la opinión de los cercanos a los servicios de inteligencia es firme en apoyar la eficacia del sistema, pero reconocen que las fallas existen a la hora de unir tantos "cabos" dispersos que llegan a las mesas del contraterrorismo y abren las puertas a atentados, como también aseguran que son más los que se evitan y no se difunden.
El otro capítulo que en los comienzos tuvo enorme utilidad y hoy se ha transformado casi en imprescindible es la impenetrable selva de las empresas privadas. Se contrataron temporalmente en el 2001 para abaratar costos y ganar tiempo (se captó a espías "duchos" en el oficio mismo en Afganistán, Iraq y en Europa) pero poco a poco los resultados salieron a luz: eran especialmente negativos y ensombrecían la imagen de EE.UU. Sujetos dispuestos a "fechorías", (surge esta palabra de los informes confidenciales), a apretar el gatillo con facilidad y a aplicar apremios en las cárceles (la de Abu Ghraib fue la primera), pertenecen a empresas que ganan "fortunas". Se sabe que a espías, de nacionalidad extranjera, se les pagó 15 mil dólares y un "BMW". Y lo que se pensó reduciría costos y agilizaría trámites resultó lo contrario. Hoy es uno de los problemas más graves para sustituirlos, se han encargado de resultar imprescindibles en ambas guerras.
El informe del matutino capitalino ha impactado. Sin duda ha incrementado la intranquilidad de la gente y las dudas sobre la eficacia de los Servicios de Inteligencia, la CIA, el FBI, entre otra veintena de dependencias. Las críticas llueven sobre las jerarquías. Justamente el lunes el Comité de Inteligencia del Senado analizara todo el problema, aunque está convocado para confirmar a James Clapper, el candidato propuesto por la Administración Obama para sustituir al hasta ahora Director Nacional de Inteligencia. El cargo era ocupado por Dennis Blair, hombre de confianza de la Casa Blanca, que se aleja por la falta de coordinación y verticalidad.
La cifra
854.000 Las personas que trabajan en tareas de seguridad. También hay 1.931 empresas privadas con 265 mil trabajadores contratados.
DANIEL HERRERA LUSSICH (El Pais)